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Divirtiéndose en las sillas

Divirtiéndose en las sillas

Hace un para de semanas asistimos con mi esposa a una fiesta en la quinta de unos amigos.

Fue algo informal, nada de etiqueta y mucha bebida y comida.

Éramos alrededor de 10 parejas, todos casados y cuarentones.

Fue una fiesta especial y todos estábamos un poco más alegre que de costumbre, debido principalmente, a la cantidad de bebida ingerida.

La idea era quedarnos a pasar la noche ya que comodidades sobraban y por ello, tal vez la mayoría tomó más de la cuenta.

No voy a decir que estábamos borrachos porque no era así pero estábamos demasiado alegres y dispuestos a divertirnos a cualquier costo.

Mi mujer estaba más que alegre y cuando toma un par de copas se transforma, se desinhibe y puede llegar a hacer cualquier cosa.

Ello no me disgusta y creo que a nuestros amigos tampoco porque ya la conocen y es la mejor animadora de las fiestas.

Ese noche ella estaba bellísima y muy sexy. Llevaba una falda corta, que dejaba ver buena parte de sus torneados muslos.

En la parte superior llevaba un top, que gracias a la ausencia de sostén marcaba bastante sus pezones y dejaba libre sus tetas, que aunque abundantes y duras, saltaban con cada movimiento brusco que efectuada cuando se contoneaba bailando.

Ella es un poco exhibicionista y a mí no me disgusta que enseñe sus encantos, por lo que la animo a vestir así.

Los dos nos excitamos mucho con ello, ella luciéndose y yo viendo como la miran los hombres y era evidente que en la fiesta los muchachos no dejaban de mirarla.

Yo sabía que estando ella “algo alegre” no tardaría mucho en dar un pequeño show, quizás con sus sensuales tetas, quizás con su culo paradito, pues a pesar de la bebida ella era consciente de lo que provocaba y eso la excitaba.

Cuando empezó a contonearse había comenzado a actuar.

La fiesta continuó y ella no paraba de coquetear con unos y otros. Se reía continuamente y realmente la pasaba bien.

Cuando la fiesta se estaba apagando un poco, la anfitriona invitó a las mujeres a reunirse en una habitación contigua porque tenía intención de convencerlas para un juego muy especial.

Después de un rato reaparecieron en escena y nos comentaron que habían decidido jugar al baile de las sillas.

Las mujeres se habían puesto de acuerdo y solo faltaba nuestro consentimiento, así que cada esposa de dirigió hacia su esposo para contarle de qué se trataba..

Mi esposa se acercó a mí y me contó que los hombres tenían que estar desnudos sentados cada uno en una silla, menos uno que sería el encargado de manejar la música, y las mujeres bailarían alrededor debiéndose sentar sobre el regazo del hombre que tuviera más cerca, aunque no fuera su marido.

De esta forma y por las circunstancias de faltar un hombre sentado, una de las mujeres quedaría sin silla y entonces tendría que decidir qué prenda quería quitarse, mejor dicho, que le sacara el hombre que no estaba sentado.

Todo ello sería en penumbras para hacerlo más cautivante y sensual.

Los hombres estuvieron todos y nos dispusimos a jugar.

Me palpitaba que iba a pasar una velada interesante cuando mi esposa me dijo que me había postulado para poner la música.

Dudé un instante y acepté, a pesar de que mi mujer me había comentado que, según la anfitriona, la mayoría de las veces los hombres que están sentados se excitan tanto con otra esposa en su regazo desnudo que intentan penetrarla.

Había pensado que tenía una buena posibilidad de divertirme y ella me enviaba a la parte más aburrida del juego.

Fue por eso que dudé pero luego pensé que podía ser divertida ya que estaría desnudando a las esposas de los otros y además, estaría libre para observar a mi esposa desfilar exhibiéndose desnuda delante de un grupo de machos excitados y sin posibilidad de ocultarlo a pesar de la oscuridad.

Ya me estaba excitando de solo pensarlo.

La anfitriona hizo ubicar las sillas en un círculo grande en el centro de la habitación, alrededor de una pequeña mesa de madera. Los maridos se desnudaron rápidamente y yo me fui a ubicar junto al aparato musical.

Mi mujer que estaba muy caliente me besó el cuello por detrás y me preguntó si no me gustaría que fuera la primera en perder y de dije que sí, que perdiera el top y enseñara sus tetas para mí.

Me sonrió juguetona y se unió a las otras mujeres en el centro de la habitación, al mismo tiempo que los maridos se ubicaban en sus respectivos lugares.

Se bajaron las luces y a pesar de ello se notaba que la mayoría de los hombres ya estaban empalmados antes de empezar el juego.

Había elegido música salsa para la primera canción y las esposas comenzaron a bailar alrededor de las sillas durante un par de minutos.

Cuando detuve la música hubo una alocada lucha por los regazos de los hombres. Mi esposa lo intentó pero sin mucha convicción y fue la primera en perder tal cual me lo había prometido.

“Me quitaré el top” dijo y vino hacia mí y me dio un gran beso.

Levantó las manos por encima de su cabeza y yo, con un movimiento veloz, le saqué el top y el cuarto irrumpió en aplausos, entre nerviosos y excitados, al contemplar sus grandes pechos y sus rozados pezones.

Ella agitó su pelo de manera sensual y comenzó otra vez, al compás de la música, el desfile de las mujeres.

Yo observaba a mi preciosa esposa mientras daba vueltas. Sus tetas se movían bailando con cada paso. Ella sonreía, disfrutaba mucho del momento y los maridos no dejaban de mirarla. Estaban bastante excitados y ello de podía ver a través de sus vergas erectas en la oscuridad.

Tengo que confesar que yo también lo estaba observando de la forma en que la miraban.

Cuando volví a parar la música fue Moni la que se quedó sin lugar y dijo que quería que le quitara los zapatos. Mientras ello ocurría, podía ver a mi mujer sentada encima de Raúl. Observé de reojo que él le susurraba algo al oído y ella se largó a reír y moverse hacia atrás en su regazo. La oscuridad no me permitía ver bien la escena pero supuse que algo estaba pasando cuando ella dejó de sonreír y abrió la boca suavemente.

Mientras le masajeaba los pies de Moni cuando volví a mirar Raúl, el que estaba acariciando sin ningún recato las tetas de mi mujer, que parecía disfrutarlo.

Tenía los ojos cerrados y una clara expresión de placer en su cara mientras él seguía sobando sus tetas y jugando con sus rosados pezones que parecían a punto de estallar.

El juego siguió durante algún tiempo y la mayoría de las esposas seguían perdiendo los zapatos. Alicia y María habían perdido sus tops y estaban bailando sólo con sus sostenes.

Cada vez que paraba la música yo trataba de ubicar a mi esposa y la localizaba en el regazo de un hombre diferente cada vez.

Ellos disfrutaban del momento ya que tenían la oportunidad de tenerla sentada, acariciarle sus tetas y juguetear con sus pezones que estaban más hinchados que nunca.

Ella también parecía pasarlo muy bien. A veces me miraba y me echaba una sonrisa cómplice.

La visión era muy excitante para mí y ya tenía flor de erección.

Mientras yo conseguía alguna que otra satisfacción quitando la ropa a las otras esposas y acariciando sus cuerpos, los otros maridos se divertían realmente en las sillas.

Ellos estaban con las manos en los tops, los sostenes y las tetas de las mujeres. Frotaban sus miembros contra las entrepiernas de las esposas y a nadie parecía importarle que su pareja se restregara con unos y otros.

Mi centro de atención era mi mujer y el show en directo que estaba haciendo para mí y para el resto de los asistentes a la fiesta.

Ella estaba imponente y realmente desinhibida y excitada. En una de las rondas aterrizó en el regazo de Juan.

Cuando los miré pude ver como ella se movía en su regazo. El tenía las manos bajo la falda de mi esposa y parecía masajearle su trasero. Cuando ella se movía de arriba abajo noté como cerraba los ojos y apretaba la boca. Algo le estaba pasando.

En el siguiente paso ella perdió de nuevo y pidió que le quitara su tanga. Me agaché, me puse de rodillas frente a ella e introduje mis manos bajo su falda.

Ella bruscamente la alzó y me dio la gran sorpresa. Su tanga estaba a un lado mostrando totalmente su húmeda cuevita con sus labios grandes y rosados. Alcancé a tocarle excitado su conchita y estaba húmeda, empapada, casi goteando.

Le susurré que parecía que le habían echado un polvo y ella asintió. Dijo que había sido Raúl. Me comentó que le apartó la tanga dejando que su pija se introdujera en su conchita. Ella se quedó quietecita y lo dejó hacer hasta que comenzara la música.

Me preguntó si estaba enfadado y que esperaba que nadie se hubiera dado cuenta.

Le dije que no, que era parte del juego que nos habíamos propuesto y que realmente todos habían notado sus movimientos.

Por eso después todos trataron de hacer lo mismo, empezando por Juan y siguiendo con los otros muchachos.

Según ella, todos le introdujeron sus pijas pero fue Oscar el que le acabó dentro.

Continuamos con el juego y ella perdió nuevamente. Pidió que le quitara sus zapatos y me dijo que iba a ser la primera en quedarse totalmente desnuda para que pudiera ver cómo las vergas de los hombres se introducían en su preciada conchita.

Acepté, desde luego, estaba también muy caliente con lo que estaba sucediendo.

Un par de rondas después volvió a perder y le quité lo único que llevaba puesto: su falda.

Lucía preciosa desfilando descaradamente alrededor del cuarto totalmente desnuda. Ella tiene unas piernas largas y un culo redondeado y paradito. En sus grandes pechos se destacaban sus rozados pezones totalmente hinchados, que la hacían más sexy de lo que es.

Cuando la música comenzó lucía fantástica mientras bailaba alrededor del círculo de hombres que como salvajes la esperaban para ensartarle sus lanzas. Las otras mujeres parecían no existir.

Cuando paró la música ví que se sentó en el regazo de Néstor, el marido de Emma, que era la otra mujer que competía en belleza y audacia con mi esposa, ya que tiene una presencia muy sensual.

El la sentó pegada a su estómago y me había dado la impresión que hábilmente le había introducido su verga en un solo movimiento. Ella empezó a moverse rítmicamente al tiempo que él le masajeaba las tetas.

Yo me tomé el tiempo de quitarle el sostén a la esposa que perdió para aprovechar a tocar sus pechos.

Una vez más empezó la música y miré con gran deleite como mi bella esposa bailaba desnuda alrededor del cuarto.

Cada vez eran más y más las esposas que se estaban quedando sin ropa provocando la natural alegría de sus maridos.

La siguiente vez que la música se paró mi mujer se sentó en el regazo de Héctor, que tenía fama de estar bien dotado y realmente así era.

Observé que Héctor estaba muy excitado y la tocaba por todas partes, incluso me pareció ver que le introducía un dedo en el culo. Ella sentía ese buen pedazo y disfrutaba como loca, hasta me pareció ver que gemía. Tenía cerrados sus ojos y abría y cerraba su boca en una manera muy sensual. Tenía una expresión lujuriosa en su cara y eso me hizo excitar más.

Vi como abrió sus ojos, me dedicó una sonrisa y sin ningún miramiento empezó a acariciarle las bolas a Héctor.

La música empezó y se detuvo una y otra vez. Yo intentaba algún tipo de recompensa desnudando a las esposas y tratando de acariciarlas un poco. Todas ellas parecían que estaban consiguiendo su buena ración de sexo con los hombres de las sillas.

Observé a unas cuantas de ellas ser penetradas como mi esposa. La mayoría no se resistía y solo Alicia y Susana se resistieron un poco pero después accedieron.

A las dos horas de empezar el juego decidimos dejarlo.

Cuando quedamos a solas con mi esposa en uno de los cuartos que nos habían destinado para pasar la noche le dije que la quería y preguntó si no estaba enojado por su comportamiento.

Le volví a decir que no y luego de depositar mi mano sobre su aún humedecida concha se inclinó y tomando mi pija con su boca me proporcionó la mamada que jamás me habían hecho en la vida.

Jugueteó como nunca con mi verga y cada vez que presentía que estaba por eyacular hacía un pequeño movimiento con sus dedos sobre mi glande y me lo impedía, hasta que no pude aguantarme más y descargué toda la leche que tenía acumulada dentro de su boca.

Me dejó sacarla luego que la última gota hubiera salido de mi rojiza cabeza que a esta altura estaba a punto de estallar.

Luego de un pequeño relax la monté desde atrás y empecé a bombear en su lubricada vagina.

Fue una noche espectacular.

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