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Egipto II

Serie: Egipto

Egipto II

Después de tan fantástica siesta, ambos nos quedamos dormidos por espacio de dos horas, y al despertar, el chico ya se había marchado de la tienda y estaba junto al resto de los hombres, preparando la salida.

Me acerque a la charca para refrescarme un poco y en pocos minutos estábamos rumbo a nuestro siguiente destino, Siwa.

Nuevamente, como había ocurrido en anteriores ocasiones, me ofrecieron el mejor sitio y continuamente me acercaban agua y unos pasteles de carne para apaciguar el apetito.

Mi hambre de sexo, que en principio debería de estar completamente saciada, crecía por instantes y cada pocos minutos, mi mente comenzaba a imaginarse fantasías de todo tipo, con la peculiaridad que yo podía hacerlas realidad con tan solo pedirlo.

Los chicos mostraban absoluta indiferencia sobre lo que tan solo horas antes habíamos tenido en común, y eso me hacía sentirme cómoda y nada agobiada.

Era el sueño de toda hembra en celo: ” poder follar con siete pollas y no sentirse obligada a hacer nada que yo antes no quisiese”.

Tras siete horas de viaje, llegamos a nuestro destino, y los hombres rápidamente se pusieron en faena y montaron el campamento en un santiamén.

Agmed preparó una suculenta cena ( como todas las comidas que hasta ese momento había preparado), y al calor de un gran fuego, nos dispusimos a saborear tan exquisito manjar.

Una vez finalizado, bebimos un brebaje amargo que al instante se me subió a la cabeza.

Todo comenzó a darme vueltas y al mismo tiempo, sentí que mi coño se empezaba a empapar y mis pezones se ponían duros como piedras.

Le pregunté a Agmed que era ese brebaje y me dijo que era un licor especial utilizado por los beduinos para que los camellos aumenten su celo y precisen para ello menos cantidad de agua.

Ante tal explicación quedé paralizada, pensando que si a una camella le provocaba un insoportable apetito sexual…

Pero en medio de mis elucubraciones, empecé a notar mi concha totalmente empapada y a necesitar que me la metieran cuantas más vergas mejor.

Saqué las vergas de los dos hombres que casualmente se sentaban a mi lado y comencé a pajearlas con fuerza y vigor.

Mientras tanto, el resto colocó una manta sobre el suelo y cerca del fuego, y levantándome en volandas me colocaron sobre la manta.

Todos los chicos se desnudaron completamente y entre Agmed y dos más me desnudaron suavemente.

Entre tanto, yo ya había agarrado una de las pollas y estaba mamándola con toda la energía posible.

Estaba completamente ida, ya que el brebaje aumentaba sus efectos cuando uno se ponía en faena. Necesitaba ser penetrada de inmediato, y Agmed y sus chicos no parecían tener la misma urgencia.

Me dieron una especie de pepino, pero algo más rugoso, y se sentaron alrededor mío, esperando a que yo sola me consolara.

Yo al principio me quedé un poco parada, pues tal y como había ocurrido en otras ocasiones, pensaba que cualquiera de los hombres, o mejor dicho todos ellos, me empezarían a follar sin pérdida de tiempo y me haría gozar como una auténtica perra en celo.

Pero sin duda algo tramaban.

Agmed me dijo que si comenzaba jugando yo sola, ansiaría más el calor de un buen pollón en mi culo y en mi chocho, y que no fuera impaciente pues los efectos del retchuk, que así se llamaba el brebaje, irían aumentando hasta volverme casi loca.

Sin demasiado convencimiento, pero carcomida por el ansia de ser penetrada, comencé a introducirme el raro artilugio y pude notar como mi coño apretaba con virulencia el mismo, hasta casi estrangularlo.

Luego de un rato de sexo en solitario, dos de los chicos se acercaron a mí, me tumbaron boca a arriba y me subieron las piernas hasta tocarme con las puntas de los dedos los hombros. Luego, uno por adelante y otro por atrás, comenzaron a chuparme el culo, el clítoris y el chochete.

Fue la comida más maravillosa de mi vida. No recuerdo las veces que pude correrme. Lo que sí recuerdo es que gritaba como una auténtica puta que quería que me penetrasen todos, que no pararan, por todos los agujeros, que me moría si no me follaban ya.

Durante veinte minutos me chuparon todo mi cuerpo, y de vez en cuando, me insertaban aquel pepino rugoso por el culo y el coño, y yo podía notar que entraba sin que prácticamente me enterase.

Tenía tal grado de dilatación y de excitación, que ni tan siquiera esas impresionantes siete pollas podrían calmar mi ansia.

Cuando menos me lo esperaba, pues pensaba que nunca iba a ser penetrada como dios manda, me pusieron a cuatro patas y comencé a ser follada por el culo con mucha fuerza.

La penetración fue increíble, y yo no para de pedir mas y mas. Poco a poco, los siete machos fueron follandome por todos los agujeros de mi cuerpo y cada vez que me follaban mi cuerpo pedía algo mas fuerte.

Mis chicos, impresionados con mi necesidad, decidieron probar nuevas soluciones.

Me montaron sobre uno de ellos y otros dos me la hincaron por el trasero.

Al principio me dolió un poco pero pronto mi ano se acopló y admitió sin demasiado esfuerzo las dos pollas que de forma salvaje se movían de adelante a atrás. Yo no paraba de chupar todo aquello que se me acercaba a la boca y pude saborear todas las vergas.

Los chicos me metieron dos pollas por el culo y otras dos por la concha mientras los otros tres se corrían en mi boca a la vez.

Era increíble. Así estuvimos más de tres horas. Mi cuerpo estaba extenuado pero mi coño pedía más y más.

Fue entonces cuando mis chicos, que ya se habían corrido al menos tres veces cada uno, pensaron que carachón podía hacer el resto. Me llevaron en volandas hasta donde estaban los camellos ( ya que no podía prácticamente andar) y una vez allí, me colocaron bajo uno de ellos. Agmed comenzó a acariciarle los cojones al camello, mientras le pajeaba lentamente.

En pocos minutos del pellejo del animal salió un cipote inmenso.

Como cinco veces en de cualquiera de mis machos. Me hicieron ponerme a cuatro pero con el culo en pompa y dos de los hombres me abrieron con los dedos el ano. Agmed cogió el tremendo falo del camello y salivándolo un poco, introdujo la punta en mi culo.

Tan solo el capullo provocó un tremendo orgasmo que me hizo prácticamente perder el sentido.

Así estuvo unos segundos, en los que el que actuaba de mamporrero movía lentamente aquel aparato lo que provocaba que entrase un poquito.

De repente, y sin previo aviso, Agmed pegó un latigazo en el trasero al camello que hizo que el animal diera un súbito empujón y metiera todo aquel descomunal pollón en mi culo. El dolor fue desgarrador. Sentía que mis entrañas subían hasta los pulmones. El sexo del animal bombeaba continuamente, lo que provocaba que las paredes de mi culo se dilatar continuamente.

Después de un rato, los chicos sacaron el pollón de mi culo y lo metieron en mi concha, volviéndome a provocar sensaciones si cabe más fuertes que en mi culo.

Pero cuando más estaba disfrutando, mi cabeza empezó a darme vueltas y perdí el conocimiento.

Me desperté 16 horas después, dolorida por todos lados, pero con ánimo y alegría pues… Todavía me quedaban al menos cuatro días.

Continuará…

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