Capítulo 3
Aquel día de lluvia invernal fue el comienzo del fin de mi relación con Andrea.
Al llegar a la oficina tuve la noticia de que su esposo había conseguido un trabajo, pero a 600 Km de Buenos Aires. Ya habían decidido que se mudarían en las próximas semanas.
Si bien era una buena noticia, estaba implícita nuestra separación.
El día, lluvioso, frío y triste no ayudaba para levantar el ánimo. Cuando nos retiramos le dije a Andrea que la llevaría hasta su casa con el auto.
Llovía a cántaros y seguía haciendo mucho frío y ninguno de los dos dijo una palabra, enfrascados en nuestros pensamientos. La sola idea de dejar de vernos era realmente deprimente.
Las calles estaban desiertas de peatones y sólo los automóviles circulaban. Estacioné el auto en una calle cualquiera y le di a Andrea un beso, al que siguió otro y otro cada vez más desesperado como si del último se tratara. Mis manos fueron a acariciar sus tetas, levanté su sweater y metí mi mano debajo de su corpiño.
Como era usual en ella, su pezón comenzaba a erizarse. Saqué mi mano de este lugar, lo dirigí a su pubis y ella abrió sus piernas aceptando las caricias. Era una pena no poder ver toda la longitud de sus piernas delgadas, sus pantorrillas torneadas, sus huesudos tobillos y sus zapatos de taco alto.
En parte por esto y en parte por la incomodidad del volante y los pedales, le propuse pasarnos al asiento trasero. Sin pronunciar palabra, asintió y a pesar de la torrencial lluvia nos pasamos a la parte de atrás.
Ella se ubicó en la misma posición en que habíamos quedado, sentada con sus piernas abiertas, la pollera levantada y sus brazos sobre el respaldar, ofreciendo sus grandes y jugosas tetas.
Ella primero me sacó mi sweater y luego yo hice lo mismo. Mientras le besaba el cuello le sacaba el corpiño.
Vení que te doy de mamar – me dijo, atrayéndome con sus brazos hacia su ceno
Que fabulosas tetas tenía. No eran exageradamente grandes, pero sí generosas. La dureza de sus pezones era una invitación a chupar… a chupar y a meterle mano por su concha que ya mojaba la bombacha y sus medias.
Ayy Rauli… qué divino… así… así… ahí papito… hmmm… qué rico! – dijo ella
De repente, como recordando algo importante dijo:
Para, para que nos pueden ver…
¿No ves que está todo empañado? .. ni con rayos X nos pueden ver – contesté
Era cierto, la lluvia y el frió de afuera habían empañado todos los vidrios y a juzgar por la temperatura de adentro debía salir humo por las ventanillas.
Más tranquila, después de esta aclaración, me apretó más fuerte contra sus senos y aprisionaba con mayor fuerza mi mano con sus piernas. Entre jadeos, me despeinaba con sus manos mientras yo le chupaba y mordisqueaba sus tetas.
Comencé a acariciar sus caderas, sus glúteos y terminé metiendo mano en el culo. Sin pensarlo, me recosté contra el respaldo y sin soltarla, la ayude a montarse encima de mí.
La presión que tenía dentro del pantalón me causaba un gran dolor, así que lo desabroché y bajé el cierre bajo la atenta mirada de Andrea. La pija ya sobresalía por la mitad por encima del slip…
…Pero mira quien esta por acá… el señor orgulloso – dijo ella
¿Por qué orgulloso? – le pregunté
Nunca quiere bajar la cabeza, siempre está con la cabeza erguida – dijo entre risas
Bajó el resto del slip, lo calzó por debajo de los huevos y comenzó restregar su conchita hacia delante y atrás, mientras yo comenzaba nuevamente a chupar esos pezones afilados. Al comienzo la restregaba delicadamente, acariciando el miembro suavemente en toda su longitud.
A pesar de la bombacha y sus medias panty sentía como recorría toda la pija en medio del surco de sus labios vaginales. También sentía la suavidad y la humedad de la piel del interior de sus piernas.
Su bamboleo de adelante hacia atrás se fue acelerando en la misma medida en que se apretaba contra la pija, mientras yo trataba desesperadamente de sacarle la bombacha y sus medias, de esas que van hasta la cintura.
Quienes hallan pasado por esta situación sabrán que mis intentos por sacar estas prendas en esa posición y dentro de un auto es una misión imposible. Sobre todo teniendo encima una locomotora a vapor como Andrea, aullando con su silbato para advertir que nadie se cruce en su camino.
Exactamente esa era la sensación. ¿Recuerdan las viejas locomotoras de vapor con sus enormes pistones que hacían girar las ruedas? Con su característico chu-chu-chu, pero en ésta, el silbato en vez de hacer Huu-uuú, hacía: Ha-haaa-haa-hu. Además, el frenético bamboleo hacía que sus tetas me golpearan suavemente la cara, lo cual me encantaba.
¿Qué puedo decir? Sin poder penetrarla, Andrea había llegado a destino y debo confesar que fue ella la que me cogió a mí. Yo me quedé esperando en la estación. Igual lo disfruté.
Me excitó ver como acababa, sus ojos entrecerrados mirando al vacío, sus manos clavándose como garras en mis hombros y ese delicioso temblor que recorría su cuerpo impidiéndole respirar.
Se quedó abrazada sobre mí, todavía balanceándose suavemente como si fuera una mecedora. Me susurro al oído:
Qué guacho que sos… me hiciste acabar sin metérmela…
Para mis adentros yo confirmaba mi pensamiento de que las mujeres son los bichos más raros que existen: había estando debajo de ella, totalmente inmovilizado y sin embargo, era el responsable de su orgasmo.
Flor de pajera resultaste ser… – le dije
¿Qué? ¿Vos no…? – me preguntó sentándose a mi lado
Oops! Miren que insolente es este señor… sigue con la cabeza en alto – dijo manoteando el ganso por el cuello.
Hay que buscarle un escarmiento… ¿pensás que resistirá una mamadita? – dijo con voz melosa
No pude decir una palabra. En ese momento era lo que más deseaba en el mundo. Tuve que haber puesto una cara de súplica o de desvalido o algo por el estilo porque me dijo sonriendo mientras me lo acariciaba:
Pobrecito, qué cara que tenés… a ver el muñeco. Uuy… cómo esta! Grandecito, duro y jugoso… como me gusta…
Se bajo y colocó la pija entre sus tetas, las cuales subían y bajaban mientras me miraba desde abajo.
te gusta ¿eh? Esta vez te voy a hacer sufrir… – dijo
Se apartó un poco y empezó a amagar que me la chupaba, pero a último momento se detenía con su boca abierta tan cerca que sentía el calor de su aliento en la picha. Otras se acercaba con su lengua y a último momento se desviaba.
Realmente me estaba desesperando para que me la chupara y me había puesto recaliente. El roce de su pelo en la cabeza de la pija, a estas alturas hipersensible, fue la gota que derramó el vaso.
Cabrón, ahora si que la tenés grande… hasta la siento palpitar en mi man… – no le dejé terminar la frase.
La agarré con mis dos manos por la cabeza y le puse la pija en la boca.
chupa puta, chupa – le dije mientras le subía y bajaba la cabeza tomada por los pelos.
Umpf, Hum, despa… chup, chup, cito… humm, desp… chup, chup – decía ella como podía con la boca llena.
Le seguí dando masa por unos minutos y luego la solté ya que ella la mamaba mejor sin ayuda.
Sólo se escuchaba el ruido de la lluvia contra el vidrio y el rítmico chup chup chup.
Con toda la carga que tenía estaba por acabar. Ella levantó la cabeza y dijo:
me gusta chuparte la pija… me gusta chupar… ¿Ya viene la lechita?
Seguí chupando puta – le dije
Si, puta… pero de categoría – me respondió guiñándome el ojo
Con su mano me tiro el prepucio para abajo, estirando el frenillo de la pija y empezó a pasar su lengua en ese lugar y por toda la cabeza. Siguió así hasta que sintió las contracciones de la pija cuando eyecula y abrió su boca para recibir una, dos, tres y cuatro lechadas. Se tragó toda la picha y siguió mamando.
La leche le goteaba de sus labios y yo sentía lo pegajoso a todo lo largo de la pija. Siguió chupando hasta dejarla perfectamente limpia.
– Hummm, qué rica leche… la última te sale como yogur – dijo
Me gustaba ver como mi pija quedaba inmaculada y sus labios y mentón llenos de leche.
Ahh, que buena mamona… me gané la lotería con vos, mi puta – dije, en vez de decir «mi amor».
Bueno, al menos puedo decir que fui la puta de alguien, que es más de lo que muchas pueden decir.
Pero no se lo vas a decir a nadie, ni siquiera cuando me vaya – continuó.
No, a nadie. Pero ahora te voy a dar por el culo, mi putita – le dije bromeando.
Acá no, eso lo dejamos para la despedida, me quiero ir con la lechita adentro.
Y así fue. Le di por el culo en un hotel hasta que me harté. Le llené el culo de una buena provisión de leche y Andrea se fue para nunca más volver.
No puedo despedirme sin agradecer a todas las veteranas guerreras, que lo que no saben lo improvisan y lo que saben lo brindan generosamente, y que nos protegen de todas las vírgenes inexpertas a las que hay que enseñarles todo con santa paciencia.