Le pedí a Ana María que llamara a Lina, una amiga suya con quien habíamos conversado sobre nuestros juegos y fantasías. En esas charlas Lina se había mostrado entusiasmada e incluso, diría excitada. Decía cosas como «uy, qué rico», «a mí me gustaría eso». Ella no tenía mucha experiencia sexual pero se le notaba que las ganas le sobraban. Le fascinaba cuando Ana María hablaba de mi verga o de cómo le gustaba mamármela. Como Ana María,ya sin mi presencia, le había contado en detalle algo más de nuestros gustos y caprichos, en especial la doble mamada, Lina se había mostrado entusiasmada con la idea de acompañarnos. Dijo que no lo había hecho nunca y Ana María le dijo: “un día de estos te invitamos”. Ella respondió: “Pero cumplen”.
Pasaron algunas semanas y las ocupaciones de ambos no nos habían permitido disponer del tiempo para esta experiencia. Cuando le dije a Ana María que quería que ese sábado invitara a Lina, se mostró encantada. La amiga respondió que sí, que tenía tiempo. Pero ninguna de ellas sabía exactamente en qué consistía el capricho que yo quería para esta vez.
Cuando nos encontramos en el apartamento de Ana María, nos besamos en frente de Lina. Luego nos sentamos, de manera que Lina siempre podía observarnos. Tomamos unos vinos para relajarnos. Cuando comenzamos a entrar en materia Lina contó que había visto varios videos porno de mamadas de dos o más chicas a un hombre con corrida incluida. Que le habían gustado y que se veía delicioso. Ana María le dijo: “Diego quiere eso y quiere un final, pero no me ha dicho en qué consiste.” Le respondí que cuando se acercara el momento se los diría y que tampoco era nada del otro mundo. Ana María invitó a Lina a que se sentara al otro lado de mí. La chica estaba nerviosa, pero obedeció. Mi chica me besaba y me tocaba la pierna. Tomó la mano de Lina y la puso sobre la otra pierna mientras volteaba mi cabeza hacia la de Lina para que la besara. Así lo hice. No bien nuestras lenguas se enredaron la mano de Lina se liberó y acarició mi pierna sin pudor. Al mismo tiempo Ana María tocaba mi paquete que ya se estaba hinchando.
Al cabo de dos minutos llevó la mano de Lina al bulto que seguía creciendo. Las caricias de Lina eran diferentes a las de Ana María, no mejor ni peor sino diferente, y eso me provocó una excitación más fuerte. Mientras tanto mi chica ya me había quitado la camiseta y besaba mis pezones. Mi erección ya no cabía en la ropa y ellas debieron percibirlo porque pronto me quitaron el pantalón y el boxer. Mi verga saltó y los ojos de Lina no evitaron fijarse con insistencia en ella. “Tenías razón” le dijo a su amiga. “Está bien buena”. Al mismo tiempo la cogió entre su mano y comenzó a hacerme una paja suave y lenta. Ana María besaba mi cuello, mi boca, mis pezones y mi vientre. Luego ayudó a Lina a pajearme, tomándome de la base de la verga y las huevas. Ana María se inclinó con el fin de mamarme la verga, pero yo la detuve. “Hazlo tú” le dije a Lina. Ambas quedaron sorprendidas, pero no se opusieron. Lina acercó su boca y lamió la cabeza de mi verga mientras Ana María continuaba pajeándome con lentitud y suavidad.
La sensación de esa lengua extraña fue, de nuevo, diferente, y me endureció aún más. Su humedad hacía brillar la cabeza y me producía espasmos deliciosos. Lina apartó la mano de Ana María y metió mi verga en su boca lentamente, pero hasta el fondo, mientras yo dejaba escapar un gemido de placer. Le costó un poco acomodarla contra su garganta, pero tras un momento de espera, mi verga desapareció totalmente en su boca. La sacó de manera que la cabeza quedara en su boca y volvió a hacer el mismo movimiento anterior. El placer que aquello me producía era algo fuera de lo normal.
Ana María observaba complacida y me miraba para ver si lo estaba disfrutando. La mamada de Lina continuó así por varios minutos solo que el ritmo iba en aumento de manera imperceptible y así lo hacían mis gemidos. Luego sacó la verga y la lamió de abajo a arriba y viceversa invitando a Ana María a que la ayudara. Las dos lenguas subían y bajaban desde la cabeza hasta las huevas y volvían a subir. Allí arriba rodeaban mi cabeza y se encontraban de manera que mi verga quedaba atrapada en el beso húmedo de ellas. Yo ya sentía que mi leche se acumulaba y que comenzaba a hervir.
Ana María mamó por un momento sola la verga mientras Lina miraba. Yo ya sentía la urgencia de la corrida. “Déjala terminar”, le dije. Ana María se retiró y Lina continuó complacida la tarea. Yo ya no gemía, gruñía. Lina gemía ansiosa por ver cumplida su tarea y mi chica me miraba un poco sorprendida. “Lina, me recibes la leche en la boca y luego la dejas sobre mi verga para que Ana María la limpie” dije sin dejar de mirar y sonreír a mi chica. Ella respondió con otra sonrisa mientras la corriente de semen ascendía por mi verga. Gruñí cuando el primer chorro abundante, espeso y caliente salió. Lina chilló sin sacar la verga de su boca. Siguió mamando, aunque más despacio y eso provocó que nuevos chorros salieran y llenaran su boca.
Yo me retorcía de placer y sentía que me desmayaba, tal sería el orgasmo a que me habían llevado Lina. Sentí que apretó un poco para asegurarse de que no se le escapara nada. Yo no cesaba de gruñir y empujar mi verga dentro de esa boca deliciosa. Finalmente, no hubo nada más que extraer y Lina dejó salir mi verga lentamente asegurándose de que la leche permaneciera un momento en su boca. Enseguida la esparció a lo largo de mi verga y se retiró un poco. Ana María, que había observado todo atentamente, y de cerca, se aproximó a mi verga y la lamió por todo el contorno y haciendo lo mismo con mi vientre, llevando el semen hacia la cabeza. Una vez lo reunió allí, lo recogió lamiendo y chupando, y finalmente lo tragó. Lina la observaba, con una sonrisa que mostraba cuánto disfrutaba la escena.
Ana María elogió la calidad de la mamada de Lina y el que hubiera recibido toda mi esencia en la boca tan bien como lo había hecho. “Tu me habías contado que a Diego eso le parecía requisito para una mamada perfecta. Entonces no iba a defraudar”. Luego añadió: “Pero en otra ocasión cambiamos los papeles y yo hago el trabajo de limpieza”. Ana María respondió que sí, que encantada. “Sí, porque esta vez yo ordeñé y no me tocó ni una gota de leche”. Todos reímos. Ana María le respondió: “Como te quedas a amanecer, duerme con nosotros y mañana cumples el deseo”. Nos dimos un beso y bebimos el vino que hacía falta.