Mi experiencia sexual con una viuda de 55 años
Hace unos años fui a bailar a Bwana, en Luján, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Esa confitería hoy ya no existe, pero en aquel entonces era el centro del levante en la zona.
Después de mirar un buen rato veo una veterana que no paraba de mirarme. Tenía cerca de 50, mas bien baja.
Vestimenta discreta acorde a su edad. No era muy llamativa. Yo tenía 26 años y estaba con toda la leche encima.
Tropecé varias veces con esa mirada y algo me dijo que la sacara a bailar.
Lo hice y accedió. Sin cruzar palabras bailamos un buen rato música movida.
Luego de ello la invité a tomar algo. Accedió.
Compartimos unas cervezas y hablamos muy poco.
Se llamaba María del Carmen, hacía casi 5 años que había quedado viuda y era la primera vez que salía desde la pérdida de su esposo.
Tenía 55 años, trabajaba como auxiliar de enfermería.
En eso el disc jockey (así le llamábamos en esa época a los DJ) puso música lenta. La invité a seguir bailando y accedió.
Subimos a la pista y nos abrazamos estrechamente. Apoyó su mejilla sobre mi pecho y se dejó llevar.
Suavemente acaricié su espalda y mi mano subió hasta su cuello.
Comencé a acariciarlo. Se dejó hacer. Apoyé mi mentón en su cabeza y comencé a rozarlo contra su mejilla.
Instintivamente se volvió hacia mí y comenzamos a besarnos. Tras un rato de besos y baile fuimos al reservado.
Allí nos sentamos en un rincón oscuro y nos dimos largos besos franceses mientras con mis manos tocaba sus senos y su cola.
Al tocar su cola se volvió loca. Introdujo su lengua desesperadamente en mi boca.
Avancé y metí mi mano entre su pollera y su ropa interior mientras con mi dedo mayor marcaba la raja de su culo. Jadeaba excitadísima a la par que me besaba don desesperación.
Salimos del baile y fuimos a dar un paseo por las calles aledañas.
Al pasar por un hotel alojamiento le propuse entrar pero se negó. Nos sentamos en la plaza y comenzamos a besarnos.
Mis manos se aventuraron más debajo de sus ropas.
Le desprendí el corpiño y palpé sus tetas, algo caídas pero aún excitantes. Puse una mano sobre una de sus rodillas.
Como no dijo nada comencé a deslizar mis dedos debajo de su falda, acaricié su pierna y subí un poco más. Al llegar a su concha apretó las piernas, pero ya era tarde.
Mi mano había logrado su objetivo. Aparté la braga y deslicé mi dedo por su vulva que estaba totalmente húmeda. Su resistencia cesó y abrió las piernas entregándose. Volví a insistir en ir al hotel y accedió.
Una vez allí entramos en la habitación y comencé a desnudarla.
Por mi parte solo me saqué el pantalón. Ella entonces me desprendió la camisa y se abrazó a mi totalmente desnuda.
Comenzamos a bailar y a tocarnos y besarnos.
Terminé de desnudarme y así rodamos sobre la cama.
De costado y sin saber como la penetré acabando instantáneamente.
Desesperada me tendió boca arriba y, con maestría, me montó introduciéndose mi pene. Era tanta la calentura que no perdí la erección y al rato la inundé con mi semen.
Sin esperar se metió al baño y se enjuagó. Cuando salió hice lo propio. Volví y estaba tendida boca arriba y con las piernas abiertas esperándome.
Me arrodillé a los pies de la cama y sin darle tiempo a protestar comencé a lamerle su vulva.
Puso sus piernas sobre mis hombros e hizo que me hundiera más en su vulva.
Oprimí sus tetas e introduje mi lengua lo más que pude en su vagina. Jugué con su clítoris, mordisquee sus labios vaginales. Se mordía los labios para no gritar.
La vi tan excitada que subí a la cama y puse mi pija entre sus tetas y empecé a cogérselas como si fuera su concha.
Envalentonado quise meterle mi pija en su boca pero se negó. Entonces abrí sus piernas y se la metí en su concha hasta el fondo.
Nos amacamos suavemente entrando y saliendo hasta que sin poder más la saqué, la metí nuevamente entre sus tetas y acabé sobre su pecho.
Apretó mi pija con sus manos y se esparció mi leche en sus tetas.
Me levanté, le tomé la mano y la llevé al baño.
Nos metimos bajo la ducha y comenzamos a besarnos y enjabonarnos mientras recorríamos todos los rincones de nuestros cuerpos.
Estando todos enjabonados intenté metérsela por el culo pero se negó.
Entonces me senté en el bidet, le abrí las piernas y la senté sobre mi verga enterrándosela hasta el fondo.
Así nos besamos y cabalgamos hasta que, luego de un buen rato logré acabar.
Extenuados, terminamos de bañarnos y nos secamos tendiéndonos un rato en la cama.
Miramos la hora y con asombro nos dimos cuenta que era la 1 de la tarde.
Como estábamos cerca de la Basílica y era día de procesión salimos en forma cómplice medio ocultándonos medio toqueteándonos.
Nos despedimos con un largo chupón y quedamos en vernos el sábado siguiente.
Confieso que este polvo fue el mejor de mi vida y que jamás cambiaría una veterana por una nenita caprichosa por buena que esté.