Señoras y señoritas, sólo para mujeres
Me llamo Eva, Tengo 32 años y estoy casada con un ejecutivo de una multinacional.
Vivimos en Madrid.
Tengo un hijo de 10 años y no pienso tener más.
Soy una mujer rubia, de pelo rubio largo y ojos marrones.
Mi cara es ovalada, con unos labios bastante sensuales.
Tengo un cuerpo estupendo, por que nunca me he dejado.
Después de tener a mi hijo me he dedicado a cuidarme.
Mi situación financiera es muy buena, por el trabajo de mi marido.
Yo no trabajaba hasta hace poco…
Mi vida era un aburrimiento.
Con una criada en la casa, con mi hijo ya casi criado, estaba realmente aburrida.
Para colmo, mi matrimonio era un fracaso, porque mi marido se entiende con la secretaria.
Estoy segura.
Bueno, ¿Por qué sigo con mi marido? Por el chico, y por el dinero.
Con la tarjeta de mi marido compro lo que quiero. Yo no me meto en su vida, y él no se mete con mi tarjeta.
Un día, leyendo los anuncios de los periódicos, leí uno en el que pedían señoras para mantener relaciones esporádicas con clientes.
El anuncio no se ajustaba concretamente a mí, ya que pensaban en mujeres necesitadas.
El anuncio especificaba «Señoras y señoritas. Sólo para mujeres».
Me parecía natural que así fuera.
Estuve pensando unos días en aquel anuncio.
Era una buena oportunidad de romper con esa vida placentera que llevaba y materialista, buscando oportunidades de aventuras… y también una forma de vengarme de mi marido, por qué no decirlo.
Llamé a la semana y me cogió el teléfono una mujer.
-Llamo por el anuncio del periódico del día 15, estoy interesada en la oferta que hacen.
¿Me puede decir en que consiste?.- La voz me respondió.- Lo primero que quiero decirle es que este es un servicio en el que sólo aceptamos a mujeres ¿A usted no le importa?
– Le respondí negativamente. Qué mas me daba si en la red había otras chicas o había chicas y chicos.-
-¿Tiene alguna experiencia en este sentido?- No, pero estoy decidida a hacerlo- La voz me explicó que la agencia me mandaba clientes a la casa, yo les hacía el servicio y sobre la marcha me hacían una transferencia, para lo cual tenía que abrir una cuenta corriente a mi nombre, etc, etc… Me propuso otros medios para pagarme.
Como mi motivación no era económica no le di mayor importancia.
Quedé en llamarle al día siguiente para darle un número de cuenta que abrí en un banco y que no debía conocer mi marido.
Cuando al día siguiente le llamé, le pregunté cuando empezaría a recibir clientes, me dijo que si deseaba tendría «la primera» esa misma tarde.
-Es imposible, esta tarde está aquí mi marido y mi hijo- Pero ¡cómo! ¿Es que quiere «recibirlas» en casa?. No mujer, eso no puede ser. Debe de alquilar un estudio barato donde no la conozcan y donde pueda estar tranquila-
Quedé en llamarla cuando hubiera solucionado este problema.
Me puse a buscar rápidamente un estudio en el centro de Madrid, pues yo vivo en Puerta de Hierro.
No tardé en encontrar un trastero en la planta alta (un tercer piso de los de antes) de un edificio sin ascensor.
Le pregunté a la dueña cual era su dueño anterior, me dijo que un pintor, que lo utilizaba como estudio de pintura. Yo decidí utilizar esa misma idea como tapadera.
Mi marido no me prestó mucha atención cuando le comenté mi reciente pasión creativa y por la pintura.
Debo decir que no ha ido por el estudio nunca, lo que me ha venido muy bien. Pronto doté al estudio de todo el mobiliario necesario.
Me esmeré en poner el baño en condiciones y en darle una bonita apariencia, compré el caballete, los óleos, los lienzos, compré unos muebles, todo lo cual fue pagado por mi marido.
Hasta una cama, que para que no sospechara, le dije comprar por si traía a alguna modelo para pintarla.
Cuando tuve todo preparado, volví a llamar a la agencia. -De acuerdo. Supongo que tendrá ganas de empezar cuanto antes.
Tengo un encargo un poco especial. Es «una» que va a ir de chico joven, y que quiere follar, ya sabe…Penetrarla- . Acepté, No veía donde estaba lo especial de aquella cita. ¡Penetrarme! ¡Pues es lo mínimo que se podía pedir!
-Oiga, tendrá mas de dieciocho años el cliente- Por supuesto, eso nosotras lo tenemos muy claro.-
Estuve puntual en el estudio. Al entrar a la casa, vi a un chico muy guapo en la calle, que me miraba como preguntándome si sería yo.
Me quité el abrigo de visón para quedarme cómoda, con un suéter muy ajustado, que marcaba la redondez de mis senos y mis pezones, y una minifalda. Me había preparado muy bien para mi primera ocasión.
Me había perfumado totalmente y me había pintado las uñas de los pies y las manos, de color granate. Me había colocado unas braguitas minis blancas y unas medias muy bonitas, blancas con dibujitos. ¡Parecía una novia! No llevaba sostén. Mis zapatos eran blancos de tacón alto.
Pronto se presentó aquel muchacho que aparentaba unos dieciocho años, llevaba una melenita muy engominada, negra.
En la oreja pude distinguir el agujero de un pendiente que no llevaba.»¡Vaya, un nene moderno!» Me dije.
Vestía una camisa y un jersey de pico de color azul oscuro, y en la apertura de la camisa pude adivinar una camiseta.
Unos pantalones grises de pinzas, con unos calcetines azules oscuros y unos zapatones enormes remataban el conjunto. Parecía un chico salido de un colegio.
Era muy guapo. Moreno, con las pestañas largas y unos ojos dulces y una boca sensual. Tenía un lunar muy atractivo al lado de la boca. Era la cara de un ángel, de lo dulce que parecía.
-Hola, te estaba esperando, chato- Al oírlo puso una cara de satisfacción enorme. Pensaba que era un chico joven que deseaba tener su primera experiencia. -Buenas tardes- Me dijo con una voz que se veía que fingía ser más ronca de lo que le correspondía.
Nos servímos unos combinados. Yo, de cola y ginebra. A él se lo puse de vodka y naranja. -¿Seguro que vas a poder con esto, jovencito?- Le dice mientras me acercaba al chico y pasaba el dedo índice con sus labios. Bebimos. Me era muy difícil sacarle conversación.
Así que puse una música romántica y me lo puse a bailar, así muy cerquita…
Nos agarramos de la cintura y comenzó a besarme el cuello, con ese morrito en el que sospechosamente no había asomo de bigote. Sus besos comenzaron a excitarme y sus manos me agarraban el trasero.
Era un chico muy travieso, porque me subió la falda y comenzó a acariciar mis nalgas, con unas manos que a mí me parecieron con demasiada poca fuerza, muy dulces… Le eché mano a la bragueta… ¡Menuda empalmadura tenía el joven!. Otra cosa no tendría, pero un pedazo de picha sí que tenía.
Me pidió que me quitara el suéter, a lo que accedí. Mis tetas quedaron descubiertas, con un pezón en cada una de ellas excitado.
Le pedí que él se quitara el jersey , me dijo que después. Mis pezones se electrizaban al contacto con la lana. Me besó los hombros y me los mordió, para luego besarme la boca.
Fue un peso dulce pero penetrante. Me agarró mis labios con los suyos, como queriéndomelos arrancar, y luego, metió su lengua en mi boca, entre los labios y la dentadura. Paras ser un jovencito besaba pero que muy bien.
Entonces comenzó a acariciarme el seno, desde la parte exterior hacia el centro, buscando la dureza de mis pezones.
El jovencito había conseguido ponerme como una moto. Pasé al ataque, y ahora era yo la que penetraba en su boca con mi lengua. Puse mi mano en mi bragueta, para sacarle la verga, pero se negó en rotundo. -Después, querida, después-
El mismo se encargó de deshacerse de mi falda, que cayó al suelo. Comenzó a estirar hacia arriba de mis bragas.
La pequeña cinta se me metía entre las nalgas y en el chocho, me rozaba el clítoris y me ponía mas caliente todavía.
Comencé a sentir que una cálida gota caía desde mi conejo por mis muslos hacia abajo, fruto de mi excitación. -Fóllame, cariño, no puedo aguantar más- le dije.
-Pero yo sí- Me contestó, y se abalanzó sobre mi pecho, y tras besarme alrededor del pezón, me lo lamió con toda la aspereza de su lengua y comenzó a pellizcar la punta con los labios y a pasar la lengua sobre ella.
Jamás me había ello nadie eso en los pezones. Mis piernas temblaron y me sentía caer al suelo, pero él me agarraba.- ¿Cómo te llamas?- Le pregunté- Víctor- Me dijo tras pensarlo un rato.
Pensé que era un nombre inventado y que no querría decirme su auténtico nombre. Sentí su mano posarse en mi concha, por encima de las bragas, e hincarse en mi sexo, buscando un resquicio por donde introducir sus dedos.
Me empeñé en desnudarle. Me dijo que sólo lo haría si apagaba la luz. Quedó la habitación en penumbra. Se quitó el jersey, haciendo un gesto como muy de macho, muy masculino.
Yo lo veía en la penumbra de la habitación. Me lo llevé al borde de la cama, y comencé a desabrocharle el pantalón mientras el se desabrochaba los botones de la camisa.
No le gustó la idea, me apartó la mano de un manotazo y me dijo, en voz fuerte – Te he dicho que NO- De un empujón me sentó en la cama. Me debí de enfadar, pero el tratarme de aquella manera estando tan excitada, No sé, me gustó. Me quité los zapatos de tacón, si me los hubiera quitado antes, hubiera sido tan alta como el muchacho, pero con los zapatos era más alta. Comencé a quitarme las medias, pero insistió en que no me las quitara. Entonces me fui a quitar las bragas y me contestó: – Eso lo tengo que hacer yo-
Víctor se había quitado la camisa y los pantalones, como los zapatos. Tenía una camiseta interior y unos calzoncillos, de esos que son como unos pantalones de deporte y tienen una bragueta con botones. Podía ver una empalmadura descomunal. «Vaya cipote tiene este chaval» volví a pensar.
Se puso de rodillas delante de mí, que estaba sentada en la cama, y tras volverme a besar en la boca, buscó de nuevo el pezón endurecido por el deseo, que ardía en mitad de mis senos. Sus manos me tocaban el interior de mis muslos, queriendo separarlos, y los separé, llegando hasta mí misma el perfume que desprendían los flujos de mi sexo. Yo le agarraba tiernamente la cabeza o le acariciaba la espalda.
Mi marido jamás me había comido el coño. Se puso de rodillas en el suelo, Mi coño quedaba enfrente de él. Puso cada pierna mía sobre cada hombro suyo. ¿Lo haría este joven muchacho?¿Lo haría?…..Siiiiiiii. Comenzó por comerme las ingles, la parte interior de los muslos cercana al sexo, donde la mujer tiene la piel más suave, la parte de mis nalgas también cercana al sexo. De pronto, sentí sus manos a ambos lados del sexo, separando los labios de la vagina. Su lengua me lamió el sexo de arriba a bajo y luego lo utilizó como un pequeño pene, endurecido entre sus labios, lo posaba en las paredes de mi chocho y la movía de arriba hacia abajo. Comencé a pellizcarme los pezones para conseguir mayor satisfacción.
Pronto volví a sentir mi sexo mojado por mis jugos. Los dedos de Víctor descubrieron mi clítoris, separando los pliegues del chocho. Aquello era un bomboncito para una lengua tan golosa y juguetona. Lo besó tiernamente y luego lo contuvo con sus labios. Comenzó o frotarlo con la lengua como antes había hecho en los pezones.
Puso sus manos sobre mis nalgas desnudas. El clímax me estaba llevando al punto álgido. Mis caderas comenzaban a moverse desbocadamente, mientras él me lamía con más fuerza. Le hinqué la cara sobre mi sexo presionándola con ambas manos.
-Ahora es cuanto te voy a follar- Me dijo con autoridad.-Ábrete de piernas-
Insistí en lavarle el pene, a lo que ella se negó, aunque fue al lavabo a lavárselo. Quise comerle el rabo, pero ella no se dejaba. Al final, cedí a que me metiera la verga, pero poniéndose un preservativo que saqué de debajo de la almohada. No entendí entonces por que se rió. Se lo colocó. Yo le vi colocarse el preservativo sobre aquella enorme verga en la penumbra de la habitación.
Tampoco entendí por que no se desprendía de su ropa interior -¡Quítate todo!- le decía, a lo que él respondía con el silencio.
Estaba cansada ya, pero sabía que la fiesta no había acabado, puesto que él no se había corrido. Vino a gatas entre mis piernas abiertas para tenderse sobre mí, y besarme la boca y la cara mientras nos acariciábamos el cuerpo. Yo no podía traspasar el umbral de su ropa interior. No me dejó que metiera mano en su trasero para tocarle los cachetes, ni que le acariciara la espalda. Quise tocarle los testículos y no me dejaba. Al final decidió agarrarme las manos con la suya, una vez que hubo colocado la verga estratégicamente contra mi sexo.
Empecé a sentir su verga presionando contra mi sexo, y abriéndose paso poco a poco. Le dije que me dejara a mí. Me soltó de una mano, pero cuando fui a echarle mano al cipote, la encontré rodeándose los testículos. Metío la punta por donde tenía que ser. Su pene me penetraba lentamente a cada embestida. Víctor se movía suavemente. Me volvió a agarrar de la mano.
Comencé a moverme parsimoniosamente a su ritmo. Luego, cuando la excitación se iba haciendo más fuerte, nos movíamos más rápido. Su pene entraba y salía, produciéndome un gran placer en la vagina. Me soltó y me agarró entonces de ambas nalgas fuertemente. Le acaricié el pecho. No parecía que estuviera tan gordo como para tener ese pecho. Le desremetí la camiseta, pues necesitaba el contacto de su piel y metí mano a su trasero. Mi orgasmo estaba cercano. Me sentía desfavorecer por momentos.
Encontré que las suaves nalgas de víctor estaban atravesadas por unos extraños elásticos.¡Qué extraño aquello!. Le froté la espalda y vi que tenía una venda alrededor del pecho. Entonces ya, con un mosqueo total, con el cuerpo a reventar por el tercer orgasmo de la tarde, le eché mano a los huevos, y descubrí que eran de goma. Víctor o quien fuera se movía contra mí enloquecida. Le toqué entre las piernas, y allí estaba, una suave raja mojada, en medio de aquella marabunta de pelos. -¡HIJA DE PUTA!- grité, con perdón
Me corrí a lo bestia, por los meneos que me había metido y la situación morbosa que había sufrido. Siguió moviéndose hasta que supongo que ella también se correría, prolongando mi orgasmo.
-¿Qué haces? ¿Quién eres? ¿Por qué coño te has hecho pasar por un tío?- Le recriminé. La joven estaba cortada. Al final atendió a explicarme que ella había dicho bien claro a la agencia que tenía una fantasía sexual de pasarse por un chico y de «follar como un tigre», y que la agencia, tras preguntarle, le dijo que no había problema. Tenía una voz exquisitamente femenina. Como yo pensaba desde el primer momento, disimulaba la voz.
Llamé a la agencia. Por lo visto era todo un maldito mal entendido. Cuando la agencia se refería a que sólo admitían a mujeres, no se refería a las «putas», como aquella voz la llamó despreciativamente en esa ocasión, sino a las clientas. Y cuando se refería a «ellas», no era a las visitas, sino a las chicas. Se lo preguntó muy claramente. El anuncio lo ponía claramente: «Señoras y señoritas sólo para mujeres»¡Estaba clarísimo!
Colgué un poco cabreada, pero al fin y al cabo no había estado tan mal. Miré hacia la chica. Me la encontré llorando. Me enterneció verla así, sin tener ninguna culpa. Me senté en la cama a su lado y le cogí la cara -No llores, amor mío- Le lamí las lágrimas y la estreché contra mí.
-Te diré lo que vamos a hacer. Lo vamos a pasar muy bien ahora juntas- le dije, y cogiéndole una mano, la puse sobre mi pecho. Pronto comenzó a sustituir sus lágrimas por calurosos besos sobre mis hombros.
Le quité la camiseta y le quité la venda que oprimía sus senos, que yo también comencé a acariciar. Eran unos senos menudos con unos pezones pequeños, oscuros y bien delimitados. Nos besamos en la boca. Me puse de rodillas entre sus piernas y me arreglé para, desabrochándole los botones, quitarle los calzoncillos.-¿Cómo te llamas realmente?- Victoria- y…¿De quien son estos calzoncillos?- De mi hermano-.
Le quité los calcetines. Tenía un pié femenino y precioso. Por eso no se quitaba los calcetines, tenía las uñas pintadas como yo. Le quité el preservativo al consolador. Victoria sólo estaba vestida por las correas elásticas que sostenían el consolador. Me metí la punta del consolador en la boca, simulando una mamada. La miré un momento y allí estaban sus ojos oscuros clavándose en mí. Sentí posarse su mano sobre mi rubia y lacia cabellera.
Aquel momento se me ha quedado clavado. En la vida había tenido un momento sexual como aquel. Le cogí los huevos de goma con la otra mano, pero sólo era una excusa para comenzar a rozarle el clítoris. Mi dedo lo rozaba ligeramente con la uña, y lo sentía crecer y a Victoria excitarse. Yo simulaba, entonces poner más pasión en la masturbación, y tocaba su sexo con más decisión hasta que Victoria comenzó a correrse de verdad, -Zorra, No te pares- Me dijo, volviendo a imitar una voz masculina con la que me había echo antes el amor.
Le metí el dedo en la raja, presionando con la palma de la mano contra el clítoris, mientras engullía todo lo más que podía aquel falo de látex. Victoria se corrió , mientras me agarraba de la cabeza por los pelos.
Me quedé sobre su regazo un buen rato, pero entonces sentí que se incorporaba y me estiraba a mí hacia la cama.- ¡Te gusta la marcha! ¡eh, zorrita!- , me dijo , sabiendo que aquella violencia y forma de hablarme me excitaban.
Se colocó de rodillas detrás mía, que estaba así, de rodillas tumbada sobre la cama, sin soltarme del pelo. Yo la cogía de la mano para que no me estirara mucho. Pronto sentí el falo de látex posarse en la parte posterior de mi sexo. La ayudé como pude separándome las nalgas y subiendo el pompis. Victoria empujaba de mis caderas contra ella. El falo penetraba en mi vagina, ahora con rapidez y sin contemplaciones.
Victoria me separó una mano de las nalgas y me la retuvo contra la espalda, mientras con la otra me estimulaba el clítoris. Comenzó a embestirme.Yo aguantaba las embestidas como podía, después del tercer orgasmo, pero mi sexo seguía reaccionando a los estímulos. Sentí su cuerpo echarse sobre mi espalda, y sus dos tetitas, con los pezones duritos y calientes, restregarse en mí. Me soltó la mano y se dedicó a tirarme del pelo, para poner mi cara cerca de la suya y morderme la oreja.
Mi sexo estaba ocupado por mi mano, la suya y aquel falo que lo trataba sin respeto. El orgasmo me venía. El orgasmo era inminente…Me derrumbé sobre la cama. Después de sufrir las violentas sacudidas de la erupción de mi volcán por cuarta vez.
Victoria quedó muy satisfecha. Se vistió como había venido, pero sin venda y se despidió con un beso muy ardiente. Debió de dar muy buenos informes de mí en la agencia, por que no me falta trabajo.
Cuando llegué a casa, grité:-¡Cariño!¡He vendido un cuadro!