Esa tarde de verano al llegar desde la pileta de Claudia, encontré a mi madre preparando la valija con ojos llorosos, mis quince años me decían que algo no andaba bien, pero el mutismo de ella y de mi padre
Aquí sigue la historia con mi adorada cuñada; de más, esta decir, que esta historia es cien por ciento verídica, y que no daré datos, ni descripciones personales por razones sociales obvias, para mantener en secreto esta relación que ahora se hace imprescindible .
Comencé muy chico a oler, chupar y hacer el amor a las sandalias viejas y usadas de mi sirvienta.
Soy de Aguascalientes, México, y me encantaría convidarles acerca de cómo mi expareja me conquistó, mi linda ejecutiva de cuenta bancaria.
Las dos somos rubias aunque ella es más esbelta, de pechos más pronunciados y ojos marrones. Los míos en cambio son azules.
Mi primo yacía de espaldas y abrió los brazos para recibir a mi esposa, ella se acurrucó junto a él y empezaron a besarse y acariciarse tiernamente.
A mi me gusta ir con bicicleta, y normalmente voy solo, un sábado sin ir mas lejos, cogí mi bicicleta y me fui a dar una vuelta.
Había viajado hasta las islas para conocerlo en persona, mientras me arreglaba en el apartamento, recordaba varias conversaciones que habíamos tenido, casi siempre acabamos hablando de sexo, de nuestros gustos, fantasías…
Llevada por la curiosidad y porque soy muy celosa (un poco obsesiva, incluso) había seguido al grupo alguna vez, cerciorándome de lo que hacían es sus "paseos de hombres".
Esa noche no me negué. Iba sobre todo para verla a ella, desenvuelta entre sus amigos, enseñándonos a todos las raras iguanas que tan bien sabía cuidar, sus plantas exóticas, sus tortugas; iba para oírla hablar, para saber de ella