¿Qué ocurre cuando nos enamoramos? ¿acaso nos volvemos imbéciles?

Quiero hablarles del amor, porque viniendo para acá me he encontrado a un amigo que se ha enamorado locamente, y está imbécil perdido.

Esto me ha hecho plantearme algunas cosas: ¿Ustedes no creen que debería existir una baja laboral por enamoramiento?

¿Acaso no te dan la baja cuando tienes depresión o cuando tienes estrés?

Pues yo creo que si tú vas al médico y le enseñas un folio en el que has escrito cien veces «quiero a Marisa, quiero a Marisa, quiero a Marisa», está claro que estás enfermo y así no se puede trabajar.

Cuando estás enamorado no es sólo que te comportas como un idiota. Es que además piensas que eres especial, que las cosas que haces no las hace nadie más en el mundo. Aunque en realidad lo que haces es repetir las mismas tonterías que hacen todos los enamorados.

Por ejemplo: el teléfono se convierte en el centro de tu vida, lo descuelgas cada cinco minutos para comprobar que hay línea.

¿Pero qué te crees? ¿Qué te van a cortar la línea justo en el momento en el que te tiene que llamar ella? Hombre, los de Telefónica tienen mala leche, pero no tanto.

Cuando por fin te llama te da un vuelco el corazón y te dispones a tener una conversación muy profunda:

– ¿Qué haces?

– Nada.

Y así, dos horas de conversación profunda y otras dos para colgar:

– Bueno, pues cuelga.

– No, cuelga tú.

– Tú primero.

– No, tú.

– Contamos tres y colgamos los dos a la vez.

– Uno, dos y tres.

Y si cuelga ella, te quedas jodido y piensas que tú la quieres más. Y la vuelves a llamar:

– Oye, me has colgado.

– ¿Pero no has dicho que contáramos hasta tres?

– Sí, pero no tan rápido.

Todo cambia cuando estás enamorado. Tu escala de valores varía radicalmente. Por ejemplo, antes, el domingo se lo dedicabas al fútbol.

Ahora te vas a comer con ella y la sobremesa se prolonga. Tú la miras, ella te mira, la coges de la mano, las seis de la tarde. Pero, por mucho que la quieras, eres un hombre.

Y hay un momento en el no puedes más y te levantas: «Voy al servicio. No te vayas ¿eh?» Y en cuanto no te vea , agarras al camarero y le dices «¿Eh, como va el Madrid tío?» Y con eso te quedas, porque cuando llegas al coche no puedes poner Carrusel Deportivo.

No señor, estás enamorado. Hay que poner musiquita romántica. Una cinta que te has grabado especialmente para esa noche y que en un alarde de originalidad le has puesto el título de «Lentas».

Por cierto, el coche es uno de los sitios donde más se nota lo tonto que te has vuelto con esto del amor, porque por primera vez, en lugar de desear que se ponga en verde, quieres que cambien a rojo para darle un beso: «Uy rojo, muá».

Tampoco te importa que te piten cuando se pone verde, porque te sientes superior. Le haces una sonrisita a tu pareja y sigues. Y no te queda más remedio que volverte fino. Cuando estás enamorado practicas mucho el conocido deporte de aguantarte los pedos.

¡Pedos delante de ella ni uno! Ni en el cuarto de baño, ni en la cama, ni en ningún sitio. Y en cuanto bajas a la calle y te diriges al coche. «Brrrrrr». Vas a propulsión.

Cuando estás enamorado te comportas como un imbécil ya desde el primer momento en que la ves. Por ejemplo, si te enamoras de una chica en la biblioteca, en seguida se pone en marcha el juego de las miraditas…

Lees una línea, y la miras, pasas la página, y la miras, buscas un pañuelo, y la miras, te suenas los mocos y la miras…

Y a veces, sencillamente la miras… Y es que no te atreves a acercarte… Te puedes tirar meses buscando esa frase que hará que ella caiga rendida a tus pies.

Un día, por fin, la encuentras…: «Me acercaré y le diré…: Perdona ¿Te importaría no ser tan guapa, es que no puedo concentrarme en el libro».

Entonces te levantas, vas hacia ella… pero cuando te acercas sólo eres capaz de decir: «¿Me dejas un boli? Es que se me ha gastado». Si te enamoras de una chica de fuera al separaros prometéis escribiros; y ella ya lo creo que te escribe.

¡Cartas de diez folios!… Pero te cuenta cosas de su vida en Ourense que a ti no te interesan para nada…

«Hola Paco, estoy en Ourense, está lloviendo…

Acabo de llegar de clase de inglés, y estoy más aburrida… aunque el profesor es muy majo, es canadiense y lleva gafas» ¿Y a mi qué? Y de repente te pone: «Paco, tengo que dejar de escribir porque llegó mi madre» Y en la línea de abajo «Ya he vuelto, como te iba diciendo, lleva gafas…» Pues vale…

Sin embargo, nosotros cuando escribimos una carta vamos al grano: «Hola Petra: estoy caliente. Atentamente Gabino». Y ya está.

En fin, que me voy a pedir la baja porque he visto a una chica en la tercera fila y creo que estoy empezando a enfermar