Capítulo 4

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Manolon IV

Después de un profundo sueño reparador, Manolo y Desirée se despertaron sobresaltados por el ruido de los camiones. Volvían a la realidad. Ahora recordaban la noche de sexo y placer que se habían dado.

Fueron a desayunar al bar del área de descanso de la autopista y allí se encontraron a Fernández que reponía fuerzas.

– ¿Qué vas hacer ahora? preguntó Fernández a la chica.

– No se, quiero buscar trabajo en un hotel de la costa – contestó.

– Yo voy a Marbella, si quieres te llevo.

Después de desayunar Fernández y Desirée se despidieron de Manolo, éste de iba a cargar fresas a Huelva y la nueva parejita se marchaba a la costa del sol.

Después de cargar el camión de fresas Manolo volvió a Francia.

Antes de pasar la frontera se detuvo en la última área de descanso de la autopista. Había oído por la emisora del camión que en Francia los agricultores asaltaban a los camiones españoles que iban cargados de frutas y hortalizas y tiraban toda la carga al suelo. No sabía que hacer. Como las señales de alarma habían descendido decidió continuar su camino hacia el mercado de Lyon

Pasó la frontera después de cenar pues pensó que por la noche habría más tranquilidad.

No había recorrido más de 100 kms. cuando en un recodo de la autopista tubo que clavar los frenos del camión para no tragarse una cola de coches que estaban parados.

Al frenar tan bruscamente el camión culeó y se fue a la cuneta. La cabina quedó sobre el asfalto y la caja en la cuneta y la puerta del furgón mirando a la montaña. El camión no recibió ni dio ningún golpe.

Cuando paró el camión y Manolo se pudo relajar empezó a cagarse en todos los gavachos y en toda su familia.

Saltó de la cabina echo una furia pero antes de que se pudiera darse cuenta estaba rodeado de más de un centenar de campesinos galos.

En un momento le inmovilizaron, le ataron las manos a la espalda y lo apartaron del camión.

Empezó a revolverse como un toro y a gritar como un poseso pero lo único que consiguió fue que le pusieran una mordaza en la boca y le ataran los pies y lo dejaran en el suelo a unos diez metros del camión.

En un momento el resto de los campesinos abrieron la puerta de atrás del furgón y empezaron a sacar y tirar cajas de fresas a la cuneta.

En cinco minutos todo acabó. Toda la mercancía que llevaba estaba esparcida por el suelo, él estaba atado en la cuneta y los coches volvían a circular, aunque lentamente.

De pronto un coche se paró. Era de matrícula de Sevilla. Era una pareja joven. Se dirigieron hacia Manolo. Se presentaron

– Hola, soy Emilio y ella es Puri, hemos visto lo que te han hecho estos cabrones. ¿Si te podemos ayudar en algo? – dijo el recién llegado.

Mientras el joven hablaba, la chica desataba a Manolo que estaba llorando de rabia.

Una vez desatado y apoyado en la chica Manolo se dirigió a revisar el camión. La caja estaba vacía todas las fresas rodeaban al camión.

Pasando por encima de la cajas entraron dentro del furgón. Manolo continuaba llorando y maldiciendo a los gavachos. Mientras Puri lo intentaba calmar con palabras tiernas y amables.

De pronto y sin saber como los labios de la Puri y Manolo se encontraron. La lengua de Manolo entró con rabia dentro de la boca de la chica. Sorprendida y apasionada la chica le respondió.

Los dos empezaron un morreo que era más una lucha de lenguas que un galanteo.

La temperatura de la pareja subió rápidamente. Pronto tuvieron la necesidad de desnudarse. La ropa les sobraba.

Sin necesidad de separar sus labios la pareja se desnudó en un santiamén. Las manos de la chica empezaron a recorrer el inmenso cuerpo de Manolo todo lleno de pelos. Todos estos descubrimientos provocaron los primeros suspiros de satisfacción de la chica

Cuando las manazas de Manolo estrujaron el cuerpo de la mujer contra su inmensa humanidad provocaron el primer grito de sorpresa y de placer al notar como se clavaba el gran vergón en su delicado vientre. Vergón que todavía ni había podido ver pero que notaba que era muy grande.

Las manos de la chica fueron a buscar las tetillas de Manolo y tras las manos la lengua y los labios. El hombre rebufó como un toro en celo.

Puri se arrodilló y por fin pudo contemplar el tesoro de Manolo. Primero lo estudió. Era más grande y grueso que el de su pareja. Y la cabeza estaba tan roja que tiraba a morada.

Primero lo recorrió con la lengua y luego quiso introducírselo en la boca pero no pudo. Solo le entró el glande, el resto tubo que acariciarlo con las manos igual que sus grandes y peludas bolas.

Mientras los labios de Puri apretaban la base del glande y su lengua le hacía cosquillas en la punta de su capullo conseguía que su hombre aumentara aún más sus erección.

Sus manos no estaban paradas. Recorrían sus glúteos, los amasaban, estrujaban y al final separaban para que unos dedos atrevidos acariciaran su ano.

De golpe el hombre agarró a la chica por las axilas y la separó de su cuerpo. Como continuara así pronto acabaría y aquello tenía que durar más.

Recostó a la chica sobre las fresas que quedaban en el suelo del furgón. Primero acarició sus pequeñas pero firmes tetas, luego chupó y lamió sus pezones.

Mientras sus manazas acariciaban su sexo. De pronto se cambiaron las tornas, las manos de Manolo volvieron a los pechos y su lengua se fue al coño de la chica que estaba a punto de alcanzar un tremendo orgasmo.

Los ojos de Manolo se fijaron en una fresa, la cogió y mientras se la introducía en la vagina, con su lengua le castigaba el clítoris.

Aquello era lo nunca visto para Puri, se desfondó y empezó a orgasmar como una loca.

Al abrirse las compuertas vaginales, la fresa se recubrió de los jugos de la mujer y abriendo al máximo los labios vaginales la boca de Manolo se tragó la fresa que cerraba el coño que ahora quería penetrar.

Manolo estiró los brazos, levanto su torso y colocó su querida polla a la entrada de aquel estrecho coñito tan delicioso. Lentamente fue penetrando.

Cuando más la penetraba a Puri más le faltaba el aire. No sabía si podría resistirlo, aquel vergón la rompía por dentro. No era novata, había tenido varias experiencias con diferentes hombres pero aquello era demasiado para ella.

A Manolo la estrechez de la chica también le sorprendió. Cuando más le apretaban la polla más dura se le ponía.

Empezó un lento y gustoso mete saca. Se apoyaba con sus codos para no aplastar a la chica. Cuando más concentrado estaba en su follada, unos dedos le fueron a buscar su culo.

Aquello si que era nuevo para él. Como mucho algún dedo había acariciado su ano pero ninguno lo había penetrado como ahora estaban intentando hacer.

No quería que le dieran por el culo pero como su polla estaba prisionera por aquel coño tan estrecho no se podía zafar.

Al revolverse para sacar el dedo que tenia metido en el culo provocó un suspiro de placer en su chica. Relajó su ano y se centró en su falo.

Emilio, hasta ahora espectador de la follada de su chica con el camionero había decidido participar también en la fiesta. Al notar que el ano de Manolo se relajaba lo penetró con un segundo dedo y luego con un tercero.

Para lubrificar el culo no se le ocurrió otra cosa que hacer lo mismo que el camionero había echo con su chica. Le encasquetó una fresa en el ano y con su lengua la fue sacando y se la fue comiendo.

Aquellos lametones en su culo le gustaron, nunca se los habían echo. Estaba gozando como un enano. Su orgasmo se acercaba y estaba que quería soltar toda la mala leche acumulada poco antes.

Cuando iba a explotar una polla lo penetró sin avisar. Bramó como un toro herido. La leche que tenia a punto de soltar se paró. Tenia toda la leche en la polla con lo que esta había aumentado todavía más de tamaño.

La chica chillaba de gusto. Emilio soplaba de placer al descubrir un culo virgen para su verga que si bien era más pequeña que la de Manolo tampoco era despreciable.

Manolo se derrumbó sobre la chica, no podía aguantar ni su propio cuerpo.

Los empujes de Emilio desde atrás provocaron, por fin, el orgasmo de Manolo, un orgasmo muy lento y muy duradero, se vació como nunca, quedó exprimido y cuando dijo que no podía más, entonces Emilio le soltó toda su leche en su interior.

El trio se derrumbó y se quedó un buen rato quieto. Cuando recobraron las constantes normales, los dos hombres se acordaron de la chica, esta todavía estaba flotando en un mar de orgasmos.

Lentamente se vistieron y cuando saltaron de la caja del camión vieron llegar a los gendarmes. Los tres tenían unas caras muy serias y cansadas que los gendarmes atribuyeron al asalto de los campesinos.

Los gendarmes les tomaron declaración y les obligaron a despejar la autopista a continuar su camino, no se podían estacionar en aquel lugar.

Sin despedirse se fueron cada cual a su vehículo y reanudaron la marcha.

Manolo aparcó en la primera zona de descanso que encontró. Quería dormir, olvidarse del asalto y recordar su último gran polvo

Continuará…

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