Observando las clases de natación de los muchachos

En aquellos años en que todavía existía en algunos colegios incluyendo el mío la imposición de natación obligatoria al desnudo para los muchachos varones que cursaban la secundaria.

Se decía que esta exigencia que sólo regía para ellos era para conservar los filtros de la alberca limpios y en buen estado.

Nosotras, por el contrario debíamos usar siempre un traje de baño gris de una sola pieza que odiábamos por considerarlo muy anticuado.

Cuando la practica de natación para los muchachos tenía lugar, cerraban las puertas para mayor privacidad pero de hecho los pobres estaban totalmente expuestos a ser observados por nosotras durante toda la clase.

Una de las puertas que se mantenía cerrada estaba precisamente en nuestro lado de los lockers y a través de las grietas en la madera, aumentadas por algunas de las chicas, teníamos una visión panorámica de la alberca y de su trampolín a menos de cuatro pies de distancia.

El show comenzaba después que los chicos se habían desnudado y duchado en su propio camarín y salían a la alberca.

Era un tropel de alrededor de 25 muchachos, algunos de ellos de mi propia clase, completamente desnudos esperando la llegada del instructor.

La clase comenzaba con la acostumbrada formación, todos de frente hombro con hombro y manteniéndose en posición firme y atentos a sus nombres mientras el instructor pasaba la lista.

Nosotras aprovechábamos esta oportunidad para comparar el tamaño de sus sexos y nos desafiábamos unas a otras a adivinar que muchacho tenía el pene mas desarrollado o los testículos mas grandes o el mejor trasero.

Luego el instructor les daba la orden de voltearse mirando hacia la alberca para recibir instrucciones.

De esta forma y a corta distancia gozábamos entonces observando sus anchas espaldas y sus musculosas y bien formadas nalgas.

Luego uno a uno debía subirse al trampolín y saltar.

Esto era en si todo un espectáculo; primero mientras se preparaban para ello, teníamos la oportunidad de apreciar en detalle y a menos de cuatro pies, el físico desnudo de cada uno de nuestros compañeros, y luego muchos de los muchachos al efectuar el salto separaban involuntariamente las piernas al caer, dejando así totalmente expuestas a nuestras miradas las partes mas intimas de sus hermosas anatomías .

Recuerdo que en el último año se incorporó a mi clase un muchacho de pelo rubio-castaño que parecía modelado de una escultura griega.

Por supuesto todas estábamos locas de ganas de verlo en la clase de natación en la sesión de la tarde e incluso niñas de otros cursos también se habían unido para ver este asombroso ejemplar.

Para el regocijo de nosotras, el nuevo muchacho llegó atrasado a la clase, y siguiendo el castigo establecido, debió hacer de inmediato desnudo como estaba y boca abajo, 20 lagartijas y otras 15 mas con las piernas separadas cuando se atrevió a reclamar al coach.

Sentimos todas un delicioso calor interno al ver a nuestro príncipe en esa posición tan expuesta, con sus musculosas nalgas y sus preciosos sacos cubiertos de fino vello, subir y bajar con impaciencia su cuerpo desnudo y tenso.

También resultaba delicioso mientras esperaban su turno para saltar oírlos hablar de sus cosas mas privadas y a veces incluso de nosotras.

Sentíamos entonces que sin ellos saberlo estaban doblemente expuestos, de pie y desnudos ante nosotras y además contando sus mas íntimos secretos.

A pesar que manteníamos un código de silencio y tratábamos en lo posible de ser discretas, el secreto no era total y algunos de los muchachos incluso comentaban que sabían lo que estaba pasando.

La mayoría de nosotras lo negábamos y otras se hacían las desentendidas.

Desgraciadamente durante el segundo semestre de nuestro último año de secundario, la practica de clases de natación al desnudo para los muchachos se eliminó y comenzaron a usar trajes de baño.

Que lastima y que desilusión fue entonces para todas nosotras, quedarnos sin esta excitante función.