Buscando a Mónica I

El recuerdo de Mónica, nunca se ha borrado de mi mente.

Su alejamiento sin explicación alguna, es un misterio que me persigue diariamente en esos momentos de evocación antes del sueño.

Allí en la tibieza del lecho que tantas veces compartimos, su recuerdo adquiere dimensiones físicas casi reales, siento su proximidad, su aliento en mi cuello, sus piernas buscando las mías y sus manos entregándose al juego subyugante de acariciar mis pechos.

En esas noches solitarias, yo misma, objeto de mi pasión, ardiendo, como una antorcha, acompaño su recuerdo con las mas atrevidas caricias y el sueño me encuentra entregada a un recuerdo que aunque pasional y agradable tiene la crueldad de una ausencia que nunca deseé.

Al despertar, mi soledad, reconfortada con una ducha tibia, como a ella le gustaba, me ayuda a emprender mis tareas diarias en esa empresa que fue nuestra y que ahora me parece tan vacía de contenido emotivo.

Su oficina, que nunca quise asignar a otra persona, permanece perfectamente arreglada, limpia, impecable como a ella le gustaba mantenerla.

No logro entender por que Mónica se marchó, hace dos meses dejándome en el computador ese email 📧 de una simpleza que aturdía.-

– «Creo que será mejor que no me busques- Te beso.»

La explicación que di para todo el personal, fue que Mónica montaría su propia empresa en la capital del país y que mantendríamos excelentes relaciones con ella, pero la verdad fue que desde esa tarde no volví a tener noticias, salvo esa corta llamada telefónica de dos semanas después, con ese mensaje al que no me dio tiempo a responder y en que, con su voz cálida, me traspasó hasta mis profundidades.

– Magda … estoy bien … Te quiero

Durante estos meses me he torturado pensándola en otros brazos.

Cada vez que veo en un sitio público, cine, restaurante, club, a una pareja de mujeres acariciándose con la mirada, tomadas de la mano o besándose tiernamente las mejillas, creo ver su figura tan deseada, y varias veces he estado a punto de reconocerla, para luego darme cuenta que todo eso no es sino una cruel proyección de mi mente abrazada por el recuerdo y el deseo.

Es por esto, que lo que me sucede hoy, tiene para mi un significado tan fantástico que no puedo hacer otra cosa que dedicarme en forma absoluta a ello.

Reviso mi correspondencia diaria y entre las múltiples cartas e informes reconozco su letra.

Es un sobre pequeño, quizás de diez por quince centímetros.

Me pongo de pié, cierro con llave la puerta de mi oficina, me invade un calor conocido, por alguna razón que no proceso muy bien, me arreglo el cabello y humedezco mis labios, sin tomar asiento abro el sobre con nerviosismo.

Su imagen emerge invertida.

Es una fotografía a color muy nítida, con bastante acercamiento.

Cuando la pongo en posición normal su figura se me entra de golpe en el alma y se apodera de mi cuerpo, mis pechos parecen romper mis sostenes, siento la presencia de mi ropa intima como si se incrustara en mi piel, mis piernas tienden a doblarse y me doy cuenta que mi intimidad esta latiendo al ritmo de mi corazón.

Ella me sonríe, está un poco de costado, sus formas se hacen evidentes a través de su vestido blanco, su cabello dorado con tendencia a cobre, amarrado con una cinta y su sonrisa llena de promesas, como siempre.

Bajo una agitación erótica casi incontrolable, doy vuelta la fotografía buscando un mensaje.

Nada, ni una dirección, ni un teléfono, ni una fecha ni siquiera un saludo, únicamente ella, su figura perturbadora y mi conmoción.-

Luego de un momento de vacilación, me invade una actividad frenética, guardo la fotografía en el sobre, la pongo en mi bolso, visto mi saco rojo y salgo presurosa de mi oficina.

De paso le digo a mi secretaria que estaré fuera un largo rato, no tengo muy claro donde voy pero si tengo muy claro lo que tengo que hacer.

Mientras enfilo mi automóvil hacia el centro comercial me siento extrañamente vital, como si mi cuerpo hubiese recobrado una dosis de vida adicional, enciendo la radio, la música me contagia alegría.

En alguna parte yo había visto el local que trataba de encontrar, al fin en medio de la gente veo su publicidad, le entrego la fotografía a la dependiente, le explico que deseo una ampliación, si, de 18 por 24, vacilo un momento, mejor de veinte por cuarenta, ¿No perderá nitidez?, me asegura que no.

La puedo retirar en dos horas, son las once de la mañana, tengo dos horas para mi y ahora se perfectamente lo que haré en ese tiempo.

Me muevo con calma por los pasillos, siento mis pasos elásticos, fáciles, se que muevo naturalmente las caderas al caminar, ondulo con facilidad mis nalgas y los hombres siempre me miran, me gusta despertar ese tipo de reacción.

Al fin encuentro lo que busco.

Necesito un vestido entero, diáfano, tengo calor, hacía calor en la mañana, pero desde que recibí su fotografía el calor se me ha instalado en cada parte de mi cuerpo, como focos independientes de temperatura elevada

Encuentro algo a mi pleno gusto, es verde agua, con una gran corrida de botones desde el escote hasta el ruedo.

Paso en seguida a la sección de ropa intima, se que tengo que comprar medias blancas, largas hasta la base de mis muslos, las visto y me miro en el espejo, el sostén adecuado me complace mis tetas generosas y duras responden con tibieza a mi inspección.

Me encuentro perfecta, hermosa.

Cuando deslizo los pequeños calzones por mis piernas, tengo que poner mi mano sobre mi sexo porque su latir me incomoda un poco.

Me contemplo en el espejo y siento un placer extraño una inquietud novedosa que solo puedo traducir en una frase corta y definitiva que pronuncio en voz baja

– Me gusto.

He cambiado mis atuendos, estoy renovada y mi ropa anterior aún tibia, llena las hermosas bolsas de la tienda mientras yo siento el agradable roce de las prendas que he comprado.- Han pasado mas de dos horas y cuando llego al laboratorio fotográfico la mujer me extiende en gran sobre, no quiero ver la fotografía.-

A las dos de la tarde entro en el edificio y en las oficinas de la empresa, esta todo desierto, es la hora del almuerzo y todo el personal se encuentra en el casino.

Entro a la abandonada oficina de Mónica y cierro con llave .

Nunca me había invadido una inquietud así.

La evocación de Mónica se apodera de mi, su escritorio, su silla.

Mi perfume invade el espacio, emana de mi, como cuando la abrazaba, como la invadió la primera vez cuando nos besamos y supimos lo que vendría, cuando recorriéndonos el cuerpo, así vestidas, nos dijimos las primeras intimidades, cuando mutuamente comprobamos como hervían nuestros sexos.

Con sumo cuidado saco la fotografía y la pongo frente a mi, afirmada en la pantalla de la computadora, desde allí me mira, la veo como luce su sonrisa esos labios que me conocen, sus pechos inolvidables, la curva de sus nalgas sobre las que tantas veces estampé mis besos.

Ahora mi pecho se agita y comienzo a desabotonar mi vestido, quiero que me vea, que el impacto de mi figura la obligue a regresar.

Me quedo en calzones y sostén, paso mis manos por mis muslos, levanto mis brazos, a ella le gustaba mirarme, giro para darle el perfil de mis tetas y siento como mis pezones la saludan …

– Si tuviera aquí tu boca – digo en un murmullo.

Me desnudo, solamente me quedo con las medias, que a ella no le gusta que me las quite y me acaricio los pezones con los dedos humedecidos.

Estoy de pie, giro levemente su silla y la pongo entre mis piernas separadas, siento el borde duro del respaldo, ahora tibio por mi contacto, separando levemente los labios de mi vulva mojada, me recorro, ella me recorre, mi cuerpo se ha transformado en una pira en cuyo centro arde su recuerdo.

– Mónica – digo casi en silencio

Sigo el juego de la silla, ahora es mas violento, mis tetas ondulan, con mi movimiento, presiono mas sobre el borde y Mónica me sonríe animándome.

La silla esta prisionera entre mis muslos que se han apretado sobre ella y mis manos han agarrado mis nalgas para impulsarme en un movimiento que vuelve mas intensa la forma como el borde de la silla se ha adueñado completamente de mi vulva y que hace gemir mis jugos en un sonido que me enloquece y que Mónica aprueba desde la fotografía.

La pieza entera se ha llenado de un perfume de intimidad que me enloquece, quiero moverme mas rápido, deseo un contacto mas duro, quiero que mi entrepiernas se convierta en un surtidor, quiero exprimirme.

La silla se ha afirmado en el escritorio de Mónica y el movimiento candente de mi vientre se ha transmitido ahora a la mesa que hace oscilar la fotografía.

Voy a estallar, dejo la silla, y con las piernas separadas llevo mi mano hasta mi vulva, mis dedos penetran con facilidad, me gusta el sonido, estoy enloquecida, no tengo control sobre mi mano, se ha hecho independiente de mi y por fin logra encontrar muy dentro la explosión de mi conducto loco como una ola candente.

Debo sujetarme en el borde de la mesa para no caer con la descarga que se repite en ecos desesperados, cierro y abro los ojos alternativamente y como a través de pequeños relámpagos veo la imagen de Mónica que se ha deslizado hasta la alfombra a cuyo lado me voy derrumbando incapaz de contener con mi mano los orgasmos sucesivos ni el río ardiente que invade mis medias blancas.