Capítulo 1
- Mi despertar en el sexo lésbico II
- Mi despertar en el sexo lésbico I
Una mujer pueda desear tener sexo lésbico en cualquier momento. O dicho de otra manera, volverse lesbiana inesperadamente. Kira fue la mujer que despertó en mí esa naturaleza de lesbiana. Me fui enamorando de ella de manera lenta, viéndola ejercitarse en el gimnasio. Sus senos redondos, su hermosa cintura, sus nalgas grandes, me cautivaron lentamente. Su piel blanca y su estatura también aportaron en eso.
Al principio la veía de lejos. Me gustaba ubicarme en posiciones a espaldas de ella. Así podía contemplar con gusto su culo grande y bien contorneado. En otras ocasiones, aprovechaba la virtud de los espejos para apreciarla. Así que durante mucho tiempo fui su admiradora secreta. Llegué a sentir celos cuando otras mujeres u hombres se acercaban a ella.
Muy pronto descubrí que su nombre era Kira Alexandra. Y a partir de ese día, se convirtió en mi objeto de fantasías. Mucho antes de acostarme con ella por primera vez, ya había tenido la suerte de disfrutarla en mi imaginación. Mi fantasía más recurrente era imaginarnos a las dos, desnudas, envueltas en sábanas blancas. Me lo imaginaba como si estuviese escribiendo relatos calientes.
—¿Por qué no me lo habías dicho antes?—me decía Kira mientras me besaba—. ¿Cuánto tiempo hemos perdido en amarnos?
—Pues, querida, no sé cómo explicártelo—le respondía yo en mi fantasía—. La idea de tener sexo lésbico contigo me resultaba un poco extraña…
—Esa condición lésbica siempre está en nosotras. Lo que pasa es que no todas nos atrevemos a admitirlo.
En mis fantasías, siempre envueltas en esas sábanas blancas y limpias, yo abusaba de ella. La condenaba a tratarme como una reina. Kira se aproximaba a mí boca y me besaba. Y a la vez iba acariciando mis senos. Ella me consentía como si fuese mi esclava. Y luego sorpresivamente me agarraba con fuerza mi vagina.
En realidad, era yo misma, en la soledad de mi habitación, la que me agarraba mi vagina. Ese agarrón violento, me expulsaba de mi imaginación. Entonces solo me quedaba como remedio masturbarme. Y mientras lo hacía imaginaba la lengua de Kira lamiéndome mi clítoris. Me fascinaba imaginarme sus labios rojos y su rostro sensual frente a mi vagina.
Luego, cuando alcanzaba mi orgasmo, me sentía insatisfecha, incompleta. Mi cuerpo anhelaba estar con ella. Deseaba aceptar de una vez por todas el experimentar el sexo lésbico. Deseaba manosear su cuerpo, tener sus tetas en mi boca. Quería sentir toda esa potencia sexual que irradia su rostro femenino.
Como mujer, llevó dos años asistiendo al mismo gimnasio de ella. Pero nunca había coincidido con Kira debido a los horarios. Mi proceso de enamoramiento hacía ella, se estuvo madurando durante un mes. Durante todo ese tiempo, la estuve investigando en silencio. Y así, fui sincronizando mis horarios con los de ella.
—¿Eres nueva? No te había visto antes en el horario de las mañanas.
—No, nueva no. Antes entrenaba en las horas de la tarde y noche.
—Que te siga rindiendo. Ya me tengo que ir.
Kira se bajó entonces de la máquina elíptica y se fue hacia los vestuarios. Durante cerca de media hora estuvimos frente a frente. Solo estábamos separadas por una distancia de cinco metros. Es decir, yo me estaba ejercitando en la maquina elíptica ubicada frente a la de ella.
Con mucha discreción la estuve mirando a los ojos. Cuando ella se descuidaba, yo aprovechaba para observar sus senos generosos. Y claro, también su vagina bien forrada por su ropa de gimnasio. Creo que en cierto momento me descubrió, porque me lanzó una sonrisa muy amable.
Supongo que sabe muy bien que nosotras las mujeres nos comparamos en el gimnasio. De ese modo, nos hacemos una idea de en qué nos falta mejorar. La verdad es que mi figura es bastante hermosa. Es igual de sexy y bien modelada como la de ella. Creo que eso también influía en mi deseo de tener sexo con Kira.
Yo sabía que ambas teníamos una edad muy similar. Aunque para mí era evidente que debía tener unos cuantos años menos que yo. El día que tuvimos nuestro primer encuentro sexual, supe que tenía 27 años. Es decir, es menor que yo en cinco años. Pero curiosamente, en nuestra relación de lesbianas, ella se convirtió en la mujer dominante.
—¿Te has acostado con más mujeres aparte de mí?
—Con muchísimas más, querida—me respondió esa tarde—. Con tantas que no me creerías.
—La verdad es que no lo dudo.
Esa tarde, por fin pude cumplir mi sueño de tenerla comiéndose mi vagina. Kira simplemente obedeció mi petición. Me dijo: “Okey, si eso es lo que quieres, con gusto lo haré”. Entonces se desplazó hacia la zona de abajo de la cama y abrió mis piernas. Como si fuese la mordida salvaje de una fiera, agarró mi vagina con su boca.
Yo sentí un fuerte estremecimiento. Un estremecimiento que por un segundo colocó mis ojos en blanco. Luego, sentí las lamidas deliciosas de Kira a mi clítoris. Lamidas que alternaba con las mordidas a mi vagina. Era realmente delicioso. Estuvo haciéndome sexo oral durante largo minutos. Yo asumía con placer el inicio de mi era en el sexo lésbico.
—¿No tienes juguetitos en tu casa?
—¿Te refieres a vibradores?
—Sí. Te puedo garantizar mejores emociones si me prestas uno.
—Mira, en el armario hay uno. Está en el tercer cajón, bajó mis pantys.
Kira me dio unas cuantas lamidas más antes de levantarse de la cama. Desde mi posición, la vi de pie, aproximándose al armario. Así pude disfrutar de su culo enorme, su espalda bien torneada. Su deliciosa figura me obligó a tomarme el clítoris durante unos segundos. Por un instante, quise colocarme de pie y acercarme a sus nalgas. Quise abrir esas nalgas y darle un beso delicioso a su ano.
Pero esa ilusión se acabó cuando ella encontró el vibrador y dio media vuelta. Al descubrirme acariciándome mi clítoris me lanzó una sonrisa de complicidad. Entonces, se aproximó a la cama y tras subirse, se acercó a mi “caminando” de rodillas. Unos segundos después, sentí cómo mi vibrador ingresaba a mi vagina.
—¿Acaso nunca lo has usado? Te has estremecido como si te hubiera penetrado la aguja de una jeringa.
—No es eso, Kira. Es que es algo nuevo. Tener sexo contigo, sentir que me clavas eso tú misma.
—Creo comprender a lo que te refieres.
La verdad es que sentir que su mano estaba empujando ese vibrador, me excitó muchísimo. Ya no era yo misma la que usaba ese objeto. Tenía en ese momento a una mujer que asumía esa labor. Es como cuando recibes un masaje por parte de una persona en tu espalda. Cuando sientes el cariño de las manos de ese alguien.
Fue una de las tardes más espectaculares de mi vida. Nuestra tarde de pasión se prolongó hasta horas de la noche. Y estuvimos juntas, dándonos placer la una a la otra. Kira me trataba con un cariño especial. Yo me sentía contenta de ir ganándome su confianza. Así me enteré de sus preciosos secretos.
Kira no tardó en convertirse en mi cómplice sexual en todo. La tarde en que nos acostamos por primera vez, también viví ciertos fetiches. Tanto ella como yo nos dimos gusto. El primer capricho llegó cuando sacó el vibrador de mi vagina, lleno de flujo vaginal. Ella me pidió que abriera mis ojos y la observará. Entonces vi cómo se metió el vibrador a su boca. Así se saboreó mi flujo vaginal.
Estuvo besando ese vibrador con sus labios con mucho cariño. Incluso, besaba la punta del vibrador con la punta de su lengua. Era algo realmente fantástico para mí. Y cuando acabó de degustarse ese flujo vaginal, volvió a introducirlo en mi vagina. La emoción de volver a vivir un orgasmo por cortesía de ella, se reinició. Kira, con la misma agresividad y ternura de antes, comenzó a masturbarme.
—Vamos, cariño, siente a fondo el grueso del vibrador.
—Claro que sí, querida, dame más, dame más. Eres mi cómplice sexual.
—Quiero que tengas un squirt y manches todas estas sábanas blancas.
Este es sin duda uno de esos relatos eróticos que te motivan a vivir propios tus fetiches. Porque a medida que confieso lo que sucedió, vuelvo a revivir esas emociones. Kira estuvo masajeando mi vagina con ese vibrador durante largo tiempo. A medida que lo introducía, frotaba sus dedos sobre mi clítoris. Era algo que me estimulaba. Aunque me estimulaba aún más cuando me hacía sexo oral.
Mi cómplice sexual siguió enfocada en su tarea, hasta que pegué un grito. Entonces comenzó a reírse, aunque lamentó que no tuviese un squirt. En realidad, el vibrador estaba bastante húmedo. Pero, para mí, como para cualquier aficionado a la pornografía, propiamente un squirt es cuando el flujo vaginal sale disparado como una fuente. Y eso no fue lo que ocurrió.
Después de eso, Kira volvió a meterse el vibrador en su boca. Al verla, yo me coloqué de rodillas en la cama y me acerqué. Le di un beso en la boca que ella correspondió. Pero luego, ella metió el vibrador en mi boca. Estuvimos intercambiando besos y usamos el vibrador como el protagonista sexual de ese momento. Lo besábamos como si fuese un objeto único de deseo.
—¿Te gusta el ass licking?—me preguntó.
—¿Besar el culo?—pregunté.
—Sí, el beso negro—me respondió—. Por si no lo sabías es muy estimulante.
—Sí, algunos de mis ex-novios han cumplido ese fetiche sexual conmigo.
—¿Les devolviste el favor? ¿Se lo hiciste a ellos?
—La verdad es que no.
Kira me dijo que si queríamos continuar debía afrontar una prueba. Y esa prueba no era otra que yo le lamiera el culo. Me explicó exactamente lo que quería, qué sería una prueba para despejar prejuicios y liberar miedos. Así que ella, se ubicó en la cama, como si estuviese en posición de cuatro.
En dicha posición, su enorme culo se veía delicioso. Pero se percibió aún más delicioso, cuando ubicó su cabeza contra el colchón. Es decir, su espalda trazó una diagonal desde el extremo de sus nalgas hasta su cabeza. Su culo hermoso se veía ahora expuesto y más cautivante. Con su mano derecha, Kira me indicó que solo tenía que besarle el ano.
—Vamos, hazlo, no tengas miedo. ¿Qué te retiene?
—Mis novios usaban pañitos húmedos. Dame un momento y te limpio.
Un minuto más tarde, mis ojos contemplaban el ano delicioso de Kira. Se veía hermoso, así, estrecho, formando ese asterisco, como se le suele decir. Ese asterisco de carne humana. Creo que fue el momento más excitante de la tarde. Porque utilicé la punta de mi lengua para presionar ese ano.
Kira reaccionó como si hubiese sido salpicada con una gota de agua fría. Pero luego se mantuvo en calma. Ella no estaba nerviosa para nada. Pero yo sí, esto era algo nuevo. Era algo que me ofrecía mi cómplice sexual para realizar mi deseo. La idea de adentrarme en el sexo lésbico era cada vez más intrigante, despiadado y apasionante. Sabía que algún día tendría que dejar una constancia de aquel momento. Y fue por eso que me decidí a escribir este relato erótico.
Fue largo el tiempo que le estuve besando el culo a Kira. Me inicié tímidamente solo usando mi lengua. Pero luego me dejé llevar ansiosamente. Entonces empecé a lamerle el culo con toda mi potencia sexual. Me imaginaba que ese anito delicioso era todo un caramelo.
—Eso, querida, eso, me encanta.
—Ufff, esto del beso negro está súper delicioso.
—¿Quieres que te lo haga?
—Pues sí, ahora que te has convertido en la cómplice de mis deseos, me encantaría.
Así que decidimos cambiar de posición. Entonces fui yo la que me ubiqué en posición de cuatro. Y luego incliné mi cabeza hacia la cama. Kira se apropió de inmediato de mis nalgas, las estuvo acariciando. Y sin miedo, sin tener que limpiarme el ano, comenzó. Aunque bueno, antes de eso, a Kira se le dio por escupirme el culo.
Y entonces aproximó su boca a mi ano y comenzó a devorárselo. Yo cerraba mis ojos para concentrarme y sentir ese placer. En cierto momento se me dio por llevarme mi mano a mi vagina. Comencé a masajearme el clítoris. Pero, Kira, de manera violenta empujó mi mano hacia la cama. Y entonces se apropió de la zona con su mano libre.
De modo que mientras me masajeaba mi vagina, también continuó besándome el ano. No hay palabras concretas para definir en este relato erótico lo que sentía. En esa posición de subyugada, con mi cabeza en la cama y el culo en alto, disfruté de deliciosos orgasmos y gemidos.
Lo que más me excitaba era el modo en que Kira escupía en mi culo. Era un gesto que tenía una dosis de “desprecio”. El sonido de su boca al escupir le agregaba adrenalina al lamerle el culo. Solo vino a detener su labor, cuando se lo pedí. En esta instancia, yo había llegado ya a varios orgasmos bastante fuertes e intensos.
—No puedo más Kira, detente.
—No. No hasta que no puedas resistir más.
—En serio que no puedo, cariño.
Ella siguió frotando su mano en mi clítoris, a pesar de que intentaba frenarla con mi mano izquierda. De pronto no pude contener más la experiencia de un multiorgasmo. Así que mis piernas comenzaron a temblar y me derrumbé. Mis piernas quedaron extendidas en la cama.
Observé con mis ojos bien abiertos cómo Kira las contemplaba. Se deleitaba con los movimientos frenéticos, involuntarios y nerviosos de mis piernas. Esos movimientos también se veían reflejados en mi abdomen, en mis senos. Era como si yo hubiese sido presa de una poderosa descarga eléctrica. Algo que se complementaba con mis gemidos intensos.
—Veo que voy a disfrutar mucho de esto, de esta nueva etapa de tu vida sexual—dijo—. Veo que aún hay muchos deseos sexuales por cumplir.
Después de aquello, Kira y yo nos colocaríamos en posición 69. No había trascurrido ni un minuto desde la explosión de placer recién alcanzada. Ella no me había dejado descansar ni reponerme del multiorgasmo. Lo que ocurrió es que siguió besándome el culo, aunque manteniéndose acostada en la cama. Usó sus manos para empujar mis piernas temblorosas y siguió lamiendo mi ano. Yo continué recostada, bocarriba, disfrutando de su lengua masajear mi ano.
—Que culito tan delicioso, querida—dijo—. Me encanta, su sabor.
—No piensas dejarme descansar—le pregunté.
—No. Dijiste que tenías la fantasía de tener sexo conmigo. Voy a darte todo el placer que te mereces.
Para ayudarla a que disfrutara del beso anal, usé mis manos para sostener mis piernas. Era delicioso sentir su lengua describiendo circulitos en mi ano. Y otras veces la usaba para empujarla, como si quisiera penetrarme. Al cabo de un rato así, decidió cambiar a la posición 69.
Kira se subió sobre mí y ubicó su vagina sobre mi boca. Yo naturalmente comencé a besarle su vagina de inmediato. Y ella también besó mi vagina. Se estaba comiendo mi vagina a su gusto, incluso lamiendo mi clítoris. Realmente tuve que esforzarme para resistir a dichas lamidas. Mi clítoris estaba muy sensible.
—No más Kira, por favor, te lo ruego—dije.
—Está bien, veo que no vas a soportar más.
—Te lo agradezco, amor.
—De acuerdo. Vamos a descansar un rato.