Un experiencia contada por una mujer muy caliente desatentida por su marido.
Este caballito del que les hablaba, es muy cómico, debido a su color blanco con manchas café, pelo muy largo sobre su cuello y una cola frondosa y extensa que lo hacía lucir muy elegante.
Y mientras seguía diciéndole obscenidades, que le ponían como un jamelgo, noté como su lengua repasaba la entrada de mi culo y como apoyaba el glande en mi esfínter esperando la orden de ataque. Me eché un poco hacía atrás, como una gatita en celo para que los primeros centímetros inauguraran aquel pasadizo del pecado.
Ella lo agarraba con ambas manos y lo acariciaba, y yo notaba como el pene del animal se iba poniendo duro entre sus dedos.
No lo podía creer las imágenes se hacían nudo en mi cabeza, recordaba una joven de 17 años con sus hermanas riendo como cualquiera a su edad mientras que observaba a una mujer las mas de las veces deprimida mamándole el miembro a su caballo, totalmente feliz y resuelta casi como si tuviera otra vez 17.
Ella lo sostuvo todo el tiempo con ambas manos y de vez en cuando me ayudaba a introducirlo en mi boca, me imaginaba que ahí mismo me follaría con el miembro del caballo, lo cual desde luego no sucedió.
Nos fuimos, cordialmente me paso a dejar en mi casa, al despedirse me dijo espero que me acompañes la próxima vez, me cerro el ojo, y me dio un beso en la boca; yo baje inmediatamente del coche entre a mi casa y subí corriendo a mi habitación
Pedro vivía en una casita en Tresanti que apenas bastaba para él, su mujer y su asno. Cuando Juani iba a Tresanti, lo alojaba en su casa y lo atendía como mejor podía. Pero como la casa solo era un pequeño cuarto, Juani se tenía que acostar en la cuadra, sobre un montón de paja, junto a la yegua y el asno.
Se encontraba sola y decidió alquilar unas películas porno, muy perversas. Se excitó muchísimo pensando en su caballito y sin dudarlo se dirigió al cobertizo con las más libidinosas intenciones.