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Infidelidad – Felicidad

Infidelidad – Felicidad

Mi nombre es Josefina, tengo casi 50 años y una buena silueta, pero buena en serio por lo que algunos jóvenes y no tanto se vuelven locos alimentando su morbo.

Hace alrededor de diez años pensé que me iba a volver loca cuando me enteré que mi marido me había sido infiel.

Me dolió en el alma, no se si por el hecho en sí o porque me sentí defraudada.

Lo que tuve claro en ese momento es que necesitaba vengarme, pagarle con la misma moneda y ver cómo se sentía él cuando se enterara.

Tal vez la venganza era una excusa ya que ganas de tener sexo con otro no me faltaron durante muchos años pero respetaba a mi esposo.

Quiso la casualidad que un grupo de solas (solteras, solteronas, divorciadas y viudas) organizaba un viaje a Mar del Plata para festejar la llegada de la primavera.

Como una de ellas estaba enterada de mi problema me invitó a viajar y sin dudarlo mucho acepté.

Mi marido estaba en el exterior por trabajo y la llegada de la primavera había encendido mis hormonas.

Fueron cinco días inolvidables donde la pasé requetebién, teniendo sexo desde la primera noche en que llegué.

Con eso cumplía mi venganza y me sacaba las ganas de tener sexo con otro que no fuera mi marido.

Al llegar a casa ya estaba mi marido de regreso y algo sospechó de lo que había pasado. Comenzó a acosarme con preguntas y yo nada. No estaba dispuesta a contárselo por ahora aunque interiormente quería se enterara.

Pasaron unos meses y el acoso seguía y como vi que estaba peligrando nuestro matrimonio y aunque quise vengarme por lo que me había hecho lo amaba y no quería separarme de él, decidí consultar con mi mejor amiga acerca de ello.

Lo primero que me dijo era que le contara todo.

Me contó que según sus experiencias vividas -es terapeuta sexual- los matrimonios funcionan mejor después que la mujer le confiesa sus infidelidades al marido porque actúa esa circunstancia como un disparador sexual.

Puede ocurrir también que se pudra todo y se separen, pero valía la pena intentarlo.

Me sugirió que cuando le contara no escatimara detalles y que lo hiciera cuando estábamos en la cama así se calentaba bien y yo también.

Y aquí comienza la historia que le conté a mi marido.

Una historia de sinceramiento porque si una no se puede sincerar con su marido después de 15 ó 20 años de casados, la pareja va a seguir teniendo sexo rutinario, nada más.

Ese sábado nos habíamos quedado solos porque los chicos habían salido y volverían muy tarde. Después de cenar nos tomamos un par de whiskys y nos fuimos a la cama.

Quiso que le contara con lujo de detalles cómo le había sido infiel y yo prometí hacerlo con la condición de que si lo excitaba mi relato me cogiera como nunca lo había hecho mientras que si le molestaba me lo dijera para parar.

De acuerdo, dijo y comencé a contarle.

Le conté todo lo que había sucedido en Mar del Plata. Le conté todo de todo, cómo la tenían, qué me hacían, cómo los chupaba, cómo los gozaba.

Hice hincapié en la última noche en esa bella ciudad balnearia cuando conocí a dos muchachos de alrededor de los veinte años.

A pesar de haber tenido sexo los días anteriores con ocasionales amantes esa noche creo que fue la que mejor la pasé.

Después de tomar unas copas con ellos nos fuimos a su departamento. Comencé a bailar con uno mientras el otro miraba y tomaba cerveza. Estaban algo tímidos y tuve que encararlos.

Empecé a chuponear al que bailaba conmigo y a tocarle la pija. Esa noche estaba dispuesta a todo porque era la última antes de regresar a casa.

Quería tener sexo con los dos así que dejé al que estaba a mi lado y encaré al otro besándolo al tiempo que le tocaba la verga por arriba de su pantalón.

Así nos empezamos a acariciar los tres mientras tomábamos cerveza. Nos fuimos a la cama y poco a poco me fueron desnudando y después lo hicieron ellos.

Comencé a chupársela a uno de ellos mientras el otro me la empezaba a meter en la concha desde atrás. El que se la mamaba no aguantó y acabó en mi boca al ver que el otro me llenaba la conchita de leche.

A todo esto yo había tenido un orgasmo y estaba más borracha y más caliente.

Ellos se recuperaron rápidamente dada su juventud y siguieron con el juego. Me subí arriba de uno de ellos y me mandé su pija hasta los huevos. ¡Qué placer coger así!.

Estaba bombeándolo como loca cuando vi que el otro me acercaba su pija a la boca. Comencé a chupársela mientras el otro se movía más rápidamente.

De repente el que me estaba cogiendo le sugirió al otro que me la metiera por el culo. No quise saber nada porque pensé que me podían destrozar.

Me pidieron por favor hacerlo, dijeron que lo habían visto en una película porno y que la mujer gozaba mucho con ello y accedí pidiéndoles por favor que fueran suaves.

Cuando empezó a mandarse despacito por el culo los tres comenzamos una danza de sexo inolvidable.

Como ví que estaban por acabar y a mí me faltaba un poquito todavía les rogué que esperaran para llegar los tres juntos y así fue maravillosamente.

Me apretaban las tetas y sentía como mis dos agujeros estaban siendo penetrados y gozaba como nunca.

Cuándo comenzó mi orgasmo y cuándo terminó, la verdad que no lo se´, pero fue sensacional.

Los dos jóvenes derramaban leche a los gritos y yo la recibía. Nos quedamos como diez minutos besándonos y mimándonos.

Luego fui al baño a ducharme y aparecieron los dos y continuamos franeleando los tres durante media hora. Uno de ellos me pidió que se la mamara mientras el otro al vernos se puso a masturbar.

Yo estaba de rodillas chupándole la pija al muchacho cuando el que se pajeaba se puso jabón en la pija y me la metió por el culo.

Creí que me partía en dos. Después se salió y al tiempo que el otro me acababa en la boca éste terminó de pajearse y derramó su leche por toda mi cara. ¡Qué placer ver a los dos muchachitos gozar!

Mi marido que estaba recaliente con lo que le había contado me echó dos polvos. ¿Qué hombre a los 50 años le hecha dos polvos a su mujer en una noche?

Hay que motivarlos. Tanto ellos como nosotros vivimos mucho de la rutina. Hay que incorporar fantasías, ropa sexy. Comenzar a decirle a tu marido lo que te gusta del sexo, que querés que te haga, que querés que diga, que posición te gusta más, alargar el acto sexual hasta el límite de lo posible.

¿Por qué no darle lugar a la fantasía si eso nos hace felices?

¿Qué te ha parecido el relato?