Esto fue lo que pasó

Relato de lo que sucedió luego de «chatear» y tener algo de cybersex con mi esposo.

Sólo tú sabes cómo matarme de deseo, cuando terminamos de hablar estaba loca por ti. Empapada. Cerré los programas, me desconecté y ahí mismo, mientras se apagaba la máquina, comencé a pellizcar mis pezones como tú sueles hacerlo, lento y luego más rápido, recordando la gula con que los chupas. Ahà me acariciaba un pecho con una mano y deslizaba la otra entre mis muslos para alcanzar a rozar mis labios, todo esto aún sentada de piernas abiertas frente a la computadora ya apagada.

Me paré, apagué la luz y encendí la lámpara pequeña y el abanico. Con esa luz tenue me paré frente al espejo y continué acariciando todo mi cuerpo y viendo cómo lo hacía, allí fue donde me quité la pantaleta empapada y vi mi sexo en todo su esplendor, abierto, húmedo, rosado de deseo. Al fin me decidí y empecé a frotar mi clítoris suavemente, sin tocarlo apenas. No pude resistir por más tiempo, me tumbé en la cama y abierta de piernas imaginé cómo te recibía mientras entraba dos de mis dedos tan adentro como pude. Estaba cálido y muy mojado allá adentro, sentía cómo entraban y salían mis dedos y mi gatita se los tragaba y apretaba con fuerza. Tenía tu franela cerca y tu olor hacía que todo fuera más intenso.

Te imaginé tocándote como yo lo hacía. Comencé a gemir sin temor (el ruido del ventilador ahoga el sonido) te llamé, te hablé, te dije que te amaba y te deseaba. Todo sin dejar de hurgar en mi interior y frotar mi clítoris y mis pechos desesperadamente.

Tuve varios pequeños orgasmos así y cuando me sentí desfallecer te pedí que te vinieras, que me dieras toda tu leche, papi, y estallé en un magnífico orgasmo. Mis dedos quedaron atrapados en mi interior, mi sexo apretándolos con fuerza. Apreté los dientes para no gritar de placer, estaba mojadísima, exhausta, rendida de tanta lujuria y tantos recuerdos. Retiré mis dedos poco a poco, gozándolos un rato más.

Quedé tendida como siempre, como la maja desnuda, de haber estado me lo hubieses dicho. Cuando recuperé la cordura me recosté de lado y acurrucada a tu franela te dije mil cosas al oído. Te di las gracias y te recordé que te amo. La besé tiernamente, como a ti en la frente. Luegoà dormíà