Como un paseo por la montaña se transformó en una tarde de sexo

Lo que paso a relatar me sucedió estas vacaciones, concretamente en el mes de julio.

Mi nombre es Alicia (no es el verdadero, comprenderán), 35 años, mi físico no es relevante, pero la edad si, pues como todos saben, a esta edad una mujer está en el apogeo sexual, al menos en mi caso.

Mi vida sexual es satisfactoria.

A mi marido y a mi nos gusta veranear en la montaña, donde se respira paz y tranquilidad.

En esta ocasión escogimos para veranear un pueblecito del Pirineo Aragonés.

Con pocos vecinos y rincones preciosos.

Una buena tarde se me ocurrió decirle a mi marido de salir a pasear, serían como las 3 y media de la tarde, de un día caluroso, pero a mi me vino de gusto.

Su respuesta fue negativa, a lo cual yo respondí que me iba entonces sola.

Inicié mi recorrido por un camino de tierra, dejando a mi espalda el pueblo.

Mi vestimenta era cómoda, puesto que llevaba una camiseta de manga corta y una falda pantalón que me llega a las rodillas.

Para ir más cómoda cuando me pongo esta falda no me gusta llevar ropa interior.

Sujetador tampoco llevaba en esta ocasión.

Después de caminar como 25 minutos, me encontré con un refugio de pastores, me acerqué para ver si había alguien, estaba vacío, pero con la puerta abierta, entré.

Era un lugar pequeño pero muy fresco, lo cual decidí quedarme, pues el calor era insoportable.

En el refugio había una cama hecha de ramas, me tumbé, era cómoda.

Al sentirme cómoda me empezó a entrar sueño y al rato me quedé traspuesta.

No se el tiempo que llevaba durmiendo, pero estaba en un sueño profundo y erótico.

Por lo que mi estado era de excitación. Estaba imaginando que mi marido me hacia gozar propinándome una lamida de mi sexo.

Cuando de repente mi gozo empezó a ser mayor, parecía real, notaba su lengua más rasposa de lo normal y un ritmo más frenético.

Pero como me estaba llevando esa sensación de placer, no podía aguantar más me estaba volviendo loca, me retorcía, se me ponía la piel de gallina, que placer, nunca había sentido tanto placer como en ese momento, se estaba superando mi marido.

Y llegó lo inevitable, un orgasmo bestial.

En ese instante abrí los ojos y cual fue mi sorpresa que en la puerta estaba el pastor, de unos cincuenta años.

En mis pies se encontraba su perro, un pastor alemán.

Al principio me asusté.

El hombre me dijo que no pasaba nada, que le había gustado ver como su perro me hacía gozar, entonces comprendí el sueño.

Has sido su perra, una perra muy rica, dijo el hombre.

Y ya sabes lo que les pasa a las perras. Yo le dije inocentemente, que les pasa!.

Pues han de aparearse con su macho. Usted está loco, yo le contesté. Loco, ya verás lo loco que estoy, loca te volverás de placer, perra.

Todo esto sucedió en cuestión de segundos.

Acto seguido el fornido pastor me cogió bruscamente del brazo y me lanzó al suelo, quedando a cuatro patas.

En un gesto rápido su perro se subió encima de mi, como si yo fuera su hembra, quise sacármelo de encima, pero el pastor me sujetaba, pero entre el peso del animal y la fuerza de aquel hombre no pude, con la terrible consecuencia para mi que el animal en uno de sus movimientos acertó a colocarme su pene en la entrada de mi vagina, en un segundo movimiento me la insertó dentro, produciendo en mi un escalofrío y una piel de gallina que me recorrió todo mi cuerpo.

No me lo creía pero aquellos movimientos rápidos del animal me estaban haciendo gozar, que sensación, nunca las había experimentado, me estaban haciendo perder el control de mi misma, dejándome llevar por aquel macho que me llenaba plenamente todo mi ser.

La noción del tiempo la había perdido, no se el tiempo que llevaba aquel animal dándome aquella sesión de sexo, pero me sobrevino un terrible y espectacular orgasmo que me dejó sin aliento.

Increíble! no paraba, seguía con sus envestidas, cada vez más rápidas, no lo podía aguantar más, me estaba rompiendo, cuando noté chorros y chorros de semen muy calientes que me llenaban y me provocó otro espectacular orgasmo, no podía más, nunca había sentido dos orgasmos tan seguidos e intensos.

En aquel instante el pastor se puso delante de mi cara, con un miembro, no muy grande pero con un grosor imponente, nunca los había visto tan gordos.

Diciéndome «ahora me toca a mi perra, chúpamela» y me la introdujo dentro de mi boca, en un principio me resistí, pero el pastor se movía, como si estuviera haciendo el amor en mi boca.

Tenía un sabor rancio, como si estuviera sucio, pero no me quedó más remedio que masturbarle.

El animal estaba aún dentro de mi, no me dejaba, su miembro seguía duro, no me lo creía lo que era capaz de aguantar ese animal con su miembro tan duro.

Yo, seguía dándole una buena comida de pene al pastor, cuando de repente, noté como perdía consistencia el miembro del animal y se soltó.

Acto seguido el pastor me dejó, lo extraño, que con toda aquella situación yo estaba disfrutando, me comportaba como una perra en celo, me había puesto como una loca tal como el pastor me dijo y deseaba más, deseaba que el hombre me poseyera, mi excitación era muy grande.

El sedaba cuenta de mi estado «te está gustando, disfrutas perra» y yo asestaba con mi cabeza positivamente, afirmándole que deseaba más, se lo suplicaba, en lo que el hombre me cogió de la cintura, poniéndose detrás de mi y dirigiendo su pene hacia mi ano, «noooooo le dije» por ahí no.

Ni caso, me introdujo su miembro por mi ano, produciéndome un dolor espantoso y unas lágrimas que rompían aquel dolor, no paraba, entraba y salía con un ritmo constante, lento pero constante.

El dolor no desaparecía, pues me habían desvirgado, hasta ese momento estaba orgullosa de mi virginidad anal, pero aquel hombre se la había llevado.

Continuaba con su que hacer y mi dolor, cuando el animal se acercó de nuevo y comenzó a lamer mi sexo.

Entre el mete y saca del pastor y los lametazos del animal mi cuerpo empezó a estremecerse y empezar a sentir placer, el dolor desapareció.

Aquel hombre y aquel animal me estaban haciendo gozar, y de que manera, que placer, que gusto, que perra me sentía y puta.

Aquellas sensaciones me hacían perder el control, gimiendo como una loca, gemía y gemía, acelerando mi respiración, desesperándome y me volvió a sobrevenir otro fantástico orgasmo, no podía más, había sentido varios orgasmos en un intervalo de tiempo corto, cosa que nunca me había sucedido y aquello era maravilloso, fantástico y genial, me hacían sentir una mujer satisfecha y llena de gozo.

Al rato el pastor se vino dentro de mi en un espectacular y abundante orgasmo, dejándome llena de su semen caliente, cayendo rendida al suelo y exhausta de tanto placer.

Estuve un buen rato tendida.

El hombre en ese espacio de tiempo me fue diciendo «que perra más obediente has sido, mi perro y yo estamos contentos, nos ha gustado poseerte puta, etc…» y en eso que me dejaron allí sola e indefensa.

No tarde mucho tiempo en incorporarme, me arreglé e inicié mi camino de regreso al pueblo.

No se lo he contado a mi marido, pero no dejo de pensar en aquella situación y lo que me da más miedo, que cada vez que pienso me excito y me tengo que masturbar, cosa que antes nunca me había sucedido.

Quizás mis fantasías sexuales hayan cambiado de rumbo?

Mis deseos han cambiado? No lo se, pero me perturban dentro de mi.