Yo me caliento de solo pensar que mi mujer es cogida por otro hombre. Varias veces se lo propuse pero ello siempre se negó.
Es más me sugiere que me daría permiso para que yo cogiera a otra.
Lo único que aceptó fue un vibrador de grandes dimensiones, que le introduzco cuando me la está chupando y pareciera, por más que se resiste un poco cuando se lo acerco a su vagina, que no le disgusta tenerlo adentro ya que más de una vez acabó con la verga de plástico adentro.
Pensé una y mil veces la forma de convencerla de aceptar a otro hombre y realizar un «menage à trois», pero nunca se daban las circunstancias propicias hasta el momento que viajamos con un matrimonio amigo a pasar un fin de semana largo a Mar del Plata.
Nos alojamos en un hotel de Punta Mogotes y premeditadamente traté de conseguir ubicación en un departamento que tenía dos dormitorios y un baño en el medio que compartíamos ambas parejas.
Entonces comencé a preparar el plan que tenía en mi mente enfermiza. Como supongo que Nora le tiene mucho aprecio a nuestro amigo Juan Carlos y que lo admira por todas las cualidades que posee, además de ser simpático y bien parecido no dudé en encararlo para que se acostara con mi esposa.
Ellos siempre coinciden en todo, hasta en el signo del zodiaco y muchas veces lo pesqué a él tratándole de verle las tetas a través de los sugestivos escotes que ella usa o relojearle las piernas cuando se pone escuetas minifaldas.
Pienso que con gusto se la voltearía y si no se tira con ella a pesar de lo amable que es continuamente y las sonrisitas cómplices que a veces tienen es por que estamos su esposa y yo de por medio.
El tiene fama de ser un Don Juan y que cuando tiene oportunidad la mete. Por lo que dicen los que lo conocen está muy bien dotado, por algo le dicen «tres piernas».
En un momento en que las mujeres estaban deshaciendo las valijas lo invité a tomar una copa en el bar del hotel y sin muchos rodeos le propuse que le hiciera el amor a Nora.
Se sorprendió con mis palabras y se negó al tiempo que me preguntaba si estaba loco. Me dijo que era un irresponsable, que cómo le hacía tal propuesta y por qué trataba a mi mujer como si fuera una puta y le hacía tal ofrecimiento.
Casi se levanta y se va. Pensé que todo estaba perdido y que pasaríamos un fin de semana horrible.
Pero luego, quizás traicionado por sus bajos instintos, me preguntó a qué se debía esa idea loca que tenía en la mente.
Asombrado me escuchó decirle que Nora era una especie de «máquina sexual» y que no daba abasto a atenderla.
Que, aunque disimulara y pareciera una mina recatada, le gustaba mucho coger y que sospechaba que lo podía estar haciendo con otros así que – le mentí porque era el primero al que se lo ofrecía- hacía un tiempo que trataba de conseguirle machos que fueran de mi agrado y sobre todo amigos porque sabía que serían discretos y no divulgarían nada de lo que aconteciera con ella.
Que no era el primero que accediera a mi pedido.
De ese modo ella quedaría satisfecha y yo sabría con quién coge. Le dije –tratando de calentarlo más supongo de lo que estaba- que yo quedaba extenuado cabe vez que hacíamos el amor porque era una hembra insaciable.
Que me la chupaba hasta hacerme acabar, que quería que tuviera dos o tres polvos porque es multiorgásmica y que desde que nos conocimos me la cogía también por el culo porque a ella le gustaba.
A Juan Carlos comenzaron a brillarle los ojos y parecía que quería ya estar en la cama con mi esposa.
Estaba tan entusiasmado que se le soltó la lengua y me contó algunas anécdotas de ella que yo sabía a medias. Me dijo que cuando habíamos ido de vacaciones a Córdoba un día se apareció con una malla tan escotada que más de una vez y por los movimientos que hacía se le había escapado una teta.
Recordó que siempre que ello pasaba no estaba su mujer y tampoco yo o sea que era cómo que quería calentarlo a él. Se acordó también que la vez que fuimos a pasar unos días a la casa que tienen en la costa lo había llamado para hacerle una pregunta desde la habitación vistiendo solamente una pequeña bombachita (me acuerdo del caso y se lo dije porque yo estaba al lado de él y había visto todo).
Me relató también que otro día al pasar por delante de la habitación que ocupábamos estaba la puerta abierta (¿adrede?) y ella al verlo dejó caer el toallón que la envolvía porque acababa de ducharse, dejando al descubierto todo su cuerpo (yo estaba con ella y no me di cuenta que él pasaba pero supongo que ella lo escuchó ya que no había otra persona en casa porque su mujer había ido a hacer unas compras)
Me confesó, ya que yo le había hecho la propuesta, lo que suponía, que estaba caliente con ella y con gusto se la cogería.
Entonces le dije que tenía que introducirse de noche en nuestra habitación y que podía hacerle lo que quisiera a Nora; cogerla por la concha o por el culo o hacerse chupar la pija, que ella nada rechazaría. Que lo único que le pedía era discreción y silencio.
El aceptó todo, incluso que yo estuviera presente en la habitación observando todo.
Llegada la noche, entró en el dormitorio vestido solamente con un pequeño sleep.
La habitación estaba tenuemente iluminada por la luz que entraba a través de las persianas que no estaban totalmente cerradas y ella se encontraba dormida y totalmente desnuda como lo hace habitualmente en cualquier lugar que se encuentre.
Juan Carlos se sacó el sleep antes de meterse en la cama y pude comprobar que lo que decían de él era cierto.
Tiene un aparato descomunal. Se sentó apoyando su espalda sobre el respaldo de la cama, dejando su entrepierna a la altura de la cara de Nora. Suavemente le atrajo la mano hacia su miembro que ya estaba medio erecto y se quedó quieto esperando que ella actuara.
Esta murmuró unas palabras ininteligibles y empezó a mover la mano de abajo a arriba dejando que la piel cubriera y descubriera la cabeza de semejante verga.
Suavemente se la introdujo en la boca y comenzó a succionarla. Entonces el miembro adquirió todas sus dimensiones.
Se lo recorría íntegramente con su lengua húmeda y un suspiro escapó de los labios del hombre cuando sus dedos se enredaron en el pelo de ella que le lamía el duro tronco.
Utilizaba su lengua lentamente hacia arriba, hasta llegar al glande, metiéndola en su agujerito de la punta y luego volviendo nuevamente a la base. Llegaba hasta los testículos y los mordía muy suavemente.
Juan Carlos no aguantaba más. Quiso darse vuelta para chuparle la concha pero ésta no lo dejaba moverse y continuaba con su tarea. Yo le había contado que era toda una experta chupando pijas y no le había mentido. El lo estaba comprobando realmente.
Cuando Nora percibió que aparecía en la boquita del miembro el líquido preeyaculatorio ya estaba humedecida por el olor a macho que desprendía el hombre de sus partes íntimas aceleró los movimientos y se la metió toda en la boca,
Chupaba de tal manera ese pene que nuestro amigo no se pudo aguantar y comenzó a acabar.
El primer chorro de semen se lo tragó, después la sacó y siguió pajeándolo con la mano desparramando leche sobre su cara y pelo. Luego, lamió las últimas gotitas que quedaban en la verga y se recostó al lado del ocasional amante, sin dejar de sostener entre sus manos el miembro ya fláccido.
Cuando Juan Carlos supuso que ella se había vuelto a dormir, se retiró sigilosamente hacia su habitación y yo que estaba mirando todo y había acabado en mi pijama me acosté a su lado y le di un beso en la boca obteniendo por respuesta un «Gracias, mi amor», que supongo me lo decía por el macho que le había conseguido.
Era imposible que no se hubiera dado cuenta que no era mi pija la que se había chupado ya que distaba mucho el tamaño.
Por la mañana, todos nos duchamos y bajamos a desayunar, sin que existieran miradas cómplices ni nada por el estilo. Después salimos todos a pasear por la bonita Mar del Plata.
A la noche se repetiría el juego. Juan Carlos volvió al dormitorio y se acostó detrás de mi esposa y comenzó a acariciarle suavemente los pechos al tiempo que le besaba su oreja. Pronto su verga comenzó a crecer. Lentamente ella fue abriendo sus piernas y recibió desde atrás la generosa pija del hombre.
Su miembro entraba en forma más ajustada y ello lo favorecía en el movimiento. Podía tomarle los pechos y acariciarle los pezones con la punta de los dedos al tiempo que la besaba en su su cuello, oreja o boca indistintamente.
Los amantes la estaban pasando muy bien. El se movía cada vez más rápido porque su excitación era cada vez mayor y estaba pronto a acabar. Ella se sacudía y estremecía ante cada embestida del grueso miembro y pedía por favor más.
Juan Carlos ya no podía aguantarse y la sacó rápidamente para acabar sobre la cola de Nora, ya que habíamos acordado que no le acabara dentro de la vagina.
A la mañana siguiente, luego del desayuno, partimos los cuatro a una excursión por las afuera de la ciudad y pasamos todo el día disfrutando de la naturaleza. Se trataron como si nada hubiera ocurrido. La única ajena la única ajena a todo era la esposa del afortunado amigo, Susana, la que no sospechaba nada y nunca llegó a darse cuenta que su esposo la dejaba por las noches para satisfacer a su amiga.
Yo me sentía contento y orgulloso de haberla entregado al nuestro amigo porque sabía que estaba haciendo feliz también a mi mujer y además verla coger con otro me excitaba enormemente.
La tercer y última noche fue especial, sobre todo para el amante furtivo. Cuando se metió en la cama y le acercó su miembro al rostro, Nora, sin abrir los ojos, manoteó la verga y comenzó a masajearla subiendo y bajando su mano con lo que provocaba que la piel del prepucio se moviera de arriba a abajo, dejando al descubierto su glande púrpura.
Después, se incorporó levemente y la boca se la tragó toda. Comenzó a succionarla pajeándolo sin la ayuda de sus manos.
Cuando él empezaba a sentir las primeras vibraciones del orgasmo, ella se la quitó de la boca ante la mirada de desesperación de Juan Carlos que ya se ilusionaba con acabarle nuevamente dentro. Se acercó despaciosamente a su oído y le susurró que la cogiera por el culo, girando su cuerpo para recibirlo.
Nuestro amigo no salía de su asombro y si hasta ahora le había gustado el jueguito que le había propuesto ya que se había hecho chupar la pija por esa mujer que tanto deseaba y se la había cogido ardorosamente, hacerle ahora el culo era algo muy, pero muy especial.
Los glúteos duros y paraditos de esa mujer le atraían sobremanera pero no había sabido como pedírselo hasta ahora, a pesar de que yo le había comentado que podía hacerle cualquier cosa y ahora resultaba que era ésta la que se lo ofrecía. Parecía estar soñando.
Puso su boca en ese preciado agujerito y lo lubricó bien con su saliva. Hasta le introdujo la lengua por dentro lo que provocó una exhalación de la mujer. Despacio y con mucha suavidad le acercó la pija al orificio y comenzó a penetrarla.
Al principio le costó un poco porque su enorme cabeza no pasaba por el pequeño lugar. Se detuvo, pero incitado por ella a continuar siguió con la tarea. El orificio se fue dilatando poco a poco favorecido por los movimientos que ella realizaba.
Esto permitió que el grueso miembro entrara casi todo. Nora gimió pero le pidió que empezara a moverse y así lo hizo al ritmo de los glúteos de ella que sí sabía como hacer aquello. Los apretaba cuando el pedazo entraba y los aflojaba cuando éste salía.
Alentado por las palabras de ella que le exigían acabar de una vez, derramó furiosamente su leche dentro de ese culo maravilloso. Luego, ya distendido, quedó recostado sobre ella, pero no por mucho tiempo porque consideró que le debía una gratificación a esa hembra maravillosa.
Quería chuparle la concha en agradecimiento por todo lo que había hecho con él y además porque realmente tenía muchas ganas de hacerlo.
Nora no se resistió al embate, más bien lo recibió con mucho agrado. Mientras él metía su lengua en la vagina para devorarle el clítoris, ella le sujetaba la cabeza acariciándole el cabello y gozaba como nunca. Le pedía que no se detuviera, que la hiciera acabar y empezó a tener -gracias a los lengüetazos intensos- fuertes convulsiones llegando al orgasmo.
Cuando sus líquidos empezaron a fluir llevó su cuerpo hacia abajo y quedando cara a cara con él le dio un beso de lengua que duró una eternidad, saboreando de esa manera también sus propios jugos. Luego giró y dejó que su amante se retirara de su cama.
Cuando me acosté junto a ella me tomó la pija -que estaba endurecida y a punto de estallar- con sus manos y comenzó a masturbarme hasta hacerme acabar furiosamente. Después me besó y me agradeció nuevamente. No me atreví a preguntarle si sabía que otro se la había cogido pero estaba bien claro todo.
Al día siguiente empacamos y volvimos todos contentos por el paseo realizado.
En ningún momento los amantes se cruzaron miradas cómplices. Se trataron amigablemente como siempre, sin despertar las sospechas de Susana.
Al bajarnos del auto Juan Carlos me dijo discretamente al oído que cuando lo necesitara no tenías más que llamarlo que llegaría pronto a la cita.
Se ve que le había gustado y mucho.