Katherine no se imaginaba la gran dosis de satisfacción sexual que viviría esa tarde. Cuando le abrí la puerta de mi apartamento, la recibí con un beso. Ella correspondió al beso con el mismo cariño, como si fuésemos novias desde hacía meses. La invité de inmediato para que entrará a la cocina y le ofrecí café.

—Siempre suelo tomar una taza de café a esta hora, amor—le dije—. El café siempre alimenta mi imaginación de escritora.

—Esta deliciosa. Qué fascinante que tengas una cafetera de esta categoría.

—Sí, es una máquina de café profesional. Cómo las que usan los baristas.

—Lo más interesante es que sabes usarla a la perfección.

—Sí, no es tan difícil.

Cuando terminó su taza de café, le di un beso suave en la boca de Katherine. Fue un beso que la deleitó, impulsándola a mirarme con unos ojos tiernos. Le confesé lo linda que estaba, admirando el vestido que llevaba puesto. En ese momento, ella desconocía que bajo mi ropa yo llevaba una lencería provocativa.

Katherine no tenía la más mínima idea de la orgía que viviría con mis amigas. Ella pensaba que esa tarde, nos acompañaríamos como dos novias. Qué veríamos una película y conversaríamos sobre mi profesión. Pero todo cambió para ella cuando decidí desabotonarme un poco mi camisa.

Fue entonces cuando vio el sostén de color negro que resaltaba sobre mi piel un tanto morena. Katherine se fijó durante varios segundos en el sostén. Y luego me regaló una sonrisa muy tierna, mirándome a los ojos. Tomé una de sus manos para acercarla a mis senos. Ella se dejó atraer hacía mí.

—¿Me ayudas a desvestirme? ¿Quieres ver el resto de la lencería que llevo puesta?

—Claro que sí. Con todo gusto lo haré.

—Empecemos entonces por la camisa.

A medida que fue desabotonándome la camisa, Katherine aprovechó para besarme. Y luego, cuando me quitó el pantalón dril, me emocionó contemplar su excitación. Para ella fue toda una sorpresa ver mis piernas con medias de seda. Se exaltó al reconocer el panty con tirantes de encaje. Su impresión se multiplicó al ver cómo sacaba mis pies del pantalón en el suelo.

Sé que, en ese momento, apreció mis tacones de una manera distinta. Esos tacones, me concedían un nuevo aire. Yo continué mirando a los ojos de Katherine y luego, decidí tomarla del mentón con mi mano derecha. Mis ojos brillaron, adivinando lo que latía en el pensamiento de ella.

—¿Te gusta cómo voy vestida? Me veo como una auténtica puta, ¿no?

—Te ves hermosísima, Tatiana. ¿Es una invitación?

—Por supuesto que sí. Ven, vamos a mi habitación.

Tomé de la mano a Katherine y juntas nos acercamos a mi habitación, cuya puerta estaba cerrada. Antes de entrar a mi habitación, decidí besarla. Las dos nos manoseamos mientras nos besábamos. Fue en ese instante en que logré desvestirla, dejándola apenas con la ropa anterior.

Para ese momento yo me encontraba frente a ella, cuya espalda estaba a solo diez centímetros de la puerta. Le di un último beso, que finalizó mientras le mordía suavemente los labios. Los retuve entre mis dientes, casi que estirándolos. Y luego la liberé de ese delicioso gusto que me di. Aunque sé que ella también lo disfrutó.

—Vamos, abre tu misma la puerta.

—De acuerdo.

Katherine se giró y tomó el pomo de la puerta. Cuando abrió la puerta y entró a la habitación, fue invadida por un asombro que sentimos todas. En mi cama, sentadas y vestidas con lencería idéntica a la mía, se encontraba Kira, Mónica y Esperanza. Las tres mujeres prestaron toda su atención a aquella jovencita de veinte años.

Kira, que se encontraba con sus piernas cruzadas sobre la cama como si estuviese en posición meditativa, decidió romper el silencio. Su voz resonó dulcemente en medio de esa habitación. Su amabilidad resultó tan fresca como la labor que cumplía el aire acondicionado encendido.

—Muy buenas tardes, jovencita Katherine, bienvenida.

—Buenas… ¡tardes!—respondió nuestra invitada—. No me esperaba verlas aquí. Tatiana me ha hablado mucho de ustedes.

—Y ella a nosotras de ti. Ven, acércate. ¿Acaso no le dijiste a Tatiana que te gustaría tener una orgía con nosotras?

Nuestra invitada principal estaba neutralizada. Aunque yo estaba tras ella, pude reconocer que estaba estudiando a mis amigas. Las miraba a cada una mientras tenía una sonrisita en su rostro, tal como me dirían ellas al evocar su asombro. Contemplaba la provocativa lencería de puta que cada una tenía. Esa lencería de medias de seda y panty con tirantes. Se fijó en que cada una poseía un respectivo color.

Entonces decidí romper el estado de quietud. Me aproximé a Katherine y le di una palmada en su nalga izquierda. La palmada se escuchó fuerte, repercutiendo en el estado de ansioso placer de la habitación. La nalgada la obligó a girar un poco su cabeza hacia atrás.

Manteniéndome tras ella, ubiqué mis manos sobre sus senos. Le di unos cuantos besos en sus hombros y su cuello. La respiración de Katherine se dilató, tornándose profunda. La manoseé unos segundos más, manteniéndome tras ella. Las dos hicimos el esfuerzo de darnos besos sobre su hombro izquierdo.

—Ven, Katherine, ven a compartir con nosotras—dijo Kira.

Kira se arrodilló sobre la cama y extendió su mano. Nuestra invitada de honor extendió su mano y cedió al suave jalón de Kira. Una vez estuvo sobre el colchón, Esperanza y Mónica se acercaron a las dos. Fue un momento bastante intenso y fascinante. Las tres comenzaron a quitarle el sostén y su panty. En menos de diez segundos quedó del todo desnuda.

Esperanza fue la primera en besar a Katherine. Aquel besó se prolongó durante unos veinte segundos antes de ceder el turno a Kira. También ella se demoró un tiempo similar para luego permitir que Mónica tuviera su oportunidad. Finalmente, yo, que ya me había subido a la cama, también la besé. La sensación de pasión y lujuria nos dominaba a todas.

—¡Qué besos tan deliciosos!—dijo Katherine—.Va a ser una tarde espectacular, chicas.

—Claro que sí, querida. Sabemos lo mucho que lo vas a disfrutar—agregó Mónica.

—¡A gozar, chicas, a gozar!—dijo Kira.

Kira se encontraba en ese momento justo en el centro de la cama. Con la potencia sexual que siempre la ha caracterizado, tomó a Katherine de su cintura. Entonces la jaló, atrayéndola hacía ella. En un segundo, Kira quedó bocarriba, con su cabeza sobre la almohada junto a la cabecera. Nuestra jovencita de veinte años, se derrumbó sobre su amante de turno.

Las dos estuvieron besándose con una pasión incontenible. Lo tremendamente excitante para Esperanza, Mónica y yo, era la convicción que poseía a Katherine en ese momento. La sonrisa que tenía demostraba el gran entusiasmo que la dominaba. Sonreía con sus ojos cerrados, besando a Kira cómo si estuviese besándose conmigo.

—Pensé que iba a comportarse con más timidez—opinó Mónica.

—Sí, se está comportando como una bestia—agregó Esperanza—. Parece como si su apetito sexual se hubiese estado reprimiendo durante años.

—A mí también me tiene sorprendida—dije.

Kira abrió sus ojos y con su mano izquierda detuvo el beso de Katherine. Solo lo hizo para darse el gusto de opinar:

—Sí… creo que encontré una fuerte competidora—afirmó—. Tenemos que aprovechar todo el potencial de esta jovencita.

—Sigamos jugando, Kira—anunció Katherine—. Tienes un cuerpo muy hermoso.

—Ven, querida Katherine, colócate bajo mí.

Katherine obedeció y se acostó en la cama. A partir de ese momento, todo fluyó con energía. Parecía como si todas estuviésemos sincronizadas. Esperanza y Mónica se dirigieron a la vagina de Katherine para practicarle sexo oral. Las dos se apoderaron de esa posición para besarla.

Yo por mi parte, me acosté junto a Katherine, a un lado. Kira y yo nos turnábamos para besarnos con ella. Mientras tanto acariciábamos sus senos desnudos. Nosotras cuatro seguiríamos vestidas con esa fantástica lencería hasta el fin de aquella orgía. Ella era la única que se diferenciaba de nosotras.

La excitación de Katherine aumentaba y aumentaba. Hubo un momento en que dejó de besar a Kira para tomar su rostro en sus manos. Durante unos segundos, la miró a los ojos, sonriéndole. Kira correspondió a ese gesto con una mirada igual de intensa. También le sonrió y mordió sus labios.

—Estás súper linda, mi amor—dijo Katherine—. ¿Quieres que te confiese un secreto?

—Claro que sí. A ver… sorpréndeme.

—Hace unos días me masturbé pensando en ti, viendo tu rostro.

—¿Ah sí? ¿Con las fotos que te mandó Tatiana?

—Sí. Eres una mujer divina.

—Bueno, que sepas que nosotras también tenemos fotos tuyas en nuestros teléfonos.

—Lo sé. ¡Continuemos con esta orgía!

Las fotos que yo le había compartido a Katherine no eran imágenes tradicionales. No tenían nada que ver con esas imágenes que uno se toma con las amigas. Esas en las que uno sale en una mesa de restaurante o en una fiesta. Eran fotos candentes, imágenes donde ellas se veían desnudas o en ropa interior.

El único precio para recibir esas fotos es que ella también se dejara fotografiar. La tarde en que tomé esas fotografías fue en nuestro tercer encuentro como “novias”. Para entonces ya tenía bastante seducida a Katherine. La había provocado con algunas imágenes donde ellas aparecían desnudas. Sin embargo, no se las había enviado a su teléfono.

La expliqué que, si las deseaba tener, lo justo era que ella se dejara fotografiar. “Pues hagámoslo” me dijo. Le pregunté si quería que la fotografiara de cuerpo entero y me respondió que ella se adaptaba a las reglas. Así que al igual que con las imágenes de mis amigas, su rostro no fue censurado.

—Eso preciosa—le dije mientras la fotografiaba con mi smartphone—. ¡Qué pose tan sugestiva!

—¿Cómo te parece esta mirada atrevida?

—Te ves muy linda, muy provocadora.

—¿Y ahora? ¿Te parece bien como tengo mis pies en el aire?

—Sí, se ve lindo. Un poco infantil, pero estando así, con tus senos contra la cama, la imagen se torna más madura.

—Sigo siendo una chica de veinte años.

Durante esa sesión fotográfica, esa fue una de sus mejores imágenes. Sus senos se hundían entre las sabanas, mientras ella sostenía su rostro con su mano. Los pies se entrecruzaban por encima de sus nalgas. En realidad parecía una modelo. Su cabello rubio, que brillaba gracias a la luz del sol filtrada por la ventana, se veía hermoso.

Más tarde me dejaría tomar fotos más intensas. Por ejemplo, se ubicó de espaldas a la cabecera de la cama y abrió sus piernas por completo. De hecho, apoyó sus manos en sus piernas para sostenerlas en el aire. Así, su vagina quedó expuesta, incitando todo tipo de fantasías.

—¿Quieres que haga un close up de tu vagina? ¿Es decir una foto de primer plano?

—Sí, dale. Tus amigas se han tomado fotos así… yo también quiero hacerlo.

—Allá voy entonces. Esta sesión fotográfica me tiene súper excitada.

—En un rato, cuando esto acabe, nos daremos placer. ¿Te parece bien?

—Por supuesto que sí.

Entonces aproximé mi smartphone hasta captar por completo su vagina. Contemplé sus labios vaginales y su clítoris. No tardé en percibir que su vagina estaba húmeda, excitada. Por lo visto, también ella estaba sintiendo grandes sensaciones mientras la fotografiaba.

En otra de las imágenes, ella se ubicó de modo que culo quedó en alto. Su cabeza quedó reclinada sobre la cama. Además, usó sus manos para jalar sus nalgas. El resultado: su ano quedó en plena exhibición. Fue otra foto de primer plano que logró disparar una gran dosis de dopamina en mi cuerpo. Para mí era evidente que Katherine estaba muy inspirada.

Luego se dejó fotografiar en medio de la cama, con sus manos agarrándose el cabello. La toma que más me gustó fue cuando jaló su cabello hacía lo alto. Así, dejó en exhibición sus bonitas axilas, bien depiladas como si fuese una modelo.

—¿Cuántas fotos más faltan para completar este pack? ¿Para ganarme el pack de cada una tengo que enviar un pack nuevo?

—No, no querida. Con este pack tienes acceso al mío, como también al de Kira, Esperanza y Mónica.

—Oh, qué bien. Material perfecto para masturbarme en casa.

—Claro que sí, mi amor. Creo que ya tenemos suficientes fotos. Voy a dejar mi teléfono aquí en el armario para empezar a desnudarme.

Y me desnudé. Fue una tarde muy feliz. Las dos gozamos de un sexo ansioso e intenso. Yo me dejaba llevar, sintiendo el dominio que empezaba a ejercer sobre mí. Ya en ese punto yo no era la maestra que iniciaba a una aprendiza. Me había dejado encantar por su inocencia, por sus veinte años, por su belleza virginal.

A medida que besaba a Katherine durante esa tarde, sentí su ansiedad y su excitación por disfrutarse a mis amigas. Hasta entonces, yo le decía que todavía no se podía porque una de ellas estaba de viaje. Lo cual era cierto. Todas nos habíamos colocado de acuerdo en esperar a Mónica que se encontraba en Estados Unidos.

Ahora, al cabo de dos semanas de haberme conocido con ella, Katherine tenía sexo con mis amigas. Yo estaba orgullosa de ver cómo Esperanza y Mónica se devoraban su vagina. Se habían entregado a esa labor con total convicción. Solo en ocasiones detenían el doble lamido de su vagina para besarse entre ellas.

Yo, a un lado de ella, viendo cómo se besaba con Kira, parecía su madre. Sin embargo, a veces, de manera atrevida metía mi boca entre la de ambas. Kira, para no dejarme fuera del juego, se enfocaba entonces en besarme. En esos momentos, nuestra invitada de honor aprovechaba para besar y manosear los senos de Kira.

—Qué tarde tan tremenda, mis queridas—dijo Katherine entrando más en confianza—. ¿Quién es la siguiente?

—¿Ya me estás echando?—preguntó Kira con tono divertido—. Apenas estamos comenzando.

—Es broma. ¿Acaso quieres que esas dos dejen de besarme mi vagina? Perdón, chicas, debí decir… ¿qué Esperanza y Mónica suspendan el sexo oral?

—Ven, te propongo algo nuevo—anunció Kira.

En ese momento, las rodillas de Kira estaban a cada lado de la cintura de Katherine. Ella se bajó de esa posición y recostó su espalda contra la cabecera de la cama. Entonces me pidió que me ubicará junto a ella. Yo adiviné al instante que tipo de experiencia sexual deseaba darle a nuestra protagonista.

Kira llevó su mano hacía mi vagina para empujar el panty negro hacia un lado. Es decir, lo desplazó hacía mi ingle izquierda. Luego ella realizó lo mismo con su panty. El rostro de Katherine develaba la satisfacción de estar frente a ambas. Era notable que estaba encantada de vernos vestidas como putas de un club nocturno.

Y ahora que Kira había desplazado el panty de nosotras para que la vagina quedara expuesta, su excitación aumentó. Yo sabía que el hecho de que no nos quitáramos el panty la estimulaba más.

—Te vas a hacer cargo de darnos sexo oral a las dos—le ordenó—. Aquí tienes a dos vaginas bien ansiosas. ¡Vamos, complácenos!

—De acuerdo. Qué creativa eres.

—Es algo que ya habíamos probado antes entre nosotras.

—Lo sospechaba—dijo Katherine.

Esperanza y Mónica habían suspendido naturalmente el sexo oral de Katherine. Estaban atentas a los movimientos recientes en la cama, aunque compartiendo algunos besos entre ellas. Luego, cuando Katherine se recostó contra el colchón, ellas aprovecharon para besarle el culo.

De hecho, se fueron turnando. En un primer momento, Esperanza se hizo cargo de abrir sus nalgas, dejándole a la vista su ano. Así, Mónica tuvo la libertad de chuparle el ano a Katherine. Por un instante me pareció que las dos estaban en una actitud un poco pasiva. Se habían centrado en esa zona de su cuerpo. Incluso se atrevían a introducir los dedos en su vagina, masturbándola.

—Que delicioso es comer carne fresca, chicas—dijo Mónica—. ¡Nos estamos violando a esta mujer!

—Este culito tiene un sabor muy excitante—agregó Esperanza—. Nos estamos comiendo la mejor parte del banquete.

—¿En serio?—pregunté—. Hasta ahora las estaba viendo muy calladas, muy pasivas.

—Nada de eso, mi amor—contestó Mónica—. Esta vagina ya está húmeda y tierna. Vamos a tener que traer una toalla.

El juego de amarnos entre todas se mantuvo igual de “espectacular” como decía Katherine. El ambiente se sentía fresco y amable. El aire acondicionado ejercía su deliciosa labor, creando una atmosfera relajante. La cama resistía el peso de todas, que gozábamos con total desenfreno, en busca de más y más placer.

La cuestión iría a un nuevo nivel cuando sacamos nuestros juguetes sexuales. Aquello llegó después de que Katherine cumpliera con la tarea que le encomendamos. Su boca estuvo saltando de vagina a vagina, mientras Kira se besaba conmigo. Fue muy delicioso, hasta que Kira sintió que había conquistado un orgasmo.

Solo hasta ese momento ella se hizo a un lado y dejó que Katherine continuará enfocada en mi vagina. Durante los siguientes minutos, se mantuvo al lado mío, contemplando cómo gozábamos todas. Respiraba con ansioso cansancio, pero a gusto del placer que estaba viviendo. Cuando me miraba a los ojos me sonreía, develando su fascinación.

—Fantástico, Katherine, fantástico—dijo ella para animarla—. Trágate todos esos chorros de fluido vaginal.

—Claro que sí, cariño—respondió nuestra protagonista, suspendiendo su labor por un segundo—. Esta vagina esta húmeda y muy sabrosa.

—Eso, mi amor—interrumpió la voz de Mónica—. Igual que la tuya. ¿Te gusta nuestro masaje?

—Sí, háganlo con más fuerza.

Kira decidió levantarse de la cama y con confianza se acercó a mi armario. Buscó en los cajones y sacó una bolsa de tela. Volvió a sentarse junto a mí y colocó dicha bolsa sobre su panty. Siguió contemplando la escena y en ocasiones acercaba su mano para acariciar el cabello de Katherine.

—Chicas, cuando quieran podemos empezar a usar nuestros juguetitos.

—Muy buena idea—expresó Mónica—. Ya estaba deseando meterle un consolador a esta mujer.

—Wow—agregó Katherine—, ¡juguetes, sí, juguetes!

—Sabemos que ya has jugado con nuestros juguetes—comentó Esperanza—. ¡Vamos a ver qué tanto resistes!

Todas, incluso Katherine, empezamos a reírnos. Fue un momento donde todas nos exaltamos y nos sonreímos. Esa risa era una dulce advertencia de lo mucho que gozaríamos esa tarde. Una tarde única, donde nos estábamos aprovechando con gusto de aquella jovencita. ¿O era ella la que se aprovechaba a nosotras?