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Mi primo, mi esposa y yo I

Mi primo, mi esposa y yo

Muchos relatos empiezan asegurando que son reales, pero que solo cambian los nombres para proteger la identidad de los participantes.

Bien, en primera todos los relatos son reales, puesto que todo ha ocurrido, está ocurriendo y ocurrirá, mientras haya humanidad (Excepto las zarandajas de control mental, brujerías y similares).

En segunda, todo deja de ser “real” cuando cambiamos los nombres, pues si el hecho fue que Juan Pérez se cogió a Pita Gómez y relatamos que fue Lalo Díaz con Rosa Cué, pues ya quedamos como película gringa basada en hechos reales, pero acomodada al placer del guionista.

En el relato siguiente (que está sucediendo), decidí no modificar nombres ni lugares, solo uso mi seudónimo acostumbrado, pues como soy abogado en una pequeña ciudad, no quiero quedarme sin clientes, aunque estoy seguro que ya algunos sospechan lo que ocurre en mi casa,

Lo que tanto había esperado se está realizando ante mis ojos.

Mi adorada mujercita, fiel esposa y madre de mis hijos, está a punto de ser penetrada por mi primo.

Por supuesto que también mi pariente había estado soñando con este momento y aunque no me lo ha confesado, estoy seguro de que mi esposa lo había deseado también y, si no lo hubiera deseado lo va a gozar, así que somos tres los que estaremos felices de una sola vez.

Mi esposa está acostada sobre su espalda, apoyados los talones en la cama, las piernas ligeramente flexionadas, abiertas a ambos costados de mi primo que está apoyado en sus rodillas y sus manos con los brazos extendidos tocando apenas los costados de mi mujer, cuyos codos casi descansan en la cama mientras sus manos acarician levemente apoyadas en los bíceps de mi primo.

Las únicas prendas que cubren la total desnudez de mi esposa son sus aretes y su anillo de casada y mi primo ni eso siquiera.

Están ambos con las frentes juntas observando hacia abajo en el punto donde sus cuerpos van a unirse. Yo tengo otro ángulo mejor ubicado para observar la acción.

Estoy hincado en la alfombra del piso, en una esquina al pie de la cama. Suavemente los labios vaginales besan amorosos la punta del pene, que ignorándolos los separa refugiándose en la tibia cueva. Los tres observamos como lentamente llega hasta la base y con la misma parsimonia vuelve a salir hasta quedar únicamente la punta del glande apoyada en la entrada del refugio y otra vez repite a faena.

Cuatro, cinco o seis estocadas suaves y cadenciosas y los amantes dejaron en forma unánime de contemplar la acción, para mirarse profundamente a los ojos, como queriendo asegurarse a si mismos y mutuamente, que están totalmente conscientes de con quién están cohabitando.

A cada embate de mi primo responde mi esposa levantando su pelvis al ardiente encuentro.

Cuatro, cinco o seis estocadas, muchas mas, los amantes cierran los ojos para concentrarse en el coito, mi primo intensifica su vaivén, continuando así por mucho tiempo, de repente abre los ojos y contempla a mi mujer debajo de él, ella a su vez también los abre, cuando mi primo reduce su ajetreo.

Las manos de mi mujer se deslizan sobre la piel de los brazos de mi primo hasta los hombros y de regreso, repite esta caricia varias veces, finalmente, cruzando los brazos por detrás de su cuello se cuelga de él, quién al mismo tiempo, pasa sus manos por la espalda de mi esposa y recargándose en los codos sobre la cama la abraza apretando sus suaves senos contra su fuerte pecho abrazándose ambos con frenesí, se contemplan breves momentos y acercan sus labios levemente abiertos, sobresaliendo apenas entre ellos las puntas de sus lenguas, fugazmente alcanzo a mirar donde éstas se tocan, antes de sus bocas se junten en un apasionado beso.

Adivino el jugueteo de sus lenguas por los movimientos de sus mejillas, en tanto veo que han suspendido la suave cadencia de sus caderas empujándolas con brío uno contra la otra.

Hay algo especial en ese beso que no puedo definir, no tardo en darme cuenta que es la primera vez que se besan y por lo visto desean que en ese primer beso el miembro de mi primo esté totalmente alojado en el chochito de mi mujer.

El beso se prolonga deliciosamente, la pareja abre los ojos y se ven intensamente como quiénes comparten un secreto, mi mujer le acaricia amorosamente el cabello a mi primo, mientras él quiere devorar sus pechos como un recién nacido.

Vuelven a besarse e imperceptiblemente retorna la cadenciosa danza del amor. Me incorporo y me siento en un sillón a un costado de la cama, para tener una visión mas completa de todo el cuadro.

Desde que tengo memoria mi primo siempre ha estado ahí. Su madre es la hermana mayor de la mía y nacimos con seis días de diferencia.

Así que crecimos juntos. Solo nos separamos brevemente en la Universidad, pues él estudió Medicina y yo Jurisprudencia.

Fue entonces cuando casualmente, en diferentes circunstancias, ambos conocimos a la que ahora es mi esposa y ambos la cortejamos.

Como nos veíamos muy poco, no supimos del interés del otro por ella hasta varias semanas después, así que acordamos no disputar y seguir asediándola.

Continuamos cortejándola, hasta que terminamos la carrera, ella se decidió por mí y nos casamos. Afortunadamente a mi primo no le dio por hacer tragedia y continuamos viéndonos un día si y otro también, solo que ahora éramos tres.

La única sombra era un cierto sentimiento de culpabilidad, de ser feliz y que mi primo no pudiera serlo completamente.

Especialmente porque mi mujer resultó excelente en la cama. ¡Cómo disfruto el sexo con ella! Solo dos puntos han estado incompletos.

A mí siempre me ha costado súplicas y esfuerzos especiales conseguir una mamada de mi esposa, que por cierto lo hace formidable, solo cuando ella quiere sacarme algo, accede a desarrollarla.

El otro punto es el sexo anal. A pesar de la excelente relación de toda índole que tengo con mi esposa, no me animo a pedirle el culito.

Una ocasión muy recién casados, estaba ella acostada boca abajo sobre la cama y me acomodé encima y la abracé, acomodando mi pene entre sus nalguitas y al estar enfilando a su conchita sin manos, la punta del glande se acomodó exactamente en el orificio negro, ella levantó la cabeza repentinamente y me dijo” ¿Que haces?” Yo me desconcerté como nunca y atropelladamente le expliqué que había sido accidental, me sentí tan mal que tuve una actuación muy pobre esa noche y desde entonces prefiero no tocarle el punto, o mejor dicho el tema.

Mientras los amantes se refocilan, yo continúo sentado en el sillón contemplando la escena y pescueceando la gansa, ellos están tan absortos que olvidan mi presencia.

Después de varios minutos se detienen, se abrazan con fuerza nuevamente, besándose con intensidad, están tan sudados que mi esposa tiene el cabello pegado en la frente, se miran a los ojos, poniéndose de acuerdo sin mediar palabra y giran en la cama, quedando mi primo de espaldas y mi mujer sobre de él.

Esto lo hacen sin sacar la herramienta de su estuche.

Mi esposa de incorpora, quedando arrodillada en la cama a horcajadas sobre de mi primo y apoyando sus manitas sobre el duro vientre de él empieza a mover sus caderas en oscilación. Ahora es ella quién se coge a mi primo. ¡Que bien se mueve! Estoy orgulloso de ella.

Menea la pelvis como una profesional, observo maravillado entre las ricas nalgas de mi esposa, como entra y sale la estaca de mi primo en el tibio y húmedo refugio, él aprovecha la nueva posición para acariciarla a su antojo, con sus manos recorre el cuerpo ardiente de mi mujer, desde luego que concentra sus empeño en las nalgas, los pechos y los muslos, pero no se le escapan la cara, el cuello, los pies y la espalda.

La toma de la nuca acariciándole los cabellos y la jala a su cara para volverla a besar. Ella no se hace de rogar y sin perder el ritmo de sus ondulaciones besa a mi primo con increíble pasión. No están fornicando, ¡Verdaderamente están haciendo el amor!

Durante cinco maravillosos años, hemos estado casados, sin tener mas problemas que los que normalmente tiene un matrimonio.

Algunas peleas sin importancia, por motivos insignificantes, que rápidamente eran dirimidos en el lecho nupcial.

Siempre se maravilló mi primo de lo bien que nos llevamos, jamás se enteró de que peleáramos.

Para mi fortuna, mi mujer jamás le molestó su presencia casi constante y diaria, entre otros motivos porque siempre fue lo bastante discreto para comprender cuando era tiempo de dejarnos a solas.

Él es nuestro médico de cabecera y atendió a mi esposa durante los dos partos en que nacieron nuestros hijos, que adoran al tío por consentidor.

No estoy muy seguro de cómo empezó, porque hasta un cierto punto todo fue normal. Llegó mi primo como casi todos los días, pero es sábado y nuestros hijos salieron temprano para pasar el fin de semana en el rancho de mis suegros, así que no estarán aquí sino hasta el domingo por la tarde, muy tarde.

Discreto, como siempre, intuyó que podríamos querer estar a solas (No estaba muy descaminado, pues unos momentos antes habíamos estado jugueteando) y dijo que solo pasaba a saludarnos, pero que tenía otro compromiso.

Era tan obvia su excusa que mi esposa y yo nos reímos y le obligamos a confesar, al tiempo que le invitamos a desayunar con nosotros.

Durante el desayuno observé que mi primo no le quitaba los ojos de encima a mi esposa (No es para menos, pues a pesar de haber tenido dos hijos, es muy esbelta y aún conserva un aire juvenil), ella estaba con una bata de algodón muy tenue, que ella misma confeccionó para estar en casa, con lo cual estaban expuestos sus antojables muslos y como no traía sostén los pezones eran claramente notables.

Con ánimo fregativo, mi esposa le insinuó si no tendría algún problema que le impidiera casarse. Él respondió que buscaba una mujer como ella. Y yo, sin segundas intenciones, pero con ánimo burlón, le dije que si una como ella o precisamente ella. Su lividez nos dio la respuesta. Todos nos turbamos en ese momento.

Ahora están acostados de lado de frente hacia mí.

Mi primo abraza a mi esposa desde atrás, un brazo lo pasa por debajo de ella y le acaricia los senos y el vientre, con la otra mano sostiene por la parte de abajo del muslo la pierna que ella tiene levantada, lo cual me permite ver claramente la estaca de mi primo que está húmeda de los jugos de su concha como entra y sale de la misma haciendo el suave sonido peculiar de estos menesteres.

Mi primo mientras le besa a mi mujer el cuello, le pasa la lengua detrás de la oreja, algo que sé que a ella le encanta, mi primo parece darse cuenta, porque intensifica la caricia. Ella me mira a los ojos, contrario a lo acostumbrado, no logro interpretar la intensidad de su mirar.

No dura mucho la situación, pues mi primo soltando el muslo, coloca su mano en la suave mejilla de mi esposa, la hace girar su cabeza para atraer hacia la suya la fresca boca de ella.

Veo la lengua de mi mujer empotrarse en la anhelante boca de mi primo que paladea con fruición la miel que ésta le ofrece, mientras ella reposa su pierna levantada colocando la planta del pie sobre la pantorrilla de su amante.

Separan sus labios brevemente y veo un hilito de baba uniendo sus bocas, no dura mucho pues mi esposa empieza a chupar la lengua que mi primo saca lo mas que puede, pero que mi mujer oculta rápidamente con la boca y escucho como sorbe la saliva de él.

Debía salvar la situación, el momento tan embarazoso para todos debía ser superado o se habría roto el lazo que hasta entonces nos unía. Intuía que a partir de esto las cosas nunca serían iguales.

Desde luego que esto no hubiera ocurrido en otros tiempos. O ¿Quién sabe? Pero en esta época fue más fácil. Ya mi esposa y yo habíamos hablado y analizado el tema de hacer intercambio o un trío en varias ocasiones y por diferentes motivos.

A veces porque lo veíamos en el cine o en alguna novela. Siempre coincidimos en que, de llevarlo a cabo, mi primo era el más indicado, por muchas razones que no vale la pena enumerar. Pero siempre creímos que no pasaríamos de las fantasías que a veces representábamos, para darle mas sazón a nuestras actividades sexuales, durante las cuales yo personificaba a mi primo.

Quizá por eso se me formó una especie de obsesión de que mi mujer me pusiera los cuernos con mi primo. Volteé a ver a mi mujer, ella me miraba con la misma aprensión que yo tenía, mi primo hizo el intento de pararse y probablemente no hubiéramos vuelto a verlo por la casa. Mi mujer lo sujetó del brazo.

“Espera” Le dijo, sin dejar de mirarme “No te vayas, tenemos que llegar a un acuerdo” Arqueó la ceja como interrogándome. No necesitamos hablarnos, ambos sabíamos el terreno tan resbaloso que pisábamos, pero debíamos atravesarlo.

No puedo recordar con precisión lo que dijimos, mi esposa recuerda que dije algunas frases que yo no recuerdo y viceversa, pero entre ambos le manifestamos nuestro cariño hacia él, nuestro amor entre nosotros y finalmente armándonos de valor, lo invitamos a unirse sexualmente a nosotros.

¡Haber tenido una cámara en ese momento!, para retratar las expresiones de mi primo, bueno, seguramente que también nuestras caras deben haber estado de fotografía, pues yo estaba que me brincaba el corazón de nervios. Finalmente en un contexto sobrio, casi de negocios acordamos iniciar inmediatamente la relación, ninguno quería dar a los otros la oportunidad de pensarlo mejor.

Con discreción ofrecí dejarlos a solas en este primer encuentro, pero afortunadamente, ambos se negaron, pues desde luego que no me quería perder el espectáculo.

Mi esposa se paró y nosotros hicimos lo mismo, nos sonrió y se dirigió descalza a la recámara, sentí como que algo faltaba, pero estaba muy excitado para detenerme a cavilar. Recogí las chanclas de mi esposa y seguí a mi primo, que ya iba de prisa detrás de ella.

Al llegar a la alcoba mi esposa se paró junto a la cama y se despojó de su bata quedando solo con su tanguita, mostrándose a mi primo en toda su espléndida belleza, éste ni tardo ni perezoso se despojó rápidamente de su ropa quedando en trusa, con un bulto frontal que parecía que iba a desgarrar la tela. Se quedaron unos segundos contemplándose mutuamente y luego al mismo tiempo se despojaron ambos de sus últimas prendas, yo seguía con la sensación de que algo estaba incompleto.

Nuevamente mi esposa está sobre su espalda y mi primo sobre ella, solo que esta vez los talones de ella descansan en los hombros de él, dándole un acceso mejor aun a su ardiente concha. La lubricación es tan completa, que puedo ver como escurre un líquido blancuzco de la grieta de su vulva pasando por el orificio de su culo.

Están tomados de las manos y ambos gimen y exclaman su próximo clímax. Yo continúo masturbándome al ritmo en que ellos cogen.

Supongo que pronto se separarán, pues no están usando protección alguna, este pensamiento me hace sentir un tanto defraudado.

Pronto me sacan de mi error. Soltándose de las manos, mi primo mete los brazos por debajo de mi mujer y la sujeta por los hombros, mientras que ella se aferra a las nalgas de él, en tanto que intensifican ambos sus movimientos ondulatorios. ¡No se piensan detener! Él va a descargar su semilla en ella y ella está deseando lo mismo.

Extrañamente estoy tan completamente de acuerdo que cuando empiezan a estremecerse en su clímax y noto regocijado que mi primo está eyaculando dentro de mi esposa quién “enreda” las piernas detrás de las de él como para no dejarlo escapar.

Empiezo a eyacular también, solo que mi semilla cae en la alfombra mientras siento dentro de mí que crece el inmenso deseo de que mi esposa quede embarazada de mi primo.

Temblando me desplomo sobre el respaldo del sillón viendo a mi mujer y a mi primo besarse y acariciarse tiernamente aun acoplados, mi primo continúa encima de mi mujer y por supuesto dentro de ella, por lo que imagino que su semen escurre aun hacia su útero y me quedo dormido, con este feliz pensamiento.

Continúa la serie Mi primo, mi esposa y yo II >>

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