Amor ajeno

Esto empezó en Octubre del año pasado.

Había pasado ya más de un año que no nos veíamos y en aquellas veces siempre habíamos tenido un trato amical.

Había sido mi primera enamorada y por orgullo propio o tonterías terminamos nuestra relación y deje de visitarla.

Seis meses después me decidí y fui a verla.

Ya era tarde, estaba con cinco meses de embarazo de un hombre totalmente irresponsable que no le mostraba el más mínimo respeto y a fuerza aceptaba de que el embarazo era de él.

A partir de allí decidí verla con ojos de amigo y sólo de amigos.

Lógicamente la frecuencia de las visitas era menor, de una vez al año y charlábamos de cómo nos estaba yendo en la vida.

Yo había pasado por muchas experiencias pero no había encontrado nunca alguien con quien pueda decir «Con esta me quedo».

Y a ella al inicio le iba mal con el ahora esposo y después me pareció que las cosas se fueron mejorando y me alegré por ella.

Y así pasaron seis años casi, hasta que el año pasado recibí su visita que realmente me sorprendió.

Me pareció que estaba incomoda en mi casa por que seguramente tenía mucho que contarme y no estábamos solos ya que habían llegado unas primas de Lima.

Así que la invite a salir, y osadamente le dije que si le parecía bien tomarnos un vino en un lugar que conocía, bueno y es que yo era consciente de que eso se podría prestar para otras cosas.

Yo dudaba de que aceptara la invitación sin embargo lo hizo.

Comenzamos a soltar nuestros rollos que eran muchos y finalmente me dijo de que su esposo había cambiado pero que este cambió había sido demasiado tarde pues ella albergaba mucho rencor para él.

Que trataba de cambiar de actitud pero ya no soportaba ni que se le acercara.

Que seguía junto a él porque tenían ya dos hijos pero que no sabía qué hacer porque sentía que seguir junto a él era un sacrificio.

En ese momento comencé a aconsejarla una y otra vez de que hiciera esfuerzos para desprenderse de ese rencor y que lo siga intentando pero parecía que no era lo que quería escuchar de mí.

Finalmente comenzó a hablarme de cuando éramos enamorados y de lo bien que la habíamos pasado en tan poco tiempo para luego continuar haciendo comparaciones entre él y yo lo que me hizo sospechar lo que me iba decir.

Siguió con halagos a mí y quejas de porque habíamos terminado mientras yo preparaba un no que no la lastimara a lo que suponía me iba a decir.

Finalmente lo dijo… no pienses mal de mi, me puedes dar un beso por favor.

Aún no sabía cómo decirle no, pero después de varios minutos de silencio y titubeos la bese creo que como nunca nadie antes se lo había hecho.

La sentía estremecer mientras sin dejar de besarnos con las lágrimas que le caían por su lindo rostro me decía los celos que sentía cuando le contaba de alguna enamorada y de lo mucho que había deseado ese momento.

Finalmente decidimos no vernos nunca más porque yo no estaba preparado para ser amante y ni ella para ser infiel.

Mes y medio después fue a verme y después de muchas horas de evitar el tema terminamos besándonos y abrazándonos como dos locos enamorados.

Una ocasión después estuvimos a punto de hacer el amor en su casa, su esposo trabaja y vive en Lima.

Sentí que el sentimiento de culpa no le permitía una entrega completa. Pasaron así otros encuentros hasta que un día en mi casa mientras mi padre y abuelo descansaban comenzamos con caricias excitantes.

Yo trataba de que todo sea sólo un juego erótico porque temía de quedara embarazada ya que además le dije de no tener sexo hasta que no hubiera ningún peligro.

Y todo fue así, pero a la vez maravilloso.

Le besaba los labios, el rostro, su cuello y comencé a succionar sus senos chicos y preciosos.

Le besaba hasta la espalda recorriendo con mi lengua desde su cintura hasta su cuello para luego anudar nuestras lenguas y desatarlas para que hurgaran en toda nuestras bocas.

Me controlaba al máximo pero sentía ya no resistir.

Después me pidió que me sentara y ella se sentó de espaldas hacía mi, aún con nuestros jeans puestos.

Comenzó a mover su maravilloso culo sobre mi, a subir y a bajar y yo con una mano la cogía entre el estómago y la cintura, tomó mi otra mano y la llevó sobre sus senos y sin soltármelos hacía que se los apriete.

De cuando en cuando volteaba su cabeza para alcanzar mi boca.

Eso fue increíble sus movimientos sobre mí, sus gemidos y hasta, lo que hasta ahora no sé que fue se contraía sobre mí.

De cuán increíble aún con nuestros jeans sentí esas contracciones, ya sea de su deliciosa concha o de su libidinoso ano.

Estuvimos en ese movimiento casi por quince minutos hasta que me vine justo cuando me rogaba que por favor la penetrase de verdad, fue tanto el semen que mi jean estaba totalmente manchado y había dejado otra mancha sobre el de ella.

Después con una risa sarcástica me dijo como, no que no lo harías, y allí me explico de que había tomado anticonceptivos y que podíamos hacerlo.

Pero ya fue imposible pues sus gemidos los había escuchado mi abuelo quien comenzó a pasar y repasar por donde nos encontrábamos.

Ese mismo día viaje a Lima.

Para sorpresa mía recibí su llamada una semana después diciéndome que también estaba allí.

Nos encontramos en un parque.

Después de algunos besos y abrazos la calentura de los mismos iba en aumento.

Ella ya no se preocupaba de lo que yo pensará sólo hasta parecía intencional y leí sus pensamientos y nos fuimos a un hotel. ¡Que día!. ¡Que noche!. ¡Qué mañana!.

Al principio solo nos registramos y yo sólo fui a hacer un descarte en la casa de mi tía para no regresar ese día.

Cuando volví al hotel entre a la habitación y la encontré en la bañera, por primera vez la vi totalmente desnuda a plena luz del día estaba tan deliciosa así.

Con toda confianza y serenidad me dijo que me metiera con ella, a la orden lo hice y comenzamos a recorrer nuestros cuerpos con los jabones mientras ella acariciaba mi pené y yo frotaba su concha con la otra mano enjabonaba su ano ella me lo permitía con sumo placer y yo trataba de meter mis dedos dentro de él.

Luego se tiró en la bañera y abriendo sus piernas me pidió que la penetrara en el acto, como dos yogas en un cubo tratamos de acomodarnos ya que la bañera era muy pequeña.

La incomodidad no me dejaba sentir un mejor placer por lo que mi eyaculación se retrasaba sin embargo ella no dejaba de expirar placer y tomaba mi cintura como para no sacárselo.

Hasta que estuve por venirme y ella asustadamente se separó de mí y me dejó aún contenido. Me había dejado en mi mejor momento así que tenía que descargarme.

La esperé a que terminará de lavarse y como un juego la cargue y la lleve a la cama.

Comencé nuevamente el proceso de excitación aunque no duró mucho porque estaba apurado por descargarme así que la penetré y mas cómodamente me moví aceleradamente dentro de ella.

Pero otra vez cuando me venía se separo de mí.

Supuestamente ya habíamos conversado y no había peligro de embarazo no sabía por qué lo hacía y tuvimos que conversar para que me dejara hacerlo de verdad.

Al poco tiempo seguimos y ella ya con su truza comencé a bajar y succionar y morder sobre ella su conchita de sabor exquisito en momentos así, se retorcía de placer sobre la cama y se bajo la truza para que la siguiera lamiendo.

Después se fue separando para coger una copa de vino y lo derramó sobre mi pené eso lo hizo que lo sintiera en todo su poder, y comenzó a lamer el vino y con el mi pené y de pocos y con total desmesura a chuparlo de una manera espléndida.

Lamió, chupo, succiono, mordió y antes de que me viniera subió a besarme la boca y sin soltar mi pené lo introdujo a su vagina.

Con el espacio que me dejaba y yo algo inclinado cogí sus duras nalgas y me movía hasta sentir una especie de huesito por debajo de su vientre que hacía contacto con el borde del mío hasta que sentí alguna contracción dentro de ella y gran desprendimiento de líquido que mojo casi todos mis bellos.

Pensé que era yo que había eyaculado por el exceso de líquido pero aún me sentía entero mientras ella pronunciaba un que rico desfallecedor.

Seguí mis movimientos por unos instantes más hasta que por fin descargue todo.

El que rico que escuche de sus labios me dejó un síntoma de satisfacción.

Descansamos un momento y vimos una película pornográfica luego pasaron una escena en la que el varón la penetraba por el ano.

Yo le dije que nunca había penetrado a nadie por allí y ella me dijo que su marido si se lo había hecho en una ocasión pero que no le gusto.

Hicimos el amor no se cuantas veces más, perdí la cuenta, nunca antes en mi vida lo había hecho tantas ella me dijo que tampoco, que le sorprendía.

De hecho que pasamos de las diez veces, pareció como si me hubiese tomado algo, yo mismo me sorprendí de mi capacidad de recuperación.

Pero creo que era con quién lo hacía, pues me re-excitaba de una manera estupenda.

A la mañana siguiente, después de un merecido descanso me abrazó fuertemente, y de manera sugestiva se fue volteando y colocó su pompis sobre mi pené ambos estábamos de lado.

Le pregunté si acaso quería hacerlo por allí y me dijo contigo quiero hacerlo todo.

Esa palabra me llevó al limbo, así que de la manera más suave posible comencé a penetrarla por el indebido.

Después de unos cuantos movimientos nos volteamos ella ahora boca abajo y yo dejando caer mi peso sobre ella.

Los gemidos de ella eran prolongados aún los tengo grabados. Y me moví progresivamente más rápido, sujetando sus manos hasta que ya no pude más y me vacíe dentro de ella.

Eso fue el final de tantas horas de amor y placer.

Después de ello vino lo que ya sabía. Ella había llegado a Lima para trabajar y ello implicaba un reencuentro con su esposo.

Yo me regresaba a mi ciudad. No faltaron algunas lágrimas que rodaron por sus mejías.

Cuando llegué a mi ciudad mi abuelo me entregó un paquete.

Al abrirlo encontré un regalo y un mensaje que decía: «Gracias por todos los bellos momentos que pasamos juntos, nunca los olvidaré» y parte de la letra de la canción de Transas: «Debes buscarte un nuevo amor…»

Así que en eso ando.