Trío I
Había estado pensando toda la tarde cómo dar alguna novedad a nuestra actividad sexual.
Mi esposa es algo fría y un tanto anticuada en sus formas de practicar el sexo, o al menos eso me lo parece a mí.
Nada de sexo oral por su parte.
En cambio a mí me encanta zambullirme en su sexo y explorar durante largo tiempo su deliciosa concha.
No obstante debía hacer algo para que aquello despertase y tomará un rumbo más lujurioso y divertido, así que estuve pensando en que podría hacer.
Así que como a veces yo tenía fantasías de tríos decidí que esa noche y sin que ella lo supiera tendríamos una amiga en la cama.
Por el tiempo que llevábamos sin follar calculaba que esa noche nos tocaría joder así que mientras ella miraba la televisión y con la excusa de prepararle un vaso de leche abrí la nevera y, allí estaba ella; dura, gorda y larga con un brillante color rosa que encandila a los conejos.
En efecto era un hermosísima zanahoria que saque de la nevera y escalde en agua hirviendo para limpiarla y adecuarla a la temperatura adecuada a la misión de aquella noche.
Además y para darle una textura más rugosa le practique unas muescas por todo su cuerpo para que produjera más placer en los movimientos de mete-saca que iba ha realizar en el chocho de mi mujer.
Mientras pensaba y hacía todo esto concierto nerviosismo por si venía a la cocina me estaba poniendo a cien.
Acabado de preparar le lleve la leche, y mientras se la bebía yo no paraba de excitarme por la situación que vendría en unos minutos.
Al momento acordamos apagar la luz y tontee con ella para probar la situación. ¡Bien, estaba con ganas y lo tenía todo preparado!.
Se fue al dormitorio y se acostó mientras yo recogía la bandeja y la llevaba a la cocina para así aprovechar y recoger el regalo que le tenía preparado.
¿Qué haces?, me preguntó. ¡Ahora voy!, le contesté. Joder había calentado tanto la zanahoria que casi no podía sujetarla así que me la enrollé en el pijama y me fui a la cama evitando que viera algo extraño.
Me acosté y con la luz ya apagada deposite la zanahoria debajo del almohadón para que se fuera enfriando.
Empecé a besarla por todo su cuerpo de arriba abajo.
Acariciaba sus pechos y la magreaba con lujuria pensando en que en un rato le metería es pedazo de zanahoria que me trasmitía la sensación de que la iba a reventar.
Retozábamos en la cama hasta que decidí que era el momento y la coloque en una posición que le encanta: encima de mi de espaldas y de cara al techo con las piernas abiertas a horcajadas y yo sobandola toda ella y abriendo su coño como si esperase que alguien viniese a follársela, estaba increíblemente mojada, diría que chorreaba lujuria.
Entonces de debajo del almohadón saque la zanahoria, estaba calentita y poco a poco se la fui metiendo.
Ahhhhhhh gritaba en un alarido casi mudo ¿qué es eso? Ummm ummmm ahhhhh. Sus suspiros de placer, sus jadeos, sus contracciones delataban el placer que sentía.
Con mi mano derecha iba metiendo y sacando a diferentes velocidades el imaginario pene mientras le acariciaba los pechos o le abría todavía más el potorro.
¡Es otro hombre el que se te esta follando, calla y disfruta!, le dije.
Seguía gritando hasta me suplicaba:¡para, para, para!, y seguía murmurando alaridos de placer y lujuria. Pronto se sacudió en mayores espasmos y me decía, ¡para, para, y follame tú , quiero que me folles tú!.
Su chocho estaba increíblemente mojado y sus movimientos hacia todos los lados la hacían prácticamente imparable arriba abajo, derecha, izquierda, Dios que polvo más rico, que placer.
La volví y la embestí con mi polla, primero le saque la zanahoria y luego se la volvía a meter con sumo cuidado.
Allí estaban, mi pene y mi pene-zanahoria follándose a mi mujer hasta dejarla reventada de placer. ¡Dios!, me había encantado y a ella más.
Pronto lo iba a volver a repetir pero esta vez sería con …
Continuará…