La celebración

En este mundial los horarios acá fueron nocturnos. Nuestra selección era la excusa para juntarnos los amigos en la Plaza y quedarnos hasta las tantas.

Mi amiga Marta Lourdes (bajita como yo, morena, pelo más largo que yo, oscuro, más delgada y alta, pero con menos pecho) y yo, Olivia, nos reunimos con nuestros amigos para ver ganar a nuestra selección.

A nosotras no nos gustaba mucho el fútbol, pero sí el ambiente que había y cómo se bebía.

Poco a poco nos fuimos metiendo en el ambiente y éramos dos fans más con los goles de nuestro equipo, que con la victoria se metía en siguiente ronda.

Entre las bebidas, las confianzas y el calor que hacía, nos despojamos de nuestras camisetas a mediados de la segunda parte y nos quedamos en sujetador.

Estábamos un poco borrachas y creímos que los tíos no se fijarían porque estaban atontados con la pantalla gigante. Y así pasó durante un rato.

Terminó el partido y comenzó la fiesta. Había sido muy emocionante porque hasta casi el final no marcamos (que entonces nos abrazamos con todo el mundo que se acercaba; todos se abrazaban con todos) y nos bañamos en la fuente y gritábamos y festejábamos.

Cuando miré a Marta vi que su sujetador estaba empapado y se le trasparentaban sus oscuros y pequeños pezones como si no llevara nada. Y su falda corta estaba demasiado arremangada de haber estado sentada y casi se le veía la tanga.

Me imaginé que yo estaría igual que ella y me miré un poco: mi sostén era una talla más pequeño del que debería llevar y se me salía un poco de pecho por los lados. Mis grandes y colorados pezones se remarcaban mucho, incluso las finas aureolas. Y mi falda, aunque no era tan corta como la de Marta, era blanca y ahora parecía transparente.

Entre el alcohol y la alegría no me importó demasiado, y más viendo cómo los chicos (de nuestros amigos, ni rastro) se habían despojado de sus camisetas y había incluso en calzones.

Además éramos muchísimos y era difícil ver algo. Habían otras chicas e iban parecidas a nosotras.

Me sorprendió que Marta se dejara besar por dos desconocidos y que me atrajera a ellos. Ella era muy tímida y la bebida se le había subido demasiado.

A estos dos se les unieron otros dos que se me tiraron encima como locos y me empezaron a acariciar y a apretar cada vez con más fuerza.

A Marta le había desaparecido el sostén e iba con sus tetas al aire, encima de un chico. Su tanga estaba siendo explorada por el otro y se la llegó a apartar. Metió su boca por detrás y yo, que estaba al lado, le vi los pelos de su pubis.

Yo estaba muy nerviosa porque sentí que me jalaban del sujetador y me lo arrancaban. Intenté taparme, pero me sujetaron los brazos y me comieron las tetas dos cabezas. Eso me puso muy cachonda y cuando sentí que me bajaban las bragas me dejé llevar.

Mi almeja rasurada estaba inundada y me hicieron una mamada increíble. No creí que pasarían de ahí, pero cuando vi a Marta arrodillada en la fuente, con la falda en la barriga y chupando una enorme verga a un mulato y siendo penetrada por detrás por un señor de mediana edad, me temí lo peor.

Me dijeron que me arrodillara como mi amiga y como me resistía, me abofetearon y caí al agua. Me arrancaron la braga y me metieron una tranca sin contemplaciones por el ano.

Sentí mucho dolor y grité muy fuerte. El animal no tenía miramientos y seguro que me había hecho sangrar. Y no paraba.

Por suerte, se corrió enseguida. Muerta de dolor, casi ni me enteré de que me estaban haciendo tragar dos vergas.

El siguiente que me tomó por detrás lo hizo por la vagina y me gustó mucho más, haciéndome olvidar del sufrimiento de antes.

Sus arreones me bamboleaban mis pechos, que no paraban de ser magreados. Ya no veía a Marta, pero me preocupaba estar muy rodeada.

Uno de los que estaban esperando su turno, me dio la vuelta y me empezó a besar con frenesí, aunque como estábamos en la fuente, a veces el agua se nos metía en la boca. Yo le pedía que me ayudara a salir de ahí mientras me metía su tranca en todas partes menos por mi vagina, por lo que tuve que ayudarle a acertar con la diana.

Estaba muy caliente al tiempo que asustada, por lo que mis orgasmos eran muy sonoros, gracias en parte a que me masajeaban mis pechos, que son mi debilidad.

Pensaba que estaba desnuda en una plaza pública rodeada de machos y me excitaba mucho…

La verdad es que no oí los silbatos de la policía, que despejó la zona. Los hombres se escondieron sus mangueras y salieron disparados de allí. Pude ver que no era la única completamente desnuda.

Y no sólo porque Marta estaba allí. Se había montado una orgía de escándalo, como luego leí en los periódicos.

No menos de siete mujeres estaban arrodilladas en el agua o sentadas o en el bordillo.

Algún incauto también estaba desnudo y con el culo en pompa… Nos cubrieron con unas toallas y pasamos mucha vergüenza en comisaría, pero como éramos muchos, nos dejaron ir sin cargos.

Marta y yo no hablamos entre nosotras nunca de lo sucedido y nos hicimos las sorprendidas con nuestros amigos cuando comentamos el incidente.

Alguno de ellos podría haber sido uno de los penes anónimos que nos habían violado, pero dijimos que nosotras salimos de allí a buscarles al acabar el partido pero que no los encontramos.

No sé si nos llegaron a creer. Por suerte, no me quedé embarazada, en cambio no tuvo tanta suerte Marta.