Como cualquier hombre ante su primer sujetador tuvo sus problemas para poder desabrocharlo. Recordaba claramente como se desataba un sujetador por los juegos inocentes que practicaba con su madre en su tierna infancia, pero los nervios le traicionaban.
Cuando llegaron las fiestas de mi pueblo, unos amigos por cierto muy envidiosos, me dijeron que me dirigiera a los cochecitos de atracciones.
Hacia solo un par de horas mi vida había sido estremecida por un terremoto sentimental, y ahora vagaba por las calles empinadas de aquella metrópoli californiana donde vivía. Llevaba al hombro mi mochila negra.
Heterosexual de treinta y pico años, se corre de husto jugando a las cartas con un niñato que le apoya inocentemente su deportiva en la entrepierna.
A si conoci a mi chica. La vi una o dos veces en un bar, y me decidi a conquistarla.
Comenzamos con nuestra planeada parranda en el "Tuli" en donde escuchamos música y bebemos tequila, ahí ella se empezó a poner cachonda y daba unos besos largos y apasionados, con decirles que hasta los músicos del bar nos mandaban saludos como la pareja romántica de la noche.
Julio cogió mi pija mientras me culeaba y comenzó a masturbarme, era delicioso, yo me estaba por venir cuando el me dijo que quería venirse dentro de mi culo, a lo que yo accedí de inmediato.
Cuando llegamos a México, como nadie la esperaba dado lo intempestivo de su viaje, le ofrecí llevarla a su casa en mi auto que tenía estacionado precisamente en el estacionamiento de una de las Compañías para las que prestaba mis servicios, esa noche no pasó nada, la llevé a su casa y nos despedimos con un beso, yo como por casualidad en lugar de dárselo en la mejilla se lo dí en la boca y ella correspondió con calidez, quedamos de vernos en el curso de la semana