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Gozando en el cine

Gozando en el cine

Este relato me sucedió cuando trabajaba en un estudio contable, y lo que me pasó cuando hice amistad con uno de los empleados que ahí laboraba.

Tenía 19 años cuando ingresé a trabajar a esta empresa, y mi trabajo consistía en la elaboración de documentos para ser ingresados en el sistema de contabilidad.

Me gustaba ir siempre con minifaldas y en ocasiones usaba también polos de licra, que marcaban bien la forma de mis senos.

Cuando me levantaba de mi escritorio para ir hacia el sitio de algún empleado, podía sentir las miradas de los hombres sobre mí.

Como siempre he sido muy coqueta, siempre saludaba y sonreía a todos los que ahí trabajaban, y fue así que hice amistad con algunos de ellos.

Había tres chicos de mi edad que estaban bajo la jefatura de un señor de aproximadamente 40 años.

Él me llamaba la atención ya que era muy serio, y además muy varonil.

Siempre que pasaba por su escritorio me saludaba muy atentamente con una sonrisa.

Debido al tipo de trabajo que yo tenía, el contacto era más asiduo con los chicos a su cargo, pero sólo en raras ocasiones me acercaba donde él para consultarle alguna cosa que sus subordinados no podían resolver.

Un día fue el cumpleaños de uno de mis amigos, y sus compañeros me dijeron que lo invitarían a almorzar y querían que los acompañase.

Acepté de buen grado y cuando llegamos al restaurante, vi que su jefe había asistido también.

Por casualidad me tocó sentarme frente a él en la mesa, y pude darme cuenta que era un hombre culto por su manera de conversar y los temas que hablaba.

Cuando se dirigía a mí me miraba directamente a los ojos, haciendo que me ponga un poco nerviosa.

Luego de ese almuerzo iba a su escritorio con la excusa de consultarle cualquier cosa, y fue así que conversábamos de cosas personales también.

Me contó que era casado y que tenía dos hijos.

Yo también le conté que era soltera y que no tenía novio por el momento.

Me gustaba hablar con él ya que cuando lo hacía era diferente a mis otros compañeros, que en todo momento me andaban mirando las piernas o mi busto descaradamente.

Un día me comentó que a él le gustaba mucho ir al cine, pero que su esposa detestaba ir.

Yo le conté que a mí sí me gustaba el cine, y me preguntó si podría acompañarlo a ver una película, ya que no le gustaba ir solo.

Siempre me habían dicho que no debía salir con hombres casados, pero no se porque accedí a acompañarlo.

Muy contento me dijo que había una película que ya estaban por retirarla de la cartelera, y así quedamos para ir a verla al día siguiente.

Ese día cuando era la hora de salida, me llamó para ver si podíamos irnos.

Le contesté que si, y nos encontramos en la puerta para tomar un taxi. Llegamos a un cine de barrio y compró las entradas en la taquilla.

Al entrar en la sala no había nadie, seguramente por lo que ya me había dicho que estaban por retirarla de cartelera.

Nos sentamos en la última fila y mientras empezaba la película, me contaba que desde muy chico tenía esta afición de asistir al cine.

Yo lo miraba mientras me hablaba, y estaba como embobada por la forma como se dirigía a mí.

De pronto las luces se apagaron y comenzó la película.

Él parecía que estaba muy atento al desarrollo de la trama, y eso me dio cierta tranquilidad por el hecho de ser los únicos en el cine.

En un momento dado, puse mi brazo en el apoyabrazos de la butaca, y no me di cuenta que su brazo estaba ahí.

Debido a que él tenía camisa de manga corta, pude sentir el calor de su brazo en el mío.

Yo casi no prestaba atención a la película, por estar pensando que nuestros brazos se estaban tocando.

Me puse a pensar qué haría yo si él quisiera besarme o tocarme, y el solo hecho de fantasear hizo que mi rostro se pusiera colorado.

De pronto sin decirme nada él tomó mi mano con la suya, y entrelazó sus dedos con los míos.

Yo me quedé sin saber que hacer, y quedamos con las manos agarradas.

Era agradable estar así y me di cuenta que el motivo por haber aceptado su invitación, era por que en mi interior sentía que él me gustaba como hombre.

Estaba casi segura que si él intentara algo conmigo, yo no haría nada por rechazarlo.

Voltee mi rostro para mirarlo, y vi que me estaba mirando a los ojos.

Poco a poco acercó su boca a la mía, y nos fundimos en un beso que aceleró mi corazón al punto que sentí que iba a explotar.

Me derretí al contacto con su lengua y mi cuerpo se laxo. Poco a poco ese beso que en un primero fue dulce, se fue convirtiendo en salvaje y podía sentir su respiración sobre mi rostro.

Seguidamente puso su mano derecha sobre uno de mis senos, al momento que la mano que estaba entrelazada con la mía, la jaló hacia su pene y me lo hizo tocar encima de su pantalón. Instintivamente comencé a apretárselo, dándome cuenta que tenía un gran tamaño.

El por su parte había metido su mano por debajo de mi polo, y metía sus dedos debajo de mi sujetador.

Al estar besándome y tocándonos, mis piernas se separaron ligeramente, como invitándolo a que me tocara ahí también.

El no se hizo de rogar y metió sus manos debajo de mi corta falda, y paso dos dedos por encima de mis braguitas para luego comenzar a jalarlas, de tal forma que quedaron a la altura de mis rodillas.

Pude sentir el cuero de la butaca debajo de mis nalgas, y el palpitar de mi conchita deseosa de la verga que estaba tocando.

Sin creer lo que estaba haciendo, le abrí la bragueta del pantalón y su verga salió como un mástil.

Él se aflojó la correa y en la penumbra pude verla rodeada por su vello púbico.

Sin esperar a que me lo pidiera, me incliné para chupársela.

El acariciaba mis cabellos mientras le daba una mamada de la que yo misma me sorprendí, y con su mano izquierda me acariciaba las nalgas, metiendo su dedo índice en mi ano.

Dejé de chupársela y se reclinó en la butaca, pidiéndome que me sentara sobre su verga. Me saqué las braguitas que las tenia en mis rodillas, y él separó sus piernas para que yo me pusiese en medio de ellas.

Luego le agarré la verga y la coloqué en la entrada de mi concha, dejándola ahí para sentirla toda en el momento que me sentara sobre ella.

Una vez que la tuve dentro hasta la base, me quedé sentada un momento mientras él me sacaba el polo que traía puesto.

Luego desabrochó mi sujetador liberando mis pechos.

Puse mis manos en los apoyabrazos de la butaca y empecé a moverme sobre su verga, mientras él aprovechaba para masajearme las tetas con ambas manos.

Una vez que mis brazos se cansaron, él me ayudaba a subir y bajar agarrándome las caderas.

Mis tetas se bamboleaban de arriba para abajo sin control por la fuerza de nuestros movimientos.

Que placer sentía de estar siendo culeada en un cine, pero no entendía como podía ser tan puta en haber aceptado tan rápido ceder ante un hombre casado, pero el orgasmo que empezaba a invadir mi cuerpo me hizo olvidar rápidamente esos pensamientos, y me dediqué a gozar con su verga.

De pronto me dio la impresión que su verga se hinchaba más de lo que ya estaba, y apreté los músculos de mi vagina para darle mas placer.

Un torrente de leche inundo mi concha, mientras él jadeaba de placer por la corrida que se había dado en mi.

Me recosté sobre su pecho agotada, y voltee mi cara para besarlo mientras él no soltaba mis tetas.

Luego que estuvimos un rato así me coloqué el sujetador y el polo nuevamente.

Antes de que acabara la película nos paramos y salimos del cine.

En el camino hacia mi casa me dijo que era la mejor película que había visto y yo solo sonreí.

Entré a mi casa y al ir a mi habitación para recordar lo que había vivido esa tarde, me di cuenta que las braguitas se habían quedado en el cine.

El que las encontrara seguramente se daría cuenta de lo que había pasado ahí, y si las oliera sentiría el aroma dejado por mis flujos, cuando todo esto se inició.

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