Capítulo 1
Dos semanas después, en ese mismo club de masturbación, aconteció una “lluvia de squirt”. Así lo denominé, porque nunca antes había sido testigo de tantos chorros de fluido vaginal. En mi mente retengo con encanto el momento más fuerte de esa noche. La cumpleañera estaba rodeada de mujeres que literalmente estaban orinando sobre ella. Su nombre era, o bueno es, Melina. En sus manos tenía dos copas que se iban llenando con los chorros de squirt de las mujeres que la rodeaban.
Esperanza, Mónica y yo nos encontrábamos a una distancia de unos cinco metros de ella. Las tres estábamos masturbándonos, cada una consigo misma. Yo sabía que las tres nos dábamos placer con la escena que estábamos contemplando. De acuerdo a mis dos amigas, aquel tipo de evento ocurría muy ocasionalmente.
—Los días de cumpleaños o el Día de la Mujer suele ocurrir esto—dijo Mónica.
—Y también el Día del Amor y la Amistad—agregó Esperanza—. Siempre es divertido que algo así ocurra. En un rato podremos participar.
—¿En serio?
—Sí… o bueno, si tú quieres participar—comentó Mónica de nuevo—. Estoy muy segura que hoy ella vivirá un baño de squirt.
Yo sabía que algo extraordinario ocurriría esa noche cuando vi a la mujer DJ. Aquella mujer desnuda se encargaría de darle emoción a la noche. Detrás de su mesa de DJ ella bailaba y se comunicaba con todas con el micrófono. Era divertida la música que estaba tocando. En ocasiones la camarera le llevaba una bebida y se besaba unos segundos con ella.
Todo iba normal, como cualquier otra noche. Esperanza, Mónica y yo comenzamos a jugar entre nosotras. Nos encontrábamos en un rincón. De pronto la música se suspendió y la DJ proclamó emocionada un mensaje de bienvenida. “DEMOS LA BIENVENIDA A LA CUMPLEAÑERA DE LA NOCHE”, dijo.
Nosotras tres giramos nuestros rostros hacía la puerta de entrada del club de masturbación. La joven de dieciocho años ingresó acompañada de varias amigas. En su cabeza llevaba una diadema de orejas de conejo. Al igual que sus acompañantes iba vestida con ropa casual. Dos tubos de serpentinas estallaron en medio de las luces multicolores de la discoteca.
—Vaya, vaya—dijo Esperanza—, tenemos a una iniciada.
Los mensajes de júbilo y aplausos no se hicieron a esperar. Todas las mujeres que estábamos allí prestábamos atención a aquella joven. La denominada “lluvia de squirt” aún tardaría un poco en iniciarse. Pero la sensación de que se aproximaban emociones fuertes palpitaba en el corazón de todas.
La cumpleañera estaba acompañada de seis mujeres. Tres de ellas eran igual de jóvenes que ella. Otras dos debían tener una edad superior a los treinta años. Y la última era una mujer bastante madura. Me imagino que la edad de esta última era cercana a los cincuenta años.
Entonces llevaron a la joven hasta el mueble grande en el centro de la discoteca. Casi al instante, sus amigas comenzaron a quitarle su camiseta de color blanco. Otras dos se hicieron cargo de quitarle el jean azul. Al final solo quedó vestida en ropa interior. En ese momento compartía besos alocados con dos mujeres. Mi corazón comenzó a palpitar aceleradamente.
Eran besos alocados, porque no había acabado de besarse con una de ellas, cuando la otra la tomaba por el mentón para obligarla a corresponder el beso. La cumpleañera seguía siendo el centro de atención. Y muchas de las mujeres que se estaban masturbando en solitario se enfocaron en disfrutar la escena.
—PERO A VER, ¿QUÉ PASA CON USTEDES CHICAS?—anunció la DJ—. HAGAMOS UNA BUENA BULLA A NUESTRA HOMENAJEADA.
Los chiflidos y los ruidos de excitación se presentaron de inmediato. El ambiente se llenó de fantasía y excitación. El licor y las luces de la discoteca sembraron una emoción muy agradable. Empecé a sonreír, a ver cómo una de sus amigas, ubicó su vagina frente a su boca. La cumpleañera comenzó a besar con pasión dicha vagina, sin sospechar que sería esa misma vagina la que realizaría la primera descarga de squirt.
En ese momento dos de sus amigas le retiraron su panty. Y las dos comenzaron a besar la vagina de la protagonista de la noche. Otra de las mujeres estaba manoseando las tetas de la cumpleañera, mientras se daba besos con la mujer madura. A esa mujer madura terminé dándole la distinción de MILF. Porque era evidente que era una mujer de buena figura y gran belleza.
—¿Ya se saben el nombre de nuestra cumpleañera?—dijo la DJ—. SU NOMBRE ES MELINA. Feliz cumpleaños Melina. Esperamos que vengas con más frecuencia a nuestro club.
Los squirt comenzarían a fluir unos minutos más tarde. Esperanza, Mónica y yo habíamos pasado a un estado neutro. Estábamos contemplando con satisfacción el placer que estaba viviendo Melina. Fue entonces cuando mis dos amigas, me hablaron de cada cuanto ocurría un evento así. Y casi al instante comenzamos a masturbarnos, disfrutando del espectáculo.
—Está hermosa esta mujer—dijo Mónica—. No tiene unos pechos muy grandes, pero sí una gran figura.
—Sí, esperaré con gusto mi oportunidad—agregó Esperanza—. Me encantaría besar esos pezones.
—Cuando llegue mi oportunidad le haré gozar como se lo merece. No olvidará nunca este cumpleaños.
La oportunidad a la que se referían mis amigas, era el turno que podría vivir junto a Melina. Cada turno tenía una duración de uno a dos minutos. O bueno, esa era la norma, aunque no era del todo rígida. Era una regla implementada para que todas tuviéramos tiempo de darle placer a la cumpleañera. Aunque no todas se decidirían a tener su momento de pasión con ella.
Lo cierto es que, al ser un periodo de tiempo limitado, eso intensificaba las emociones. El momento de los turnos comenzaría al cabo de los primeros chorros de squirt. El espectáculo de Melina y sus amigas llenaba a la discoteca de una alegre ansiedad. Todas deseábamos unirnos a esa orgía. Pero de momento, lo único que podíamos hacer era respetar el momento que vivían.
Entonces, llegó el momento en que recibió su primer squirt. El chorro de fluido vaginal bañó su cara por completo. Y a su vez, ese licor cayó sobre sus tetas, embadurnando su vientre. Melina estaba sonriéndole a su amiga por aquel evento inesperado. La miraba con ojos tiernos y asombrados. Su amiga continuaba masturbándose frenéticamente. Era evidente que había alcanzado un orgasmo.
Seguramente se había impulsado con toda su convicción para ser la primera en alcanzarlo. De seguro que deseaba eso mismo: bañarla con su fluido vaginal. Lo había logrado estupendamente. Había conseguido darse el honor de ser la primera en bañar a su amiga. Después de lo cual, mantuvo su vagina cerca a la cara de la cumpleañera.
—Qué emocionante, chicas—dijo Esperanza—. ¿No lo creen? No puedo evitar morderme los labios.
—Sí, qué escena tan deliciosa. Esto apenas comienza—agregó Mónica.
Estoy segura que Melina quedó abrumada de tanto sexo pasional. Toda la energía sexual de la discoteca, estaba siendo absorbida por ella. Todas las mujeres que contemplábamos ese espectáculo estábamos igualmente abrumadas de emoción. Incluso aquellas que permanecían indiferentes a esa orgía. Es decir, las que seguían dándose placer en otros grupos aislados.
—¿CÓMO VAMOS MELINA?—preguntó la DJ a viva voz—. Puedes responder con el micrófono que te está aproximando la camarera.
—¡FANTÁSTICO!—respondió suspendiendo el sexo oral que le proporcionaba a una de sus amigas—. Es la primera vez que estoy en una orgía de mujeres.
—Qué bueno. En un rato también te daré un cariñito. ¿Estás de acuerdo?
—Sí, sí. Mis amigas me explicaron lo que me espera.
Muy pronto las amigas que la rodeaban comenzaron a orinar sobre ella. Bueno, creo que a la final no eran del todo chorros de squirt. Pero para mí sí lo eran. Eran idénticos a los que ocurren en las películas porno. Por eso pensaba que aquello era una lluvia de squirt.
Fuese o no squirt, esos líquidos se derramaban en la boca de Melina. Y luego descendían por su cuerpo, por sus tetas hasta conquistar su vagina. El mueble de cuero sintético estaba lleno de esos líquidos. Sin embargo, lo secaban con frecuencia usando toallas que traían las camareras. El ambiente era fuerte, intenso. Se experimentaba la tensión fresca del sexo pasional.
Melina se sentía dichosa de verse bañada en esos líquidos. Sonreía llena de fascinación. Sus ojos brillaban tanto a sus amigas, como a todas las mujeres en la discoteca. Era su cumpleaños número dieciocho. Ella recodaría para siempre esa iniciación, esa aceptación total de ser lesbiana.
En ese momento Melina estaba con sus pies apoyados sobre el mueble. Sus piernas estaban en modo mariposa. Es decir, abiertas, permitiendo que su vagina quedara expuesta. Siempre hubo una o dos mujeres ahí, en medio de su vagina. Se aproximaban para darle sexo oral y frotar con intensidad su clítoris.
—Cuanto me encantaría ser esa muchacha—dijo Mónica—. Me estoy masturbando como si yo fuese la que está viviendo esa orgia.
—En eso tienes razón—dije yo—. Esta súper excitante. Está gozando por lo alto.
—Y yo estoy ansiosa de que empiecen los turnos—intervino Esperanza—. Quiero vivir con ella un buen rato de sexo pasional.
Cuando eran dos las mujeres las que le practicaban el sexo oral, ambas aprovechaban para besarse. Era deleitante ver eso. Me recordaba lo que yo había vivido dos semanas atrás con Esperanza. Y a medida que todas contemplábamos el espectáculo, la ansiedad se incrementaba. Todas, incluso para mí que sería mi primera vez, estábamos a la espera.
Y ese momento no tardó en llegar. Las seis acompañantes de Melina bajaron la guardia. Es decir, llegaron a punto en que necesitaban descansar. Era evidente que la cumpleañera las había derrotado. Aquella joven, se había limitado a gozar. Sus amigas en cambio, se esforzaron por darle el mejor homenaje. Y eso se había transformado rápidamente en cansancio.
Entonces, la mujer de mayor edad de aquel grupo, la que yo consideraba como MILF, saludó a la DJ. Con un gesto un tanto infantil movió su mano con alegría. Como la mayoría de las mujeres, todas prestamos atención a la desnuda mujer DJ. En la discoteca estábamos a punto de vivir el sexo a un nuevo nivel. Un sexo pasional y saturado de muchísimo placer.
—CHICAS, LLEGÓ EL MOMENTO DE LOS TURNOS—gritó emocionada—. Las que tengan ganas de consentir a Melina pueden hacerlo ahora. EN UN RATO VOY POR TI, MELINA.
Al instante, muchas mujeres que estaban masturbándose se colocaron de pie. Al menos unas veinte mujeres se aproximaron al mueble donde estaba Melina. Se formó entonces una fila un tanto larga. Algunas de las mujeres que esperaban en dicha fila se besaban entre ellas. Todas esas mujeres disfrutaban a su vez de la música, bailando con buena energía.
Al rato un grupo de mujeres rodearon a Melina, impidiéndonos ver lo que ocurría. Pero entonces, fue la misma DJ la que se hizo cargo de disolver ese grupo. “RESPETANDO LA FILA, CHICAS, RESPETANDO LA FILA”. El grupo se dispersó y las mujeres fueron a ocupar su lugar en la fila. Estaba segura de que eran las más sedientas por tener sexo con Melina.
Esperanza y Mónica me dijeron que no harían dicha fila por lo pronto. Me explicaron que lo mejor era esperar a que la fila se fuera reduciendo. “Es que entre más mujeres haya, menor es el tiempo por turno” dijo Mónica. A lo que contestó Esperanza:
—Sí, aunque algunas vuelven a repetir. Las que más repiten turno son las que comienzan primero.
—Yo ahorraré mis energías y mi ansiedad—dije—. Me seguiré frotando, conteniendo mi orgasmo. Luego me entregaré al placer con ella.
—Al final te has decidido—opinó Mónica—. Eso está muy bien. Es increíble cómo esta jovencita de dieciocho años nos tiene excitadas a todas.
Melina estaba dándose pleno gusto con cada mujer. Durante mucho tiempo estuvo sentada en el mueble. Así que cada mujer se subía ante ella, sentándose sobre sus piernas, por lo que prácticamente sus vaginas quedaban frente a frente. La mujer se entregaba a besarla y manosear sus tetas. O bien, usaba una de sus manos libres para masturbar a la cumpleañera.
Algunas veces, entraba en juego con grupos de dos o tres mujeres. Entonces era cómo volver a ver al grupo de amigas que iniciaron el espectáculo. De nuevo dos mujeres se ubicaban entre sus piernas para besarle su vagina. La tercera mujer masajeaba sus tetas y se besaba con Melina. Muchas de aquellas mujeres eran de edad mucho mayor a ella. Así que la consentían aprovechándose de su inocente edad.
Hubo un momento que me encantó muchísimo contemplar (y sé que a Melina también). Fue cuando empezó a tener caricias con una mujer de unos cuarenta años. Ese momento de pasión se prolongó durante unos diez minutos. La cumpleañera la retuvo, sujetando firmemente sus manos en la cintura de ella. Por eso, muchas mujeres se abstuvieron de interrumpirlas. En el momento en que empezaron a despedirse y darse los besos finales, una camarera aproximó un micrófono, como si fuese a entrevistarlas.
—Creo que mi turno llega a su fin—dijo aquella mujer—. ¿Te gusto, querida Melina?
—Sí, bastante. Me gustaría que repitieras en un rato.
—Con gusto.
Entonces, de manera inesperada aquella mujer cuarentona tomó el rostro de Melina entre sus manos. Luego le pidió que abriera su boca porque deseaba darle un cariñito. Y ese cariñito no fue otro que escupir al interior de la boca de Melina. Fue un gesto grosero y atrevido. Pero a Melina le gustó. La cuarentona se bajó del mueble, viendo la sonrisa de satisfacción de la cumpleañera.