Capítulo 7

7

Oliver llevó a Claudio a una jaula más grande de unos cinco por cuatro y no le ató, le dejó comida y agua. A la pelirroja la llevó a una jaula con forma de silla. Ahí la sentó, por sobre un artilugio que tenía una polla que vibraba a la vez que algo rugoso excitaba el clítoris. La sentó sobre la polla, la ató de tal manera que su clítoris fuese rozado por la protuberancia rugosa, encendió la máquina y como siempre hacía, la programó para que cada hora subiese de intensidad. Se acercó a los negros.

  • Ahí os dejo la mercancía, ya sabéis que podéis hacer lo que queráis con ellas. Pero sin marcas.
  • Tranquilo jefe, tranquilo.

Al salir metió la mano al bolsillo y ahí encontró el número de la chiquilla. Decidió llamarla, le apetecía jugar con ella.

  • Buenas noches, ¿eres Macarena?
  • Si ¿quién eres?
  • Soy el de la furgoneta del otro día. ¿Te apetece venir a cenar?
  • Joder, claro, ¿tengo que vestirme?
  • Si quieres venir desnuda.
  • Jo tío, ¿que si me tengo que poner guapa?
  • Por supuesto te voy a llevar a un sitio muy fino. Ponte un vestido bonito y no te pongas más cosas, unas medias si quieres, pero medias.
  • Jodeeer con el rubito.
  • Te recojo donde el otro día a las nueve y media.
  • Vale tío, ahí estaré.

Oliver fue a su casa se duchó se puso un traje de lino con una camisa también de lino blanca y se olvidó también de la ropa interior. A las nueve montó en su todo terreno para ir a buscar a Macarena. Cuando llegó al lugar ella ya estaba esperando.

  • Buenas noches le dijo, he dicho en casa que no volvería a dormir. ¿Lo hice bien?
  • Seguro que si

Camino al restaurante fueron hablando, Oliver tenía veintiocho años y ella veinte. Como es natural, compartían casi las mismas cosas y aunque de gustos diferentes, pronto fueron aunando posturas.

Macarena se había puesto un ceñido vestido rojo con unos zapatos de al menos ocho centímetros. Estaba espectacular y al no llevar nada, sus pezones lucían generosos sobre la tela del vestido. Oliver le sujetó por las caderas y acercó sus bocas. El beso fue lento y húmedo, recorrió sus labios con su lengua para luego entrar en su boca buscando su lengua que rápidamente se enzarzó en una guerra. Macarena temblaba y se colgaba de su cuello. El la llevó sujeta por la cadera hasta el interior del restaurante, acercó la silla a su culito y después se sentó él

  • Joder tío que elegancia, nunca había estado en un sitio así. ¿Aquí que se pide?
  • Puedes pedir lo que quieras, lo que esté en la carta se puede pedir.
  • Puedes pedir champán, nunca lo he probado.
  • Claro, en cuanto venga el metre.

Siguieron hablando de todo lo que sorprendía a Macarena, que era todo. La disposición de los cubiertos, las mesas, los manteles, la rectitud de los camareros. Como la gente hablaba en voz baja, la elegancia de las mujeres y de los hombres.

  • Tráiganos una botella de Moet bien fría y déjenos la carta, por favor

Macarena miró la carta.

  • Mira, mira, mira. ¿Puedo pedir angulas? ¿Me gustarán?
  • Claro que puedes, te gusta el pescado.
  • Si me gusta.
  • Entonces te gustarán
  • Pues angulas y cordero.
  • Muy buena elección.

Alzaron las copas y brindaron.

  • Hummmm que bueno y que suave. Gracias por hacer realidad mi sueño.
  • Gracias a ti, por compartirlo conmigo.

Cenaron tranquilamente y sin ninguna prisa. Macarena alucinó con las angulas.

  • Esto no se parece nada a esas de sobre.
  • Jajajaj claro eso ni es pescado.
  • Y el champán que bueno y que fresquito, que bien entra.
  • Jajjaajj tranquila, no te emborraches.

Después de los postres, Claudio preguntó.

  • ¿A dónde quieres ir?
  • ¿Tienes piscina en casa?
  • No, lo siento, es un piso normal.
  • ¿Pues a tu casa, música sí que tendrás?
  • Claro jajjajaj

Subieron al todo terreno de Claudio y partieron hacia su casa. Claudio posó la mano en el muslo de Macarena y la fue subiendo muy lento hasta llegar a su sexo.

  • Abre las piernas y ponte al borde del asiento. Súbete el vestido.

Macarena sumisa le obedeció. Claudio mojó sus dedos con su saliva y los acercó a los labios del sexo de Macarena. Empezó a rozar sus dedos con esos tiernos labios sin entrar en ella, solo acariciando. Macarena gemía, se sujetaba con fuerza al asiento y gemía. Claudio seguía acariciando esa dulce y suave piel. Los jugos de Macarena ya rebosaban sus labios. Claudio los recogía y los lamía.

  • Estás muy rica.

Siguió con sus dedos lento, muy lento.

  • Sácate una teta.

Macarena no lo pensó y bajó el vestido por debajo de sus pechos. Claudio subió su mano, acarició el pezón y lo apretó. Lentamente fue apretando más hasta que macarena le pidió parar. Acarició suave el pezón y volvió a su sexo, ahora ya desbordado, Macarena estaba al borde del orgasmo.

  • ¿Quieres correrte?
  •  Siiii joder siiii

Claudio acercó sus dedos al clítoris de macarena, lo recorrió durante unos segundos, subió su mano a su pezón y lo apretó hasta que Macarena cerró sus piernas y apretó su mano sobre ese pezón.

  • Joder tío que bueno, menudo orgasmo.

Macarena se subió el vestido, se soltó el cinturón, lo ató por detrás de su cuerpo. Bajó su cabeza, abrió la bragueta del pantalón, sacó la polla, la miró, lamió su capullo. Abrió su boca, la abarcó entera y se la tragó. Bajó despacio por esa gorda y larga verga, no pudo pasar de la mitad. Subía y bajaba con un ritmo constante. Llegaba a la punta, la rodeaba con su lengua, se acercaba al frenillo, lo chupaba, lo lamía, lo repasaba una y otra vez y volvía a tragarse una muy buena porción de polla. Las lágrimas aparecieron en sus ojos, mientras los huevos de él se llenaban de babas. Pararon en un semáforo. Claudio sujetó con fuerza su cabeza y le folló la boca hasta correrse en ella. Macarena se apartó cogiendo aire y tosiendo.

  • Eres un bruto, pero me he corrido con tu polla en mi boca.

Llegaron al garaje aun resoplando. Macarena lo miraba con ojos llenos de deseo, sus abultados labios y la tirantez de sus pezones marcaban su excitación, se subieron al ascensor, Claudio la atrajo hacia él, beso su boca y le dijo.

  • Quítate el vestido.

Macarena lo miró con suma excitación y sacó el vestido por encima de sus hombros. Sus pezones lucían duros, muy duros y esto hizo que la polla de Oliver se tensara. Salieron del ascensor y entraron en la casa. Caminaron hasta el salón, mientras él sujetaba con fuerza sus nalgas.

  • ¿Quieres una copa?
  • Claro, lo mismo que tú.

Oliver preparó dos copas y le acercó una a ella. Le sentó en el sofá, se postro ante ella, abrió sus piernas y muy lento caminó con su lengua hasta llegar a su sexo. Con sus dos pulgares separó los labios y dejó a la vista su clítoris. Bajó la lengua hasta su ano y lento, muy lento subió por su sexo hasta llegar a su clítoris. Lo apretó con sus labios y lo succionaba, su lengua lo rodeaba en esa succión. Sacó la lengua, la pasó de lado a lado y acarició su culito con la yema del dedo, lo subió hasta su sexo y lo impregno con sus líquidos. Sorbió su clítoris a la vez que penetraba su culito con su dedo, primero una falange y después la otra. Una vez tuvo el dedo entero dentro, lo movía muy lento de dentro hacia afuera, de fuera hacia adentro.

Macarena tenía los ojos cerrados y de vez en cuando movía sus caderas buscando una mayor penetración. Sentía como su cuerpo se calentaba más y más, como una corriente unía su cerebro y su coño y como algo explotó dentro de ella llevándole a apretar la cabeza de Claudio contra su sexo mientras notaba como su coño manaba y manaba sin parar.

  • Jodeeer siii, jodeer, no pares, no pares, jodeeer.

Macarena abrió la boca con una sonrisa, acarició la cara de Oliver y le dijo.

  • Méteme la polla, necesito tu polla dentro.

Oliver la miró a los ojos y sujetando con fuerza sus tobillos le dio la vuelta sobre el sofá, le acercó al borde y poniéndola en cuatro, fue entrando en ella muy, muy despacio. Macarena gemía y se agarraba con fuerza al respaldo del sofá. Esa polla le llenaba entera, hacía que las paredes de su coño temblarán a su paso y que la lubricación fuese excelsa. Oliver la cogió en sus brazos y así, penetrada la llevó a la cama y la postró sobre ella con su polla encastrada en su coño. Macarena bajó la cabeza hasta tocar con sus labios las sábanas, alzó su culito y se metió ella sola toda la polla hasta dentro.

Oliver sabía que tenía que ir suave o le destrozaría el coño.

  • Así, síii, cabrón, cabrón, cabrón

Oliver seguía lento entrando y saliendo, notando como cada vez su polla se embarraba más, como cada vez entraba con menos impedimento. Aceleró un poco más su ritmo, mientras azotaba el culito de Macarena. Está gritaba cogida a las sábanas y movía su culito para que esa polla le entrase entera.

  • Te voy a partir el coño putita.

Oliver se sujetó con fuerza a las caderas de la chica y le dio con todas sus fuerzas. Esta terminó cayendo sobre el colchón y Oliver se subió sobre ella y le dio todo lo fuerte que pudo hasta que se vació en ella.

  • Síii, asiii, lléname, lléname, rómpeme entera, rómpeme.

Oliver se dejó caer junto a Magdalena y los dos se quedaron dormidos.

Poco más de dos horas después Oliver despertó con la boquita de la niña en su polla. Él la sujetó por las caderas y puso su coño en la boca. Ese sesenta y nueve fue maravilloso, Oliver chupaba y sorbía ese coñito que regaba su cara con sus deliciosos jugos y macarena sorbía y chupaba esa polla follándola con su garganta. Sobre las tres de la mañana quedaron exhaustos y se durmieron bien pegaditos.

Al día siguiente Oliver descendió sigiloso por el cuerpo de la chica, llegó a sus pechos, los lamió. Siguió bajando hasta su sexo. Lo recubrió con sus labios y con su lengua, lo absorbió como si quisiera apoderarse de él. Lo adoró con su lengua hasta que recibió su premio. Volvió a ascender y besó a Macarena con dulzura.

  • ¿Puedo volver a llamarte?
  • No dejes de hacerlo. Me voy a la ducha.

8

Cuando Macarena se marchó, un gran vacío quedó en la casa. Pero Oliver tenía que seguir. Hoy era el día, así que tenía que estar despierto. Se duchó, se puso su traje negro de lino, su camisa blanca. Buscó en su cajón secreto y bajo llave su Smith & Wesson MP9 y la guardó en su espalda. Montó en la furgoneta y salió raudo hacia el aeropuerto. Al llegar aparcó en un sitio generoso, buscó el cartel, “señor Smith” y se puso en la salida de vuelos recién llegados. Tres hombres corpulentos, morenos y sin equipaje se le acercaron.

  • ¿Oliver?
  • Si, soy yo. ¿Smith?
  • El mismo, ¿vamos a ver la mercancía?
  • Por supuesto, monten en la furgoneta.

Oliver llevó a los tres hombres a la nave.

La rubia ahora más sumisa estaba en su jaula, de pie, con su culo ofrecido por unos cortes en las barras.

La morena estaba en el artilugio que había preparado Dona. Atada a esa especie de silla. Su culo expuesto, su boca con la mordaza expuesta y si se la izaba un poco, su coño expuesto también.

Marina estaba sujeta a la camilla desmontable y su cabeza pendía de esta. Su boca estaba abierta por la mordaza y su culo y su sexo, totalmente expuestos.

La pelirroja que era la más nueva, estaba atada del techo, con una mordaza con agujero en la boca y atada al suelo y al techo.

Oliver había desaparecido.

Los tres hombres entraron en la nave. Se dieron un paseo por ella observando a las chicas.

  • Aquí falta un chico, dijo el señor Smith, que parecía el jefe.
  • Lamentablemente se nos fue la mano.
  • Bueno, no importa. Por estas cuatro te doy doscientos cincuenta mil, están bastante deterioradas y a una le falta un pezón.
  • ¿Qué dices? Menos de medio millón, nada. Nunca has tenido mejor material entre tus manos.
  • Joder Dona, no puedo tanto, te doy cien mil por cada una y no puedo darte más.
  • Vale, lo veo bien.
  • Bueno antes de pagarte he de probarlas.
  • Estás en tu derecho.
  • Ahmed, prueba la estrechez de las chicas. Todos los agujeros.

Ahmed, bajó sus pantalones y un pedazo de porra de más de treinta centímetros, quedó colgando por debajo de su camiseta. Se acercó a la morena, le metió la polla en la boca hasta la arcada.

  • Bien jefe unos catorce centímetros hasta la garganta.

Se dio la vuelta, se embadurnó la polla con lubricante y se la metió en el culo. Mientras la morena chillaba, él avanzaba en ese estrecho agujerito.

  • El culo se lo come entero, está bien dilatado.

Oliver subió la silla para dejar expuesto el coño de la morena. Ahmed metió su polla en el coño, hasta que la morena abrió mucho los ojos.

  • El coño justito, se come tres cuartos.

Rápidamente fue donde la rubia. Abrió la puerta de la jaula y la dejó salir. Esta se dejó caer de rodillas al suelo y sujetando la polla con las dos manos se comió más de la mitad, atravesando su garganta.

  • Esta está dispuesta y la come muy bien.

Ahmed le dio la vuelta, volvió a embadurnar su polla y se la metió en el culito.

  • Entera, se la come entera.

Se tumbó en el suelo y dejó que la rubia se empalase. Esta llegó hasta el final de su polla y empezó a botar sobre ella.

  • Menudo putón, también se la come entera.

Ahmed quería quitarse a la rubia de encima, pero esta no estaba dispuesta a perderse esa polla. Tuvieron que acudir sus dos amigos para quitársela de encima.

Ahmed se acercó a Marina, le metió la polla en la boca y esta solo pudo acoger poco más que el capullo.

  • Boquita cerradita, imagino que como todo lo demás.

Marina sujeta a la camilla creía que se iba a ahogar. Ahmed se puso delante de la camilla y metió su polla en el coño de Marina. Para su sorpresa entró entera. Luego hizo la misma operación con su culo y también le entró entera.

  • Jefe, si no lo veo no lo creo, me entró entera.

La pelirroja estaba atada al techo y al suelo, Oliver la fue bajando hasta que sus rodillas tocaron el suelo. El hombre metió su polla en la boja y vio como traspasaba su garganta y desaparecía entera dentro de esa boca.

  • Joder jefe, creo que es la segunda que se la come entera. ¿Puedo follármela?
  • Puedes, puedes.

Ahmed acarició las grandes tetas de la pelirroja, mientras su boca se tragaba toda su polla. Le pellizcaba los pezones y traspasaba su garganta dejando su polla ahí adentro. La pelirroja se quedaba sin aire y de su coño destilaba gran cantidad de flujo. Dejó que la cadena se destensase del todo, tumbó a la pelirroja sobre el suelo, agarró sus caderas y le clavó la polla hasta el final. Le dio con ganas, pero aún le quedaban más ganas. La pelirroja bañaba su polla una y otra vez. Ahmed quería su culito, le quitó la mordaza y le dio la vuelta, le puso en cuatro y apuntó al agujerito. Escupió copiosamente sobre él y fue entrando en ella despacio.

  • Despacio cabrón, despacio que me rompes, me vas a desgarrar.

Ahmed seguía entrando y saliendo despacio, conquistando centímetros en cada empuje hasta que consiguió tocar con sus huevos el culito de la pelirroja. Le palmeó el culo con fuerza y salió de ella despacio, otro palmeo y volvió a entrar. Así estuvo varios minutos, la pelirroja gemía y las lágrimas cubrían sus ojos. Ahmed aceleró un poco el ritmo, otro poco más. La pelirroja tenía los ojos en blanco, su coño era una fuente.

  • Siii así que rico, que rico. Dame, dameeee

Ahmed, ya no aguantó más y le dio con todas sus fuerzas hasta llenar los intestinos de la pelirroja con su semen. Esta, con los ojos en blanco, se volvió y le dijo.

  • Soy tuya, haz conmigo lo que quieras.

Oliver montó a todos en la furgoneta y los llevó a la zona privada del aeropuerto, ahí un avión los esperaba.

Al volver llamó a Macarena y quedó con ella para el día siguiente, esa chiquilla le había robado algo.

Dona volvió a su casa donde Claudio la esperaba en la piscina. Desnudo, tumbado en una hamaca, esperó que Dona se acercase. Se irguió sobre la hamaca y desabrochó la falda de Dona. Se la acercó y cogió la polla por la base, se la acercó a la boca y empezó a chuparla mientras con su mano le acariciaba el culito. Su dedo se coló raudo hasta el fondo y Dona suspiro mientras mecía su pelvis arriba y abajo. Claudio tumbó a dona en el suelo de la piscina y dejó que su polla la penetrara hasta el fondo, sujetó con fuerza su polla y empezó a cabalgar sobre Dona. A la vez que la cabalgaba se masturbaba hasta que un fuerte chorro salió de su polla descendiendo entre sus piernas. Se besaron y rieron.

Continúa la serie