En tiempos de cuarentena estaban resultado especialmente aburridos para Laura. Con ambos progenitores trabajando en el hospital y echando más horas que un reloj, Laura pasaba la mayor parte del día sola en casa junto a Manolito.
Estudiante aventajada a Laura le bastaban pocas horas para sacar el curso adelante con buena nota mediante las clases a distancia y aunque hoy en día gracias a los smartphones, la televisión a la carta e internet uno tiene más opciones que nunca para pasar un buen rato en casa, de todo termina uno por aburrirse.
Dicen que cuando el demonio no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo y como Laura tampoco tenía nada que hacer terminó por llenar aquellas horas con la actividad que mayor satisfacción le proporcionaba a cambio de un menor esfuerzo. Así que como aquellos días andaba con las hormonas revueltas y el chochito le picaba a todas horas, aprovechó que el Pisuerga pasa por Valladolid y dedicó todo aquel tiempo libre explorar su cuerpo practicando y perfeccionando toda técnica onanista que se le pasaba por la cabeza.
Raro era el día que no se masturbaba tres o cuatro veces como mínimo. Lo hacía con los dedos, acariciándose hasta correrse el clítoris, que durante buena parte del día asomaba de su capuchón sensible e hinchado. Otras necesitaba más y sus traviesos dedos exploraban su vulva hasta adentrase coñito adentro y llevarla a un maravilloso orgasmo entre gemidos y ruidos de chapoteo. Su cepillo eléctrico también conocía con lujo de detalles la humedad y el calor tan abundantes por aquellos días en su chochito. También había probado todos los cepillos para el pelo que andaban por casa e incluso los calificó con notas del uno al diez en función del tamaño y forma de sus mangos. En resumen, Laurita andaba más caliente que el rabo de un cazo y el día de que estas líneas se ocupan andaba buscando una zanahoria en la nevera.
Descartó dos o tres hasta que finalmente seleccionó una que consideró apropiada para meter en su culito y follarlo mientras se masturbaba el coño con la otra mano. Su chochito ya babeaba en recuerdo de la primera vez que se corrió así dos días atrás, fue una corrida tan intensa que pensó que se meaba de gusto, cuando dando un paso atrás para cerrar la nevera la sobresaltó un chillido lastimero.
-¡Joder Manolito! Que susto me has dado perro idiota.
Manolito era el ojito derecho de su madre, un caniche toy negro de poco más cuatro kilos de peso que en aquel momento corría de lado a lado de la cocina con el rabo entre las piernas quejándose por el pisotón recibido.
-¿Te has hecho daño? Anda ven aquí.
Laura se agachó y el animal acudió temeroso a su encuentro, pero rápidamente su congoja se esfumó ante las primeras caricias de la humana.
-¿Y tú se supone que eres un semental? Pffff, pues vaya semental.- Decía Laura divertida mientras rascaba a Manolito tras las orejas. –No te has hecho nada, ¿verdad?
El animal lamió la mano de Laura en muestra de cariño. Manolito, al que en efecto la madre de Laura calificaba de semental, debía ser ya padre de decenas de otros caniches igual de monos que él.
-¡Ale venga!, ya, no seas soba.
Laura se levantó y se dispuso a cerrar otra vez la nevera mientras Manolito saltaba zalamero a su alrededor. Fue entonces cuando vio el bote de nata en spray en la puerta de la nevera y se le antojó probarla. Sin más destapó el bote y apuntado a su boca la llenó por completo de nata que tragó y saboreo con gusto.
-¿Tú también quieres?- Preguntó a Manolito que no paraba de dar vueltas entre sus piernas y añadió. -Bueno, si te portas bien ya veremos.
Laura cerró la nevera y salió hacia el salón con su zanahoria en una mano y el bote de nata en la otra mientras Manolito la seguía siendo su sombra. En el salón se dejó caer sobre el sofá de piel y a los pocos segundos los pantaloncitos del pijama yacían en el suelo.
Tumbada en el sofá se abrió de piernas y comenzó a acariciarse el conejito, cuyo hocico ya asomaba entre los labios, mientras llevando la zanahoria a su boca comenzó a chuparla y humedecerla por el lado más fino. Rápidamente su coñito juguetón comenzó a destilar jugos y en menos de un minuto el flujo había resbalado por su perineo llegando a humedecer la argollita de entrada a su puerta trasera.
Esta vez fue el osito y no el conejo el que se comió la zanahoria. Laura acercó la zanahoria hasta su hoyito trasero y comenzó a jugar en círculos en torno a él mientras acariciaba su duro clítoris también de forma circular. Ponto su esfínter se abrió tragando la punta de la zanahoria y en apenas unos segundos más de la mitad ya estaba dentro.
Comenzó a mover el vegetal en círculos dentro de su culito y pronto sintió que el placer la embargaba, le gustaba especialmente forzar la punta en dirección a su perineo mientras maltrataba su chochito con la otra mano, aquello la volvía loca y en pocos minutos sintió que su ano se cerraba espasmódicamente entorno a la zanahoria a la vez que su chochito se chorreaba en un delicioso orgasmo que la hizo inundar el salón de gemidos.
Tardó un minuto en recuperarse y al hacerlo buscó el bote en el sofá para llevarlo hasta su boca y llenarla de nata.
-Nata sí, pero de una buena polla es lo que necesitaba yo ahora. – Pensó mientras tragaba a la vez que seguía masturbando su culito dispuesta a correrse todas las veces que hiciesen falta aquella tarde. – Pero aquí el único semental que hay eres tú ¿Verdad Manolito?
Laura giró su cabeza para mirar al caniche que sentado junto al sofá esperaba pacientemente con la esperanza de que Laura compartiese un poco de aquella nata con él. Claramente al animalito se le hacía la boca agua.
-¿Quieres nata Manolito?
El animal emitió un implorante gemido y Laura abandonó la zanahoria en su culito por un minuto para coger el bote de nata y con una mano y depositar un poco de esta en los dedos la otra.
-Toma un poco Manolito.
Laura ofreció la mano al can que rápidamente se incorporó y comenzó a lamer el azucarado lácteo mientras movía la cola contento.
-¿Esta buena verdad? Y encima aliñada con flujo de mi corrida seméntalillo jajaja.- Le guiño un ojo.
Laura sentía el cosquilleo de la húmeda lengua entre sus dedos cuando una nueva idea surgió en su cabeza.
-¿Quieres más?
Manolito ladró contento ante el ofrecimiento mientras Laura ponía un poco más de nata entre sus dedos.
-¡Ven aquí Manolito! ¡Vamos!
Laura llevó la mano a su calenturiento chochito y esparció la nata sobre su vulva. Manolito saltó ágil entre las piernas de ella y comenzó lamer la nata directamente del chumino.
-Sí, así Manolito. Está muy rico. ¿Verdad?
Laura cerró los ojos y disfrutó de la lengua que lamía ansiosa su entrepierna. Separó sus labios de su vulva con los dedos de forma que los lengüetazos de Manolito pudiesen acariciar sin impedimento su sensible clítoris y con la mano derecha volvió a tomar el control de su zanahoria para darse placer en el culito.
-Ummm Manolito, al final va tener razón mamá y sí que eres un semental.
A Laura le estaba gustando aquello, se sentía tan caliente y sucia que un torrente de flujos resbalaba de su coño mezclándose con la nata. Manolito lamió hasta dejar limpio de nata el potorro de Laura y levantado la cabeza de entre sus piernas ladró a su dueña quien abriendo los ojos se incorporó ligeramente y mirando al can preguntó.
-¿Quieres más bonito?
Dicho y hecho, Laura tomó el bote de nata y está vez depositó una pequeña cantidad directamente en su coñito. Manolito transformado en galgo se lanzó a la caza de aquel sabroso conejo y en apenas unos segundos ya había dado cuenta de la nata haciendo que Laura suspirara de placer.
-¿Ya? ¡Qué glotón eres! Espera, que hay más.
Laura se abrió de piernas tanto como pudo y llevando el bote de nata a su coño introdujo el pitorro en su interior. Apretó y sintió su vagina hincharse a medida que la nata y el gas la inundaban mezclándose con el abundante flujo y formado un caldo que todo macho, bien fuese hombre o animal, desearía beber.
-Esto sí que es nata de la buena y no la que me dio el primo el verano pasado en el pueblo. – Pensaba Laura mientras vaciaba la totalidad de la nata que quedaba en el bote en el interior de su cuerpo.
Laura arrojó el bote vacío a un lado y ofreció su tarta rellena a Manolito que rápidamente sumergió el hocico y comenzó a rebañar con su lengua jugos y nata todo al mismo tiempo.
-¡Dale Manú! ¡Dale bonito! Que hay mucha.
Laura masturbaba enérgicamente su clítoris con una mano mientras con la otra forzaba a la zanahoria a entrar y salir de su culo describiendo una espiral que la hacía derretirse de placer. Mientras, la lengua de Manolito exploraba cada rincón de su gruta que destilaba abundantemente nata y jugos perineo abajo hasta que eran arrastrados otra vez al interior de su culo por la zanahoria.
-Umm Manolito, que lengua, que lengua tienes. Sigue manu, sigue que me corro, que me corro, que me corroooo…
La corrida fue apoteósica. Un temblor que emergió de lo más profundo de su ser tomó el control de su cuerpo, culo y coño comenzaron a contraerse con fuerza, salpicando este último todo lo que se encontraba a su alcance con un abundante caldo mitad flujo mitad nata.
Manolito asustado ante la violencia de la corrida de Laura retrocedió unos pasos y observó paciente mientras ella se retorcía temblorosa recuperándose de tanto placer.
-¡Joder que corrida! -Consiguió decir Laura más de un minuto después.
Una vez recobrado el control de su cuerpo Laura se incorporó para mirar a su alrededor.
-¡Como te has puesto Manolito!
En efecto, Manolito, que se relamía el hocico, tenía toda la cabeza mojada y pringosa de nata y jugos. Pero no solo Manolito, el sofá había sido igualmente salpicado del dulce almíbar derramado en abundancia por su coño.
-Tendremos que bañarte y limpiar todo esto Manu. ¡Menudo desastre!
Laura se relajó sobre el sofá volvió a abrir sus piernas tomándose unos minutos de relax antes de ponerse con la limpieza. Manolito acudió de nuevo entre sus piernastiempos de cuarentena estaban resultado especialmente aburridos para Laura. Con ambos progenitores trabajando en el hospital y echando más horas que un reloj, Laura pasaba la mayor parte del día sola en casa junto a Manolito.
Estudiante aventajada a Laura le bastaban pocas horas para sacar el curso adelante con buena nota mediante las clases a distancia y aunque hoy en día gracias a los smartphones, la televisión a la carta e internet uno tiene más opciones que nunca para pasar un buen rato en casa, de todo termina uno por aburrirse.
Dicen que cuando el demonio no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo y como Laura tampoco tenía nada que hacer terminó por llenar aquellas horas con la actividad que mayor satisfacción le proporcionaba a cambio de un menor esfuerzo. Así que como aquellos días andaba con las hormonas revueltas y el chochito le picaba a todas horas aprovechó que el Pisuerga pasa por Valladolid y dedicó todo aquel tiempo libre explorar su cuerpo practicando y perfeccionando toda técnica onanista que se le pasaba por la cabeza.
Raro era el día que no se masturbaba tres o cuatro veces como mínimo. Lo hacía con los dedos, acariciándose hasta correrse el clítoris, que durante buena parte del día asomaba de su capuchón sensible e hinchado. Otras necesitaba más y sus traviesos dedos exploraban su vulva hasta adentrase coñito adentro y llevarla a un maravilloso orgasmo entre gemidos y ruidos de chapoteo. Su cepillo eléctrico también conocía con lujo de detalles la humedad y el calor tan abundantes por aquellos días en su chochito. También había probado todos los cepillos para el pelo que andaban por casa e incluso los calificó con notas del uno al diez en función del tamaño y forma de sus mangos. En resumen, Laurita andaba más caliente que el rabo de un cazo y el día de que estas líneas se ocupan andaba buscando una zanahoria en la nevera.
Descartó dos o tres hasta que finalmente seleccionó una que consideró apropiada para meter en su culito y follarlo mientras se masturbaba el coño con la otra mano. Su chochito ya babeaba en recuerdo de la primera vez que se corrió así dos días atrás, fue una corrida tan intensa que pensó que se meaba de gusto, cuando dando un paso atrás para cerrar la nevera la sobresaltó un chillido lastimero.
-¡Joder Manolito! Que susto me has dado perro idiota.
Manolito era el ojito derecho de su madre, un caniche toy negro de poco más cuatro quilos de peso que en aquel momento corría de lado a lado de la cocina con el rabo entre las piernas quejándose por el pisotón recibido.
-¿Te has hecho daño? Anda ven aquí.
Laura se agachó y el animal acudió temeroso a su encuentro, pero rápidamente su congoja se esfumó ante las primeras caricias de la humana.
-¿Y tú se supone que eres un semental? Pffff, pues vaya semental.- Decía Laura divertida mientras rascaba a Manolito tras las orejas. –No te has hecho nada, ¿verdad?
El animal lamió la mano de Laura en muestra de cariño. Manolito, al que en efecto la madre de Laura calificaba de semental, debía ser ya padre de decenas de otros caniches igual de monos que él.
-¡Ale venga!, ya, no seas soba.
Laura se levantó y se dispuso a cerrar otra vez la nevera mientras Manolito saltaba zalamero a su alrededor. Fue entonces cuando vio el bote de nata en spray en la puerta de la nevera y se le antojó probarla. Sin más destapó el bote y apuntado a su boca la llenó por completo de nata que tragó y saboreo con gusto.
-¿Tú también quieres?- Preguntó a Manolito que no paraba de dar vueltas entre sus piernas y añadió. -Bueno, si te portas bien ya veremos.
Laura cerró la nevera y salió hacia el salón con su zanahoria en una mano y el bote de nata en la otra mientras Manolito la seguía siendo su sombra. En el salón se dejó caer sobre el sofá de piel y a los pocos segundos los pantaloncitos del pijama yacían en el suelo.
Tumbada en el sofá se abrió de piernas y comenzó a acariciarse el conejito, cuyo hocico ya asomaba entre los labios, mientras llevando la zanahoria a su boca comenzó a chuparla y humedecerla por el lado más fino. Rápidamente su coñito juguetón comenzó a destilar jugos y en menos de un minuto el flujo había resbalado por su perineo llegando a humedecer la argollita de entrada a su puerta trasera.
Esta vez fue el osito y no el conejo el que se comió la zanahoria. Laura acercó la zanahoria hasta su hoyito trasero y comenzó a jugar en círculos en torno a él mientras acariciaba su duro clítoris también de forma circular. Ponto su esfínter se abrió tragando la punta de la zanahoria y en apenas unos segundos más de la mitad ya estaba dentro.
Comenzó a mover el vegetal en círculos dentro de su culito y pronto sintió que el placer la embargaba, le gustaba especialmente forzar la punta en dirección a su perineo mientras maltrataba su chochito con la otra mano, aquello la volvía loca y en pocos minutos sintió que su ano se cerraba espasmódicamente entorno a la zanahoria a la vez que su chochito se chorreaba en un delicioso orgasmo que la hizo inundar el salón de gemidos.
Tardó un minuto en recuperarse y al hacerlo buscó el bote en el sofá para llevarlo hasta su boca y llenarla de nata.
-Nata sí, pero de una buena polla es lo que necesitaba yo ahora. – Pensó mientras tragaba a la vez que seguía masturbando su culito dispuesta a correrse todas las veces que hiciesen falta aquella tarde. – Pero aquí el único semental que hay eres tú ¿Verdad Manolito?
Laura giró su cabeza para mirar al caniche que sentado junto al sofá esperaba pacientemente con la esperanza de que Laura compartiese un poco de aquella nata con él. Claramente al animalito se le hacía la boca agua.
-¿Quieres nata Manolito?
El animal emitió un implorante gemido y Laura abandonó la zanahoria en su culito por un minuto para coger el bote de nata y con una mano y depositar un poco de esta en los dedos la otra.
-Toma un poco Manolito.
Laura ofreció la mano al can que rápidamente se incorporó y comenzó a lamer el azucarado lácteo mientras movía la cola contento.
-¿Esta buena verdad? Y encima aliñada con flujo de mi corrida seméntalillo jajaja.- Le guiño un ojo.
Laura sentía el cosquilleo de la húmeda lengua entre sus dedos cuando una nueva idea surgió en su cabeza.
-¿Quieres más?
Manolito ladró contento ante el ofrecimiento mientras Laura ponía un poco más de nata entre sus dedos.
-¡Ven aquí Manolito! ¡Vamos!
Laura llevó la mano a su calenturiento chochito y esparció la nata sobre su vulva. Manolito saltó ágil entre las piernas de ella y comenzó lamer la nata directamente del chumino.
-Sí, así Manolito. Está muy rico. ¿Verdad?
Laura cerró los ojos y disfrutó de la lengua que lamía ansiosa su entrepierna. Separó sus labios de su vulva con los dedos de forma que los lengüetazos de Manolito pudiesen acariciar sin impedimento su sensible clítoris y con la mano derecha volvió a tomar el control de su zanahoria para darse placer en el culito.
-Ummm Manolito, al final va tener razón mamá y sí que eres un semental.
A Laura le estaba gustando aquello, se sentía tan caliente y sucia que un torrente de flujos resbalaba de su coño mezclándose con la nata. Manolito lamió hasta dejar limpio de nata el potorro de Laura y levantado la cabeza de entre sus piernas ladró a su dueña quien abriendo los ojos se incorporó ligeramente y mirando al can preguntó.
-¿Quieres más bonito?
Dicho y hecho, Laura tomó el bote de nata y está vez depositó una pequeña cantidad directamente en su coñito. Manolito transformado en galgo se lanzó a la caza de aquel sabroso conejo y en apenas unos segundos ya había dado cuenta de la nata haciendo que Laura suspirara de placer.
-¿Ya? ¡Qué glotón eres! Espera, que hay más.
Laura se abrió de piernas tanto como pudo y llevando el bote de nata a su coño introdujo el pitorro en su interior. Apretó y sintió su vagina hincharse a medida que la nata y el gas la inundaban mezclándose con el abundante flujo y formado un caldo que todo macho, bien fuese hombre o animal, desearía beber.
-Esto sí que es nata de la buena y no la que me dio el primo el verano pasado en el pueblo. – Pensaba Laura mientras vaciaba la totalidad de la nata que quedaba en el bote en el interior de su cuerpo.
Laura arrojó el bote vacío a un lado y ofreció su tarta rellena a Manolito que rápidamente sumergió el hocico y comenzó a rebañar con su lengua jugos y nata todo al mismo tiempo.
-¡Dale Manú! ¡Dale bonito! Que hay mucha.
Laura masturbaba enérgicamente su clítoris con una mano mientras con la otra forzaba a la zanahoria a entrar y salir de su culo describiendo una espiral que la hacía derretirse de placer. Mientras, la lengua de Manolito exploraba cada rincón de su gruta que destilaba abundantemente nata y jugos perineo abajo hasta que eran arrastrados otra vez al interior de su culo por la zanahoria.
-Umm Manolito, que lengua, que lengua tienes. Sigue manu, sigue que me corro, que me corro, que me corroooo…
La corrida fue apoteósica. Un temblor que emergió de lo más profundo de su ser tomó el control de su cuerpo, culo y coño comenzaron a contraerse con fuerza, salpicando este último todo lo que se encontraba a su alcance con un abundante caldo mitad flujo mitad nata.
Manolito asustado ante la violencia de la corrida de Laura retrocedió unos pasos y observó paciente mientras ella se retorcía temblorosa recuperándose de tanto placer.
-¡Joder que corrida! -Consiguió decir Laura más de un minuto después.
Una vez recobrado el control de su cuerpo Laura se incorporó para mirar a su alrededor.
-¡Como te has puesto Manolito!
En efecto, Manolito, que se relamía el hocico, tenía toda la cabeza mojada y pringosa de nata y jugos. Pero no solo Manolito, el sofá había sido igualmente salpicado del dulce almíbar derramado en abundancia por su coño.
-Tendremos que bañarte y limpiar todo esto Manu. ¡Menudo desastre!
Laura se relajó sobre el sofá volvió a abrir sus piernas tomándose unos minutos de relax antes de ponerse con la limpieza. Manolito acudió de nuevo entre sus piernas y se dedicó tranquilamente a lamer los restos de flujo y nata que allí quedaban. Laura acarició la cabeza del animal mientras este se aseguraba de dejar impoluto y limpio hasta el último rincón del coño de su dueña.
-Te has portado bien semental. ¡Te has portado muy bien! – Le dijo Laura cariñosa mientras acariciaba al animal.
Al día Siguiente la madre de Laura la despertó antes de irse para el hospital.
-Laura, Laura.
-¿Qué pasa mamá?
-¿Le has dado algo de comer a Manolito?
-¿Yo? ¡Qué va!
-Pues le ha sentado mal algo, no veas la diarrea que tiene. Ha dejado toda la casa hecha un asco, llevo media hora limpiando.
-Pues no se mamá. Este perro está enfermo cada dos por tres.
-Bueno tú vigílalo no sea que se ponga peor y lo tengamos que llevar al veterinario. Tu padre y yo nos vamos al trabajo.
-Vale mamá, no te preocupes. Hasta luego.
-Hasta luego hija, procura no ensuciar demasiado.
-¡Que sí! Pffff.
La puerta se cerró y desde la cama Laura miró a Manolito que la observaba con aspecto de peluche desde la puerta.
-¿Que te ha pasado semental?
Manolito respondió con un simpático ladrido mientras Laura se preguntaba si habría sido la lactosa o quizás el azúcar lo que sentó mal a su amante canino.
-¿Tú crees que venderán nata sin azúcar y sin lactosa?- Pregunto a Manolito.
-¡Guau, guau! Respondió el animal y se dedicó tranquilamente a lamer los restos de flujo y nata que allí quedaban. Laura acarició la cabeza del animal mientras este se aseguraba de dejar impoluto y limpio hasta el último rincón del coño de su dueña.
-Te has portado bien semental. ¡Te has portado muy bien! – Le dijo Laura cariñosa mientras acariciaba al animal.
Al día Siguiente la madre de Laura la despertó antes de irse para el hospital.
-Laura, Laura.
-¿Qué pasa mamá?
-¿Le has dado algo de comer a Manolito?
-¿Yo? ¡Qué va!
-Pues le ha sentado mal algo, no veas la diarrea que tiene. Ha dejado toda la casa hecha un asco, llevo media hora limpiando.
-Pues no se mamá. Este perro está enfermo cada dos por tres.
-Bueno tú vigílalo no sea que se ponga peor y lo tengamos que llevar al veterinario. Tu padre y yo nos vamos al trabajo.
-Vale mamá, no te preocupes. Hasta luego.
-Hasta luego hija, procura no ensuciar demasiado.
-¡Que sí! Pffff.
La puerta se cerró y desde la cama Laura miró a Manolito que la observaba con aspecto de peluche desde la puerta.
-¿Que te ha pasado semental?
Manolito respondió con un simpático ladrido mientras Laura se preguntaba si habría sido la lactosa o quizás el azúcar lo que sentó mal a su amante canino.
-¿Tú crees que venderán nata sin azúcar y sin lactosa?- Pregunto a Manolito.
-¡Guau, guau! Respondió el animal