Capítulo 2

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Mi mujer me dió el aval II

Me levanté bastante relajado, aunque un tanto nostálgico y me dirigí al comedor.

Mi esposa apareció vestida con unos vaqueros cortos, una blusa a cuadros y sandalias, está sencilla, radiante y muy bella.

Se acerca a mí y me besa fugazmente en los labios dándome los «Buenos días» y me informa que Lalo se está bañando y se va a rasurar.

Me dice que debemos de hablar considerando que él en cualquier momento puede salir y escucharnos, entiendo que no debemos decir lo que no queremos que escuche y asiento con la cabeza.

Mientras platicamos empieza a preparar el desayuno de los tres.

Me reiteró que yo soy el hombre de su vida y que siempre estará conmigo, etcétera. Pero también me dijo que había pasado una noche maravillosa en brazos de Lalo.

«¿Es mejor que yo?» Pregunté estúpidamente

«Es diferente, nada mas» Dijo ella sin comprometerse y para mi sorpresa añadió: «Pero tú tienes una cara, como si me hubieras visto anoche»

Una vez más siento que Linda me lee la mente. Hipócritamente pretendí que me daba cuenta tanto por los gritos que escuché, como por lo feliz que se veía.

Ella insistió en que mientras yo la amara y la quisiera a mi lado, ahí estaría. Reiteración que yo necesitaba desesperadamente, pero también reconoció, que no se había esperado que Lalo fuera tan buen amante.

Después de desayunar fuimos a la piscina para asolearnos un rato. Para este propósito había dos sillas reclinables acojinadas, en uno de los costados, una doble y otra sencilla.

De más está decir que Lalo y Linda ocuparon la doble y yo la sencilla.

Esto de asolearnos es en sentido figurado, primero porque el día estaba nublado, además a Linda el sol solo le saca muchas pecas, que a mí me parecen deliciosas, pero a ella le disgustan.

Todavía no nos acabábamos de acomodar cuando Lalo sugirió el desnudo integral, haciendo notar que ambos hombres conocíamos a Linda y que obviamente ella nos había visto a ambos.

Lo quise pensar un momento, pero ellos no me dejaron, se pararon a una y se despojaron de sus trajes de baño. Para no verme ridículo, los imité y me recosté corito.

Reclinado a apenas un metro de distancia de mi esposa y su amante, empecé excitarme viéndolos. No sé si Lalo lo notó, pero le pasó el brazo a Linda por los hombros jalándola hacia él.

Mi mujer se separó y murmuró algo así como «No delante de mi esposo», pero Lalo riéndose le replicó: «Vamos, a él le gusta la idea, no puede disimularlo»

Linda volteó a verme, notando inmediatamente que mi verga estaba medio parada.

Aún recostada junto a su amante, me miró intensamente, como leyendo mis pensamientos y lentamente empezó a pasar su suave mano sobre el duro vientre de Lalo, sin dejar de mirarme.

Conforme mi equipo adquiría mas firmeza, mas se acercaba la mano de mi amada al equipo de Lalo y viceversa.

Casi me desmayo cuando finalmente los finos dedos se cerraron sobre la dura estaca. Un deseo intenso de volver a ver a mi esposa cogiendo con Lalo invade mis pensamientos.

Lalo, que había permanecido quieto, lleva entonces su mano al monte de Venus y empieza a juguetear con sus vellos, acariciándolos suavemente, con su dedo medio frota el clítoris unos momentos, antes de hacerlo desaparecer entre los labios mayores.

Mi esposa voltea hacia él, se miran unos instantes a los ojos y luego cerrándolos, unen sus labios mientras intercambian lengüetazos a menos de un metro de mí.

Quiero masturbarme, pero me siento incómodo de hacerlo, preferiría mil veces tener los dulces labios de mi mujer cerrándose sobre mi enhiesto mástil.

Los amantes dejan de besarse, mi esposa voltea hacia mí y me sostiene la mirada, Lalo está afanado metiendo y sacando ¡tres dedos ya! de la tibia concha.

Después de un rato de escudriñar mi mente, mi esposa se voltea nuevamente hacia Lalo y le dice: «Si quieres cogerme delante de mi esposo, vas a tener que permitir que él participe, sin alterar el trato que tenemos» El corazón me dio un vuelco en cuanto Lalo manifestó su conformidad. Linda se recostó en un costado viendo hacia mí y Lalo se acomodó detrás de ella y le levantó la pierna y colocó su dura estaca en la entrepierna de mi esposa, ella llevó su mano al mismo sitio y con los dedos en el glande, lo guió a la encharcada entrada, vi como la gruesa estaca se abría paso a las profundidades, hasta desaparecer totalmente de mi vista. Linda se volteó hacia su amante y nuevamente se besaron con pasión, mientras ambos iniciaban el cadencioso bombeo de la fornicación. ¡Ya estaban cogiendo delante de mí y yo como el chinito «Nomás milando» Nuevamente Linda adivinó mis pensamientos y volteando hacia mí me hizo señas de que me acercara.

De un brinco estaba junto a ella con mi dura estaca balanceándose frente a su cara. No duró mucho esta situación, pues Linda, colocando las manos sobre mis caderas, únicamente abriendo la boca y sacando la lengua, se introdujo el duro garrote hasta la campanilla.

No me moví, dejé que ella marcara el ritmo, esto en parte a que estaba tan excitado, que si coopero hubiera terminado rápidamente, aunque de todas maneras no tardé tanto como lo hubiera deseado.

Lalo, mientras tanto, bombeaba rítmicamente su erección dentro de mi mujer, acariciándola mientras tanto, ya le pellizcaba un pezón o le lamía la espalda, le frotaba suavemente los muslos o le amasaba las nalgotas.

Me llamó la atención que de vez en vez, Lalo le jalaba la cara a Linda y ella se daba la vuelta y se daban un besote ensalivado, no podía durar mucho, porque Linda era incómodo para ella, pero yo tenía boleto de primera fila para ver como la gruesa lengua de Lalo llenaba la boquita de mi esposa y la delicada lengua de Linda le daba la bienvenida a la intrusa. Mientras esto ocurría ella me masturbaba lentamente.

Yo aprovechaba de pellizcarle los pezones cuando los soltaba Lalo, pero cuando veía que él se dirigía a ellos le dejaba el campo libre.

Linda tuvo un orgasmo, unos minutos antes de que yo terminara, de hecho, yo hubiera terminado antes, pero mientras disfrutaba su clímax, ella me soltó el chuzo, si no perdí la excitación, fue por la emoción de verla tan deleitada.

Total me vine en su boquita y la viciosa se tragó íntegra la descarga, al grado de que chupó y lamió la cabeza, hasta asegurarse de que no quedaba ni una gota.

Lalo aún no terminaba, pero se salió de mi mujer y dijo que mejor entráramos, porque ya el sol estaba muy fuerte. Me hice hacia atrás y ellos se levantaron, Lalo abrazó a mi mujer por la espalda y ella se volteó y se besaron a unos cuantos centímetros de mí.

Pude ver a Lalo lamiendo los labios de mi mujer, aún pegajosos de mi semen. Me excitó nuevamente ver como restregaban mutuamente sus cuerpos desnudos. Se separaron y mi mujer pasó su brazo por la cintura e su amante, me dio la mano y fielmente los seguí hacia el interior. Una vez en el lugar, me fue evidente quién llevaba el control del escenario.

Mi mujer me indicó que me sentara en la orilla del sofá y me recostara en el mismo, se paró frente a mí con las piernas separadas y doblándose por la cintura se inclinó sobre mí iniciando una segunda mamada y presentando a Lalo su magnífica grupa, éste ni tardo ni perezoso, la penetró desde atrás.

Cerré los ojos disfrutando de las atenciones de mi esposa durante un buen rato, cuando percibí un aroma que no me era extraño, pero no identificaba, abrí los ojos y observé a Lalo embadurnándole a Linda el culito con una crema y adiviné que obviamente le introducía uno o más dedos.

A Linda no le gusta el sexo anal, pero lo acepta, solo que hay que «trabajarla» un rato para que se le distienda el esfínter. ¡Eso estaba haciendo Lalo! Lo que me llamó la atención fue que él diera por sentado que ella aceptaría sin rechistar, como lo hizo, pues en ningún momento lo mencionaron, o por lo menos intercambiaron miradas para ponerse de acuerdo.

Después de un rato, supongo que una vez que estuvo suficientemente aflojado el ano de Linda, Lalo se salió de ella que le dijo a Lalo en tono perentorio: «¡Por favor ponte un condón!» Esto me extrañó, pero no le di importancia, después de todo estaba recibiendo una soberbia mamada. Linda entonces, se sentó a horcajadas, de frente sobre de mí, encajándose mi estaca.

Lalo se colocó detrás de ella y la penetró por el ano. Linda gritó: «¡Que rico!» Fue una experiencia sensacional sentir como se deslizaba sobre mi miembro el de él, apenas separado por una delgada membrana.

Pronto nos acompasamos adecuadamente, Linda movía su pelvis de tal manera, que cuando mi pene entraba el de Lalo salía y viceversa, con solo un pequeño movimiento lograba yo sepultar profundamente mi espada en la suave y húmeda vaina. No sé cuanto tiempo estuvimos así, si sentí que Linda tuvo por lo menos dos orgasmos, después de todo, era la primera vez que estaba doblemente ensartada.

De repente, Lalo se salió de mi mujer y ella se desmontó de mí, se echó para atrás y parándose con las piernas abiertas e inclinada de la misma forma que estaba anteriormente, tomó otra vez mi estaca en su boca.

Lalo se quitó el condón e introdujo su palpitante pene en la vagina, apenas unos tres o cuatro bombeos y descargó su simiente, una vez mas, en las receptivas entrañas de mi esposa y nuevamente me asombró que ellos parecieran estar de acuerdo sin cruzar palabra. Permanecieron unos momentos así, después Lalo se salió de mi mujer, ella se incorporó y girando, me montó nuevamente, solo que esta vez dándome la espalda.

Otra vez sentí que mi miembro se pegosteaba, como la noche anterior, con la mezcla de jugos genitales. Linda procedió a limpiar concienzudamente con la lengua la verga de su amante.

Unos momentos después, separándose, él dijo: «Voy al baño» y ella replicó: «Allá te alcanzo» y continuó meneando su pelvis sobre de mí hasta que logró que le acabara de llenar las entrañas.

A continuación se desmontó, volteó y me dio un beso profundo, su lengua parecía querer alcanzar el fondo de mi garganta y yo hice lo mismo con ella, ya ella había dejado de besarme, cuando me acordé que esa boquita debía tener rastros del semen de su amante.

No me dijo «Ven», cuando se fue al baño a reunirse con su amante, así que permanecí recostado, sin saber que hacer.

Después de un tiempo que se me figuró eterno, pero que no habrá durado mas de un par de minutos, me decidí a pararme y con sigilo me asomé a la puerta del baño, tratando de pasar inadvertido. La imagen que pude apreciar reflejada en el espejo, me desconcertó.

Mi esposa aparentemente acababa de defecar y se estaba limpiando la cola, todavía medio sentada en el retrete, mientras Lalo se lavaba los dientes, por supuesto que ambos estaban aun desnudos, se paró mi esposa junto a Lalo, pegándose a él, para lavarse las manos, la escena no era erótica, era sin lugar a dudas, un momento de intimidad de una pareja, donde no encajaba yo.

Para completar, cuando Linda terminó de lavarse las manos, se volvió hacia su amante y le pidió el cepillo, y así, sin enjuagarlo siquiera, empezó a cepillarse sus dientes.

Así que con una sensación desagradable pesando sobre de mí (Entre melancolía y soledad), me retiré a mi cuarto, pensando que sería preferible para mí, no ser testigo de la relación de mi mujer.

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