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Egipto I

Serie: Egipto

Egipto I

Os voy a contar una maravillosa aventura que me ocurrió en el verano del 2000 y que todavía hoy recuerdo con felicidad y alegría.

Mi nombre es Nuria.

Por aquel entonces tenía 29 años. Soy espeleóloga y me apasiona todo lo relacionado con las antiguas culturas y civilizaciones.

Ese verano, había podido ahorrar algún dinero, y como no tenía compromisos personales ni familia a quien dar explicaciones, pensé que era el momento perfecto para embarcarme en un gran viaje y en pocos días cerré un viaje de 30 días a Egipto y alrededores.

Pasó por alto los prolegómenos del viaje y mis primeros días en las áridas llanuras del desierto, ya que carecen de interés para mis lectores.

Una vez instalada en el lugar, y tras visitar bastantes grupos que trasladaban a turistas a través del desierto, contraté los servicios de Agmed, un chico que chapurreaba el español y con el que tuve una química especial desde el primer instante.

El viaje tenía una duración de 7 días (salvo imprevistos) y tenía como destino final la visita de las ruinas más impresionantes jamás encontradas.

Agmed me dijo que únicamente tenía que preocuparme de mi ropa y mis enseres personales, ya que del agua, la comida, y la tienda de campaña se encargaría él.

En principio me contó que normalmente solían hacerse grupos de 10 turistas y otros 7 que completaban el equipo de Agmed, pero cuando a la mañana siguiente aparecí en el lugar acordado, no vi a ningún turista y sí a siete jóvenes del lugar que amablemente me invitaron a subir al camión ofreciéndome el sillón más cómodo y agua fresca.

Agmed tardó algunos minutos en llegar, y cuando lo hizo le pregunté si iban a hacer un viaje tan largo por un solo turista, a lo que me contestó que ellos aprovechaban el trayecto para transportar mercancía y que no les importaba que no hubiera turistas.

La respuesta me convenció y el ambiente de los jóvenes me infundió tranquilidad lo que me hizo aceptar sin dudarlo.

Las primeras horas fueron muy largas pues el camino era muy pedregoso y el camión iba de un lado a otro.

A las cinco horas de viaje, el camión se detuvo y los hombres bajaron del mismo y se dispusieron a montar el campamento.

Yo les veía trabajar sin descanso y quedé impresionada con la musculatura de todos ellos, que brillaba a la luz del sol.

Cuando hubieron acabado, Agmed se acercó a mí y me sugirió que me desnudara y tomara un baño en un pequeño oasis que quedaba cerca del lugar de acampada.

Mi respuesta fue rotunda, negándome a que siete hombres disfrutaran de mi cuerpo desnudo. Agmed sonrió y me dijo: Mira, tienes que estar tranquila.

Nosotros, si hubiéramos querido, podríamos haberte hecho lo que hubiéramos querido y como habrás visto, nadie te ha hecho nada que tú no pidieras antes.

Pues así va ha ser durante todo el viaje.

Si tú quieres disfrutar de esta aventura, follándote a todos y cada uno de los chicos, o solo a dos, o a uno, o lo que quieras, ellos te complacerán hasta límites que los europeos jamás habreis conocido. Ahora bien, si tu voluntad es desperdiciar esta oportunidad, se cumplirá.

Dicho lo cual, se retiró y junto al resto de los hombres se acercaron al oasis, se desnudaron y comenzaron a lanzarse al agua.

Yo me posicioné en unas rocas que estaban sobre el agua y quedé absolutamente absorta ante el espectáculo que me ofrecían aquellos hombres.

Sus pollas eran descomunales.

Sus cuerpos perfectos.

Sus culos rellenitos y fuertes como rocas.

Y de belleza en general la cosa no estaba del todo mal.

Empecé a pensar en las palabras de Agmed, y que tenía esas siete pollas a mi completa disposición para disfrutar de mi cuerpo.

Al principio estuve un poco remisa, pero los pensamientos de sexo me invadían y mi coño se empezó a lubricar con tan solo pensar que alguna de esas tremendas vergas podía actuar al son que yo decidiera.

Cuando me encontraba en plenos pensamientos, uno de los hombres salió del agua muy cerca de donde yo me encontraba tomando posición entre las rocas y tumbándose al sol para secarse.

Yo no pude dejar de mirarle.

Su polla, que estaba en estado de relajación, era de un tamaño que nunca antes ni empalmada había podido ver otra igual.

Sus huevos eran gigantescos y colgaban como dos bolsas enormes.

Su torso era fuerte, con los músculos perfectamente marcados y una cadera que aparentemente podía soportar la mayor de las folladas.

Mi concha empezó a lubricar a todo trapo y mis pezones comenzaron a erizarse de manera escandalosa.

Entonces Agmed, se acercó a mí y me dijo: Nuria, te gusta Borown? Parece que le miras con mucha atención.

Yo me quedé un poco cortada y no le contesté. Agmed, interpretó a su modo mi silencio y llamó a su compañero que al momento se acercó a nosotros.

Sin mediar palabra se colocó frente a mí, con su gran polla colgando.

Agmed me dijo: Pruebala si lo deseas. Él, como el resto de los chicos son auténticos machos y jamás negarían placer a una dama ansiosa de sexo.

Ante tales acontecimientos, y en medio de un aturdimiento total, agarré su polla y comencé a tocarla. En tan solo un minuto, los siete hombres se acercaron a mi alrededor con sus tremendos falos colgando.

Yo comencé a tocar la polla de Borown y a levantar su pellejo detrás del cual se escondía un descomunal capullo de color tinto, que crecía por segundos.

Le llevé la mano a los cojones, que pesaban una barbaridad, y los masajee con mucho mimo.

Al mismo tiempo, los otros seis machos, se masturbaban alrededor mío mientras sus vergas crecían y crecían.

Tuve un instante de atontamiento y acto seguido pensé: Pero qué coño…

Me llevé una de las pollas a la boca y comencé a chuparla con frenesí.

Mientras tragaba aquella tremenda barra, susurré a Agmed que quería ser follada por todos ellos, pero que me trataran con mimo.

Agmed se dirigió a todos ellos y cada uno de ellos comenzó a tocarme por todos lados. Yo me sentía ardiendo y no paraba de chupar pollas y más pollas.

Me follaron durante una hora sin parar. Penetraciones anales, vaginales, bucales, dobles penetraciones, en fin, una auténtica sesión de sexo completo.

La experiencia fue maravillosa, pero lo mejor de todo fue el final.

Después de sufrir en mis carnes decenas de orgasmos, los chicos que de forma muy profesional habían aguantado todo el tiempo sin correrse, se colocaron en fila india, y uno a uno se fueron corriendo en mi boca. Jamás antes había visto corridas como aquellas.

De esos tremendos falos salía semen a borbotones que no era capaz de dominar. Sus cojones guardaban en sus bodegas litros de leche que me ofrecieron sin reparos.

La mañana fue de lo más intensa y después de recuperar fuerzas con una suculenta comida, decidí echarme un rato no sin antes llamar a uno de ellos para que me acompañara en mi tienda.

El chico sonreía mientras y le pedía que se echara al lado mío.

Una vez tumbado, le empecé a tocar el paquete que comenzó a crecer hasta casi estallar el pequeño bañador que lo cubría.

Acto seguido, le metí la mano por dentro y comencé a tocarle los cojones que estaban blanditos y tremendamente suaves.

Poco a poco fui subiendo hasta que agarré con fuerza su polla, que prácticamente no podía rodear con la palma de la mano.

Se la saqué del tanga y comencé a jugar con ella.

Primero le bajé el pellejo y empecé a chuparle el capullo. La dureza de su verga era tal, que aunque hubiese querido no hubiera podido doblarla.

Mi lengua se introdujo en el agujerillo del capullo mientras el hombre respiraba cada vez más frenéticamente.

Cuando entendí que su pija estaba en condiciones de ser utilizada me puse sobre ella y comencé a cabalgarla. Primero despacio, sintiendo cada centímetro, luego acelerando hasta adquirir un estado de locura que me llevó a correrme cuatro veces.

Su pene era tan largo y tan grueso que pese a subía y bajaba a un ritmo salvaje, nunca hizo ademán de salirse.

Cuando ya no podía más me bajé de mi especial montura, me tumbé al lado suyo y abriéndome de piernas le ofrecí mi coño, completamente abierto para que terminara la faena encima mío.

El muchacho lo entendió a la perfección y penetrándome dulcemente, me introdujo su polla hasta que ambos pubis chocaron, entrelazandse su melena y la mía.

Al penetrarme en esta posición, sentí su grosor y tamaño con mayor intensidad, de forma que antes de que me terminara de meter su verga al completo, ya estaba disfrutando de un nuevo orgasmo.

Continuará…

Continúa la serie Egipto II >>

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