Una sorpresa para mi esposa

Mi nombre es Nelson, soy Ingeniero de Sistemas, tengo 30 años, vivo en San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela y me encanta el sexo en todas sus variaciones.

Soy casado y amo profundamente a mi mujer a la cual deseo mucho y con quien disfruto enormemente en el plano sexual.

Ella se llama Blanca y es una preciosa morena de 29 años, 1,65 de estatura y unas caderas que son la admiración de la gente en la calle, además de una cinturita deliciosa, que provoca abrazar y apretar.

Sus senos son pequeños pero hermosos y paraditos, y cuando está excitada se yerguen desafiantes e imponentes y provoca chuparlos y acariciarlos hasta la saciedad; sus piernas son esbeltas, muy bien formadas y tiene unos pequeños pies que parecen moldeados a mano y que para mí son la cosa más sensual que he visto en mi vida.

Llevo unos cuantos meses visitando páginas de relatos en la red, ya que me encanta la lectura (y si es erótica mucho más) y he de confesar que me excita terriblemente el contenido de dichas páginas de relatos.

Desde que las visité por primera vez tuve la intención de escribir y contarles a todos los lectores del mundo algunas de las aventuras sexuales que he tenido con mi esposa, de las cuales he disfrutado mucho.

Cada vez que visito estas páginas en un Cyber Café, ya que no tengo Internet en mi casa, llego a mi hogar hecho un volcán, con inmensos deseos de hacer el amor con mi esposa, que es extremadamente ardiente y complaciente, y se mantiene dispuesta a todas las variaciones que yo quiera hacer con ella, es por ello que siempre estoy inventando algo nuevo para experimentar en el sexo.

La verdad es que mi fantasía, al igual que la de muchos de los que escriben a las páginas de intercambio, es la de ver a mi esposa disfrutando con otro hombre.

De sólo pensar en la deliciosa cuquita de mi esposa siendo penetrada por un güevo grande y poderoso, mientras que yo le doy lengua a su hermoso clítoris, me pongo a millón y casi acabo al instante, sin embargo nunca me he atrevido a hacerlo ni tampoco he tenido cerca a alguien de mi absoluta confianza para intentarlo, aunque ella opina que como fantasía es delicioso pero que jamás se atrevería a hacerlo en la realidad; no obstante, yo estoy seguro que en un momento de máxima excitación, como a los que ella llega cuando le leo historias de intercambios o vemos películas porno de mujeres con dos o más hombres, (la pone a mil ver escenas de doble penetración) sé que no diría que no y aceptaría cualquier cosa; de todas maneras estaré esperando el momento oportuno por si algún día se da.

Hoy me he atrevido a escribirles para contarles de la vez que llegué a mi casa con una «sorpresita», la cual realmente dejó a mi esposa muy pero muy satisfecha.

Resulta que un día de esos en los que me encontraba maquinando en una nueva forma de complacer a mi esposa, leí en el diario local que habían abierto un «Sex Shop» en un céntrico edificio de la ciudad (he de aclarar que yo vivo en una provincia pequeña, de unos 300.000 habitantes, donde estas cosas no son muy comunes) y de sólo pensar en la posibilidad de comprarle a mi amada un «juguetico sexual» me excité y salí corriendo a averiguar qué ofrecía la mencionada tienda.

Siempre me había imaginado comprándole a ella un artilugio de estos pero, como expliqué anteriormente, en la región no se conseguían.

Cuando llegué al local, me enseñaron una gran variedad de aparatos de distintas dimensiones, formas y materiales, de los cuales me impresionó uno en particular, hecho de un nuevo y revolucionario material llamado «cyber skin», que realmente, y no estoy exagerando, era la reproducción más exacta y fiel de un pene humano que yo hubiera visto jamás, aparte de la increíble textura, parecía en verdad de piel, además tenía un tamaño considerable, como de unos 22 cm de largo por 5 ó 6 cm de ancho. Me pareció el ideal, ya que ella siempre se excita mucho cuando ve un hombre en las películas porno con un güevo grande y me dice que le encantaría comerse uno de esos (claro, cuando está excitada, porque cuando acaba dice que jamás lo haría con otro que no fuera yo, por cierto he de comentar que nos conocemos desde hace 12 años y juntos vivimos nuestras primera relación sexual, es decir, ella fue mi primer mujer y yo su primer hombre, con la consabida satisfacción de ambos).

Lo cierto es que le compré aquel enorme miembro viril y lo camuflé de la mejor manera posible en las bolsas que llevé a casa con algunas compras del hogar. Por supuesto estuve nervioso todo el día, esperando con ansiedad que llegara la noche para poder hacer realidad mi fantasía y la de mi esposa, aunque fuera con un objeto sin vida, pero lo más parecido a uno de verdad.

Cuando llegué y ella abrió la puerta, la vi como más hermosa, más deseable, más sexy, probablemente debido a la excitación que me embargaba.

La abracé fuertemente y le di un beso en la boca prolongado, con pasión, como a ella tanto le gusta y que la ponen a millón.

Me preguntó que a qué se debía tanta pasión y le comenté que todo el día había estado pensando en ella y que la deseaba inmensamente y que no veía la hora de poseerla hasta el cansancio.

Ella me confesó que también había tenido ganas todo el día y que me estaba esperando ansiosamente.

Luego de hacer dormir a los niños, subimos al cuarto y coloqué una película que especialmente había alquilado para la ocasión, en la cual dos hombres, uno blanco con una gruesa y enorme polla y un moreno con un igual o más grande güevo, seducen a una hermosa chica y le acarician y besan por todo su cuerpo, hasta llevarla a un alto grado de calentura, para luego ponerla a mamarles al unísono aquellos poderosos miembros viriles, hasta terminar practicando con ella varias excitantes dobles penetraciones, desde todos los ángulos posibles (con la mujer hacia el frente, dando la espalda, de lado, etc) lo cual causó el efecto deseado en mi esposa, ya que logró elevarla a un grado de excitación altísimo, del cual me doy cuenta porque su cuquita se pone extraordinariamente lubricada y babosa, lo cual obviamente a mí me encanta y me pone también a millón el verla así en ese estado.

Luego de besarla y acariciarla por todo el cuerpo, al igual que los hombres de la película con la chica de turno, procedí a besar y a pasar mi lengua por su exquisita cavidad amatoria, tomándome todo mi tiempo para hacer que ella se

fuera excitando cada vez más, para ello mordía suavemente sus labios vaginales, los cuales son bellos y delicados, capaces de frotarle a uno el pene de una manera deliciosa y estoy seguro ideales para complacer a cualquier hombre que tuviera como yo la dicha de penetrar aquella preciosa rajita.

Luego de darle lengua a su chochita un buen rato, procedí a penetrarla lentamente y poco a poco, ante lo que ella, presa de la excitación, prácticamente me exigió que se la enterrara toda en su ansiosa cuquita, que estaba que parecía un volcán de lo caliente y se sentía como una sedita de lo suave y resbalosa que se encontraba.

Así lo hice, y al hacerlo ella exhaló un suspiro de satisfacción y se dedicó a colaborar y a sincronizar sus movimientos con los míos, buscando de esa forma frotar su ardiente sexo con el mío para satisfacer todo aquel deseo que guardaba dentro de sí.

Luego de meter y sacarle un rato mi pene en su húmeda vagina en una forma lenta y continuada que la hizo proferir largos gemidos de placer y deseo, se lo saqué de improviso, a lo que ella se enojó y me dijo que no le hiciera eso, que estaba muy rico y que estaba disfrutando mucho, sin embargo, yo sintiendo la facilidad con la que se deslizaba mi güevo, sabía que era el momento preciso para intentar la penetración con el «amigo» que había traído, mucho más grande y grueso que mi pene y que estaba seguro mi esposa recibiría altamente complacida. Le dije, como para enardecerla, que no se lo iba a meter más y le pregunté que si no le provocaba otro más grande, como el de los tipos de la película, a lo que ella me respondió que el mío le gustaba mucho y que por favor se lo volviera a meter.

Yo le obedecí y otra vez se lo volví a enterrar hasta el fondo y continué moviéndome pausadamente, girando mi pene alrededor de su vagina, lo cual sé que a ella la vuelve loca, con lo que ambos estábamos a punto del orgasmo, sin embargo, yo no quería acabar tan pronto ni quería que ella lo hiciera, por lo que otra vez me detuve, y de nuevo sus reproches mimosos, pidiéndome que no me detuviera, que estaba gozando mucho y que estaba que acababa.

De nuevo volví a preguntarle que si no deseaba otro güevo más grande, dado el desborde tan abundante de líquidos lubricantes de su cuquita, a lo cual ella seguía reticente y diciéndome que sólo me quería a mí, yo continué insistiéndole, planteándole un hipotético caso de que yo hubiera llevado otro hombre a la casa con una polla enorme como las de la película en mención y lo hubiera ocultado y le dijera que saliera en ese momento que ella estaba tan excitada, que si no aceptaría que se lo metiera, a lo que me confesó llena de excitación y pasión que sí, que le encantaría pero que sólo «de mentiritas», pero que sí quería una polla como la del tipo de la película, para saber cómo se sentiría en su vagina, aunque argumentaba que no sabía si le podría caber un güevo tan enorme, ya que a la chica de la pantalla le costaba trabajo hasta metérselo en la boca, pero que tenía curiosidad por saber cómo sería con un tipo de esos, luego me dijo que dejara de jugar y que siguiera metiéndoselo, que estaba muy ganosa y excitada.

Entonces le dije que le tenía una sorpresa muy especial, que como yo sabía que a ella le daba miedo experimentar con otro hombre, que le había traído un güevo grande de goma, que parecía de verdad.

Llena de curiosidad y de excitación, me dijo que se lo mostrara, que quería verlo, entonces yo le dije que se tenía que esperar, que primero le iba a vendar los ojos, para yo poderme preparar, porque resulta que el juguetico en cuestión, traía unas correas especiales para uno colocárselo en la cintura, como si se tratara de su propio pene.

Ella accedió visiblemente nerviosa y excitada, si es que podía estarlo aún más. Yo saqué al «amigo» de su escondite y me lo coloqué en su respectiva posición, deseoso de satisfacer mi deseo de penetrar a mi esposa con una polla más grande que la mía.

Me acerqué lentamente a ella y le agarré la mano y se la coloqué sobre el poderoso instrumento que tenía ahora atado a mi cintura. Ella hizo un gesto de estupor al sentir en su mano la presión de aquella verga tan gruesa y a la vez tan suave.

No pudiéndose contener más para verla en todo su esplendor, se llevó las manos a la venda de sus ojos y apresuradamente se la quitó, abriendo con asombro sus hermosos ojos al ver aquella cosa firme y desafiante, a lo que exclamó con temor y deseo: ¡Qué cosa tan grande!, a la vez que decía que dudaba que le pudiera caber eso en su precioso agujerito.

Yo le dije que precisamente era lo que íbamos a comprobar en ese instante, con lo cual se lo apunté directamente a su encharcada raja, la cual latía apresuradamente, como imaginando lo que le esperaba en unos instantes.

Le coloqué la punta de aquel pene a la entrada de su sexo y sentí que casi termina en ese instante; lo fui metiendo poco a poco, milímetro a milímetro y de inmediato lo volvía a sacar, con lo cual ella agitaba las caderas y hacía desesperados intentos por facilitar la entrada y apresurar la penetración, pero sin atreverse a decírmelo.

Lo empujé otro poquito, como unos 5 ó 7 centímetros y ella de repente se fruncía, como con miedo de no poder soportarlo, sin embargo, estaba en verdad tan encharcada, que las paredes de su vagina no representaban ningún obstáculo para detener el avasallante paso de nuestro callado nuevo «amigo».

Cuando le hube metido aproximadamente la mitad, empecé a hacer un movimiento de entrar y salir lento, pausado, desesperante para ella, tomando en cuenta la fuerte excitación que presentaba.

Le pregunté si quería aún más, a lo que respondió con la voz ronca por el deseo que sííí, sí, máaas, otro poquito…, con cuidado…; entonces yo le preguntaba: ¿te duele? a lo que ella decía: no, me gusta mucho, se siente muy suave y grande a la vez, es delicioso;

Entonces se lo empujé más y más, hasta casi tropezar las bolas del «amigo» con el culito de mi esposa, a lo que ella hizo un movimiento de retroceso y me dijo que no tanto, que le dolía, entonces yo empecé a moverlo, teniendo ya calculado hasta donde podía introducirlo sin causarle ningún tipo de molestia, y ella perdió todas sus inhibiciones y empezó a moverse agitadamente, queriendo restregarse todo aquel trozo de carne en su anhelante vagina, y saltando y gimiendo como una posesa y acelerando cada vez más los movimientos de su cadera, para encontrarse con los movimientos que yo realizaba para penetrarla cada vez más, hasta sentir tocar todo su cuerpo con el mío.

Así estuvimos un rato delicioso, de compenetración, probando aquella nueva variación en nuestra vida sexual y disfrutando ambos al máximo el placer que desbordaban nuestros sentidos, imaginando yo que era otro quien se cogía en aquella forma salvaje a mi caliente esposa.

No duró mucho ella en agitarse más y más, hasta alcanzar un poderoso orgasmo que creo no había sentido antes tan fuerte, ya que se quejó duro y fuerte y apasionadamente, como nunca antes, diciéndome: ¡ahh, qué delicia, qué cosa tan rica, tan grande, tan suave, tan deliciosa; qué placer tan fuerte, mi amor, sinceramente, lo sentí como nunca, gracias papito, gracias por darme tanto placer, te quiero tanto porque me complaces en esta forma tan increíble y total, te amo mucho, aaah, que rico! Yo, viéndola gozar así, estaba desesperado y deseoso de también introducirme dentro de aquel volcán tan sabroso, pero esa noche quería que fuera diferente a todas, así que seguí moviendo al «amigo» dentro de ella, aunque ella me había pedido que ya lo sacara, puesto que se pone muy sensible cuando termina y debe descansar un ratico para poder seguir. Yo hizo caso omiso de su pedido y seguí metiéndole aquel monstruo blanco, grueso, que la llenaba por completo y que me hacía pensar que era yo el que así la follaba.

No tardó ella en volverse a excitar y empezó a sentir varios orgasmos seguidos, uno tras de otro, mientras yo le movía de todas las formas posibles aquel gigantesco miembro de goma dentro de su dilatada y encharcada raja.

Así estuvimos como una hora, en la que perdí la cuenta de cuántos orgasmos tuvo, hasta que le saqué al «amigo» de su interior y le metí el mío, que estaba a punto de reventar de la excitación que me embargaba y me empecé a mover como un loco, agitado y exaltado por la forma en que me acababa de coger a mi querida esposa y por lo delicioso que se encontraba su conducto vaginal, extremadamente lubricado gracias a los jugos de su venida y un poco más ancho de lo normal, debido a la insistente presión de aquella gruesa polla que tanto placer le había brindado a mi querida consorte unos instantes atrás.

Mientras se lo metía insistentemente le coloqué el pene de goma en la boca, y ella empezó a besarlo y a mamarlo apasionadamente, como para agradecerle todo el placer que le había brandado; entonces yo le pregunté que que tal le había parecido la sorpresa que le había traído, a lo que me contestó que había sido fabuloso y que era el mejor regalo que le podía haber hecho, que le había gustado muchísimo y que mientras se lo metía se imaginaba que era la muchacha de la película, con esos dos sementales vergudos, y que se la estaban cogiendo los dos a la vez; al escuchar a mi hermosa mujercita hacer semejante comentario tan caliente y morboso, no pude resistirme más y exploté en un orgasmo impresionante, largo y eterno, que me parecía que se me iba la vida al expulsar ese torrente de semen que se hacía inacabable en el interior de la deliciosa, cálida y húmeda vagina de mi adorada esposa.

Así estuvimos un buen rato, después de eso yo volví a metérselo de nuevo y seguí bombeándola hasta acabar otras dos veces más, cosa que no es muy común en mí luego de 12 años de casado, sin embargo el deseo era mucho y la excitación también y ese día bien valía la pena.

Les cuento que desde entonces hemos seguido continuamente invitando a nuestro común «amigo» a nuestras sesiones privadas de sexo, sin que haya ningún complejo de culpa o posibilidad que ella se vaya con «él», y además no tengo que darle explicaciones a nadie, alternado, unas veces me la follo con mi pene y otras utilizo al «invitado especial».

Sin embargo no descarto la posibilidad de que alguna vez lo hagamos con un «amigo» de verdad, ya que ella de todas maneras me ha dicho que le gustaría probar uno igual pero de carne, caliente y latiente, para hacer el placer aún más intenso, si es que acaso eso es posible.

Por supuesto, sobra decir que desde ese día y hasta la actualidad, ella bautizó aquel poderoso güevo sintético con el simpático nombre de «el amigo», nombre que utiliza cuando se encuentra muy excitada y yo me la estoy cogiendo y me pide amorosamente que quiere que le meta «el amigo», y he de confesar que cada vez que ella me pide eso, siento un frío en el pecho y un salto en mi corazón, y me da una excitación terrible, pensar en que ella está deseando una polla más voluminosa que la mía y realmente no sé por qué, pero me excita muchísimo que ella me pida eso.

Si alguien ha experimentado algo como yo o si tiene algún comentario que hacer con respecto a nuestra situación, o cree tener condiciones para reemplazar al «amigo», en medio de un clima de amistad, comprensión y madurez emocional, podríamos estudiar la posibilidad de que no sea una fría polla de plástico la que complazca los deseos ocultos de mi adorada y admirada esposa.