La primera orgía de mi esposa y mia
Mi nombre es Eduardo, tengo 28 años, soy abogado, casado, no soy muy alto ni muy acuerpado, aunque hay amigas que no me encuentran feo, no me siento el más tumbalocas.
Vivo en Bogotá, tengo que confesar algo, en estos momentos soy adicto al sexo, me encanta.
Esto último, tal vez porque tuve una juventud un poco reprimida, además que no tuve mayores experiencias juveniles, me pajeaba constantemente a mis 17, cuando oía lo que contaban mis amigos de colegio, según ellos habían hecho cosas que los relatos publicados en esta página serían cuentos, pero no importa hoy en día, he logrado acumular suficiente experiencia y descubrí que me encanta el sexo, sobretodo, me encanta el voyerismo, la infidelidad consentida, las orgías, el intercambio de pareja, y otras cosas por el estilo.
Voy a comenzar por contarles alguna de mis historias. La primera Orgía de mi esposa y Mía, todo es 100% real, tan real que quedó un artículo periodístico del asunto.
Como en Bogotá, el alcalde impuso una medida que se llama hora zanahoria, en donde los bares de la ciudad deben cerrar a una hora relativamente temprana, me fui para una ciudad cercana, que se llama Chía, en donde no opera este tipo de restricciones y uno se la pasa de maravilla.
Fuimos con mi esposa, ella se llama Carolina, iba vestida de forma espectacular, usa pantalones que acá en Colombia se llaman descaderados, pero a mi me gusta que sean bien bajos en la pelvis, usaba las tiras de una tanguita que compramos en Miami (que es diminuta, la parte de atrás es un hilo que se une a las tiritas) afuera, que se puedan ver por encima del pantalón (bueno, debo aclarar que el pantalón lo recortamos para que quedara más bajo de lo normal), una blusa de tela militar que escasamente le tapan sus preciosas tetas, bien maquillada.
Habíamos dejado las argollas en casa, pues no queríamos que los posibles amigos de la noche se sintieran tímidos al sentir al esposo cerca.
Al llegar al Bar, no podemos evitar sentir todas las miradas de las personas cerca, la verdad es que la ropa de mi esposa es muy llamativa y por eso todos la miran, las mujeres se burlan, se hacen ojos de desaprobación entre ellas, se miran con escándalo, pero que va, no nos importa, a mi esposa ya poco le importa y antes bien, disfruta viendo como se escandalizan las mujeres. Los hombres por el contrario la miran y dicen cosas morbosas, que yo atento leo en sus labios y le cuento a mi mujer.
Normalmente salíamos en este plan y nunca pasaba nada, yo simplemente le contaba las cosas que oía o que leía en los labios de los otros, y hacíamos el amor con pasión pensando en esas cosas.
Un día oyendo una emisora juvenil, estaban hablando de las orgías, ella me dijo que ya que nos gustaban las cosas arriesgadas, porqué no hacíamos una orgía. Yo de inmediato acepté.
Tengo que contar adicionalmente que siempre nos ha gustado hacer cosas extravagantes, como hacer el amor en público, en bares, en piscinas, en la playa, en un balcón a la vista de todos, etc… pues ese día me pareció de maravilla que pudiéramos hacer algo más. Y cumplir con esa fantasía.
Ella comenzó a bailar conmigo, le encanta la música electrónica, el trans, música brasilera, etc…. ese día bailaba haciendo gala de su mayor sensualidad.
Alzaba los brazos, consciente que eso dejaba al descubierto parte de sus tetas, se agachaba como para que se pudiera ver mejor su culito, pues el pantalón, como ya lo he explicado, lo recortamos para que a nuestro juicio quedara mejor.
Un muchacho, que supuso que éramos pareja, aunque no teníamos argolla, pues llegamos juntos, me pidió permiso para bailar con ella. Yo le dije que sí y salieron a la pista.
Él comenzó a decirle cosas al oído, que yo sabía que Carolina me contaría después, y ella se reía y hacía gestos amables de que no.
Se acabó la pieza y ella volvió a la mesa, en donde yo tenía una botella de ron, para que Carolina se desinhiba del todo, nada hay mejor que el ron. Yo le ofrecí un trago, y le pregunté que qué le había dicho?
Ella me contestó que él le había dicho que le había encantado desde que llegamos, que yo quien era, que si era su novio o qué (yo le pregunté que qué le había contestado) ella le dijo que yo no era nada, solamente un amigo, que si podían ser novios, ella le dijo que no, que no le interesaba tener un novio pues eso le quitaba libertad.
Yo salí a bailar con ella, y me acerqué a la mesa donde estaba Mario y sus amigos, que así se llamaba el muchacho, y le ofrecí una panorámica del culito de Carolina, al tiempo que enredada mis manos entre las tiritas de la tanguita y le pedí que la acomodara sensualmente, ella lo hizo, enredó sus finos dedos en las tiritas que eran de esas de amarran, y bailando y a la vista de todo el mundo, las desamarró, las subió un poco y las volvió a amarrar más apretado, lo que hizo que se entreviera que en la parte de adelante, la chochita estuviera cubierta por un pequeño triangulito de tela brillante y atrás que no era nada, que su culito estaba a descubierto y protegido por un débil hilito que se metía entre sus glúteos.
Yo le dije que le calentara mucho más, a ver qué pasaba y que se dejara tocar, que le provocara mejor dicho que le manosearan.
Mario se volvió a acercar y la sacó a bailar, era música trans, por lo que ella se movía sensualmente, le dio la espalda y le tomó de la mano, y la puso encima de su barriguita descubierta, adornada con un hermoso piercing que le sienta de maravilla.
Ella se veía que ya estaba excitada. Después le bailaba de frente y arqueaba la espalda y alzaba los brazos, consciente del efecto que surtía esa posición en su blusita, dejando al descubierto la parte inferior de sus tetas.
El intentó darle un beso, y ella sin querer desvió la cara, pero para remediarle se puso de nuevo a bailar de espaldas a él y le sobaba de arriba abajo la verga de Mario y dejó que le diera todo tipo de besos con lengua detrás de sus orejas, de su cuello y de sus hombros. Le bajo la manó más debajo del ombliguito, sin llegar a tocar su chochito.
La imagen era supremamente erótica, pues ella sabía como bailar. Todos los del bar me miraban y los miraban, se reían de mí pensando en que soy un cornudo, pero que va, no me importaba en lo más mínimo. Yo por mi parte lo disfrutaba.
El le dijo algo al oído y ella respondió tal vez, lo sé porque le leí los labios.
Siguieron bailando la siguiente canción y ahora ya se besaban descaradamente. Se veía la lengua de él recorriendo la boquita de mi esposa, y yo parecía sentir los besos que se estaban dando.
Le volvió a decir algo y ella volvió a contestar: tal vez. Supuse que se lo estaba pidiendo.
Ella volvió a la mesa y yo le pregunté de nuevo que le había dicho, ella me dijo que le pidió dejarla ver solamente vestida con la tanguita, y yo le dije, y tu le contestaste tal vez, no? sí, me dijo ella.
Y después, que te dijo, me volvió a preguntar lo mismo y yo volví a responder que tal vez, y la última vez me dijo que si podría algún día quitarme esa tanguita, yo le dije que tal vez.
Bueno, yo por mi parte estaba ya muy caliente, mi pene estaba parado a su máximo esplendor.
Ella me dijo que se lo dejara tocar, lo hizo de debajo de la mesa y comenzó a humedecerse los labios. Yo estaba que explotaba. Me dijo que le dejara dar un beso, que me amaba y me adorada, yo le dije que no, pues si no se perdía el trabajo hecho hasta ahora, ella consintió y él muchacho volvió a sacar a Carolina.
Ella sabiendo que yo estaba muy caliente, resolvió calentarme mucho más. Entonces, comenzó de nuevo el sube y bajo por encima, apretando su culo a la verga del muchacho.
Ya para ese momento, Mario le daba lenguetazos en sus hombros y besos de lengua cuando ella bailaba de frente y le metía la mano por el pantalón, bien sea que estuviera bailando de espaldas (entonces lo metía a la altura de su chochita) o de frente (y le acariciaba el culito), el le dijo algo, y ella asintió con ojos de lujuria y le volvía a hablar y ella contestaba.
Yo estaba tan caliente que ya ni era capaz de leer los labios de ella.
Se volvió a sentar y vi como Mario les decía a sus amigos cosas acerca de la tanga y como les decía a sus amigos que era depilado.
Le pregunté a Carolina, quien me dijo que él le había preguntado que si le gustaba tener la chocha depilada, y que ella le contestó que totalmente, pero que a veces era difícil mantenerla así, pues no había nadie que le ayudara a rasurarse, que la última vez que se había rasurado, el fin de semana anterior, lo hizo con la ayuda de un amigo que también conoció en un bar, él le preguntó que si podía ayudarle a rasurarse y ella le dijo que estaría encantada.
Yo le dije, deja que te meta un dedo. Ella me dijo que no, que todo por encima…. pero inmediatamente me dijo, de verdad quieres que me meta un dedo? Yo le dije que sí, que se dejara hacer lo que el muchacho quisiera.
Ella me dijo que porque no nos íbamos a otro lugar, o que en ese mismo bar había un sótano que era mucho más reservado.
Yo le dije que si quería podríamos irnos los dos, o con Mario…. ella me dijo con algo de picardía que con todos ellos. Los amigos de Mario eran cuatro muchachos más.
Yo le dije, entonces baila no solo con Mario sino también con los demás.
Ella se acercó a la mesa, por sus pasos comprendí que el ron comenzaba a hacer efectos y sin más se sentó en las piernas de uno de ellos, que quedó como bobo viendo que semejante mujer se le sentara en las piernas, la tomó de la cintura y ella le dijo que quería bailar con él.
No habían comenzado a bailar, cuando él ya le estaba metiendo mano y la besaba con pasión, ella cerraba los ojos y se dejaba besar.
Ya para este momento las demás personas se habían percatado de todo esto y no dejaban de mirar con cara de escándalo. Debo comentar que las personas en Colombia (sobretodo en Bogotá) son muy recatadas, a veces exageran y muchas veces ven morboso aquello que no es.
Bueno, cuando mi mujer pasó a bailar con el tercero, quien también le echó mano y ella se dejaba hacer de todo, pues uno de los meseros se me acercó y me dijo que si podía controlar a mi novia, pues los demás clientes del bar ya se estaban quejando.
Yo le dije que no era mi novia y que la verdad no era mi problema, que simplemente se trataba de una amiga que me había pedido el favor de divertirse y que yo la estaba acompañando, pero que si quería que ella parara, que se lo dijera el mismo.
Pues bueno, el mesero se acercó y le dijo algo al oído, ella en lugar de achantarse, le sentó un beso en la boca y le dijo que no pasaba nada, que si no les gustaba que se fueran o que no la miraran.
El muchacho quedó como paralizado, se fue con cara de vergüenza, mientras mi mujer se reía de su travesura. Yo también me reía desde mi rincón.
Fue entonces cuando vino el administrador del bar y nos pidió que o le bajamos el tono al asunto o nos íbamos.
Carolina me dijo que nos fuéramos, yo le dije que si había en el bar algún sitio más reservado (ya sabíamos que había un sótano, pero queríamos que el nos lo dijera), el nos indicó precisamente el sótano (a decir verdad, con la situación económica de este país no se pueden dar el lujo de rechazar un cliente, aunque haga las cosas más inmorales, plata es plata).
Pues nos fuimos todos al sótano, mi esposa, yo, Mario y sus amigos. Yo la verdad me demoré un poco, pues fui al baño, la verdad me quería hacer una paja desde hacía rato y entré a hacer eso.
Cuando me vine dejé chorretones de semen por todo lado, lo que no me importó, incluso quedó un lagrimón cayendo por un espejo. Me salí y dejé que los demás apreciaran mi obra.
Cuando bajé, ella ya estaba haciendo un sanduche, bailando con dos muchachos, quienes la toqueteaban por todos los lados, la besaban, la chupaban, le metían las manos por entre la blusita, acariciando sus tetas.
Cuando ella me vio, me dijo que me acercara, yo vi que Mario estaba masturbándose a la vista de todo el mundo, lo que me emocionó.
Lo mejor, fue cuando el mesero bajó para traernos nuestros tragos, pues mi mujer se levantó la blusa y se le acercó y le dijo: por qué estabas tan bravito, si tu también tienes derecho.
Pues bien, el muchacho se achantó mucho y ella, en lugar de dejarlo ir, lo puso a bailar con ella, y le tomó el rostro y le dio tremendo beso.
El muchacho correspondió el beso, lo que calentó a todos, y le pidieron que se quedara un rato, que le hiciera lo que quisiera, que si se la quería comer en ese momento que lo hiciera, él dijo que no podría, que su patrón estaba arriba y que lo echaría a la calle si lo encontraba en esas.
Lo dejamos ir.
Entre tanto, en otra de las mesas, habían dos mujeres jóvenes, que nos miraban, no estaban nada mal, a decir verdad también usaban jeans descaderados, bien bajos, con unos hermosos topsitos que apenas cubrían un par de apetitosas tetas.
Ellas, al ver que las miraba, me sonrieron, yo sentí valor para ir a hablar con ellas, y me acerqué, me dijeron que teníamos una fiesta de maravilla.
La verdad es que ellas conocían a mi mujer (habían ido juntas a la Universidad) y por ende, sabían quien era yo, eso me avergonzó mucho, para ser sincero, pues confiaba en que nadie nos reconociera. Me dijeron que si se podían unir o que si yo prefería una fiesta para mi solito. Yo les dije que ya regresaba.
Le dije a Carolina y ella me dijo que le encantaría verme gozar a una de esas muchachas o a las dos. Pues volví donde ellas estaban y nos pusimos a bailar.
Bueno, yo un poco más abusivo, les fui echando mano a las dos, y ellas entre risas se dejaban hacer lo que yo quería. Tenían unas tetas formidables, yo soy adicto a las tetas y unos culos de infarto, la verdad es que no tenían nada que envidiarle a mi esposa.
Se llamaban Clara y Martha, yo sin haber terminado de bailar una canción que ahora está muy de moda en Bogotá, las comencé a besar alternativamente, viendo como a mi esposa se la pasaban de mano en mano, y todas le hacían algo.
A estas alturas, mi esposa organizó una rifa, me dijo que tenía ganas de rifar su ropa y que no tendría inconveniente en salir desnuda a la calle.
Pues bien, yo le dije que estaba de acuerdo, pero que no quería perder las tanguitas, pues era un recuerdo de nuestro viaje a Miami. Ella me dijo que bueno.
Mis amigas se presentaron, se reconocieron y se rieron de todo lo que estaban haciendo, y ellas dijeron que también querían participar en la rifa. Ellas también rifarían sus propias tanguitas, no tan espectaculares como las de mi esposa, pero que no estaban mal. Yo le dije que rifara la tanga, pero que hiciera que me la ganara yo.
Así comenzamos, se rifó primero el top de Martha, que se lo ganó uno de los amigos de Mario. Ella no tenía nada debajo, así que quedó con las tetas al aire.
Ella se me acercó, a la vista de mi mujer, para que yo le protegiera su desnudez, y yo se la protegí con mi boca. Mi lengua chupaba sus pezones rosado oscuros, y se los paré de tal forma que parecían pequeños penes queriendo eyacular.
Clara se ofreció para la segunda rifa, y ofreció también su top. Se lo ganó Mario, quien pidió poder quitarlo, lo quitó con la boca, chupando lo que quiso. El broche del sostén era adelante.
Le tocaba a Carolina, quien dijo que rifaría su tanguita, y que quien la ganara se la guardaría, pero que el segundo premio era quien se la iba quitar, pero que se la quitara con la boca.
Ya sabía yo que me ganaría la tanguita, era el convenio, pero no sabía quien se la iba a quitar. Poco a poco nuestra esquina del sótano, a pesar de la penumbra, era la que atraía más ojos.
Efectivamente me gané la tanguita, yo hice cara de sorpresa y de molestia por no ser quien la quitaría. Rifó la quitada y se la ganó otro de los amigos de Mario, con quien ella no había bailado.
Ella se quitó el pantalón sin recato, y se dejó caer en el suelo haciendo movimientos bastante eróticos al ritmo de la música.
Se movía lentamente de arriba a abajo, en redondo, en fin, de todo para que nos arrecharamos y le dijo al muchacho que comenzara a quitarle la tanga, por la forma en que le habló supuse que ni siquiera sabía el nombre ni había hablado con él.
El muchacho se arrodilló y comenzó a tomar con sus labios la tanguita, de la parte media, es decir de la que tapa la chochita, le estaba pegando una mamada a la chocha en mi cara, poco a poco comenzó a apretar, lo que hacía que también apretara el clítoris de Carolina y que ella gimiera de gusto.
Fue bajando el minúsculo pantaloncito y dejó a descubierto una chocha húmeda, rasurada totalmente, como a mi más me gusta, abiertos sus labios, lo que evidenciaba que si le habían metido los dedos en la chocha, en fin, un postre apetitoso, el muchacho se le iba a abalanzar encima y ella lo paró y le dijo que más tarde.
Se quedó totalmente desnuda, a la vista de todo el mundo, sin que le diera vergüenza. Bailaba, a la vista de todos. Siguió la rifa, Martha ofreció también su tanga, con la misma condición que puso Carolina.
Bueno, ella hizo que se la ganara otro de los muchachos, y que la quitada fuera mía. Yo también hice lo mismo que le habían hecho a Carolina, pero con un poco más de atrevimiento.
Le metí la lengua en su huequito, y ella gemía de puro gusto.
Ella me dijo que quería que me culiara ahí mismo, sin más dilaciones. Yo miré a mi esposa, quien me hizo cara de que sí podía.
Pues sin más, me saqué la verga y se la hundí en el huequito, a pesar de que me había hecho una paja menos de media hora antes, no pude más que correrme casi al instante por la excitación en que estaba.
Pero después de venirme, seguí bombeando con fuerza, y cuando volví la cara, vi que mi mujercita era culiada por Mario, quien se la metía y se la sacaba con mucha fuerza, haciendo que ella gimiera ruidosamente.
Clara era empalada por uno de los amigos de Mario, mientras que los otros se pajiaban. Bueno, una vez yo terminé, se acercó uno de los otros y también se comió a Martha.
En fin, todos, éramos cinco, les dimos una buena dosis de verga a las tres muchachas.
Cuando estábamos en eso, bajó el administrador del Bar, que sin decir mas nos echó del mismo.
Vale la pena decir, que las muchachas no tuvieron tiempo de vestirse, así que salieron desnudas a la calle y todas se metieron en nuestra camioneta. Los muchachos se hicieron en el platón y nos fuimos del lugar.
Los dejé en sus casas, a cada uno, tomando en cuenta la dirección de cada una de las muchachas, mientras que Carolina hacía lo propio con los muchachos.
Cuando llegamos a la casa volvimos a hacer el amor, hasta que estuvo bien entrada la mañana, sin importarnos nada de lo que pudiera suceder en el mundo, recordábamos todo lo que hicimos, y nos prometimos nunca más ser tímidos ni mojigatos con respecto al sexo del uno o del otro, desde entonces siempre intentamos conseguir socios y socias que quieran escandalizar y tener sexo del más abierto.
Yo me encargo de las socias, no sin antes hacerles un riguroso examen de aptitudes y ella (Carolina) hace por su lado lo propio.