Una copa al suelo

Las mujeres maduras siempre han despertado en mi un irrefrenable deseo sexual, por este motivo desde los 18 años he frecuentado bares y discotecas en las que son habituales este tipo de mujeres.

Un sábado por la noche me encontraba con unos amigos en un pub al que suelen acudir gran cantidad de mujeres que sobrepasan los 40.

Después de tomar unas copas nos pusimos a bailar en una mini pista que hay en un lado del pub.

Al cabo de un rato de baile, tropecé con una mujer y derramé la copa que llevaba en la mano, el líquido había caído casi todo al suelo, pero alguna que otra gota manchó su ropa.

Me disculpé al instante, y ella restándole importancia a lo sucedido se dirigió a los aseos.

Mientras se alejaba me fijé mejor en ella, tendría alrededor de 45 años y aunque no era ninguna top-model, estaba de muy buen ver.

Al cabo de unos minutos pude ver que había salido del aseo y se dirigía a la barra para pedir otra copa, me acerqué a ella y después de volver a disculparme me ofrecí a invitarla, a lo cual ella en un principio se negó, pero ante mi insistencia cedió a mi ofrecimiento.

Comenzamos a charlar «que si tu vienes mucho por aquí, que si el ambiente de este local me gusta mucho… lo típico».

Al cabo de unos 15 o 20 minutos de charla me comentó que estaba esperando a unas amigas del trabajo, que había quedado allí con ellas pero que se estaban retrasando, por lo que dijo que iba a salir fuera para llamarlas desde la cabina telefónica que había en la esquina.

Yo le ofrecí llamar desde mi móvil, y aunque al principio no quería lo acabó aceptando, pues no llevaba monedas.

Salió a la calle para hacer la llamada, pues dentro con la música y demás ruidos era imposible hacerlo, volviendo al poco rato con cara de circunstancias.

Al parecer a sus amigas no les había encendido el coche y no habían podido salir de casa, y que por este motivo ella se iba a marchar.

Le dije que por lo menos se terminara la copa, a lo que accedió. Y aunque traté de convencerla de que no marchara al terminar la misma dijo que iba a buscar un taxi, pues vivía en las afueras.

La acompañé a la parada más cercana, pero como no quedaba ninguno me ofrecí a llevarla a casa. Lo cual aceptó debido a la persistente lluvia que caía.

De camino al aparcamiento, un coche que pasó sobre un charco nos puso literalmente empapados, y cuando llegamos a su casa me ofreció subir para secarme.

Una vez en el piso me dijo que fuese a uno de los cuartos de baño mientras ella iba al otro, me quité la ropa mojada y mientras secaba me enrollé una toalla a la cintura, ella llegó al poco rato para decirme que lo sentía pero que no tenía ninguna ropa para poder dejarme mientras se secaba la mía, en ese mismo instante yo salía del baño, de tal forma que chocamos uno con el otro, después de preguntarle si estaba bien y ante su proximidad, no pude evitar bajar la cara y darle un suave beso en el cuello.

Ella permaneció inmóvil unas décimas de segundo, y entonces yo repetí la acción.

El resultado fue un estallido de pasión por parte de ambos, nuestras lenguas se ensortijaron una con la otra y nos quitamos mutuamente la poca ropa que llevábamos puesta. Nos echamos al suelo y comencé a lamer todo su cuerpo desde el cuello, pasando por sus pechos, su ombligo, hasta llegar a su chocho, el cual estaba completamente encharcado con sus flujos.

Después de un rato lamiéndole el chocho y mordisqueándole el clítoris tubo un gran orgasmo, que acompañó con numerosos gritos y gemidos.

Entonces se incorporó y dijo que ahora me tocaba disfrutar a mí, comenzó besándome el pecho, para terminar haciéndome la mejor comida de polla que he disfrutado en toda mi vida, cuando me corrí se tragó todo el semen y luego se tendió a mi lado para descansar un rato, pues la noche no había hecho sino comenzar, y lo que pasó después os lo contaré en una segunda parte de este relato.