Serie erótica: Carolina y yo: su cornudo sumiso

6 capítulos

Carolina y yo I: su cornudo sumiso

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Ella me había dicho que las suyas eran estar con dos tíos fornidos, fuertes y bien dotados que la trataran como una verdadera hembra en celo, que la poseyeran y la rindieran como una hembra que claudica ante el poderío de dos machos, rindiéndose y ofreciéndose a ellos para ser follada por los dos, en canal.

Carolina y yo II: su cornudo sumiso

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La cadenita que ella lleva en el cuello ayuda mucho, porque cuando alguno le pregunta de qué es, qué cierra esa llavecita, ella le confiesa sin ningún pudor al que se lo pregunta, qué es la llave del cinturón de castidad del cornudo de su marido.

Carolina y yo III: su cornudo sumiso

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Porque la única vez que la penetro es cuando su macho habitual no está disponible, porque está de viaje y ella se encuentra muy cansada para salir a ligar por ahí, y entonces me sienta en una silla con mi polla dura, levanta la pierna, se la coloca y se clava de golpe, quedándose allí cara a mí pero quieta, sentada sobre mis muslos, penetrada pero sin moverse.

Carolina y yo: su cornudo sumiso IV

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Porque además para ella mi polla es un faro señero, una luz que la ilumina, porque cuando tiene un día malo, está triste o no viene su macho a follar con ella, con sólo decirme "cornudo" se me pone dura, y ella al sentirse así de deseada, de querida, se consuela mirando como yo, desnudo en medio de la sala, permanezco de rodillas con mi polla enhiesta para que se consuele al saber que siempre hay y habrá, un hombre que la desea.

Carolina y yo: su cornudo sumiso V

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Porque en mi contrato de cornudo sumiso tengo prohibido que le bese o toque sus tetas sin pedirle permiso, porque dice que son el signo de omnipotencia sobre mí, por lo que siempre que aparece ante mi con sus tetas desnuda, me he de hincar de rodillas para rendirles pleitesía y devoción.

Carolina y yo: su cornudo sumiso VI: Contrato

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Y después de arrodillarme ante la polla que me había hecho cornudo y darle las gracias con besitos y diciéndole que estaba muy agradecido por lo feliz que me había hecho al hacerme cornudo, ella me ha cogido de la mano, me ha levantado y me ha llevado a la mesa de la cocina. Me ha mostrado un manojo de folios y me ha dicho que firme al final de ellos, sin leer.