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Hasta lloró esa vez

Hasta lloró esa vez

Mi nombre es Marcelo, vivo en la Ciudad de México, tengo 20 años y soy comerciante de ropa en un mercado público.

Me atrevo a contarles lo que una vez le hice a una prostituta porque quizá me sienta mejor luego de comentárselos.

Hace cerca de un año precisamente por la navidad, le hable a doña Refugio , una señora que trabaja en el mercado enganchando a chavitas que se inician en la prostitución, le pedí que me consiguiera una nueva para que yo me la estrenara, ella me respondió que eso me iba a costar caro pero que si quería le diera algo de adelanto, luego de discutir acordamos el precio y me prometió que en dos horas me llevaría a alguien.

Por la noche llegó doña Refugio con una chavita de unos 15 años como máximo, vestía su uniforme de la secundaria, me la presentó como Fabiola, la verdad al verla me sentí excitado, pues no era una putita de la calle sino una chavita decente que de seguro necesitaba el dinero y a la que de seguro su mamá la había mandado.

El trato fue que Fabiola se estaría conmigo toda la noche, y yo tenía derecho a todo, sin perder tiempo la llevé a un cuarto que utilizo de bodega en el mercado, entré y de inmediato la comencé a fajar.

Fabiola llevaba una falda, blusa y suéter, me encantó porque era una chavita muy desarrollada, amplia de caderas y nalgona, con cara de inocente y unos pechitos apenas insinuados, medía como 1.60 mts.

En todo el camino Fabiola no habló, cuando cerré la bodega me fui sobre ella, lo primero fue abrazarla y manosearle el trasero, apretándoselo muy fuerte, sobándole las nalgotas, para deslizar mis manos a su espalda y apretarla contra mi, así le aplastaba los pechos pequeñitos, sentía en ese momento cómo temblaba la pobre, pero ni modo, mi dinero me había costado.

Me excité demasiado, inmediatamente le subí la falda y le tocaba las piernas desnudas, eran muy suavecitas, mis manos ásperas le manoseaban el trasero sólo cubierto por su calzoncito, era de algodón y se sentía el calorcito de su cuerpo.

Sin perder tiempo la acosté en el piso, me acosté sobre ella, le bajé el calzón y cuando ya la quería penetrar, me dijo, no, por favor no, se puso a llorar como niña.

Sin embargo el verla chillando me excitó mucho, le grité cómo chingados no, y de una bofetada la volví a acostar, me le fui encima y de un empujón le metí me verga por su vagina.

Era deliciosa su vagina, seca y áspera, muy estrechita, mi pene me ardió de la fuerza con que se lo metí y a ella eso de seguro le dolió horrores porque gritó y empezó a dar de chillidos como si la estuviera matando.

Sentí su estrechez y le empujé toda la verga para romperla y que de una vez sintiera lo que es un macho encabronado.

Luego de metérsela sentí que algo me corría por el pito, lo saque y ví que tenía sangre, me gustó la visión de su coñito con vellos muy escasos y mi verga ensangrentada que la acababa de escoriar.

Le volvía a dar palo, esta vez, se sentía igual de estrecha pero por la sangre se resbaló mejor, la pobre Fabiola lloraba bajito y tenía las piernas bien abiertas, de seguro ya estaba resignada y no quería que la madreara más. Le metí el palo y se lo sacaba con ritmo de loco, hasta que le empujé bien duro y me corrí en su vagina, ni pío dijo la putita que acaba de estrenar.

Me separé de ella, todo lleno de sangre, limpié mi verga con su calzón que por cierto era amarillo con figuras de corazones, pero al tenerlo en la mano, noté que en la parte de atrás tenía una mancha de excremento, lo que acá en México se llama “rajita de canela”, me excitó un chingo el ver esa mancha en su calzón, le dije, que se pusiera en cuatro y me enseñara el culo, Fabiola no me obedeció pero le eché una mirada amenazante y ella a de haber entendido que si no se volteaba le daría yo más madrazos, así que se acostó boca abajo, yo me reí de la pobre, caminé hasta donde tenía mi botella de ron, le di unos tragos y ví a Fabiola acostada parando su trasero, temblorosa de frío y de miedo, acostada sobre el piso, llorando aún.

Sin pensarlo mucho la agarré del pelo y la levanté para colocarla empinada sobre una mesa que tenía, ahí la doble bien fuerte metiéndole mi rodilla entre las piernas para que separara las piernas, eché todo mi peso sobre la espalda para que se doblara por completo, entonces bajé mis manos a su culo, levanté su falda, le acaricié, le apreté y le pellizqué sus nalgas frías, sus nalgotas abundantes y duras, que,, además tenían un grano como de acné, el cual pellizqué para hacerle daño y sintiera que conmigo no podía jugar.

Luego separé sus nalgas con una mano y le metí un dedo en su anito virgen, al sentirlo se enderezó pero yo le asesté un golpe duro con mi rodilla en su pagina, así que se quedó quieta, le metí más dedo por el cubito, y se sentía muy áspero, le saqué el dedo y le puse mi mano en su boca para que ella me la lamiera y la ensalivara bien.

Mi dedo salió lleno de mierda, su asquerosa mierda olorosa, eso me llenó de morbo, le embarré la mierda en la cara, ella empezó a llorar y escupió en mi mano cómo le ordené, así, le medio unté el ano de saliva y luego luego, sin decirle nada, le arrimé mi verga a su ano.

Cuando sintió el roce, dijo no, no así no por piedad, a lo que le respondí con un grito de “estate quieta cabrona” y un golpe firme con el dedo pulgar entre las costillas, un golpe inmovilizador porque le saca a uno el aire.

Haciendo acopio de mis fuerzas y de equilibrio le empujé el pene muy fuerte, hasta sentir que la rompía como vil perra, la enculé sin piedad y hasta le mordí la nuca, porque me excitaba hacerla sufrir, así le dije puta al oído, y le daba embestidas brutas para hacerla llorar del dolor y del asco, mientras la cogía me encimaba con fuerza sobre su espalda para que no se moviera y casi con odio la montaba como una vil perra.

No sé por qué le hice tanto daño, pero en ese momento se me revelaban todas las mujeres que me despreciaron por mi pierna chueca, por que no soy perfecto, ni puedo caminar normalmente, la cogía con el odio a todas esa putas que nunca quisieron salir conmigo ni hablarme, la cogía como si estuviera matando en ella a quienes se burlan todos los días de mí.

Estaba como un verdadero loco, haciéndola sufrir, desgarrándola y sintiendo descargar todo mi rencor y mi excitación sobre esa nena vuelta puta.

Tardé un rato en correrme dentro de ella, pero al fin lo logré con una embestida furiosa y creo que muy profunda porque ella pegó un gemido y hasta un gas se le salió.

Estuve largo rato jadeando, sudando sobre Fabiola con mi pene metido, abrazándola y sintiendo sus llantos bajo mi cuerpo, luego de un rato le saqué mi verga casi flácida, la tenía llena de mierda, de semen y de sangre, ví como corría sangre por su ano enrojecido, y por sus piernas.

Le ordené que no se moviera y fui por papel sanitario para limpiarle la vagina y el ano, sus dos entradas estaban inflamadas, me fui a lavar el pene y cuando regresé Fabiola seguía reclinada en la mesa abierta de piernas , con el culito lastimado al aire, le pregunté por su talla de pantaletas, y busqué unas en mi bodega, antes de ponérselas le pose papel sanitario en la pantaleta para que ahí quedara la sangre que le salía.

Le subí su pantaleta y la recosté en unos bultos de ropa, estaba gimiendo y pude ver cómo hacía gestos al caminar porque me dijo que se sentía muy lastimada.

Le pedí perdón por haber sido así de bárbaro, ella no dijo nada pero no me habló en toda la noche, quería sacarla a la calle pero me contuve porque estaba en malas condiciones y la verdad, aún quería volver a cogerla.

Sin embargo, me arrepentí al pensar en su dolor, dejé que se durmiera, y yo sólo me masturbé encima de ella.

Por la mañana, la paré y fue a orinar, se cambió el papel de sus pantaletas, hasta ese día me sonrió y me dijo gracias, caminamos muy despacio hasta mi puesto y la entregué de regreso con doña Refugió, sé que ahora Fabiola se dedica de lleno a la prostitución, la he visto parada en algunas esquinas, y he estado tentado a contratarla pero no me animo, me conformo con que siempre cuando me ve me da una sonrisa.

Me he sentido apenado con ella por lo que le hice, siento algo de culpa pero me intriga su amabilidad y su mirada de dulzura, quiero regalarle algo de ropa en esta navidad pero no sé cómo lo vaya a tomar.

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