A habíamos tenido sexo a roletes, en la mesa, en la cocina, en la ducha, en el living mientras mi cuñada dormía (o sé hacia la dormida, nunca se lo he preguntado, calculo que alguna masturbación se habrá hecho mientras nos sentía), en el auto, etc.
Después comencé a mover el cuerpo procurando que mis pezones endurecidos se frotaran contra los de mi pequeña. tras unos minutos frotándome los pezones con los de mi hija y sintiendo como mi corazón latía con furia, la cogí de la cintura, la separé las piernas lo máximo que pude e inmediatamente después agité mis caderas hasta que sentí cómo mi coño húmedo se pegaba con fuerza a la jugosa almeja de mi hija.
Sentirla toda en mis brazos, acariciándome obscena las nalgas, mordisqueándome todo el cuello y tocando con sus pechos mi torso era una sensación que nunca Odiseo había sentido ni con Calipso; la follaba y follaba sin parar, porque algo me impedía dejar aquel placer.
Seguimos caminando, nos ocultamos detrás de unos médanos, allí te tomo de la cintura, te abrazo muy fuerte y te doy un beso, probando con mis labios el sabor afrodisíaco de los tuyos y muy suavemente paso mi lengua alrededor de los mismos para capturar todo el sabor a miel que hay en ellos.
Nunca he visto una, pero deseo tocarla, deseo palparla, abarcarla con mi mano. Puedo sentir una ligera humedad surgiendo de un pequeño agujero en la punta. En mi ignorancia, pienso que tiene ganas de ir al baño. Pero sus gemidos me dicen otras cosa que falló en entender...
Y durante toda la duración de mi orgasmo, mientras la tenía atrapada fuertemente por la cintura, sus caderas llevaron a cabo una danza deliciosa, en círculos, haciendo ochos, adelante y atrás finalizando con el apretar de sus nalgas en los últimos espasmos de mi eyaculación, como queriendo, atrapar, exprimir mi verga exhausta.
Sin exageración, sin intención alguna ella iba derramando sensualidad con cada paso. Lo que la hacia aún más atractiva no era la inocencia de su hermoso rostro, o los cautivantes ojazos color miel, ni esos labios carnosos; sino que se podía ver por la espontaneidad de su mirada, su bella sonrisa y amigable conversación que no sabía remotamente lo atractiva que era.