Nos habíamos conocido en una fiesta de unos amigos comunes. Lucía era divertida, guapa, con una sonrisa pícara y una forma de mirar que te dejaba desarmado. Al principio no sabía que era trans. Tampoco me importó demasiado cuando me lo dijo, aunque confieso que me pilló por sorpresa.

Empezamos a tontear un poco, al principio con miradas, luego pequeños roces y alguna que otra provocación verbal.

—Antes de que sigamos con este tonteo… —me dijo esa misma noche, ya medio pegados en la cocina—. Quiero que sepas que soy trans.

Me quedé un segundo en silencio. No por rechazo, sino por desconcierto. Lo dijo con firmeza, con la cabeza alta, como quien ya está acostumbrada a ver caras raras.

—No dices nada. —Me miró con algo de seriedad—. Si no quieres seguir, no pasa nada, lo entiendo. No todos los chicos están preparados para asumir una noticia así.

—Vale —contesté—. Gracias por avisarme. No es que no quiera… simplemente me has pillado por sorpresa y me has descolocado. Me gustas mucho, Lucía. Solo necesito tiempo para asimilarlo.

—Entiendo. Tranquilo, tómate el tiempo que necesites. Si decides no seguir adelante, lo aceptaré. No serías el primer chico que me rechaza por tener una polla entre las piernas. Pero tú también me gustas, y quería que lo supieras antes de que lleguemos a más y luego te asustes al verme desnuda.

No me fui. Y ella tampoco se alejó. Seguimos hablando, bebiendo, rozándonos. Y cuando la fiesta terminó, antes de despedirnos, me besó. Así, sin más. Un beso suave, lento, con lengua… de esos que te hacen olvidar lo que ibas a decir después.

Acabamos en mi casa. Era tarde, hacía calor, y a esas alturas mi cuerpo hablaba más que mi cabeza. Entramos entre risas, con prisas, quitándonos la ropa como si nos quemara. En el sofá, tumbada encima de mí, Lucía volvió a besarme, mordiéndome el labio, excitada.

Y entonces lo noté.

Su polla empezó a ponerse dura, presionando contra mi muslo. Un momento de silencio se coló entre nosotros. Me tensé sin querer. No lo pude evitar.

Lucía lo notó enseguida.

—¿Todo bien? —preguntó, con voz suave.

—Sí… Es solo que… nunca he estado con alguien como tú.

—¿Te da cosa?

—No lo sé —admití.

Ella no se movió. No insistió. Solo me miró.

—Podemos parar. No tienes que hacer nada que no quieras.

La forma en que lo dijo me tranquilizó. No había presión. Solo deseo. Y algo más.

La besé otra vez, despacio. Noté cómo su cuerpo se relajaba de nuevo sobre el mío. Dejé que me guiara. Me quitó la camiseta, bajó a mi cuello, luego a mi pecho. Me lamió los pezones mientras me desabrochaba el pantalón. Su mano se coló por dentro, tocándome con firmeza.

Gemí.

—Mira cómo te pones… —susurró.

Yo solo asentí. Me bajó los pantalones y se arrodilló entre mis piernas. Su lengua me acarició la punta del glande antes de tragársela entera de golpe. Cerré los ojos. Su boca era una maravilla: húmeda, caliente, experta. Me dejé hacer, gimiendo, hundiendo los dedos en su pelo.

Me corrí rápido. No pude evitarlo. Ella tragó sin dejar de mirarme.

—Joder… —jadeé—. Eres una diosa.

Lucía se subió de nuevo, y esta vez fue ella quien se quitó el top. Tenía tetas pequeñas, firmes, con los pezones duros de excitación. Me incliné para chuparlos, succionando con ganas mientras ella se frotaba contra mí.

Su polla rozaba mi abdomen, dura como una barra de hierro.

Tuve un momento de duda. Pero mis manos ya estaban recorriendo su espalda, bajando por sus nalgas. Me sorprendió lo mucho que me gustaba su cuerpo, más allá de etiquetas.

Lucía me cogió la mano y lentamente la llevó hasta su polla.

—Tócala —me pidió—. No pasa nada.

Lo hice. Con cuidado al principio. Luego con más decisión. Su respiración se aceleró. Se mordió el labio, con los ojos cerrados. Le gustaba. Y a mí también. Verla así me ponía aún más.

La tumbé en el sofá. Me coloqué entre sus piernas y bajé, lamiéndole el cuello, los pechos, el vientre… hasta que mi lengua llegó a su polla. Me detuve. Era mi primera vez con una, y ella lo sabía. Pero me lancé. Le di un beso en la punta, luego la lamí, hasta meterla poco a poco en mi boca.

Lucía jadeó, hundiendo los dedos en mi pelo.

—Así… joder… no pares…

La chupé como ella me había chupado a mí. Al principio torpe, luego más confiado. Quería hacerla disfrutar. Quería verla derretirse por mí.

—Voy a correrme… —avisó—. ¿Puedo?

Asentí. Y segundos después, sentí su leche caliente llenándome la boca. Me sorprendí a mí mismo, pero no me aparté. Tragué sin pensarlo. Me miró con sorpresa.

—¿De verdad hiciste eso?

—No lo pensé. Me salió solo por la excitación.

Se rió. Y me besó, largo, profundo.

—Parece que, te está empezando a gustar mi verga.—dijo entre risas—

—Puede ser… —contesté, sonrojado.

Nos fuimos a la cama. Esta vez más despacio. La abracé. Sentí su cuerpo contra el mío, su polla semidura entre nosotros, rozándose con la mía y no me molestó. Al contrario. Había algo excitante en esa mezcla de feminidad y deseo.

Lucía me susurró al oído:

—Me he quedado con ganas de más, quiero que me folles.

La miré, con el corazón latiéndome en las sienes.

—Mejor empieza tú conmigo. Fóllame tú primero.

—¿Estás seguro?

—Llevo pensando en eso desde que agarré tu polla por primera vez. Quiero sentirla dentro de mí. Has activado un deseo sexual que tenía oculto y muero de ganas de probar el sexo anal.

Me pidió que le colocase el condón. Lo hice lentamente acariciando su verga que, cada vez me gustaba más. Yo me puse a cuatro patas, ofreciéndole mi culo. Estaba totalmente excitado. Ella se arrodilló detrás, puso un poco de lubricante en sus dedos y empezó a prepararme, con cuidado. Yo gemía bajito, moviendo el culo, pidiéndole más.

—Fóllame ya… —suplicé, en un momento de excitación.

Alineó la punta de su verga con mi entrada y empujó despacio. Noté cómo se me abría, cómo la recibía. Entró centímetro a centímetro, hasta hundirse del todo. Lucía gemía. Yo solté un gemido largo, casi un grito.

—Joder… sí… así…

Empezó a moverse. Despacio. Luego más rápido. Mis piernas temblaban con cada embestida. Me agarró las caderas, se inclinó para lamerme el cuello, y siguió dándome. Mi polla rebotaba bajo mi cuerpo. Empecé a tocármela.

—Te encanta esto, ¿eh? —me susurró al oído.

—Sí… me estás rompiendo… nunca había estado tan caliente.

Aceleró. Estaba a punto. Ella también. Me corrí gritando, con la espalda arqueada, manchando las sábanas con mi semen. Ella se corrió segundos después, gimiendo mi nombre, llenándome el culo caliente.

Nos quedamos abrazados, sudando, sin decir nada durante un rato.

—¿Sigues con dudas? —preguntó al cabo de un minuto.

—Ninguna —le respondí—. Solo pienso en repetir.

Ella sonrió, me besó la frente y se acurrucó contra mi pecho, diciéndome:

—Me alegro de que hayas despejado las dudas, porque esto solo ha sido un aperitivo.

🔞 ¿Te has cascado una buena paja con Lucía? 🔥

Entonces no puedes perderte mi eBook “Sorpresas por detrás”, ya disponible en Amazon. Gratis hasta el 21/07/2025

💦 6 relatos explícitos, directos y muy calientes, protagonizados por chicas trans como yo.

👉 Búscalo en Amazon escribiendo:

“Sorpresas por detrás – Ana Trasera”

📚 Enlace directo: https://www.amazon.es/dp/B0FHW8DM4W

Si quieres pajearte con nuevas historias, solo tienes que dejarme una reseña en Amazon después de leer mi ebook y seguirme en redes.

Y te enviaré gratis un PDF con nuevos relatos inéditos.

Sígueme en redes para más relatos, teasers y confesiones:

📸 Instagram: @Ana.Trasera

🐦 Twitter/X: @AnaTraseraXXX