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Mi primo, mi esposa y yo II

Mi primo, mi esposa y yo II

Pensé que solo había echado un “pestañazo”, pero sin duda fue mas, el caso es que abrí los ojos cuando sentí que me tapaban con una sábana.

Desde luego que era mi mujer que se dio cuenta de que tenía algo de frío.

No alcancé a darle las gracias, porque ya se había volteado y dirigido nuevamente hacia la cama, no mas de dos pasos, pero suficiente para que me recreara la vista con sus hermosas nalgas.

Mi primo yacía de espaldas y abrió los brazos para recibir a mi esposa, ella se acurrucó junto a él y empezaron a besarse y acariciarse tiernamente.

Decidí permanecer en mi sillón sin hacer ruido, para no distraerlos.

Una mano de mi primo acariciaba el culo de mi mujer, mientras la otra hacia lo mismo con sus senos o le pellizcaba alternativamente los pezones.

Por su parte, mi mujer tenía un brazo tras el hombro de mi primo, mientras que con la otra mano jugueteaba con los vellos de su pecho, enredándolos entre sus dedos y encimaba la pierna sobre los muslos de su amante acariciándolos lentamente con el muslo de ella y de tanto en tanto se acariciaban mutuamente con los pies frotándolos entre sí.

Permanecieron así largo rato, no sé cuanto, lo mismo duró cinco minutos que quince o aun mas, yo solo sentí que fue mucho tiempo, mismo que disfruté plenamente. Imperceptiblemente el miembro de mi primo fue recuperando su esplendor.

La mano de mi esposa se deslizó sobre el vientre hasta alcanzar el origen de su felicidad, lo sujetó primero con timidez, pasando sus finos dedos levemente desde la base hasta el glande, pero conforme fue ganando confianza, lo tomó con mas determinación y firmeza, extendiendo la caricia hasta los huevos.

Incrédulo observé que mi esposa dejaba de besar la boca de mi primo y le lamía la barba y luego el cuello, en ese momento supe hacia donde se dirigía.

Efectivamente, continuó dejando un rastro de saliva sobre el pecho de mi primo y luego sobre su vientre hasta llegar a la orgullosa estaca.

He aquí, que mi primito va a recibir gratis lo que a mí me cuesta tanto esfuerzo.

Desde luego que esto me emociona mucho.

Mi miembro empieza inmediatamente a acusar recibo y yo casi sin darme cuenta me lo vuelvo a juguetear.

Mi esposa parece dudar un instante contemplando el enhiesto mástil, pero cerrando los ojos y abriendo la boca se introduce mas de la mitad del aparato, incluso me parece que le produce arcadas y lo saca un poco, para inmediatamente volvérselo a meter y otra vez le produce arcadas, pero esta vez lo deja hasta que su garganta se acostumbra.

No siento celos, ni mucho menos, pero no dejo de pensar que cuando logro por fin que mi mujer me dé una mamada, apenas si me medio chupa la punta del glande y lo mas que hace es masturbarme con su mano mientras sostiene la punta del glande con la lengua, eso si, en cuanto nota que me voy a venir, apunta para otro lado.

Una sola vez me ha dejado venirme en su boca, pero como estaba embarazada enseguida terminó vomitando.

Ahora contemplo emocionado con que maestría le mama la verga mi esposa a mi primo, no separa los labios de la piel y sin dejar ver el glande, que permanece siempre dentro de su boquita, mete y saca el instrumento que parece descomunal al compararlo con su carita.

Por fin lo saca completamente, pero solo para lamerlo en toda su extensión, por todas partes, incluso se mete los huevos a la boca, uno a la vez y los ensaliva concienzudamente, para volver a meterse la tranca y recomenzar la gloriosa mamada.

Mi primo mientras tanto no ha dejado de acariciarle el culito y la concha, introduciendo y sacando sus osados dedos, por fin se decide y jalándola de la pierna atrae hacia él la hermosa concha y formando un hermoso 69 empieza a mamarle el coño.

Sin duda tiene experiencia o por lo menos conocimientos teóricos muy bien fincados, pues mi esposa rápidamente empieza a lanzar gemidos ahogados por tener la boca llena, sin embargo no suelta su presa. Pronto los gemidos se aceleran y estoy entusiasmado contemplando como mi primo está llevando a mi esposa a un orgasmo fenomenal, él continúa lamiendo su clítoris y su concha y jugueteando su culito, esto último lo supongo, pues por la forma como están tendidos tengo mejor vista de la cara de mi esposa que de sus ricas nalgas, mi primo va a conseguir que mi esposa se venga con solo mamarla, cosa que yo no he obtenido, principalmente porque se me cansa rápidamente la lengua y ya no continúo, pero mi primo parece incansable y observo como se intensifican los movimientos convulsivos de mi mujer en señal inequívoca de que se está viniendo, pero aun así no suelta el miembro que sostiene en la boca.

Observo fascinado que mi primo se empieza a convulsionar ligeramente y de repente se queda tieso. Adivino que se está viniendo pero no lo veo, pues mi mujer no ha abierto la boca.

De repente noto un hilo de esperma que escurre de las comisuras de los labios de mi esposa y veo con asombro que ella lo lame, para tragárselo y no dejar nada desperdiciado.

Esto es ya demasiado para mí y como he estado masturbando, reviento nuevamente empapando esta vez la sábana que me cubre.

Mi esposa y mi primo permanecen unos minutos recuperándose, aunque ella sigue teniendo espasmos secundarios del orgasmo, después se desliza sobre mi primo, se besan una vez mas y luego mi esposa se voltea y él la abraza desde atrás.

Mi esposa parece recordar entonces mi presencia y mira hacia donde estoy, sonríe y estira su mano como llamándome. Me levanto presuroso y me acuesto a su lado.

Ella me abraza por el cuello y me besa introduciendo su lengüita en mi boca. La beso sin ascos y ella después de besarme se ríe con malicia, me volteo y ella me abraza por la espalda y escucho a mi primo que empieza a roncar, me doy apenas cuenta que pasa de medio día y me acomodo plácidamente entre los amorosos brazos de mi adorada mujercita.

Despierto desorientado, no sé que hora será.

Mi primo se está bañando y pienso si mi esposa estará con él. Me asomo, pero no, le aviso a mi primo que voy a orinar, para que cuando termine baje la palanca.

Mi esposa está en la cocina, calentando algo para comer, vestida con mi camisa vieja, como ésta le llega hasta medio muslo, no se aprecia si debajo trae algo más.

Me acerco a ella y la abrazo por atrás mientras le beso el cuello, ella inclina la cabeza a un lado para facilitar la maniobra, al mismo tiempo pego mi pelvis a su trasero y mi miembro parece recuperar las fuerzas y empieza a enderezarse mientras se acomoda entre sus nalgas, que ella presiona hacia mí para hacer mas intensa la unión.

No sé si sabe cual de sus amantes es quien la acaricia, porque no ha volteado a ver, “¿Quién soy?” Le susurro y sin dudarlo musita mi nombre.

Deslizo mi mano por la abertura de la camisa y acaricio sus tibios senos desnudos.

Ella protesta sin ganas que no la voy a dejar terminar de hacer la comida, pero continúa moviendo el guiso sin separarse de mí.

Bajo la otra mano por su vientre y confirmo satisfecho que solo mi camisa cubre su adorable cuerpo.

Alcanzo la gruta del placer y la encuentro excesivamente húmeda, introduzco un dedo y mi mujer deja escapar un ahogado suspiro, pero sigue con la comida.

Saco el dedo afortunado y mientras lo chupo le menciono la saturación que siento. Ella se ríe y me hace notar que estoy chupando una mezcla de sus jugos y los de mi primo y añade “De hecho hay mas de él que de mí”.

Por alguna extraña razón esto me excita mas aun, no lo manifiesto verbalmente, pero mi miembro me traiciona y se endurece aun mas.

Levanto la camisa que trae mi esposa y siento la calidez de su trasero sobre mi miembro enardecido.

Ella apaga la estufa y tapa las ollas, se voltea hacia mí y me besa mientras acaricia mi miembro enardecido.

“¿Qué prefieres?” Me dice.

No le entiendo; creo que me habla de la comida, pero antes de que abra yo la boca ella termina: “¿Cogida o mamada?” Casi me infarto del gusto que sentí.

Mi esposa es muy recatada normalmente y el hablar vulgar siempre la ha disgustado, no usa lenguaje soez, ni me deja usarlo, por eso mi entusiasmo al oírla así.

Abusando de la situación le dije: “Quiero que me la mames hasta que me venga en tu boca y quiero que te tragues mi esperma como te tragaste la de mi primo, puta” Ella no dijo una palabra, pensé que se me había pasado la mano, pero se acuclilló frente a mí y se introdujo la estaca en la boca, hasta el fondo, noté sobre el glande su campanilla que le produjo arcadas, aun así no se la sacó sino sentí como me acarició con la lengua todo el tramo.

Se la sacó muy lentamente, apretando sus labios a la circunferencia dejando un reluciente rastro de saliva. Sacó la lengua y lamió el frenillo.

Volteó a verme taladrando mi alma con lo intenso de su verde mirar. No dudé un minuto, era mirada de amor, de lujuria y entrega absoluta.

No logro detenerme, la intensidad del momento, el morbo de venirme en su boca, la pericia de mi esposa y la excitación acumulada, me hacen explotar demasiado pronto arrojando una y otra vez mi semilla en su boca.

Ella traga todo sin siquiera pestañear.

Tengo que sentarme pues las piernas me flaquean. Mi esposa no me suelta, continuó chupando, hasta que mi miembro estuvo totalmente flácido dentro de su boca. Se incorporó y me besó ligeramente en los labios.

Yo la abracé emocionado.

La comida ya está lista, mi esposa me dice que me vista para sentarnos a la mesa.

Entramos a la recámara y mi primo está a medio vestir, pantalones y zapatos, pero el pecho descubierto, mi esposa se despoja de mi camisa y en su espléndida desnudez abraza a mi primo y lo besa con pasión, veo claramente la lengua de mi mujer penetrar la boca de mi primo, él devuelve el ósculo mientras la aprieta contra su pecho con la izquierda y con la diestra le acaricia suavemente las nalgas.

Contemplo arrobado la escena. Se separan y mi esposa voltea a verme con cara de picardía. También a mi primo lo insta a vestirse y ella hace lo mismo.

Nos sentamos apropiadamente vestidos a la mesa y mi esposa nos sirve la comida.

Departimos alegremente, platicando lo anteriormente acostumbrado, nadie hace alusión a lo ocurrido como si no hubiera pasado, como si no hubiera ahora una mayor intimidad entre nosotros.

Disfruto fascinado la situación y pienso que cualquiera que nos viera en este momento, no podría adivinar nuestra relación. Como ya son casi las seis, mi esposa nos dice que quiere ir al cine.

“Deseo pasear por el pueblo con mis dos maridos del brazo” dice regocijada, mientras nosotros celebramos la ocurrencia.

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