Capítulo 2

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CAPÍTULO DOS.

CONOCIENDO A SAMANTA

Desde que María y yo habíamos comenzado nuestra, digamos, relación. Multitud de aventuras se habían ido sucediendo. Una de las que más me impactó, fue cuando conocí a Samanta.

Samanta es una muchacha jovencita, más joven que María. Alta más de uno setenta y cinco, unos setenta kilos de peso y unas muy buenas tetas que atraen rápidamente la mirada de hombres y mujeres. Samanta no te deja indiferente.

Aquel día había quedado con María y al llegar, allí estaba con Samanta. Las dos muchachas reían y estaban preciosas con sus melenas al viento. Me acerqué a la mesa y nos presentó María. Al darnos dos besos, nuestros pechos se rozaron y mis pezones se erizaron, una corriente surgió entre nosotras.

Nos sentamos a comer y hablamos de nuestras vidas. Samanta nos contó que había conocido a María, por las redes. Las dos andaban en grupos parecidos y eso las había llevado a entablar una relación de amistad. Samanta también era trans y, por ende, compartía las mismas inquietudes y los mismos problemas que María.

Una vez terminamos de comer, María propuso ir al cine, era jueves y seguro que a primera hora no habría mucha gente. Decidimos ir al cine y escogimos una película fuera del circuito, que nos pareció interesante.

Entramos a la sala y nos colocamos en la última fila, estábamos solas en la sala. A los diez minutos de película, noté una mano sobre mi pierna desnuda. La película carecía de todo interés y esa mano me estaba poniendo muy cachonda. Ese día había elegido un tenue vestido de verano sin medias. Por lo que mis piernas estaban desnudas y totalmente accesibles.

La mano se mecía lentamente en mi pierna. Subía y bajaba por ella raspando sus uñas en mi carne y produciéndome escalofríos. Esa sensación me gustaba, que una mano suave, acariciara mi pierna y me llevara a la excitación. Fue subiendo lentamente hasta llegar a la tela de mi tanga. Ahí no pude más y un gemido escapó de mi boca.

Entonces Marta se volvió y me miró, acercó su mano a mi pecho y lo acarició bajo el vestido. Esas dos muchachas me estaban volviendo loca, mi excitación crecía cada segundo y mis gemidos cada vez eran más continuos. Mis bragas estaban empapadas y Samanta las echó a un lado. Pero yo me las bajé, las guardé en mi bolso y me senté al borde de la butaca, en la que se podían levantar los reposabrazos.

Acerqué cada una de mis manos a las pollas de las muchachas, primero desabroché el vaquero de Samanta y se lo bajé hasta dejar su polla fuera y después fui a por María e hice lo mismo. La polla de Samanta era más gruesa que la de María, pero tener esas dos pollas en mi mano me estaba volviendo loca. Su calor y sus latidos me excitaban al máximo

Samanta acariciaba dulcemente mi sexo, recorriéndolo de arriba hacia abajo con las yemas de sus dedos. Se chupaba su dedo y extendía la saliva por mi sexo. Esto me volvía loca, esa suavidad y esa lentitud me tenían excitada al máximo.

Por su parte, María, había desabrochado mi sujetador y chupaba mis pechos con gula, los mordía y los succionaba.

Samanta había pasado a rodear mi clítoris con sus dedos y esto me tenía al borde del orgasmo. Yo meneaba sus pollas cada vez con más énfasis y más rápido. Gemía fuerte, no quería gritar, pero mi orgasmo estaba ahí, cerquita, muy cerquita. Cuando me alcanzó, levanté mi pelvis buscando los dedos de Samanta. Pero esta, pegó su boca a mi boca y me apretó un pezón con fuerza, con mucha fuerza.

Mi grito quedó acallado por su boca y su mano totalmente cubierta con mis flujos. Su lengua se movía dentro de mi boca como una pequeña boca y sus dedos seguían impasibles circundando mi clítoris.

María se revolvió en el asiento, buscó mi boca y llenó mi mano de un líquido espeso y pegajoso, a la vez que se apretaba contra mí. Samanta se amorró a mi pecho y lo mordía y succionaba a la vez que lo apretaba con sus dedos. Me lo apretaba muy fuerte durante unos segundos y después me lo acariciaba muy dulce hasta volverme loca. La sentí levantarse del asiento a la vez que apretaba mi pezón y me llenaba mi otra mano de un líquido igual al de María.

Samanta jadeaba a mi lado y me llevó mi mano a la boca.

  • Chupa zorra, chupa y déjalo todo bien limpio y tu María, putita, haz lo mismo con la otra mano.

Ya sabíamos quién mandaba.

  • Vamos a mi casa. – dijo Samanta

Salimos del cine con la película por la mitad, María y Samanta iban delante y yo las seguía. Llegamos al aparcamiento del centro comercial y María se puso al volante. Samanta y yo nos pusimos detrás. Teníamos más de veinte minutos hasta la casa de Samanta. Samanta me sujetó con fuerza de la cabeza, se abrió el pantalón y me dijo.

  • Cómetela y no dejes nada. Si lo haces bien te dejaré a ti sola e igual te como el coño.

Samanta empujaba mi cabeza hacia abajo, guiándome hasta la punta de su polla. Abrí mi boca y dejé entrar esa polla hasta mi garganta, tuve que aguantar una arcada, pero recibí esa polla con ganas. Samanta guiaba mi cabeza, lo hacía con moderación subiéndola y bajándola. Noté como se iba girando en el asiento hasta colocarse debajo de mi sexo.

Su boca se acercó lentamente a mi clítoris y su lengua lo lamió entero, sus labios lo succionaron y tiraron de él. Lo lamía lento sin prisas, ahora la punta de su lengua, ahora lo sorbía y ahora lo lamía.

Yo por mi parte saboreaba esa polla que ya entraba libre atravesando mi garganta. Notaba como se iba formando el orgasmo y aceleré mi ritmo sobre su polla. Samanta bajó el ritmo, pero yo no, yo lo mantuve y obtuve mi premio a la vez que me dejaba ir en un agradable y húmedo orgasmo.

Samanta apretó su polla en el final de mi garganta y me la llenó con su espesa leche, a la vez que se bebía mis jugos sin dejar nada ninguna de las dos.

  • Hijas de puta, me debéis una corrida.

Decía María entrando ya en el garaje. Aparcó el coche en la plaza de Samanta y nos acercamos al ascensor. Samanta apretó el número seis y la caja se puso en marcha. Se acercó a María y le apretó con fuerza un pezón, a la vez que le metía la lengua hasta la garganta.

Entramos al ático, precioso, por cierto, con una enorme terraza que daba la vuelta al piso. Nada más entrar, Samanta azotó el culo de María y le dijo displicente.

  • Vamos desnúdate y tú también.

En ese momento nos desnudamos las tres, Samanta se puso de rodillas entre las piernas de María y se metió su polla en la boca. María tenía la polla bien dura.

María gimió cuando notó la boca de Samanta en su polla, Samanta la chupaba bien, lento y hondo. Miraba fijamente a los ojos de María y a mí me tenía encharcada entera. No aguanté y me puse al lado de Samanta a comerme con ella la polla de María.

Cuando Samanta sacaba la polla, yo la metía. Bajé a los huevos de María y empecé a comérselos despacio, los saboreaba y los metía en mi boca tirando de ellos. Mientras, Samanta se metía la polla hasta el fondo y la pajeaba. María se retorcía de placer, estaba a punto y movía su pelvis follando la boca de Samanta.

Dejé los huevos de María, presintiendo su corrida y fui ascendiendo lentamente hasta la cima de ese falo. Ahí me encontré la boca de Samanta, me enzarcé con su lengua y en medio de nuestro beso, María nos regaló su semen que compartimos sin dejar ni una sola gota.

Descansamos mientras preparábamos algo de cenar. Las tres completamente desnudas nos sentamos a la mesa. Samanta, la más atrevida, me preguntó.

  • ¿Alguna vez te han follado dos a la vez?
  • No hija, no, yo antes era muy tradicional y me he perdido multitud de placeres.
  • ¿pero por el culo si lo habrás hecho?
  • Si, mira, alguna vez, no muchas, pero alguna vez sí.
  • ¿Te gustó?
  • Pues, no sé, menos que más.
  • Bueno hoy tendremos que cambiar eso.

Seguimos cenando y hablando de ese y otros temas que yo desconocía. Les dije que era mi primera experiencia trans y que me gustaba la dulzura de una mujer en un cuerpo de hombre, que me sentía muy a gusto con ellas y que había tenido orgasmos increíbles.

Recogimos la mesa y salimos a la terraza, hacía mucho calor, aunque estaba nublado, igual por eso hacía más calor. Desde ese ático se podían apreciar a la perfección las luces de la ciudad. La verdad es que era una vista preciosa.

Samanta se me acercó.

  • ¿te gusta?
  • Es increíble, la verdad es que es precioso.
  • Pues aquí se echan unos polvos de muerte a la luz de la luna.

Se giró y se dirigió a la mesa a preparar unos combinados. Mientras, yo di una vuelta a la terraza y pude apreciar que era muy grande, cerca de noventa metros cuadrados. La verdad es que había refrescado un poco, seguro que cerca estaba lloviendo.

Me acerqué timorata a la mesa cuando una balada suave empezaba a sonar. María se acercó a mí, me sujetó por los hombros y empezó a bailar muy pegada. La verdad es que se movía muy bien y se apretaba a mi todo cuanto podía. Noté como su polla iba adquiriendo una contextura mucho más rígida y como se apretaba contra mi sexo. El sentir esa polla dura, caliente y libre contra mí sexo, me estaba excitando sobremanera. María frotaba sus pechos contra los míos y podía notar sus pezones rozar los míos, ambos duros, muy duros.

María me guiaba por la terraza llevándome de un sitio a otro. Se acercó a un butacón y lentamente se dejó caer en él, a la vez que me llevaba con ella.

  • Pon tus rodillas a cada lado de mi cadera.

Yo así lo hice, me coloqué de rodillas sobre el butacón, a la vez que buscaba la boca de María. María sujetó su polla y me fue empujando hasta que la tuve toda dentro. Gemí al sentirme llena de ella.

  • Baila Isabel, baila, no dejes de bailar.

Yo empecé a moverme lento como si bailara sobre su polla, la sensación era maravillosa. Sentía esa polla moverse muy lento dentro de mí, a la vez que me llegaba hondo, muy hondo. Besaba la boca de María con pasión, dejándome llevar por el placer y la música.

Mis pechos fueron acariciados y mis pezones apretados, una dura polla se posó sobre mi agujero trasero. Noté como ensalivaban la zona, como me untaban algo y como una barra de carne caliente entró en mí. Me quemaba, me escocía, pero me gustaba, empujé mi culo y me clavé esa polla hasta el fondo. Gemí en la boca de María, mientras unas manos apretaban con fuerza mis pezones.

Samanta que estaba detrás era la que llevaba el ritmo y María y yo nos dejábamos hacer. Para mí era algo nuevo y sentirme totalmente llena me estaba volviendo loca. La parsimonia con la que esas pollas se movían dentro de mi cuerpo, me estaban acercando a un orgasmo que presumía antológico. Lo noté, como se formaba, como se iba enroscando en mi sexo y como partía de este para llegar a mi cabeza, explotar y volver a bajar repartiéndose por todo mi cuerpo. Temblé, temblé sobre esas dos pollas que me habían descubierto un nuevo mundo y me habían hecho gozar como pocas veces. Rendida, transmití mi orgasmo en un beso intenso y profundo en la boca de María, que lo recibió con agrado y me acogió entre sus brazos.

Samanta se salió de mí, dejando un tremendo vacío en mi interior. María me abrazaba y me besaba, yo me dejaba hacer. Unos minutos más tarde, me salí de María y me tumbé en un sofá que había en la terraza. Ahora notaba más el fresquito.

Vi a María de cara a mi meterse la polla de Samanta en su culo y empezar a cabalgarla. Su polla se veía dura, muy dura y no pude aguantarme y me lancé a por ella. La metí en mi boca y me dejé follar la boca a la vez que María se follaba el culo. María no aguantó mucho y me llenó la boca con su esencia que saboreé y disfruté en su totalidad.

Samanta se colocó detrás de mí y empezó a follarme a la vez que el cielo empezaba a descargar. La sensación de las gotas de agua calientes sobre mi piel, me proporcionaban un placer añadido. Samanta aceleró la follada, me daba muy fuerte y yo me volvía loca, mi cuerpo era un orgasmo continuo y explotó en su culmen, cuando Samanta me lleno con su esencia, mientras yo gritaba y pedía más. Samanta se apiadó de mí y aun estuvo unos segundos follando mi coño hasta que yo quedé saciada.

Las dos quedamos tumbadas en el suelo, recibiendo la lluvia y relajando nuestros cuerpos.

Volvimos al interior, nos duchamos y nos fuimos a dormir, yo estaba reventada, saciada y satisfecha.

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