Capítulo 3

Ese viernes terminé el trabajo y le aseguré a doña Sonia que ya estaba libre, pero que si ella prefería, podría quedarse en la sala que yo no la molestaría.

Ya habíamos metido a la mañana y estaba todavía muy timidona mientras yo estaba muy excitado. Dijo que sí y nada más.

Fui al cuarto con mi compu y como acordado con mi mujer, abrí una video llamada con ella. Charlamos de lo bien que le fue la inauguración. Iban ahora a salir las otras directora y profesoras a festejar, y ella se desnudó mostrándome como tomaba una ducha y se vestía mientras yo la elogiaba masajeando mi pija y deseándole una buena fiesta. En realidad teníamos un relacionamiento abierto y podría ser que un sortudo o sortuda se quedara con ella esa noche.

Pero ella ni imaginaba lo que pasaba en casa…

Porque ni bien corté, Sonia mi suegra me llamó y me dijo que podríamos compartir la sala sin problema.

Después de habérmela chupado la noche anterior, y después de haber avanzado y cogido lindo a la mañana, parte de la culpa que ella sentía había pasado. Había acabado de abrirse un vino blanco y veía una telenovela, se sentó en el sofá mirando sin ver la tele mientras me confesaba que su finado marido era muy fogoso y cómo había sido difícil su repentina muerte.

-Hace 6 años que se fue, pero lo extraño hasta hoy.

-Lo extraña de qué maneras? Mire, ya hemos hecho sexo y yo aún amo a su hija, pero como le dije, quiero ayudarla, y si es conversando, por mí está todo bien.

-Lo extraño de… todas las formas. Éramos una pareja muy unida. Y él en la cama era fogoso y … muy fuerte. Yo sé que me has puesto una venda para que no sienta culpa, pero… no es la primera vez.

-Ah no?

-No…

-Sabe -le dije muy atrevidazo-, conozco a alguien que le gusta que le ate las manos y la posea con fuerza.

Sólo no nombré a la hija para no consternarla pero la pregunta que ella hizo me tomó desprevenido:

-Ay pero será que alguna vez nos vio? Ay…. a Alberto le encantaba…

-Ah, sí…? Sólo a Alberto?

No sé si ella me entendió, pero salí de la sala, y lo entendió todo cuando volví con una cuerda gruesa.

-Ay pero igual iba a necesitar vendarme de nuevo -me dijo muy atrevida.

Así que luego de relajarla de mil maneras, suavemente la vendé, y luego intenté transformarme en el Alberto de sus placeres. Era todo una terapia, claro, para el bien psicológico de mi suegrita.

Le saqué la blusita pensando qué pechos sabrosos y bien puestos tenía mi suegrita.

Así que amarré sus brazos a la altura de los puños, levantando sus brazos y atando la cuerda arriba de su cabeza en un gancho que sujeta una maceta -que ya usé antes para el mismo fin.

Vendada y de brazos para arriba ella sintió como chupaba fuerte los pezones duros de sus pechos blancos y gruesos.

-Ay, así… chupalos querido, así, … mordémelos un poquito…

Se los chupé un buen rato y a su pedido a veces los apreté.

-Eres una suegra muy putita. Mereces que te apriete así tus pechos.

-Ayyyyy, sí, así… soy muy puta!

Me levanté ya de verga muy dura y sin más me saqué el pantalón, esfregando mi pija en su rostro, mientras ella gemía. Me saqué los calzones pasando su pija en su cara.

-Chupate esa pija entera ahora, putita.

-Ahhhh mmmm glllbbb que delicia de carajo en mi bocaaaaa, ay Alberto… gggaaabbb así, me encanta tu pija aaahhh mmggllll

Así que soñaba con el finadito y yo meta vino y meta verga en su puta boquita, y a convertirme en el suegro que no conocí pero que se incorporó en mi cuerpo. No era más Sergio el nuero trabajador de su hijita, era Alberto el dueño del corazón de Sonia. Le metí la verga fuerte en el boca, yendo y viniendo, y como habíamos cogido fuerte a la mañana, tenía para rato.

Se la saqué con furia viéndola toda que se babeaba y atragantaba con gusto y le arranqué la pollera.

Aún atada chupé esa conchita después de anunciarlo.

-Te la voy a chupar hasta que me pidas que pare. Ella estremeció entera.

-Aaaay Alberto, sí, chupamela toda, es toda tuya mi conchita es tuyaaaaa

Y así se la chupé fuerte, y le masajeaba el clítoris , el coño, cada vez más rápido, escuchando cómo gemía y soltaba grititos cada vez más fuertes.

Cuando gozó corriéndose con un largo gemido y me pidió que pare que no aguantaba más, la giré en el sofá, y aún atada comenzé a elogiar ese culo lindo y relleno.

-Te voy a comer ese culo enorme y delicioso

Bingo, me lo imaginaba que ya estaba acostumbrada, así que comencé a chuparle ese ano con gusto, paseando y metiéndole la lengua hasta adentro, ella viendo y viniendo como podía, apoyando sus manos en la pared y gimiendo bajito con mis chupadas cada vez más intensas. Luego cuando me cansé de chupárselo lo embadurné de gel.

-Ahhhh sí Alberto, a tí te gusta comerme el culito, me lo chupás tan lindo, dale ponémela todaaaa…!

Embadurnado y autorizado, le pasé la verga por los cachetes, mientras metía un dedito en el ortito, todavía apretadito, después poniendo la cabecita encima del ano, y esperando un poco. No precisé esperar mucho, ella se la sabía más que la hija, moviendo el cuelo, saboreando mi pija entrando despacio en su culito que se abría más.

Se la metí fuerte y comencé a ir y venir fuerte, ella jadeando y gimiendo a cada estocada de mi pija.

-Sos muy putita !

-Soy mi putita, soy tu putita, Alberto, soy tuya, tu puta!

Le metí unas nalgadas mientras mi verga iba y volvía cada vez más roja y consagrada. Ella gritaba jadeando, jamás la había visto así, por cierto. Estábamos en éxtasis dominados por el momento, yo convertido en su maridote deseado, ella atada contra la pared loca de placer mientras le reventaba el ortito apretado.

Se la ponía fuerte y ella lo aguantaba con placer y jadeando, gritando a cada nalgada y pidiendo más.

-Soy muy puta, castigame la cola ahora, así! Ayyy , ay ay, síii, qué verga dura por dios ayyyyy

-Te voy a llenar de leche ese culo lindo

-Ay sí llenamelo, me encanta tu leche caliente ayyyy aaaahhh

Y se lo solté todo, que ya no era mucho porque se la había bebido y gozado entero esta mañana, pero igual mi pene feliz soltó lo que podía, hasta sobró para embadurnar su espalda de leche esponjosa y caliente.

Y así quedamos jadeantes, hasta que la solté y se fue a tomar una ducha y por lo que parece consiguió dormir muy bien.

El sábado me despertó fogosa. No quiso que levante de la cama.

Dónde están las corbatas -me preguntó.

Ella misma se vendó, para sentarse en mi pija de espaldas y danzar como loca encima mío… me hizo venirme mientras su concha me comía mi maestro ensandecido sentándose bien fondo, jadeante, masturbándose con una mano y saboreando mi pija dentro suyo.

A la tarde desapareció, comentando que iba a la casa de una amiga, y sólo nos vimos a la noche. Ya era otra persona, abierta, feliz, radiante, pero silenciosa, y no dijo más nada.

Domingo levanté temprano y cuando llegó Luana con el auto, Sonia estaba lista para volverse a casa.

-Muchas gracias por todo Sergio-me dijo muy seria.

Luana la llevó al pueblo mientras yo hacía las compras de casa y jamás Luana sospechó de alguna cosa.

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