Una noche larga
Miré el reloj con el espanto sorpresivo que provoca el olvido del tiempo, junté mis papeles sobre el escritorio y a paso acelerado salí de la oficina con algo de nervio y de sueño, en la entrada el guardia de seguridad me despidió con las palabras perpetuas y suaves de siempre y al salir recordé que había dejado el coche tres calles arriba por una pequeña manifestación en la calle de mi oficina.