Síguenos ahora en Telegram! y también en Twitter!

Mujer I

No sé cómo llego a suceder. Tal vez, cuando una idea obsesiva queda impresa en nuestra mente, no queda más que la inminente ocurrencia, por más disparatada que fuera la idea.

Siempre me consideré un hombre con un gran apetito sexual. No me refiero a la mera y fácil satisfacción que se consigue a través del orgasmo masculino, sino a todo ese delicioso, preámbulo, con intencional retraso y delicioso epílogo que se da en un encuentro sexual.

Al fin y al cabo el órgano sexual más importante y sorprendente no se encuentra entre las piernas de un varón sino entre sus oídos… el cerebro.

Cuando la conocí, ella recién acababa de cumplir los 18 años y yo tenia 20. A pesar de yo estar acostumbrado al flirteo sin compromiso y bajo completo control de mis facultades con el sexo opuesto, no pude evitar que mi mirada se desviara a su exuberante silueta aproximándose. Mientras conversaba con mis nuevos compañeros de clase, note el suave cimbrear de sus caderas.

Sin exageración, sin intención alguna ella iba derramando sensualidad con cada paso. Lo que la hacia aún más atractiva no era la inocencia de su hermoso rostro, o los cautivantes ojazos color miel, ni esos labios carnosos; sino que se podía ver por la espontaneidad de su mirada, su bella sonrisa y amigable conversación que no sabía remotamente lo atractiva que era.

Tenía aproximadamente 1.65 mt de estatura, esbelta pero con una curvas hipnotizantes, que hacían tragar saliva a cualquier hombre que la observara. Cintura estrecha, breve, abrazable. Una espalda y hombros estrechos, delicados, tremendamente femeninos. Un rostro angelical, cautivante, largo cabello castaño, lacio, sedoso. Sus caderas amplias en la justa medida daban nacimiento a unas piernas impresionantes, muslos torneados, pero firmes, una pantorrillas atléticas, sin perder un ápice de formas femeninas. Era evidente que cuidaba su apariencia sin caer en vanidad. Es más, creo que hasta ahora no conoce el significado de esa palabra.

Hola!- le dije sonriendo.

Hola!- contestó sonriendo a su vez

Desde el primer momento que cruzamos miradas una honesta y fácil comunicación surgió entre nosotros. Que voz, como una melodía, más aún cuando reía. Empezamos a estudiar juntos, aunque desde casi un principio yo establecí mi falta de interés en tener una relación a pesar de que ella me gustaba. Ella estuvo de acuerdo conmigo, inclusive le gustó lo directo de mi comentario.

Los dos acabamos de salir de relaciones sin éxito y estábamos decididos a concentrar nuestros esfuerzos en nuestros estudios. Después de todo, la carrera de Medicina no era ninguna broma.

Estudiamos juntos muchísimas veces, casi en forma exclusiva, y otras veces, con la mayor espontaneidad salimos juntos a ver una película o a comer algo ligero. Recuerdo mucho que recorríamos grandes distancias a pie, probablemente para poder charlar más, cómo dos buenos amigos.

A pesar de mis esfuerzos por no permitir interesarme en ella, poco a poco me fui enamorando. Nuestras salidas continuaron, y al cabo de unos pocos meses, me encontré en la situación en la que tenía que sacar de mi pecho lo que sentía por ella.

Recuerdo que esa vez acabábamos de salir del cine y nos sentamos en una banca cercana. Como siempre, sus ojazos fijos en mi rostro, atenta a lo que pudiera decir. No sabía como comenzar a decir lo que sentía.

– Nancy- empecé a decir – Hemos venido pasando bastante tiempo juntos desde que comenzamos a estudiar, no es así? – me miraba con ojos interrogantes.

– Si, creo que bastante… – con una pequeña risa.

– Bueno, hace tiempo te dije que a pesar de que me gustabas, no significaba que yo estuviera interesado en buscar una relación contigo, recuerdas?

– Si lo recuerdo- contestó intrigada.

– Desde entonces me ha estado sucediendo algo que no he podido evitar- mientras me miraba preocupada- con el paso de los días mi atracción hacia ti ha ido creciendo, sin buscarlo, sin esperarlo.

– Oh, no – adivinando lo que sucedía.

– Así es – mirándola a los ojos- hasta el punto en que me he dado cuenta que mi relación contigo no puede seguir así, a este nivel, meramente como amigos.

Sus ojos seguían mi rostro, con cierta expresión de pena.

– Mi interés por ti va mas allá de la simple amistad – decía mientras me sentaba a su lado- Necesito que estés conmigo, que seas mi enamorada. No puedo continuar contigo de otra manera…

– Es que… no… puedo – dijo apesadumbrada, visiblemente confundida.

– Es por tu reciente rompimiento con Randy? – le pregunté.

– Si, no quisiera tener una relación tan pronto.

– Te entiendo, pero necesito ser honesto contigo. No creo en ocultarte mis sentimientos y creo adivinar que tu disfrutas de mi cercanía. Tu también te sientes atraída a mí, no es así?

– Mmmm, no sé, no sé – confundida visiblemente

– Lo cierto es que si no deseas ser mi enamorada – con firmeza – no creo que podamos seguir frecuentándonos como hasta ahora.

– Por qué no? – pregunta con cierto desconsuelo.

– Por que de ahora en adelante no te podré ver simplemente con ojos de amigo, ni creo que tu a mí tampoco.

– Es que… – dudando

– Es ahora o nunca Nancy – dije suavemente pero con firmeza – si no me deseas como enamorado, me apartaré de ti de ahora en adelante.

Se hizo un largo silencio entre ambos. Mirándonos largamente, ella reflexionando, sopesando la situación.

– Está bien… – casi en un susurro.

Le sonreí levemente y ella me respondió con una hermosa sonrisa. Durante todo el tiempo que llevábamos saliendo, nunca busqué tocarla, más que en forma casual o en juego, tal vez algún gesto de caballerosidad, pero nada más. Pero en ese momento sentí que mi pulso golpeaban fuertemente mis sienes mientras veía mi mano lentamente aproximar la suya. Ella también seguía con la mirada mi mano hacia su mano inmóvil con la palma hacia abajo, pero no la movió hasta después que sintió mi piel posarse sobre la suya. Entonces suavemente, volteó la mano suavemente había arriba acogiéndome y apretándome suavemente con sus delicados dedos. Levantó suavemente la mirada hacia mis ojos y me sonrió.

Podía notar en ella una gran tranquilidad por que se dijo lo que tenía que decir, sin dudas, sin malentendidos. Tan solo me pidió que no mencionara nada a nadie debido a su reciente rompimiento con su ex. No deseaba que pensaran que lo había hecho por mi o que simplemente era una coqueta que iba de uno a otro. Yo accedí y respeté su decisión.

Salimos del mal caminando lentamente hacia la estación del bus. La abracé por los hombros, atrayéndola suavemente a mí. Su cuerpo tibio se aunó a mis pasos. Sin decir palabra tomamos el bus y a pesar de que le ofrecí un asiento para que viajara, prefirió quedarse de pié a mi lado tomándome de la mano.

Luego de bajar cerca de su casa, caminamos lentamente hasta el umbral de su puerta y nos detuvimos, mirándonos profundamente, como buscando leer algo en nuestros ojos. Entonces sonriendo… tomé su barbilla suavemente y aproximando mis labios a los suyos, tan deseables, vi sus ojos inocentes mirando nerviosa mi acercamiento. Cuando mis labios tocaron suavemente los suyos, ella cerró los ojos y yo hice lo mismo. Solo sentía la tibieza y suavidad de esos dulces labios. No hurgué con mi lengua, no presioné con ansias. Tan solo besé su boca con gran ternura. Al apartarme la vi mirándome y una sonrisa se dibujo en su rostro. Ese beso le gustó realmente…

La hice entrar a su casa y me encaminé hacia la mía.

Con el paso de los días, nuestras expresiones de afecto iban aumentando en intensidad y duración. Nunca antes había gozado tanto de tan solo besar a una mujer. Era como si el 100\% de mi percepción se centrara en los labios o cualquier leve porción de piel que rozábamos. Su boca húmeda, tierna, tibia me invitaba a explorar y juguetear en su interior, haciendo que nuestras lenguas se enlazaran, se acariciaran, luchando por instantes. Su saliva, era dulce, tibia. Yo no perdía un solo detalle de esos besos, mientras que nuestras manos acariciaban el rostro, el cabello, la nuca, los hombros.

Poco a como esas caricias iban logrando mayor estímulo en ambos, aunque en ella podía notar un evidente cambio.

Sabiendo lo conservadora que ella era. No podía evitar sorprenderme cuando la veía reaccionar cuando mi brazo “casualmente rozaba” sus senos. El cambio de ritmo de su respiración me decía que su cuerpo empezaba a responder de una forma totalmente nueva para ella. Trataba de contener los sutiles avances de mis manos sobre su piel, el vientre, la parte baja de su espalda. Pero sin embargo, permitía e incluso participaba en el rítmico roce de mi muslo entre sus piernas. Al fin y al cabo mis manos no eran las que la estaban “tocando”. Yo simplemente deje que el resto de nuestros cuerpos marcaran el ritmo y la dirección de esa mutua exploración. Durante esos intensos besos, nuestros cuerpos empezaron a entrelazarse más y más, al punto que ella terminaba montada en mi muslo, frente a mi moviéndose en un vaivén, rítmico y excitante. Nuestras caderas se buscaban por encima de la ropa en un frenético roce que nos dejaba con la respiración agitada.

Uno de esos días ella notó una evidente mancha de humedad que atravesó la tela de su pantalón, la cual la sobresaltó y puso nerviosa, al punto de empezar a sollozar, sin saber que pasaba, si era correcto o no.

Abrazándola la senté a mi lado y empecé a secar sus lágrimas, cautivado por la tierna visión de esta niña descubriendo por primera vez lo que era reaccionar como mujer.

-Es normal, pollita, no te preocupes- consolándola – simplemente reaccionas a la forma en que nos gustamos mutuamente. A mi me sucede los mismo a veces.

– De verdad? – mirándome con sus ojos húmedos

– Si mira – mostrándole mi entrepierna, humedecida con un poco de flujo seminal.

– Pero… yo… nunca, -denotando sentimiento de culpa.

– Mi amor, te desagrada lo que sientes cuando nos besamos y rozamos?

– No,… -casi inaudible

– Te gusta?

– Si… – con un hilo de voz

– Estas sensaciones son normales entre una pareja.-aclaré calmadamente- Es una muestra que se atraen mutuamente.

– Que vergüenza.-visiblemente sonrojada

– No te sientas así – tranquilizándola – Es perfectamente sano y normal sentirse así. El cuerpo simplemente reacciona como debe.

– mmm – reflexionando – a veces siento una sensación rara abajo cuando estoy… – con notoria vergüenza –

– Montada en mi pierna? – facilitando su conversación

– Si –

– Tu zonas erógenas son estimuladas con el roce de esa parte, a mi me pasa lo mismo

– ????- mirándome con desconcierto

– De verdad, no lo notas?

– Bueno, a veces noto algo duro en ti, contra mi pierna

– Eso es una erección.

– Tu… cosa.., se pone así siempre?

– Por las mañanas y cuando hacemos esto.

– Siempre?-pregunta sorprendida

– Si – mientras masajeo su hombro- quieres sentirlo?

– No…no -visiblemente turbada

– No tienes que usar tus manos, al fin y al cabo ya lo has sentido con otras partes de tu cuerpo, no es así?

– Bueno…sí -mientras su mirada cándida desciende hacia mi palpitante bulto en el pantalón

– No tengas miedo- le aseguro

– No sé- con la mirada clavada entre mis piernas

Ante su duda tomó su brazo suavemente por la muñeca. Ella me ofrece resistencia. Busco sus ojos y la miro con calma, y su brazo se empieza a relajar un poco, lo suficiente como para permitirme acercar su antebrazo a mi verga que se a posicionado hacia arriba bajo el pantalón.

– oh, espera…- leve musitar de sus labios

Ahora su antebrazo esta al lado de mi pene, hacia el cual la presione con leve firmeza

-Sientes lo duro que está?-tratando de relajarla

-Si -contesta levemente

-Mueve tu antebrazo levemente hacia arriba y abajo- le indico

-Así?- temiendo hacerlo mal, mientras que su antebrazo recorre mi mástil desde la muñeca hasta el codo, suave y repetidamente.

– Vez que no muerde? – le bromeo

– Si – haciéndola sonreír

– Te sigue dando miedo?

– No

– Rózalo ahora con la palma de tu mano- digo mientras que suavemente le acaricio la nuca

Lentamente su mano empieza a acariciar mi cilindro con menos timidez

– Ahora usa tus dedos – le susurro al oído

Su mano baja el ritmo del roce, como dudando

– Lo estas haciendo muy bien, amor.

Ella, tímidamente, deja que su movimiento se extienda lentamente mas allá de su muñeca, hasta alcanzar sus dedos extendidos, apretados, como negando que exploren debidamente las partes prohibidas.

– Relaja tus dedos preciosa, lo que estas tocando te pertenece, es tuyo, por derecho. Nunca sientas vergüenza de tocarme.-

Me mira a los ojos, con una expresión tímida pero de confianza y sus dedos tocan mas, recorriendo el tronco, sintiendo el calibre de mi cilindro turgente. Su mirada se pasea constantemente entre mi entrepierna y mis ojos, dándose cuenta del placer que me estaba procurando.

Mientras tanto yo acaricio suavemente sus mejillas, sus labios, su pelo, sus delicadas orejas y me atrevo a mordisquearlas levemente.

– Que haces? – pregunta, sin alejarse o detenerme

– Te acaricio,… no te gusta?

-…si

Centramos la atención en nuestras bocas, iniciando una nueva danza de labios y muslos entrelazados, respiraciones agitadas, atreviéndome a acariciar su oreja con mi lengua, lo que la sobresalta visiblemente pero rápidamente responde descendiendo su mano hasta donde nuestros muslos se encuentran. Acariciando mi verga sobre el pantalón con mas confianza. Una caricia plena, estrujando, tratando de tomarlo como un manubrio. Mientras tanto mis manos recorren su espalda sobre su ropa, trazando la línea de su brassiere, descendiendo hasta su cintura que era la única parte no cubierta por la prenda. Notando un sobresalto cuando toque esa área, tan solo posé suavemente mi mano sobre su piel, sin moverla. Nuestros besos prosiguieron, así como el incitante movimiento rítmico de nuestros cuerpo. Sus fuertes suspiros y jadeos me animaron a continuar el movimiento de la mano que mantuve en su cintura. Primero dibujando alrededor, con la punta de mis dedos, trazando palabras inteligibles en su piel, pero que ella parecía entender por su súbito estremecimiento. No trató de detener mis manos cuando se posaron a los lados de su cintura. Evidentemente esta recibiendo mis caricias con agrado. Su piel se estaba acostumbrando a mi tacto. Con el evidente aumento de su excitación me atreví poco a poco a descender con una mano por encima del pantalón al nacimiento de sus hermosas nalgas, mientras que mi otra mano acariciaba su muslo, acercándose hacia la cadera.

– Soy tuyo, recuérdalo-

– Mmm, … si – suspirando

– Te gusta esto?

– Si, me gusta – en un casi inaudible susurro.

Mis manos estaban ahora acariciando por encima de la ropa en forma circular sus deliciosas nalgas, casi rozándolas solamente. Dándole un beso profundo y jugoso, pose ambas manos en esos formidables cachetes y la presione hacia mi para que sintiera claramente la dureza de mi verga contra su pubis.

– Ohhhh -temblando

– Apuesto a que debes estar mojadísima en este momento

– Sssiii…- gimiendo en mi oído

Ahora nuestro roce no era furtivo o casual. Su pubis estaba frotándose francamente contra mi endurecida verga.

– Espera…-le dije suavemente – tengo la pierna cansada. Pongámonos mas cómodos, quieres?

– OK,

Pasé entonces mi pierna libre por debajo de la suya, de manera que quedo a horcajadas sobre mi, literalmente montándome, frente a frente.

Me miro sorprendida, y antes que dudara, la abracé por la cintura y los hombros y la atraje hacia mi, besándola nuevamente. Esto la relajó y me respondió el beso, sin evidenciar molestia por estar montada, rozando su sexo con el mío.

Nuestra piel quemaba, los rostros y las miradas encendidas. Ella tímidamente fascinada por este nuevo mundo que le estaba mostrando, enseñándole a ser mujer.

Ella disfrutaba del frenético roce, moviendo sus caderas adelante y atrás con energía. Su respiración se había convertido en un franco jadeo, lleno de deseo, pero ella aún no lo sabía.

Mis manos apretando sus riquísimas nalgas la movían a lo largo de mi endurecida verga, de donde de empezaban a dispararse oleadas de sensaciones hacia todo mi cuerpo. Tenia yo el rostro enterrado en su cuello, al cual besaba, chupaba, mordía suavemente. Y su jadeo endulzando mi oído, que ella también había aprendido a acariciar con la lengua. Maravillosa aprendiz. De pronto sucedió lo que no creí que pasaría. A decir verdad nunca antes me había sucedido con el simple roce.

Había sido un proceso prolongado de caricias, de juegos, de excitación. El incitante roce de su sexo y sus nalgas a través de la ropa, me llevaron a un punto sin retorno. Sentía ya la inminente erupción acumulándose en la parte baja de mi cuerpo.

– Oh Dios! No te detengas – rugí

– Que pasa, amor? – sorprendida, casi deteniendo su danza

– Me estas dando un placer increíble.- dije con voz jadeante

– Oh, amor, te amo, te amo – reanudando un enérgico roce pélvico contra mi sexo

– Oh, mi vida, ya estoy a punto, casi, casi- mientras casi inadvertidamente hundí mi rostro en su escote, sintiendo el enloquecedor calor de sus senos moviéndose al ritmo de su respiración agitada.

– Así? Sigo así?

– Si mi cielo, sigue…sigue, ….en círculos, muévete ….en… círculos …también- dije entrecortadamente

Y en cuanto empezó a cimbrear sus provocativas caderas en círculos sobre mi sexo, sucedió. Sentí que toda mi energía vital salía a borbotones en una interminable eyaculación, causando un diluvio de semen bajo mi ropa. Y durante toda la duración de mi orgasmo, mientras la tenía atrapada fuertemente por la cintura, sus caderas llevaron a cabo una danza deliciosa, en círculos, haciendo ochos, adelante y atrás finalizando con el apretar de sus nalgas en los últimos espasmos de mi eyaculación, como queriendo, atrapar, exprimir mi verga exhausta.

– oh, wow!- respirando agitadamente- fuiste increíble, preciosa

– Que paso, amor? – cándidamente. Dios, era increíble lo excitante que era su inocencia.

– Me diste un orgasmo tremendo.

– Orgasmo? – incrédula – que es eso?

– Recuerdas la sensación que tuviste abajo cuando de frotaste contra mi?

– Si

– Pues el placer crece y crece hasta que llegas al máximo nivel, entonces se produce algo parecido a una explosión de placer. Eso es un orgasmo.

– Así? – sorprendida – no sabía

– Nunca has sentido algo parecido?

– No, nunca, estas sensaciones son nuevas para mi – sonriendo picaramente – tu eres el que me estás “malogrando”.

– Jajaja, malográndote yo? – mirándola inquisidoramente – Entonces por que te moviste de esa manera tan especial cuando estaba alcanzando el orgasmo?

– No se…- tímidamente – me provocó hacerlo así, se sentía mas rico, mas intenso.

– Y esa exprimidita que me diste el final?

– No se, fue algo instintivo, yo también estaba sintiendo algo muy intenso. Me provocó frotar tu “cosa” así, como atrapándola, y pude sentir como espasmos en ella- avergonzada – Lo siento..

– No lo sientas, mi vida – animándola – simplemente estas aprendiendo a ser mujer.

Vi entonces su rostro iluminándose con una amplia, traviesa sonrisa.

– Que piensas? dímelo – le pregunto

– Mmm – con juguetona expresión de orgullo – Fui capaz de darte un orgasmo, yo solita. Nunca imagine que pasaría

– Fuiste grandiosa- respirando ahora mas pausadamente

– De verdad lo hice bien? – Con rostro curioso

– Por supuesto, de primera

Sonrió ampliamente otra vez. Volvió otra vez a esa expresión de niña. Orgullosa de lo que había logrado pero con cierto sentimiento de culpa por aventurarse en un campo “prohibido”.

– No has hecho nada malo, mi vida – tranquilizándola – es normal entre una pareja que se ama.

– Estas seguro?

– Si…de hecho pronto tu deberías experimentar un orgasmo

– Yo? – dudando

– Por supuesto, con todo derecho

continuará…

¿Qué te ha parecido el relato?


Descubre más desde relatos.cam

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo