Mabel y el electricista

Mabel era una simple mujer con la labores de cuidar a sus hijos.

Su esposo era un profesor de matemática, que trabajaba gran parte del día, regresando por la noche bien tarde. En verdad Mabel, se sentía sola gran parte del día, pero sus ocupaciones les mantenían alejada del deseo sexual.

Ocasionalmente se dedicaba en silencio y por las tardes a masturbarse, lo realizado dos o tres veces en la semana o cuando hubiese visto alguna película fuerte en la televisión.

Una tarde de verano, la heladera dejó de funcionar y Mabel se encargó de buscar quien la reparara.

Sus hijos asistían en ese mes a una colonia de vacaciones en la costa.

No sin después de consultar por el costo del arreglo a varios técnicos se decidió por uno, que además de resultarle verdaderamente barato su persona, le agradó. Quedó en venir al otro día y así o hizo.

Mabel desde que le vio en la mañana notó que de alguna manera ese día no parecería normal

Ese joven había encendido algo en ella dormido por tiempo.

Era un buen ejemplar de hombre, algo joven » experto en señoras de su casa» se notaba con el trato al que recurría a diario por su oficio, que conquistaría a unas cuantas.

Sin que él, se percatara le miró gran parte del tiempo mientras él trabajaba, al final se arriesgó y a medido que la postura del trabajador se lo permitió dirigió la vista hacia ese lugar

Se le marcaba y allí nomás pensó que él por ella algo sentiría, sino no estaría así.

En segundos quitó su vista y decidida a que no, se podía perder tan fácilmente, Mabel se ocupó de sus otras cosas, retirándose de la cocina, pero algo excitada.

Fue así, que se dedicó, en su dormitorio a repasarlo, al tiempo Mabel pensó si ello no era mas que una reacción de deseo que otra cosa pasara en ese dormitorio y no su limpieza, pero quitando de su cabeza esa niñedades, se dedicó a pensar en sus hijos y su vacaciones

Pero decididamente tiempo después, se encontraba cambiándose de ropa de mañana simple y desatendida por una solerita de espaldas descubierta, sin corpiño, además de ponerse el ultimo de sus perfumes caros regalos de sus hijos para el día de la madre.

A la hora y a un pedido del electricista ella bajó a la cocina, encontrándose a ese hombre casi de frente, y ella se turbó, pero más cuando el hombre elogió su vestido y ese agradable, sabor que sé destilado de su cuerpo.

Turbada, Mabel le contestó que era su forma de agasajar a quien le había arreglado la heladera, y ante la sorpresa de ella por esa estúpida respuesta el hombre, entendió un avance mas hacia lo desconocido.

Mabel, respuesta de su sorpresa tan estúpida le ofreció una gaseosa para que se refrescara.

Ahí notó que el hombre se había parcialmente, desprendido la camisa debido al calor, lo que de inmediato le impactó, moviéndole una serie de cosquillas en ese lugar que ella ya conocía sobradamente.

Se sonrojó aun más y el hombre comprendió pronto su turbación.

Así empezó un dialogo un tanto comprometido que en ella le fue encendiendo un fuego hasta ese entonces desconocido, y al finalizar casi media hora él la tomó de la mano y le besó.

Mabel quería deshacerse de los brazos de ese hombre pero la sostenía intensamente y pronto ella se abandona abriendo su boca y recibiéndolo por primera vez.

Alli en esa cocina, él hábilmente le fue bajando los costados de su solera y por primera vez los senos de ella, recibieron las manos de ese extraño.

Ella le sacó la camisa y se dedicó a besarle mientras el hombre hábilmente le había quitado ya la totalidad del vestido y su mano se metía dentro de su bombacha encaminándose hacia su vagina que para ese entonces estaba ya mojada con sus líquidos.

Al tiempo y cuando el hombre le introduce un dedo a la entrada de su vagina ella experimenta una serie de convulsiones que le hicieron arquear su espalda y si no fuese porque el hombre la sostuvo, por la serie de orgasmos de Mabel hubiese terminado en el suelo.

Vamos a tu cama, le dijo el hombre y así Mabel parcialmente desnuda, solo con su bombacha puesta y el hombre sin la camisa subieron esa serie de escalones que le separaban a su pieza que a ella le pareció interminable.

Soy tuya, le dijo al llegar a la pieza, sé cuidadoso no me señales, que él lo notará pero después aséeme sentir la mas puta de las mujeres que tuviste.

A las dos de la tarde, en esa casa del barrio de Belgrano, Mabel aun dolorida recordaba esa mañana. Hacía mas de media hora que se había retirado su hombre y le había hecho sentir la mujer más puta de la tierra.

Primero había descubierto que ese temor que tienen las mujeres al recibir un miembro algo pronunciado era mentira.

Ella alojó en su vagina una pija casi el doble que la de su marido.

Al principio cuando él le embistió ella le tomó del brazo para detenerlo.

Se dedicó a guiarlo para la penetración y así a medida que su vagina iba adquiriendo la dilatación adecuada ella le permitía metérsela un poco más.

Pero cuando pensaba que esa cosa le había llegado al fin y casi a su matriz se volvió a excitar, aun él pujaba por más.

La respiración de su amante y la transpiración de ella, se confundieron en los movimientos sensuales de los dos y a ella se le produjo una serie orgasmo casi sin quererlos, orgasmos de profunda calentura y necesidad de explotar ante ese pedazo de carne palpitante en su interior.

Cuando se descargó (lo hizo dos veces en ese día) conoció y comprobó el poder de la fuerza de la eyaculación en un buen hombre joven.

Poco después y sorprendentemente cuando el se quedó a su lado ella le empezó a limpiar su miembro con su lengua.

Jamás le había realizado a nadie, ni a su marido, y se sorprendió a sí misma.

Rodeando con su lengua el sexo, subía y bajaba constantemente y delicadamente hasta que esa cosa tomó vida de nuevo.

El hombre se excitó y se levantó de la cama,

Buscó un pote de crema de mano que ella siempre tenia en la mesa de noche, Mabel intuía pero no quería imaginarse el resto de la acción

sola, tímidamente obedeció cuando él le dijo:

Ponte en cuatro en la cama

Lo que le impactó fue cuando la empezó a imbuir con la crema su ano, desde adentro hacia fuera con sus dos dedos rústicos y gordos.

Si bien ella había practicado dos o tres veces el sexo anal, no estaba preparada todavía.

Pero nunca se puede imaginar uno cuando las cosas han de ocurrir y a Mabel le había tocado el momento.

Resistiéndose al principio, con fuerte gritos y gestos el hombre le penetró un poco, casi nada.

Mabel comprendía que al resistirse, solo aumentaría el dolor que por ese entonces que ya era grande

Cuando al ingreso total de la cabeza al haberse dilatado su ano creyó que se había acabado el dolor, pero de un envión recibió la mitad de la pija del electricista.

Bruto, me rompiste todo el culo y en dos,

Y tratando de salirse de él, solo lograba que él, la metiera algo mas y cuando lo hizo totalmente y ella se desvaneció por unos segundo.

El intenso dolor, solo comparable con el parto de su ultimo hijo, que la rasgo toda y hasta el ano, por la mala asistencia y no hacerle en su vagina con un pequeño corte, le tomó el cuerpo.

Cuando volvió en si, ella se encontraba unida a él, pero ahora el sufrimiento había desaparecido y hasta le pareció empezar a encontrarle placer a esa barra en sus entrañas

Él, se empezó a mover a la vez que le tocaba el clítoris, y así poco a poco ella empezó a resurgir, y al cabo de unos minutos le dijo:

Ahora acabó bruto, aséelo vos mi amor.

Al sentir el líquido de ese hombre en su culo ella estalló y al desprenderse del hombre unos minutos después aun podía sentir como se resbalaba de su ano el líquido viscoso y caliente.

Mable, me voy a casa, pero vendré a verte en la semana,

Ahora me tengo que ir debía estar hace mas de una hora en casa de mi mujer para almorzar porque es su cumpleaños y vivo en el Tigre.

Te llamaré y discúlpame por la cola, fue la que más disfruté.

Adiós, llámame le dijo Mabel.

Continuará…