Capítulo 1
Por fin tengo unos días libres y ahora me encuentro disfrutando de unas vacaciones por lo que «pude sentarme» a redactar para compartir mis vivencias.
(Más adelante entenderán el porqué de eso de pude sentarme entre comillas)
Soy Danka Alcira Schultz, la blonda y aburrida docente cincuentona. Aquella mujer sumamente estructurada que fantaseaba con tener sexo interracial.
Actualmente estoy pasando por una buena etapa de mi vida tanto en lo personal pero también profesionalmente hablando.
Me divorcié y creo fué la mejor decisión. Las cosas con mi marido ya no daban para más y de común acuerdo elegimos transitar cada uno por caminos distintos.
Ahora me siento mucho mejor. Tengo un cuerpo más tonificado producto de mi fanatismo por el gimnasio, llevo una alimentación saludable, hago yoga, pintura artística y a veces salgo por las noches en compañía de amigas. En fin, me dedico cien por ciento a mí, soy feliz y ya no todo es rutina y trabajo como lo era antes.
En cuanto a mi vida profesional luego de tantos años pasé a ocupar el cargo de directora del Instituto Privado Bernardo O’ Higgins, mi segundo hogar. El colegio en el que trabajé desde jovencita y en el cual sigo hasta el presente.
Y tal vez por estar transitando ésta etapa de amor propio me miro al espejo y amo verme. Conservo unas curvas de infarto como las describen las chicas de mi grupo y a diario recibo además de piropos alguna que otra propuesta indecente.
Y si bien en ésta etapa de mujer divorciada en ocasiones tengo alguna que otra aventura con un masculino no pasa de eso. Hasta el momento ninguno de ellos me resultó lo suficientemente convincente como para entablar algo más que solo un rato de sexo.
Y con ese masculino con quien tuve toda la intención de entablar algo más que solo un rato de sexo fué mi stripper africano (mi macho dominante, el dueño de mi cuerpo, mi todo).
Conseguí un departamento y me mudé. Fué muy positivo vivir sola, aunque sola lo que se dice nunca estuve.
Ese negrote me gustaba tanto que lo traje a vivir conmigo. Le cocinaba, le compraba lo que él quería, lo vestía de pies a cabeza: En definitiva lo mantenía y el me pagaba con mucho sexo, para mí la mejor retribución y además disponía de todo éste cuerpo a su antojo.
Pero nuestra convivencia no resultó por lo que nos distanciamos, dejamos de vernos o mejor dicho yo dejé de verlo.
Y todo porque los celos pudieron más qué nuestra relación. Me resultaba imposible asumir que él no sería para mí sola, sabía que me era infiel.
Odiaba que por las noches me deje para irse a trabajar a ese maldito club de strippers.
Me comían los celos de solo pensar que en su lugar de trabajo mujeres de diversas edades seguramente se entregaban a él del mismo modo en el que yo lo hice cuando lo conocí.
Regresaba de madrugada cansado, con olor a perfume de mujer y a sexo. Y ese era mi Karma, yo lo conocí así y ahora cargaba con el enorme peso de esa cruz.
Pero lo perdonaba, olvidaba mi enojo y en la cama la pasábamos de maravillas. Y asi después de estar tan bien juntos los reproches infaltables brotaban del aire y la armonía se esfumaba.
Y las peleas eran siempre por lo mismo: Yo por los celos y él se sentía cansado ya que por mi parte no accedía a lo que el tanto añoraba: que tengamos sexo anal. Tenia la idea fija de alguna vez poder cogerme por atrás.
Convengamos que ya no tenía el culo virgen desde hace mucho tiempo, pero me daba pánico esa morcilla enorme que si me entrase me destrozaría la retaguardia, ambos lo sabíamos muy bien. Y a pesar que lo intentamos mil veces yo no podía, o tal vez no quería.
Y así fracasamos en la convivencia, y una noche después de una infaltable discusión juntó sus cosas y pegando un portazo me dejó.
De más está decir que bloqueé su número de celular y no quise saber más de su existencia e intenté reemplazarlo con amantes pasajeros pero nadie se le comparaba.
Pero volviendo a la historia, mi vida siguió así:
Un día teníamos un acto escolar y estaba algo nerviosa con los preparativos ya que soy un tanto maníaca en que todo salga bien y me enfoqué en cada mínimo detalle.
Llegué al colegio y conforme pasó el tiempo hicimos diversos arreglos para la fiesta escolar ya que asistirían tutores. Siempre trataba de mantenerme ocupada haciendo mil cosas al día pero de a ratos regresaba a mi mente ese negro hermoso que me convirtió en una milf multiorgásmica y adicta a su sexo.
De repente mi teléfono sonó. Miré la pantalla y era un número desconocido. Pensé si sería un proveedor o tal vez algún tutor así que tomé el celular y contesté.
_Danka soy yo, Estás ocupada?
_Estoy en el colegio qué necesitas?.
_Te extraño no puedo estar sin vos_ me dijo con su voz de hombre y con ese español no tan lucido que me seducía.
_Seguramente no tenes ninguna de tus putas disponibles por eso te acordaste de mí verdad?_ le respondí ofuscada y sin darle lugar a que dijera algo corté y apagué el celular.
Llegó el momento del acto, ese día alisé mi cabello color rubio trigo que me llega a la cintura, previamente fui al centro de estética dónde esculpieron mis uñas y como era un día de gala opté por unos zapatos finos de taco aguja, un pantalón elastizado color blanco de tiro alto que me arrepentí de habérmelo puesto ya que resaltaba mi parte de atrás que como siempre era el centro de las miradas.
Modestia aparte todo ese cardio intenso que ese negro me hizo vivir tonificó mi cuerpo y me veía diferente, más segura, audaz y llamativa y sentía que robaba la mirada de jóvenes y no tan jóvenes.
Empezado el acto tuve que leer de pie en el atrio unas palabras alusivas dirigidas a alumnos, docentes y tutores, cuando de repente alcé la vista y lo ví ahí entre los presentes.
Mi corazón se aceleró al verlo, ahí estaba, mi hombre de piel azabache y cabeza calva mirándome fijamente. Me puse tonta y olvidé algunas palabras por el sólo hecho de descubrirlo. Los nervios nublaron mi vista.
Y más allá de eso el acto salió mejor de lo esperado.
Los tutores y alumnos se retiraron y en el tumulto no lo volví a ver. Las docentes también se fueron y yo como todas las tardes me quedé última para ordenar algunas cosas.
Cuando todos se fueron y estando en mi oficina alguien golpeó la puerta. Caminé hacia ella y la abrí confiada pensando que era alguna de las chicas que olvidó algo… pero no… Era mi hombre negro que entró apresuradamente sin darme tiempo a nada. Besó mi boca y me tomó de la cintura con su mano derecha mientras que con la izquierda se encargó de cerrar la puerta con llave.
_Que hacés?_ le pregunté alterada apartándolo de mí.
Al sentirme tan envuelta en sus labios, cedí. Camine hacia atras y él hacia adelante hasta detenernos en medio de la oficina.
_No te acerques a mí!_ esbocé pero nada parecía importarle.
Fue quitándose la ropa y al quedarse desnudo mi vista se clavó en esa parte de su cuerpo que más me gustaba.
La tenía a media asta, pero no dejaba de ser larga y gorda. Y se me hizo agua a la boca.
Se sentó en el borde del escritorio, me agarró de la mano y me trajo hacia él.
Igual yo seguía enojada y no se la iba a hacer fácil pero a decir verdad tenía unas tremendas ganas de que me eche un buen polvo.
Me quitó la ropa, me tiró sobre el escritorio y tomó mi pie derecho, lamió la planta, los tobillos y entre los dedos. Me chupó los dedos uno por uno y luego hizo lo mismo con el otro pie para subir besando y lamiendo el interior de mis muslos.
Me urgía una chupada de concha de manera urgente, pero pasó de largo y metió su lengua dentro de mi ombligo para después subir a mis tetas, lamer mis pezones y luego el cuello.
No me resistí a que su lengua entrase en mi boca para jugar con la mía, pero no le devolví los besos, seguía en mi postura de mujer enojada.
Me dio la vuelta, besó mis nalgas y me las separó con las dos manos y se encontró con mi amante secreto. Mi plug, esa gotita de acero quirúrgico que acostumbraba traer metida en mi ojete ahí estaba.
Se que le dió celos, enfureció al ver ese adminículo color plata con una base fucsia espejada allí metido a presión en mi culo.
Rabioso hizo lo posible por ignorar lo que vió. Subió besando y lamiendo mi espina dorsal hasta llegar al cuello. Y como subió, bajó hecho un demonio.
Volvió a ese culo que era lo que más le gustaba de mí. Me separó las nalgas de nuevo y me despojó de mi amante silencioso de un tirón.
Y ahí sí… lamió largamente mi ojete con ganas sin cansarse.
El trabajo que me costó no gemir, pero me aguanté, debía resistirme, no mostrar debilidad.
Al saciarse me puso boca arriba, levantó mis nalgas con las dos manos y zambulló su lengua en mi concha para lamer de arriba a abajo con desesperación.
Y si bien desde el momento en que lo ví presente en el acto escolar mirándome fijamente los fantasmas del pasado volvieron a mí y hasta un tanto me mojé, después el modo en que me abordó en la oficina, sumado a todo lo que me hizo luego me doblegó y ya no pude evitar los gemidos.
Tal vez por tantos días de abstinencia o porque me gustaba demasiado hicieron que casi sin darme cuenta logre tener un inesperado orgasmo y el africano metido entre mis piernas se tragó todo eso tan abundante y blancuzco que de mí salió.
_Cogeme por última vez en tu vida y después no quiero verte nunca más!!._ le dije desafiante, furiosa y a su vez vanidosa.
Agarré esa vergota negra y se la chupé desenfrenada. Me puse tan cachonda que llegué a desear que me explote en la boca para tragarme su toda su leche. La necesitaba.
Pero él tenía otros planes: me la sacó la de la boca, me tiró al piso y se puso encima de mí.
Me puso patas al hombro y me clavó la verga hasta el fondo. Había entrado apretadísima, pasa que llevábamos meses separados y con las ganas de ambos juro que lo sentí como la primera vez.
Apoyé las manos en el piso y contrayendo las nalgas hizo que frote mi clítoris contra su pelvis mientras tenía toda esa cosa enorme adentro de mí.
En mi vida me había echado un polvo así estimulandome con ese roce. Seguramente se lo enseñó alguna de sus putas pero eso me estaba encantando que opté por no pensar.
No iba a durar nada, lo intuí la primera vez que apreté mi clítoris contra su pelvis para frotarlo… Así fue, ni un minuto tardé en apretar mis nalgas y alcancé un segundo orgasmo. Se derrumbó sobre mí e hizo lo propio. Me inundó con su esperma y no hizo más que comerme la boca a besos.
Descansó un rato y volvió a ponerse allí abajo en medio de mis piernas y me comió la concha hasta dejarla limpia de mis fluidos. Era insaciable, quería más, iba por más.
Separó los labios con los dedos pulgares de sus manos y luego lamió mi clítoris con la mitad de su lengua. Lo hizo primero lento, luego moderado y después se fué descontrolando. Al principio aguanté, pero en cuestión de minutos los gemidos delataron que se venía mi tercer orgasmo.
Lo quité de entre mis piernas, se acostó boca arriba y lo cabalgué como loca, y vaya que deseé montarlo.
Sentada sobre ese semental negro subía y bajaba imponiendo mi ritmo y envuelta en sudor. Me gustaba así de ese modo.
Y estando sobre él en ese sube y baja otra vez me hizo acabar.
Sí… tres veces ya!!!… pero él seguía como nuevo después de su primer polvazo.
Acto seguido jugó con el glande frotándolo en mi culo y después tanteó la entrada con esa cabezota. Estaba con la idea fija y las cosas se me iban saliendo de control, ya no me gustaba para nada.
_Por atrás, no!…Ni se te ocurra!!.
Pero ahora mandaba él.
_Danka por atrás, sí… A eso vine.
Pese a no poder ocultar mi nerviosismo, traté de relajarme y me puse en cuatro yo solita, separé las piernas preparándome para lo que se avecinaba. Era inevitable, estaba entregada y decidí darle eso que tanto buscaba de mi.
Pensé que tal vez con dejar que me haga el culo volveríamos a empezar y ya no miraría jamás a otra mujer. Que volvamos a estar juntos era lo que yo más añoraba y estaba dispuesta a pagar cualquier precio.
Y mientras perdía el tiempo pensando todo eso, un dedo penetró mi ano, se introdujo lentamente, pero después entró y salió cada vez más rápido hasta hacerme enloquecer por completo. De repente y notando mi docilidad deslizó otro más en mi apretado esfínter.
Con sus grandes manos me agarraró de la cintura. Creí que jugaría un rato más con sus dedos justo ahí antes de querer penetrarme, pero no… En una rápida embestida sin pedir permiso me la hizo entrar y sentí cómo se abría paso en mi interior.
Sin decir una palabra me estaba entrado en mi agujero pequeño sin la más mínima compasión. Lloré ante semejante intromisión, porque al principio me dolió y costó pero lo asimilé y me fui adaptando. Quería hacerlo feliz y que disfrute de mi sacrificio porque estaba decidida a recomponer la relación, deseaba que se vuelva loco por mí, que no me deje nunca más y poder llevarlo a casa conmigo de nuevo.
Mi cuerpo se movía y me agitaba al ritmo de sus intromisiones. Arqueé la espalda, rasguñé el frío piso de mosaico y por la fuerza hasta me rompí una uña.
Los latidos de mi corazón se aceleraron. Jamás ningún hombre había sido así tan brutal haciéndome el culo, aunque jamás estuve con uno que tenga semejante herramienta así de grande, por supuesto.
Ese negro me taladraba una y otra vez, sin dar muestras de cansancio. No parecía estar agotado. Era una máquina!!.
Mí fantasía tan recurrente por fin se hizo realidad: estaba siendo penetrada analmente por primera vez por un hombre negro.
La escena me resultó sumamente morbosa, ver su cuerpo tan oscuro como la noche pegado al mío que es igual de blanco que la espuma.
Esta rubia descendiente de polacos estaba siendo sodomizada por un hombre venido de tierras africanas.
Danka Schultz en cuatro en el piso de su propia oficina y un negro dándole por el culo… Quien lo iba a imaginar!?
Y recordé mis clases, de cuando enseñaba sobre el eclipse solar total, lo negro apoderándose de lo puro, la oscuridad adueñándose de la luz, cubriéndola entera. Y bastó para mezclar mi profesión de docente con mi mayor fantasía sexual que terminé perdiendo el control de mí misma, me dejé llevar y sin poder evitarlo acabé…
Siii… por cuarta vez!!!. Multiorgásmica resultó ser la Señora Directora vieron?.
Mi amante me dejó descansar unos breves momentos para poder recuperar el aliento sacándola de mi parada trasera.
Tenía la verga totalmente endurecida, intacta, en cambio yo estaba destrozada, con un cráter abierto. Y por verme así recién cogida no se le bajó ni medio centímetro. Para peor, con mi mirada buscona se ponía mas cachondo. Con él me sentía una hembra todo terreno.
Intuí que tenía un último deseo por cumplir y le di el gusto… Y así, segundos más tarde comprobé el tamaño y la firmeza de ese aparato reproductor en mi boca.
Lo miré a los ojos y ambos sonreímos, Conscientes de lo que iba a ocurrir, en definitiva, él lo deseaba y yo también. Chupé y chupé como si fuese la última vez, hasta que no pudo contenerse y explotó en mi boca y rostro.
En mi vida había disfrutado tanto esos veinticuatro centímetros y tal vez un poquito más. Era enorme, sin dudas tenía el aparato ideal con el que tanto fantaseé y busqué toda mi vida.
Fué la reconciliación más intensa y placentera. Así que agradecida y feliz me propuse estar dispuesta de ahora en más para lo que quiera de mí.
En ese preciso momento me alertó un sonido de llaves caer y desnuda me levanté como pude porque mis piernas apenas podían sostenerme.
Me acerqué a la puerta y escuché sonidos de zapatos con tacos alejarse a toda prisa. Y al abrirla visualicé que era Rosario, mi joven colega que estuvo todo el tiempo con la oreja pegada a la madera oyendo todo lo que hicimos mi amante superdotado y yo.
Tal vez ella fué su cómplice y lo dejó quedarse después del acto escolar?… No lo sé, pero tengo mis sospechas.
Quedé con miedo a que me chantajee de algún modo para comprar su silencio, y a decir verdad eso me aterra.
Algo seguramente me pedirá, así que lo que pase de ahora en más creería que será motivo de una nueva historia.