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Los viajes de Don Antón

Los viajes de Don Antón

Esta narración me fue enviada por un amigo para que se las contara a ustedes y está con algunos arreglos nada más de escritura, todo lo demás es verídico, por lo menos así me lo dice mi amigo Antón

Querida Ximena, quiero contarte parte de mi historia, para que tu le des la forma que quieras y la narres en tus relatos.

Tengo 48 años. Un físico nada excepcional. Soltero, con familia que vive retirado de donde yo vivo. Como puedes ver, algo muy típico de un hombre solo. Tengo un buen trabajo. Poseo un automóvil, con el que salgo a pasear cuando me siento aburrido. A veces me dirijo a otras localidades, para conocer. Y fue en uno de estos viajes en que empieza todo.

Iba por la carretera, ya saliendo de la ciudad, cuando diviso unas escolares haciendo autostop. Me detuve, y me pidieron que las acercara a sus hogares. Distante unos 20 Km., de distancia. Total como exactamente tenía que pasar por allí, nada me costaba llevarlas.

Subieron, y se acomodaron en sus respectivos asientos. Eran muy agradables, tanto para conversar como de aspecto físico. Sus edades no sobrepasaban los 17 años.

Macarena, una rubia muy bien hechita, y que de seguro, cuando creciera sería toda una belleza. Yasna, también rubia, que nada tenía que envidiar a Macarena. Y por último Karina. Era morena, ojos verdes, con unos senos que ya dejaban ver la figura que sería el día de mañana.

Todas hablaban de golpe y cada cual quería contar su historia, a su manera, hasta que tuve que ir poniendo orden en lo que les preguntaba.

Macarena, vivía con sus padres y dos hermanos mayores. Esta fue la primera en descender del viaje.

Luego le toca el turno a Yasna. Ella vivía también con sus padres y unos tíos. Todos en la misma casa.

Por último le toca el turno a Karina. Vivía, casi al final de aquel villorrio, en unas casas apartadas de la parte central de aquel pueblo. Por lo que debí, apartarme de mi camino para acercarla mas a su hogar.

Casi todas ellas se despidieron de un beso, en mi mejilla, de agradecimiento, por haberlas acercado a sus hogares. Dentro de la conversación que tuve con ellas, quise saber mucho de como vivían, que hacían cuando llegaban a casa, y si siempre, hacían autostop.

Me contaron que casi nunca lo hacían, pero que ahora se les había hecho tarde y por ello no sabían cómo llegar luego a sus hogares para que sus padres no se preocuparan.

Además, me contaron que les gustaba bailar, y que a veces en su pueblo hacían bailes en donde iban con sus amigos. Y que allí, a escondidas de sus padres, sacaban sus cigarrillos y fumaban a escondidas, o cuando no también a escondidas, sacaban de sus escondites o mandaban a un ingenuo amigo a comprar cervezas.

Como te darás cuenta, bastante despiertas estas muchachitas.

Bueno el caso es que les dije que si querían al día siguiente las podría llevar nuevamente. A lo que me respondieron que sí, de inmediato. Total les había infundido, bastante confianza.

Al día siguiente, sabiendo que me las encontraría, llevé preparada una cerveza, con un adormecedor, para ver qué resultaba de ello. Pero, era mejor cambiar de vehículo, para no dejar huellas. Por lo que, le pedí a un amigo que cambiáramos auto, por esa tarde, él estaba feliz, puesto que el mío es mucho más nuevo.

Ya con todo preparado, me dirigí, aproximadamente a la hora en que ellas estarían en la carretera, esperándome.

Al llegar al lugar, solo estaban, Macarena y Karina.

¿Qué pasó con Yasna? Les pregunté.

¡Ella no pudo venir a clases, pues se sintió mal del estómago! Me respondieron.

¡Bueno, entonces, las llevo a ustedes dos! ¡Suban!

Emprendimos el viaje, conversando sobre cosas del instituto. Me hacía el interesado en sus calificaciones. En el trato de ellas con sus padres, en fin cosas así, para que me tuvieran confianza.

Aquella tarde sus padres debían estar en el instituto me contaron, pues tenían reunión de apoderados. Karina me contó que sólo su madre había ido a la reunión, ya que su papá, había salido de viaje.

¿Y hasta qué hora es la reunión? Les pregunté, medio nervioso por la oportunidad, que se me presentaba.

¡Siempre las reuniones son hasta las 9 de la noche! Me dijo Macarena.

Mentalmente sacaba cuentas. Son las 6 de la tarde, tengo como tres horas para poner en ejecución mi plan. Y además, en que llegue la mamá de Karina a casa, es otra media hora. Tiempo suficiente.

Faltaba poco, para llegar a su pueblo. Pero pensándolo bien, me dije, que era mejor hacerlo con una bien que con dos a medias. Por lo que al pasar por el pueblo, deje a Macarena, sin problemas. Luego de bajar del automóvil, proseguí el viaje con Karina.

Al cabo de unos minutos le dije:

¿Te apetece una cerveza?

Me miro y me dijo: ¡Pero mi mamá! ¿Qué dirá si me encuentra el olor a cerveza? ¿Y quién se lo dirá? ¡Yo por lo menos no la conozco, así que por mí no temas! ¡Además, de aquí a que llegue tu mama el olor ya se habrá pasado!

Considerando todo ello, me dijo que bueno.

¡Pero, le dije, estacionaremos en ese camino lateral para que no te vayan a ver!

Y doble a mi derecha entrando por un camino que, ya había inspeccionado, y sabía que por allí nadie pasaría. Era totalmente solitario. Saqué la cerveza de donde estaba y la abrí. Se la pasé. Y se dio a beberla.

Mientras lo hacía, le preguntaba cosas triviales, como hacia dónde llevaba este camino, si vivía mucha gente en este pueblo, que si tenía novio, en fin, cosas que mientras esperaba que se produjera el efecto deseado, la hicieran que me tuviera más confianza.

Al cabo de unos 5 minutos, noté que ya se estaba produciendo el efecto. Bostezaba. Luego sus párpados se le hacían cada vez más pesados. Para no despertar sospechas de mis intenciones, bajé del automóvil, y le dije que caminaría mientras ella terminaba la cerveza. Y la vi mirarme, mientras me alejaba.

Pasados 5 minutos mas, volví y allí estaba ella, totalmente dormida. La cogí en mis brazos, y la llevé al asiento posterior. La tendí a lo largo y me di a acariciarla. Era exquisita. Sus pequeños senos se dejaban ver por debajo de su blusa. Levanté su falda y vi sus magníficos muslos. Al levantarle aún más la falda, asomó su calzón blanco, con figuritas.

Tomándolo del elástico se lo bajé. Luego abrí su blusa, y levanté su sostén, también de color blanco. Quedaron a mi vista sus dos tetitas deliciosas, que bajando mi cabeza, me di a besar con furor. Mientras lo hacía, con una de mis manos, acariciaba su montecito de Venus, abriéndole sus labios vaginales, e introduciéndole muy suavemente mi dedo medio, hacia su interior.

Decir que era una exquisitez, sería poco decir. Era una cosa maravillosa, sentir ese cuerpo totalmente entregado a mí. Mi pene estaba totalmente agitado, bramaba por entrar en esas carnes vírgenes. Mi dedo entraba y salía de aquella conchita virgen. Lo introducía hasta que llegaba a tocar la delicada membrana de su himen, pero no quería romperla aún. Quería que ese privilegio fuera de mi miembro.

Y de tanto acariciarla, sentía que ya era hora de que conociera a quien sería su dueño. Colocando una de sus piernas sobre el respaldo del asiento delantero y la otra a lo largo del asiento en que se encontraba, me ubiqué en medio de ella. Con mi mano libre, pues la otra sujetaba su pierna en el respaldo, tomé mi pene y lo llevé a la abertura de su vagina. El contacto fue un golpe eléctrico para mí. Sentía la tibieza de su vagina rodeándome la punta del pene. Y me di a empujar delicadamente. A cada embestida, lograba entrar un centímetro más. Ella, entre sueños se quejaba, pero nada más hacía.

El roce de las paredes de su vagina en mi pene era embriagador, era tan calentita. Hasta que no pudiendo más, empujé de una sola vez, y sentía cuando su delicada membrana cedió a mi empuje. Y victorioso, mi pene se abrió camino entre aquellas delicadas paredes.

Entre sus sueños ella gimió con dolor, pero ello no le hizo despertar, seguía sumida en sus sueños placenteros, tanto para ella como para mí. El ir y venir, era encantador. A cada embestida, llegaba más adentro de Karina. Ya mis vellos púbicos rozaban la entrada a su vagina. Sentía que la punta de mi pene llegaba a su matriz.

Entraba y salía cada vez más rápido. Quería llenarle su matriz con mi semen. ¡Aaaaaahhh… qué cosita más rica… qué apretadita…uuuhhhhmmm… eres tan ricaaaaa… vas a quedar llenita de mi semen… para que siempre me recuerdes… ooooohhhhhh!

Y ya soltando su pierna sobre el respaldo, la cogí de sus nalgas y la empujaba contra mí, para llegar cada vez más adentro… quería traspasarla, quería meterme dentro de ella.

El meter y sacar de su conchita apretadita, era tan delicioso. Esa suave caricia de sus paredes con mi pene me hacían gozar como nunca. Y ya no pudiendo aguantar más, y empujando con todas mis fuerzas dentro de ella, solté mi descarga.

¡Aaaaaaaaaahhhhhggggggg… qué riiiiiiica… tómala toda mi amor… es toda tuya… gózala para ti… qué apretadita… te lo tengo todo adentro… recíbela para tiiiiii… aaaaaaahhhhhhhhhgggggggg… uuuhhhhhmmmm!

Ya con mis descarga en su interior, saqué mi pene de su vagina. Éste traía los restos de semen con sangre de su virginidad. Y subiéndome sobre ella, acerqué mi pene a su boca y abriéndosela, se lo introduje y comencé a moverme para dejar en su boquita también mi semen con su sangre. Luego de ello, me di a la tarea de arreglarla.

Limpie su vagina de los restos de semen que allí quedaban, para luego subir su calzón, luego bajé su sostén, y abroché su blusa. Después la tomé en mis brazos y la ubiqué en el asiento delantero, en donde estaba.

Posteriormente, me fui de nuevo a caminar y a pensar en la rica cogida que le había hecho a Karina. Cuando volví estaba recuperándose del sueño.

¡Parece que me quedé dormida! Sólo atinó a decir. ¡Así parece! Le respondí. ¡Ya debemos irnos, para que no vayas a llegar tarde a casa, y no te vayan a reprender!

Y saliendo de aquel paraje, nos dirigimos hacia donde la debía dejar a ella.

¿Te sientes bien? Le pregunté. ¡Si! ¡Un poco adolorida nada mas! ¡Parece que me hizo mal dormir así tan doblada en el auto! Me dijo. ¡Ya se pasará! Le dije cínicamente. ¿Mañana te paso a buscar? ¡Si no es molestia para usted! Me respondió. ¡Ninguna molestia! ¡Al contrario, es un agrado el hacerlo.

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