Capítulo 1
—Bueno cariño, lo prometido—dijo, abriendo el bolso—. Aquí están tu boleta para la función.
—Oh, gracias—respondí, observando el ticket—. Eres muy amable. Gracias por invitarme. Pensé que íbamos a entrar a la función de las cuatro. Yo pensaba pagar mi boleta.
—No, querida. Te dije que yo invitaría. En media hora empieza la película. Creo que alcanzamos a tomar un café. ¿O quieres un helado?
Ahora que lo pienso, ella no tenía el más mínimo interés en ver esa película. Yo era la película. Así que cuando entramos a la oscuridad de la sala de cine, empezó su función. La función de nosotras dos. Me inició en el juego dándome unos besos tentadores en mi boca. Me desafiaba dándome besitos intrépidos. Su sonrisita logró cautivarme.
—Ven, Katherine, regálame otro besito. ¡Es solo un besito!
—Está bien.
Yo correspondía los besos de un modo inocente. Ella en cambio era más atrevida. Y muy pronto comenzó a acariciarme el cabello. Me gustaba cómo sus dedos descendían entre mi cabello rubio. Tatiana halagaba mi cabello, diciéndome que era “una rubia muy hermosa”. Yo le daba las gracias, sonriéndole, mirándola a los ojos. Aceptando un juego que yo sí quería aceptar.
Todos esos recuerdos volvieron a mi mente cuando ella me tenía en su cama. El modo en que besaba mi vagina me obligó a cerrar mis ojos. Y en medio de esa oscuridad, volví a contemplarme con ella en la sala de cine. Pero cuando el placer del sexo oral se tornaba intenso, yo abría mis ojos. Retornaba al presente, sentía la lengua de Tatiana en mi clítoris. Las palpitaciones de mi corazón incrementaban.
A medida que mis gemidos eran más intensos, Tatiana me besaba con más pasión. Era fantástico, alucinante, sentir como me doblegaba. Cuando incliné mi cabeza para apreciar lo que me hacía, su posición me deleitó. Sus nalgas estaban en lo alto y su espalda se inclinaba hacía la cama. Sus manos se aferraban a mis ingles, que también besaba con frecuencia.
—Que delicia, mi amor—me dijo—. Me encantaría comerme esta vagina con mis amigas.
—¿Con tus amigas?
—Sí, con mis amigas. Algún día las conocerás.
—Okey… de acuerdo—respondí con cierta timidez, con cierto miedo—. ¡Cómo tú digas!
Aquel “¡cómo tú digas!” tuvo un tono muy distinto a mi primera respuesta. Justo en ese instante sentí que Tatiana empezó a acariciar mi clítoris con sus dedos. Me alcancé a exaltar de emoción. Y eso, incidió al mismo tiempo, en aceptar con gusto la idea de tener sexo con sus amigas. Me vi por un segundo rodeada de “sus amigas”.
Esa imagen, me llevó a considerar otra sensación. Aquella habitación debía haber sido testigo de muchos encuentros sexuales. El sexo y la pasión palpitaban en las paredes de ese cuarto. Y la cama era precisamente un altar donde muchas más mujeres habían gozado, tal como lo estaba viviendo yo en ese instante.
Fue tan emocionante percibir eso, que mis ojos contemplaron estrellitas multicolores. Una sensación orgásmica me atravesó, mientras liberaba mis gemidos. Pero entonces, Tatiana dejó de acariciarme mi vagina. Pude ver cómo se levantó de la cama y se marchó al baño. Unos segundos después, regresaba con una toalla blanca.
—Estamos ingresando a una nueva fase, querida Katherine—dijo con voz divertida—. Voy a colocar esto bajo tus nalgas, antes de que comiences a orinarte de placer.
—Oh… ya sé a lo que te refieres.
—Sí, todas sabemos de qué se trata. Ojalá inundes esta toalla de chorros de flujo vaginal.
—Haré todo lo posible.
Lamentablemente no fue mucho fluido vaginal lo que logré liberar. Si pude derramar mis fluidos en la toalla, pero no tanto cómo las dos esperábamos. Tras una dedicada labor por brindarme placer, le pedí a Tatiana que se detuviera. Había llegado a un orgasmo devastador y emocionante. Y mi clítoris estaba ya un poco sensible.
De modo que ella aceptó y dominó su instinto de sexo agresivo. Yo me senté sobre la cama, al igual que ella. Estuvimos frente a frente, acariciando nuestros senos. Nos mirábamos con cariño. Volvimos a darnos besos provocadores, discretos, como los del cine. Hasta que cedimos un poco más y nos besamos durante un largo rato.
—Te agradezco mucho lo que estás haciendo conmigo—le dije.
—Solo es el comienzo, será como un despertar—me respondió—. ¿Quieres que te cuente un secreto?
—Oh, sí. Por la sonrisa que tienes, estás ansiosa por develármelo.
—De acuerdo. Esto de ser lesbiana es algo nuevo para mí. Hasta hace unos meses yo solo me consideraba heterosexual. Pero eso acabó hasta que me acosté con una amiga en esta misma cama. Ahora acepto con gusto que soy… bisexual.
—¡Interesante! A mí personalmente no me gustan los hombres.
—En ti es muy notable. Ya vengo, voy por el vino.
Después de abandonar la habitación, me avasalló un sentimiento muy genial. Tan fuerte e intenso, que comencé a acariciar mis tetas, mi vagina, mis piernas. Me enfoqué en manosearme y me sentí libre, como un ave. El manoseo que me estaba dando me resultó tan excitante que hasta cerré mis ojos.
Esta vez no contemplé la oscuridad del cinema. Me dejé apasionar por esa oscuridad para poder sentir las dimensiones de mi cuerpo. Me acaricié con gusto, con fascinación, mientras sentía mis palpitaciones excitadas. Aquella terapia personal y deliciosa, concluyó cuando abrí de nuevo mis ojos. Frente a mí estaba Tatiana, contemplándome con cariño.
En esta ocasión no me asusté, como cuando ocurrió en el centro comercial. Mi pensamiento sabía que ella regresaría y se quedaría observando mi momento de intimidad personal. De hecho, prolongué ese momento, con el deseo de que ella me descubriera así. Por eso me sentí orgullosa al ver su sonrisa en su rostro.
—Qué emocionante, querida Katherine—dijo, mientras me ofrecía la copa de vino—. Yo también suelo darme cariño así en ocasiones.
—Es excitante. Fue algo que surgió natural. Me siento orgullosa de lo que está ocurriendo entre nosotras.
—Quizá las energías sexuales de este lugar te hayan inspirado. Si te cuento todo lo que ha ocurrido aquí con mis amigas no me creerías.
—¿Tienes fotos de ellas?
—En un rato te las muestro. Por ahora degústate el vino.
Tatiana se acostó sobre la cama, pero no en modo bocarriba. Se acostó de lado, lo que le permitió contemplar mi cuerpo. Me estuvo observando con detenimiento. Me miraba con provocación, repasando la dimensión de mis tetas, mi vientre y mis piernas. Seguía bebiendo el vino pausadamente.
Yo también estaba disfrutándome del sabor del vino rojo. Y a la vez me dejaba penetrar por esa mirada profunda de Tatiana. Era una mirada intensa y fuerte. Quizá era su vocación como escritora, la que le había otorgado ese don de mirar a profundidad a una persona. Cuando me miraba a los ojos, sentía que me estaba escaneando, conociendo los secretos más profundos de mi alma.
Eso me recordó a la sensación que ella tuvo cuando nos comunicamos por videollamada. Algo que también me recordó a la frase que me había susurrado en el cine. “Te enseñaré a reconocer a una lesbiana con solo verla”. La idea de tener ese don me emocionó. Así que me atreví a decirle:
—¿Cuándo me enseñarás a reconocer lesbianas con solo verlas?
—A su debido tiempo, amor. Me alegra que no te sientas intimidada por mis miradas.
—Ya te tengo suficiente confianza.
Tatiana acercó su copa de cristal hacia la mía para que ambas chocaran. Seguimos bebiéndonos el vino con calma, percibiendo todas las notas de su sabor. Era un vino delicioso que estaba frío por completo. Así que mi boca estaba viviendo grandes sensaciones.
—¿Te quieres quedar hoy conmigo?—me preguntó—. ¿Te atreverías a pasar la noche junto a mí? ¿O quieres que te lleve a casa?
—Solo tendría que llamar a mi mamá y avisarle—le dije—. Me has dado una tarde fabulosa. Perder mi virginidad contigo será algo inolvidable.
—No, cariño, estoy segura que lo olvidarás. Te prometí que conmigo vivirías un despertar. Ya vas a ver que tendrás experiencias más extremas.
—Bueno, eso me resulta muy provocador.
Entonces decidí acercar mi boca para besar la de Tatiana. Nos besamos durante unos veinte segundos. Cuando finalizó el beso, ella tomó su copa de vino y bebió el último trago. Se colocó de pie, viendo cómo yo también decidí beber mi último trago. Entonces tomó mi copa y se aproximó a una de los nocheros de madera.
Ahí dejó las copas. Yo tuve la oportunidad de verla de espaldas y apreciar sus nalgas. Eran redondas, hermosas. Tatiana es una mujer a la que le gusta ejercitarse y por eso mismo tiene un cuerpo hermoso. Yo soy delgada y puedo decir que tengo una buena figura. Tengo un vientre “plano”, pero no es fruto de hacer fitness.
Tatiana se arrepintió de depositar una de las copas y volvió a levantarla. Se giró hacía mí y me enseñó la copa de cristal. La exhibió mientras en su rostro aparecía una linda sonrisa. Se mordió los labios de su boca y me dijo: “Ni te imaginas lo mucho que ha servido una copa como esta para cumplir fantasías”.
—¿A qué te refieres?—le pregunté.
—Esta copa que estás viendo ha sido motivo de fetiches entre mis amigas.
—¿Qué clase de fetiches?
—Te lo develaré después. Por ahora solo te dejaré la provocación. Por cierto, ¿estarías dispuesta a pasar un momento rico con mis amigas?
—¿Rico es… tener sexo con ellas? ¿Me estás hablando de… tener una orgía?
—Sí, exactamente.
No pude evitarlo. Mis ojos brillaron de emoción. La mirada profunda de Tatiana me traspasó, revelándole por completo mi alegría. Mi alma quedó expuesta, desnuda ante esa mujer de 32 años. La comprobación de que adivinó lo que sentía, se reflejó en la expresión de su rostro. No era necesario decir nada respecto a mi afirmativa decisión.
Tatiana tomó entonces su smartphone, que se ubicaba junto a la otra copa de cristal. Abandonó la segunda copa en el mismo lugar y entonces se lanzó a la cama. Fue como si se diera un chapuzón en el colchón. Pero la estructura de la cama y el colchón no sufrió ningún tipo de movimiento. Fue un movimiento brusco, casi juvenil.
Entonces me dejó ver la pantalla de su smartphone. Abrió la aplicación de “Galería” de inmediato. Se tomó unos segundos para analizar los pequeños recuadros de las imágenes. Y luego se decidió por una donde aparecían varias mujeres. En dicha foto ella se encontraba justo en medio de cuatro mujeres.
—Esta que ves aquí se llama Kira. Y esta otra se llama Esperanza. La que está al lado es Mónica. Esta foto es de hace unos días, cuando estuvimos en una despedida de soltera de una amiga de Kira.
—Se ven muy lindas.
—¿Cuál de todas te parece más atractiva?