Capítulo 3

CAPÍTULO TRES

ÁNGELES

CHARLINES

Por la mañana al despertarse, escuchó que estaba lloviendo. El calor intenso de los días anteriores había provocado un día de tormentas. Se preguntó si su vecino saldría a caminar a pesar de la lluvia, a ella no le importaba. Las mañanas eran los momentos del día más emocionantes para ella, nunca sabía cómo iban a terminar, aunque sí sabía que le gustaba terminarlas en casa de Pablo.

A las ocho lo vio allí esperándola, bajo un fuerte aguacero. Al acercarse a él no le gustó la manera de mirarla. ¿Estaría así de serio por el mal día que hacía? ¿Estaría enfadado con ella por algo?

– Buenos días joven.

– ¿Buenos días, ¿Qué tal está? No sabía si querría caminar con este día.

– Por mí sí. ¿Tú quieres?

– ¡¡Claro!!

Comenzaron a caminar y él estaba serio. No le decía nada. Después de un buen rato, Pablo rompió el silencio.

– Ángeles, ayer no estuvo bien lo que hiciste.

– ¿Qué hice? – intentó recordar todo lo que había hecho. ¿A qué se refería?

– En el jardín, cuando tu marido dormía.

– ¿No le gustó? ¿Pensé que le había gustado?

– ¿Claro que me gustó – él, hablaba con seriedad – Pero no te das cuenta de que fue una temeridad?

– Usted me dijo que siempre hiciera lo que quisiera. Yo sentía ganas de que usted me mirara – Ángeles se sentía desconsolada, casi a punto de llorar, por sentirlo así enojado con ella. – Siempre me dice que me sienta libre.

– Por supuesto que sí Ángeles, pero… no quiero que esto interfiera en tu relación con tu marido

– No se enfade conmigo por favor.

– Nunca me enfadaría contigo, solo intento ayudarte. Me gustaría que comprendieras esto.

– No volveré a hacerlo, ¿vale?

– Tranquila pequeña, recuerda, paciencia, paciencia

Siguieron caminando un rato. Ella estaba más tranquila de sentir que no estaba enfadado. Cada vez llovía más fuerte.

– ¿Volvemos?

– Volvamos, Ángeles.

Esa mañana al llegar a sus casas, no dijeron nada. Cuando él abrió la puerta de su jardín, ella lo siguió en silencio y entró con él en casa. Pablo fue al baño y le trajo una toalla.

– Sécate por favor. Vengo ahora que voy a cambiarme.

– ¡Pablo! – lo llamó antes que desapareciera por la puerta del baño.

– ¡Dime!

–  Hágalo aquí por favor.

– ¿Quieres que me cambie delante de ti?

–  Me gustaría mucho.

Ángeles miró como se quitaba la camiseta y se quedó mirando el torso desnudo de su vecino. Nunca lo había visto así de cerca. Era un pecho normal y corriente de señor mayor, pero le gustaba mirarlo así con descaro.

– ¿Quieres, que me cambie, de todo?

– Si por favor – sus mejillas se enrojecieron al pedirle eso

Pablo se descalzó y se quitó los calcetines de deporte, se bajó el pantalón y deslizó su slip por las piernas quedando totalmente desnudo delante de aquella joven. Ella lo miraba directamente al pene. Era un poco más pequeño que el de su marido, se fijó en su grosor, este sí que era mayor que el de su marido. Ángeles se fijó que apenas tenía vello y que este era casi blanco en su totalidad. Se excitaba sintiendo como ese hombre se exhibía ante ella al igual que ella había hecho con él, le gustaba verlo, mirarlo y ver cómo su polla se erguía ante ella. Ángeles lo miró fijo a los ojos y levantó su camiseta sacándola por encima de su cabeza, sin despegar su mirada, se desabrochó el sujetador y fue lentamente bajando la mirada hasta la polla de Pablo que crecía por momentos. Sus pezones erectos denotaban su excitación mientras bajaba la mirada hasta llegar a la polla que totalmente tiesa y dura apuntaba hacia su cara.

Pablo se mantenía quieto, desnudo, con la polla dura. Observaba sin moverse todos los movimientos de esa preciosa niña, que, ahora sujetando la cintura de su pantalón, lo bajó junto con sus bragas y lo lanzó lejos de una patada. La polla de Pablo dio un salto y tembló ante la visión de ese cuerpo desnudo.

– ¿Le gusta lo que ve don Pablo?

– Muchísimo Ángeles, me encanta y me excita sobremanera

–  A mí me gusta ver su polla, esa polla dura como una barra de hierro, me subyuga

– Tu consigues que se ponga así, tú la levantas. Puedo ver tu excitación también.

– Es usted quien hace que me moje, que mi sexo sea un mar de flujo que fluye por mis piernas.

– ¿Esto te pasa cuándo te pones cachonda?

– Cuando me mira, con el sonido de su voz, con pensar en verlo, así me pongo cachonda

– Libérate, cuéntame todo lo que te excita, lo que te hace mojarte, sentirte libre

– Me excita mucho caminar a su lado, su seguridad. También me excita pensar que terminaremos en su casa y que podré ser libre de hacer o decir todo aquello que quiera y desee.

– Sigue, no reprimas nada.

– Deseo llegar a su casa y mostrarme ante usted y ahora también poder verle, poder contemplar su gruesa polla y saber que mis fantasías en la bañera eran y pueden ser reales

– Mira mi miembro Ángeles, mira cómo está por ti, como te mira, como te desea.

– Me gusta su polla don Pablo

Ángeles lentamente bajó su mano hasta su húmedo sexo, miró a Pablo a los ojos e introdujo dos dedos dentro de ella. A su vez él, lentamente sujetó su polla y empezó a mecerla ante sus ojos.

– Me gustaría poder tocar su polla, masturbarle

– Piénsalo Ángeles, piénsalo. – Pablo gemía mirando como esa mujer se masturbaba

–  Siempre lo pienso y pienso que es usted quien me toca a mí y me hace gozar con su mano

– Claro que te tocaré, te tocaré y te haré mía.

Ambos seguían masturbándose sin perder la mirada en el otro.

Y yo tocare su polla, sentiré su calor y esas gordas venas y si usted quiere haremos el amor, lo haremos como a usted más le guste.

Al decir esto, Ángeles empezó a temblar, tuvo que cerrar sus ojos y apretar sus piernas pues no podía tenerse de pie. Un orgasmo brutal había invadido su cuerpo. Se estaba corriendo y veía como el glande de Pablo expulsaba tres potentes chorros de semen que impactaron en su cuerpo. Pablo la sujetó por temor a que se cayera al suelo y la acompañó hasta la cama donde la atendió para que se recuperara. Le acarició el pelo con dulzura.

  • ¿Esa caricia en mi pelo también forma parte de los sentidos?
  • Pensará que estoy loca, pero deseo conocer todos los sentidos con usted.
  • No estás loca. Probaremos el sentido del tacto cuando estés preparada. Este sentido como tu bien sabes puede elevar el nivel de excitación y hemos de estar seguros de que los dos lo deseamos cuando ambos estemos totalmente preparados, entonces conocerás el sentido del tacto conmigo. Pero debes saber una cosa y no sé si tendrás la suficiente paciencia para esperar.
  • ¿Qué debo saber? – sentía mucha curiosidad
  • El sentido del tacto es el más usado por la gente en la sexualidad y ese será el último que conozcas.
  • ¿Cuáles faltan?, ahora no puedo pensar
  • Faltan el gusto y el olfato, Ángeles. El oído lo has podido descubrir ayer y hoy.
  • Si – se ruborizó al recordarlo.
  • ¿Y los que faltan como serían?
  • Sería oler y saborear el cuerpo. ¿Te ves capaz de realizarlos? Si no te ves capaz lo entenderé y no pasa nada. Nada cambiará, este seguirá siendo tu sitio de libertad.
  • No sé si seré capaz – la idea de realizar aquellas cosas con Pablo le daba mucho reparo, aunque estaba segura de que solo podría hacerlo con él.
  • Entiendo que no es fácil, no te preocupes. Si alguna vez deseas descubrirlos me lo dices. ¿De acuerdo? Y sobre todo recuerda que eres libre de aceptarlo o no. Quiero que te sientas cómoda.
  • Gracias Pablo
  • Una pregunta, solo contesta si quieres.
  • Dígame
  • ¿Es verdad que cuando caminas conmigo sientes tu vagina mojada?
  • ¡¡¡Sera tonto jajaj!!! -Ángeles le dio un manotazo a modo de reproche y se puso muy colorada antes de contestar. Pues sí, es verdad. En ese momento se levantó de la cama y salió de la casa para evitar el interrogatorio

Ya en su casa era incapaz de concentrarse, se sentía totalmente subyugada por ese hombre. Recordaba su sexo y como la miraba, como su mano mecía esa gruesa polla frente a su cara y como regaba su cuerpo con su semen. No pudo detenerse y bajó su mano a su sexo para masturbase otra vez, pensando en él.

Al día siguiente y por primera vez en muchos meses, sintió algo de miedo al salir a caminar. Toda la noche había estado pensando en la mañana anterior y en como estuvo a punto de lanzarse a por esa polla y meterla en su boca, hubiese querido tragar toda su simiente. Esto le dio ganas de darse la vuelta y entrar en su casa. Se había masturbado con su marido al lado, pensando y deseando que ese hombre le fuera instruyendo en ese arte de los sentidos. Esa noche pensando en eso, en volver a la casa de Pablo, apenas había dormido un par de horas.

– Buenos días, joven.

– ¿Buenos días, ¿Qué tal está?

– ¿Bien y tú? Traes mala cara Tania. ¿Ocurre algo?

– Solo he dormido dos horas.

– Pero ¿Cómo has venido? Deberías haberte quedado a dormir.

– Es que tenía ganas de estar con usted.

Ese día Pablo giró y se dirigió hacia su jardín, abrió la puerta e indicó a Ángeles que entrara. La llevó hasta la habitación, abrió un cajón de la cómoda y sacó una camiseta. Se sorprendió cuando Pablo se puso ante ella, dejándose caer se postró ante ella, la descalzó y con sumo cuidado le quitó la camiseta y el sujetador. Observó esos turgentes pechos que mostraban unos pezones erectos y ya con un buen grosor. Descendió y con toda la suavidad que pudo, deslizó su corto pantalón y su tanga por sus muslos, hasta sacarlo por sus pies. El coño de Ángeles se empapó al instante al sentir el tacto de esos ojos sobre su sexo. Pablo lentamente le puso la camiseta.

  • Ahora debes dormir un rato, tranquila, yo te despertaré.

Ángeles no dijo nada, simplemente obedeció y se metió en la cama.

Estaba agotada y pronto quedó profundamente dormida. Esa camiseta olía a él, olía a Pablo y así con ese olor y al calor de la cama se quedó profundamente dormida

Se despertó inconsciente de donde estaba y tardó unos segundos en concentrarse. Vio a Pablo abriendo cajones y supo que estaba en su casa. ¿Qué hora sería? Recordó que sobre la mesilla había un reloj, lo miró y eran las once y cinco, había dormido tres horas. Le gustaba ver a ese hombre que tanta seguridad y paz le inspiraba, a su lado se sentía segura y tremendamente excitada. Lo contempló durante unos minutos.

Lo estuvo observando en silencio, solo portaba un bóxer muy pegado y podía ver su espalda y culo un culo terso y duro por el deporte que había hecho y que aún hacía. Recordaba lo excitante y lo excitada que se sentía al ser observada, mientras él no despegaba los ojos de ella. ¿Sería igual de excitante, sentir la mirada de un desconocido? Lo que más le tenía desconcertada era que el cuerpo de Pablo era totalmente normal y en cambio le atraía mirarlo. Le gustaba mirarlo haciendo sus cosas cotidianas, ahora estaba ordenando los cajones, lo hacía en silencio, concentrado en lo que hacía y sintió nacer la excitación entre sus piernas. Cuando abrió el segundo cajón y lo vio con su diminuto pantalón en las manos sintió como sus pezones se endurecían en un segundo. Pablo desdobló la escasa tela de ese pantaloncito y extendió los brazos para mirarlo detenidamente. En ese momento ella sintió un pinchazo de placer en su sexo. Deseaba no respirar para que nada molestara ni interrumpiera ese momento. Absorta vio como Pablo ponía del revés el pantalón y miraba concentrado justo esa zona de la tela que había estado en contacto con su coño. Sabía que el día que lo había puesto lo habían guardado sin lavar. Cuando Pablo acercó aquella prenda a la cara y lo vio, oliéndola, se puso cachonda. En silencio flexionó las piernas y cada rodilla se dirigió a un lado de la cama quedando totalmente abierta, agradecía sus años de hacer deporte pues tenía mucha flexibilidad y le encantaba poder apoyar las rodillas en el colchón y sentirse totalmente abierta, mientras notaba sus flujos resbalando por su piel.

Se sentía libre, él le había recalcado que su casa sería su refugio para sentirse libre, y así se sentía. Y en silencio para no estropear ese momento se subió la camiseta y aprovechando que su vecino estaba tan concentrado oliendo su pantalón se la quitó. ¿Estaría excitado de oler donde había estado su vagina apretada? Recordó que aquel pantalón al ser tan pequeño la tela entraba en una buena porción en su coño. Su respiración cada vez era más agitada. ¿Tendría la polla dura como el día anterior? Ángeles rozó sus pezones y no pudo evitar gemir. Él sorprendido la miró y Ángeles se sintió feliz de que él se girara sin dejar de oler su prenda. Aunque la vio despierta y mirándolo, él siguió oliendo esa prenda. La miraba totalmente abierta, excitada de saber que le gustaba su olor. Pablo se acercó a la cama sin apartar el pantaloncito de su nariz. Ella miró su slip totalmente abultado y se sintió feliz de saber que su aroma íntimo podía provocar eso en un hombre. Estaba empapada y la mancha en el slip de él le hacía ver que ese hombre también lo estaba.

Pablo se agachó y cogió la braga que llevaba esa mañana puesta. Ella lo miraba expectante, deseosa de que hiciera lo que estaba imaginando. Y lo hizo, la braguita reemplazó el lugar del pantalón y ahora la estaba oliendo. Ángeles gimió al verlo, recordó que esa mañana estaba excitada, sabía que esa prenda tendría muy reciente el olor de sus flujos. La mirada de ella volaba desde el rostro embriagado de él hasta su slip mojado. Deseó ver de nuevo la polla de aquel hombre. Estaba totalmente excitada y acercó sus manos al slip y se lo bajó. Ambos gimieron con ese gesto, los dos estaban muy cachondos. Tener aquella prenda íntima de Pablo en su mano la hizo estremecer, podía sentir la humedad que aquella polla había dejado en la tela. Se miraban, se escuchaban gemir. Vista y oído, dos sentidos unidos. Pablo olía sus bragas, vista, oído y olfato, ella lo miraba disfrutar de esos tres sentidos a la vez. Ella también deseaba vivir eso y lo hizo. Pablo vio como las manos de ella ponían del revés el slip y muy excitada acercaba su slip a su pequeña nariz y olió, olió con deseo y desesperación. Ángeles gimió al estar oliendo la excitación de ese hombre en la tela. Pablo gimió al oler los flujos de ella. Siéntete libre, haz lo que desees siempre. Y lo hizo, Ángeles acercó su cara, acercó su cara a aquella polla y olió directamente de ella. Y ese olor la embriagó de deseo. Se comenzó a masturbar ansiosa. Respiraba de aquella polla y se frotaba el coño empapado. Quería comérsela, pero sabía que tenía que resistir. Pablo acercó su cara entre las piernas de ella y pudo olerla directamente. Sentir que ese hombre le estaba oliendo, el calor que desprendía su boca y ver como esa polla, a escasos centímetros de su cara cada vez era meneada con más fuerza, no pudo menos que llevarla a un fortísimo orgasmo que la transportó a un mundo feliz. Despertó cuando sintió en sus tetas el semen de el que al oler su orgasmo se había corrido como un adolescente.

Pablo abandonó la habitación y la dejó relajada sobre la cama. Ángeles extendió sobre su cuerpo el semen de él y no se atrevió a probarlo, no sabía lo que él pensaría. Ese hombre le estaba enseñando un mundo nuevo, un mundo de sensaciones, donde sin llegar a tocarse le había hecho experimentar las mejores sensaciones de su vida. Ahora sí, ahora el olor de ese hombre la embriagaba por completo y no resistió, llevó sus dedos hacia su sexo y nuevamente empezó a masturbarse. Gemía de placer al mover sus dedos dentro de su vagina. La sentía empapada, caliente. Con los dedos índice y pulgar de la otra mano se daba pellizcos en su endurecido y prominente clítoris, aquel placer más psíquico que físico la volvía loca. Abrió los ojos y vio a su vecino en la puerta mirándola.

– ¿Has descansado? El miraba con deseo como se daba placer, como esos dedos apretaban su prominente clítoris mientras ella cerraba sus piernas, oprimiendo su mano.

– Descansé muy bien. Ángeles, no dejó de tocarse mientras le respondía y esa sensación le gustó – Gracias por permitirme descansar en su cama.

– Ya caminaremos mañana si lo deseas – él no dejaba de mirar su coño siendo masturbado por su pequeña mano – ¿Te gusta mucho masturbarte y que te mire?

– Si, es que no sé explicarlo.

–  Es tu sexualidad, siéntete libre.

– Me excita como mira mi coño – la voz entrecortada de ella delataba el placer que estaba sintiendo.

–  Me gusta mucho tu coño y que me permitas mirarlo.

Pablo se sentó en la cama a la altura de las piernas de ella y en ningún momento apartó la mirada de aquel sexo totalmente abultado.

– Mírame, estoy muy cachonda, mira como rezuma mi sexo, escucha el sonido de mis dedos al entrar en mi coño. Miramee, mirameee

– Ante este arranque de Ángeles, Pablo, Por supuesto – se bajó el pantalón corto y dejó a la vista su miembro totalmente erecto.

– Me excita mirarlo así – ella comenzó a mover su mano muy rápido frotándose con deseo la vagina – Me corro…

– Si, me gusta ver cómo te corres, como disfrutas de tu cuerpo.

Pablo, se sintió fascinado al ver como ella comenzó a temblar mientras se provocaba un intenso orgasmo.

– Me encanta esto que siento cuando estamos juntos.

– Estás descubriendo tu verdadera sexualidad, una sexualidad muy fuerte, que es la sexualidad de tu mente, la sexualidad que tú quieres y que nadie, nadie podrá darte nunca, solamente tu podrás hacerlo y disfrutarlo

– Así tiene que ser, sino todo se estropeará, recuérdalo siempre.

Ángeles se levantó de la cama y se quitó la camiseta, la pasó por todo su cuerpo y la dejó sonriente sobre la cama. Sabiéndose observada, fue recogiendo todas sus ropas, doblando en exceso su espalda, para que ese hombre pudiese apreciar su cuerpo y su sexo totalmente dilatado por la excitación.

– ¿Puedo ducharme aquí?

–  Esta casa es tuya joven. Recuérdalo siempre.

–  Gracias Pablo.

Al ir hacia el baño, Ángeles contoneaba sus caderas en forma excesiva para exponer su cuerpo a ese hombre. Hombre que se sentía feliz de que una jovencita se excitase por sus palabras, su olor, la vista de su sexo duro, en definitiva, su presencia. Cuando Pablo escuchó el sonido del agua, no pudo menos que acercarse a la ducha de la bañera y observar como esa preciosa niña se enjabonaba los pechos y ahora que le había visto mordía su labio sintiendo un gran placer.

  • ¿Puedo mirar cómo te duchas?
  • Claro, por favor.

Ángeles bajó con parsimonia su mano hasta su sexo y apretó su ya duro pezón con la otra mano. Se acaricio un poco y sentándose sobre la bañera, introdujo dos de sus dedos en su abultado sexo. Su clítoris prominente emergía entre sus labios.

Pablo se mantuvo estático apoyado sobre el marco de la puerta y observando como esa ninfa, acariciaba su cuerpo mientras se enjabonaba. Pudo ver como enjabonaba sus pechos, su cuerpo entero y como arqueando su espalda y expuesta a él acariciaba su culo y metía sus dedos entre la raja que separaba ambos cachetes, gimiendo al introducir una pequeña parte de su dedo dentro de él. Aquí Pablo hubo de serenarse y aplacar las terribles ganas que tenía de abrir esa mampara y entrar dentro de la bañara para ser él quien acariciara ese precioso culo. Había de tener paciencia y él lo sabía.

Cuando Ángeles se giró, lo que vio, la hizo estremecerse. Vio a su vecino desnudo, totalmente excitado, mientras se masturbaba mirándola. Sentir como aquel hombre se excitaba solo con mirarla la hizo excitarse muchísimo. Le gustaba ver aquella polla totalmente dura por su culpa. De nuevo se estaban masturbando juntos, gemían excitados. Pablo observó como Ángeles salió de la ducha sin pararse a cerrar el grifo, se acercó a él sin ni siquiera secarse. La vio arrodillarse frente a él y como acercaba su rostro a sus muslos. Olió su polla, sus testículos. La mano de ella se movía desesperada entre sus piernas mientras buscaba el aroma del hombre excitado. La escuchó gemir, jadear de placer, aquella joven se estaba corriendo de nuevo mientras olía su polla y él sentía su polla a punto de estallar de placer. Ella se puso de pie y lo miró, estaba totalmente colorada. Pablo se estremeció cuando ella le mostró la palma de su mano y ésta estaba totalmente mojada por el orgasmo que acababa de sentir. Pablo gimió cuando ella acercó esa mano a su cara y se la ofreció para que oliera su corrida. Entonces él, se corrió, se corrió abundantemente al oler la mano empapada de Ángeles, mientras ésta miraba fascinada como había conseguido excitar a ese hombre con su cuerpo y con su aroma.

– ¿Pablo, tanto le gusta mi olor? Sentía curiosidad por todo lo que pudiera provocar en aquel hombre.

– Me gusta muchísimo niña, es embriagador y excitante.

– A mi… A pesar de todo algunas veces le daba timidez decir algunas cosas estando así relajada, excitada era distinto. A mí me gusta su olor y me provoca excitación olerla, ella miró la polla de él haciéndole saber a qué se refería.

–  A partir de hoy podrás olerla cuando lo desees.

–  Usted también podrá oler mi coño cuando desee.

–  Gracias. Si tengo tu permiso así lo haré.

–  Ahora tengo que irme. Hoy mi marido no vendrá a comer, pero quedé con unas amigas para hacerlo con ellas.

– Claro, no tienes que darme explicaciones jóvenes. Aquí estaré para cuando lo necesites

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