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Despertares

Despertares

Quiero compartir mis experiencias con todas aquellas personas que disfrutan del sexo, pero sobre todo con aquellas mujeres que como yo viven la situación que yo viví.

Soy una mujer de 42 años de edad, senos grandes, de cuerpo delgado, mis nalgas y caderas aunque son delgadas tienen bella forma; tengo dos hijos se han casado hace algunos años, y soy viuda desde hace un año.

Los primeros seis meses de mi viudez los viví de una forma triste, recordando y llorando, pero ahora todo eso a cambiado a raíz de asunto en cuestión. Mi marido fue siempre al igual que yo muy formal en el acto sexual, yo disfrutaba de ser acariciada por él, lo hacía con mucha ternura y no fue muy exigente, creo que a eso se le llama romanticismo, así que en ese aspecto no lo extrañaba, es decir yo creía que el gusto de hacer el amor se había muerto con él.

Hasta que cierto día, cuando tendía la ropa en la azotea de mi casa, miraba todas aquellas casas unas grandes como la mía y otras pequeñas como la casa vecina, por curiosidad me asomé a ésta, bajando mi vista, cuál sería mi sorpresa de lo que vi, una joven pareja disfrutando del sexo, totalmente desnudos, él arriba de ella, mi reacción fue de alejarme por vergüenza, y continuar con mi labor, pero no pude así que regresé para volver a verlos, con cuidado de no ser pillada, él era un hombre delgado, moreno con sus nalgas al aire moviéndose rítmicamente, ella gemía, también era morena, pelo largo, lo abrazaba con sus piernas por lo que pude ver que solo traía unas zapatillas tipo sandalias, cerraba sus ojos a causa del sol o por el placer que recibía, me gustaba lo que veía, era algo diferente, algo que nunca pude imaginar, sabía que toda la gente lo hace, pero ver otra persona haciéndolo y en vivo era algo extraño, mi corazón latía con fuerza, mi boca entreabierta respirando con dificultad, entre tanto ellos entre jadeos seguían en lo suyo, se detuvieron pensé que habían terminado pero sólo cambiaron de posición, ella se puso a gatas él permaneció de pie, así pude ver los senos de ella eran medianos, con los pezones erectos, su bello púbico era poco, no era una mujer hermosa pero el verla desnuda fue para mí algo nuevo, cuando ella se acomodo concentré mi atención en él, bueno mejor dicho en su pene, estaba erecto, jamás había visto otro pene que no fuera el de mi marido, pero éste era diferente, delgado un poco más largo que él de mi marido.

Sin darme cuenta sentí entre mis piernas humedad, una humedad diferente no como cuando hacía el amor con mi marido, esta vez era diferente, mi corazón no dejaba de latir aceleradamente, al tiempo que la pareja de amantes concluía tan hermoso acto sexual, ya que ella dejo escapar un grito no muy fuerte y él unos jadeos similares, se levantaron y se fueron al interior de la casa.

Quedé confundida, agitada y ahora sé que también excitada, ya que en esos momentos inconscientemente me negaba ante ese hecho.

Esas imágenes estuvieron en mi cabeza durante unas horas ya que el trabajo de la casa me absorbió y las olvidé. Esa tarde salí a comprar algunas cosas que necesitaba para la despensa, así que no lo recordé más, pero al regresar, los vi salir de su casa, ahí estaban ellos vestidos, muy tranquilos, cuando sólo hace unas horas los vi desnudos y disfrutándose mutuamente, las imágenes en mi mente revivieron y la excitación también.

Tan pronto entré a la casa deje las cosas en la cocina y me dirigí a mi habitación, tratando de calmarme me recosté pero, las imágenes unas tras otras llegaban a mi mente, los senos de ella, el pene de él entrando, saliendo; ella a gatas, él de espadas con las nalgas al aire, lentamente desabroché mi falda que me hacía presión, me puse de pie y me deshice de ella, desabroché mi blusa y la dejé caer, ahí estaba sólo con ropa interior, vi mis senos, aprisionados con mi sujetador cuan grandes son, y se me antojó verlos al aire como los de ella, cayó el sujetador, y mis grandes senos se colgaron un poco, mis pezones estaban erectos como los de ella, los acaricié y una gran descarga recorrió mi espalda, -qué estoy haciendo- me dije, -yo no soy así, pero me gusta-, al quitarme las pantaletas me sorprendí de lo mojadas que estaban, me las acerqué a la nariz y aspiré el olor de mi humedad lo cual me excitó en extremo, era la primera vez que sabía cuál era mi olor, me llevé las manos a mi vagina, metiendo un dedo entre mis labios, otra vez me sorprendí con toda aquella humedad, pero sobre todo cuando sentí que me deshacía al meter más mis dedos y tocar el botón tan exquisito, no pude más y me tumbé en mi cama ahí estaba con la cara al techo, con los pies arriba de la cama, las piernas abiertas y flexionadas, como cuando te revisa un ginecólogo, pero ese ginecólogo era mis dedos, sensaciones enormes estaba experimentando por vez primera, contorsiones de espalda por toda aquella avalancha de placer, y siempre aquellas imágenes en mi mente, dos jóvenes disfrutando del sexo, pero no tanto como yo ahora, metía mis dedos en mi vagina, recorría toda mi rajita hasta el clítoris, bajaba nuevamente y entraba primero un dedo luego dos, y por ultimo tres, entre tanto mi otra mano apretaba, jalaba, acariciaba, mis pezones, cuando ya no puede más y exploté, exploté como nunca antes lo había hecho, ni cuando mi difunto marido existía; lo disfruté al máximo, mi mano totalmente empapada de mis líquidos, mi corazón latiendo con fuerza, mi vagina disfrutando al máximo.

Me dirigí al baño con muchas dudas, pero sintiéndome muy pero muy satisfecha.

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