Bueno les cuento que después de volver de Brasil y contarle a mi marido lo que hice allí, como si fuera una fantasía, tuvimos una serie de noches llenas de pasión.

Por supuesto, tuve que simular algunas cosas, por ejemplo, mi colita que ahora se dilata más que antes de irme a Brasil, pero eso lo solucioné apretando el esfínter mientras él me apoya la puntita y hasta que me penetra finalmente, pero ahora ya no es necesario simularlo más.

Cuando ya se terminó la excitación por mi supuesta «fantasía» de mi viaje a Brasil, así que me vi en la obligación de meterle los cuernos nuevamente a mi marido para tener más temas para nuestras noches de cama.

Como no quería caer en la fácil de encamarme con mi jefe, que además no me gusta para nada, no sabía qué hacer y por donde encarar.

La segunda quincena de diciembre vino a Buenos Aires, desde Córdoba, un viejo novio de mi hermana menor, que se acercó a la casa de mi vieja a saludar.

Mi hermana no lo fue a ver porque su marido es muy celoso, así que cuando me dijo mi vieja que estaba él en su casa, lo fui a buscar para que venga a tomar un café a mi casa.

Yo volvía del Gym bastante sudada, con mis calzas negras y azules bien ajustadas y un remera blanca con sudor entre mis pechos y en la espalda.

Cuando lo vi en la casa de mi vieja, me dije que ya tenía tema para otro «cuento» para mi marido.

Ya en mi casa, tiré el bolso encima del sillón, puse algo de música, y le dije a Horacio que le iba a preparar un café en la cocina. Sabía que él estaba mirando mi remera y, especialmente, la calza que me marcaba bien la cola.

Café de por medio charlamos de cosas pasadas; él me dijo que nos extrañaba a mi hermana y a mí, ya que entonces hubo buena onda entre nosotros. Yo le tomé la mano y le dije que sentía lo mismo.

Tomando un poco de coraje para mentirle sin que se me notara, le dije, a tono de confesión, que si no se hubiera enganchado en su momento con mi hermana, me lo habría agarrado para mí, a pesar que él es seis años menor que yo.

Pareció un poco asombrado de lo que le oyó pero reaccionó enseguida, ya que puso su otra mano encima de la mía y me confesó que en su momento se había ratoneado conmigo..

Le pregunté si le molestaba que me fuera a duchar mientras me esperaba un rato.

Claro que dijo que no. Al rato le pedí que me alcanzase la salida de baño que tenía colgada en mi dormitorio. Entró al baño y me encontró tapada sólo con un toallón alrededor de mis pechos y un poquito por debajo de mi cola.

-«Ayudame a salir» – le pedí. Me dio du mano y salí de la bañera. Me puse la bata y dejé que el toallón cayera a mis pies.

Volví a preguntarle si le molestaba que me vistiera mientras charlábamos, porque tenía una fiesta esa noche.

Nuevamente la respuesta fue un no rotundo. Fuimos al dormitorio y abrí el cajón donde guardo la ropa interior. Le mostré un par de conjuntos y le pregunté cuál pensaba que me iría mejor.

Me contestó que mejor me los probara y el decidiría: el primero fue una bikini de lycra azul y corpiño… me dijo que me probara el segundo.

Ya decidida a encamármelo de una buena vez, me saqué el corpiño delante de él y luego el calzón.

Me puse la tanga del otro conjunto y Horacio se me acercó, me abrazó y me dijo al oído: «quédate así….estás mejor». Le quité la camisa.

-«Vení», dije y me lo llevé a la cama, yo me acosté de frente a él. Horacio se quedó de pié quitándose el jean; se acostó junto a mí, me abrazó y me besó.

-«Siempre me calentaste», me dijo. Me acariciaba una teta y la otra mano en mi pubis. Continuamos calentándonos mutuamente.

Pronto nos quedamos desnudo y él encima de mí.

Subió mis piernas por encima de sus hombros y comenzó a frotar su pene por mis labios vaginales… con eso me excitó como nunca.

Quería que me penetrase, pero no encontré los preservativos… yo ni loca me dejo coger sin condones, así que le dije que le chuparía hasta hacerlo acabar.

Horacio se subió encima de mi pecho y se apoyó en el respaldar de la cama. Su pene quedó a la altura de mi boca….

Entendí lo que deseaba y lo metí en mi boca, pero enseguida yo dejé de chupársela ya que él comenzó a moverse como cogiendo mi boca, yo lo dejé que se moviera a gusto, cogiendo mi boca, sentía su presemen salado en mi lengua, cuando estuvo a punto de eyacular, salió y me derramó su leche en mi cara y cuello!!!.

Al rato, él ya estaba satisfecho, pero yo aún estba caliente, le pedí que me masturbara.

Con la ayuda de sus dedos y su lengua me hizo terminar de maravillas, no como loca, pero no me puedo quejar.

A la noche, mientras cenábamos, le pregunté a mi marido. «¿A que no sabés quién vino a visitarnos hoy?».