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Simplemente natural III

Simplemente natural III

Capítulo 3

No sé cuánto tiempo estuve dormida, de vez en cuando abría mis ojos sin mirar el reloj y nuevamente me entregaba a los brazos de Morfeo. Tía Ana entró a despertarme.

Chiquilla, ve a cenar, debes alimentarte, todo el día recostada y sin comer te puede hacer mal – decía – además tu teléfono no ha dejado de sonar, toma y ve quién te ha llamado tanto, puede ser importante.

Ya, tía, me levantaré a comer, dime ¿qué hora es ya? – dije.

Van a ser las 6 de la tarde ven a cenar y luego sigues “descansando” – decía – mientras no dejaba de reír.

Revisé mi teléfono y claro había al menos unas 10 llamadas perdidas de Octavio, me preguntaba en qué momento le habría dado mi número …

Me di una deliciosa ducha “fría” decidí no salir esa noche, apagué mi PCS para no ser molestada, comí y volví a dormir. La mañana siguiente ya reposada me dirigí a las caballerizas, Pedro no estaba pero Trueno estaba listo para ser montado, galopé largamente por esos bellos parajes, al volver a casa tía Ana no estaba, me dejó un mensaje con María una chiquilla de unos 16 años que le ayudaba en los quehaceres.

Señorita, Doña Ana no volverá hasta el miércoles, dice que su primo José se enfermó y que si usted requiere algo yo puedo servirla – decía con afán la niña – usted puede confiar en mí señorita que sabré servirle.

Gracias María – dije con una sonrisa simpática – no volveré hasta tarde por favor hazme unos sándwich y prepara el termo con café.

Monté en Trueno y me dirigí al río donde una vez encontré a Valeria y Pedro en sus cortejos. Estuve prácticamente toda la tarde ya me retiraba cuando escuche risas a lo lejos, divisé una vez más a la pareja esta vez Pedro la traía montada a caballo, divisé cuando éste se bajó y ató el caballo para posterior ayudar a Valeria a bajar, traían leños, de seguro encenderían una rica fogata para “calentarse”.

Me escondí tras unos árboles y matorrales, sin hacer ruido observé como Pedro la desvestía agresivamente y Valeria se dejaba, abrió sus piernas y se dispuso a beber de su sexo, ella gemía locamente pidiendo que la penetrara. El paisaje era perfecto la puesta del sol comenzaba lo que hacía que los colores de la tarde fueran bellísimos y las sombras de la pareja jugaran sensualmente con el paisaje, sentía cómo me mojaba, me contenía para no avanzar y entregarme junto a sus juegos.

Mi mirada se fijó en Valeria, sus senos perfectos y las manos de Pedro jugando con ellos, apretando sus pezones.

Perra mía verás cómo te hago gozar – gritaba Pedro – Pídemelo si lo deseas.

Quiero tenerlo dentro mi potro – gemía Valeria – mi concha arde por esa verga que tienes allí, dámela.

Suplícame – decía Pedro.

¡¡¡Dámeloooo!!! ¡¡¡Por favor, me desesperoooo!!! – gritaba Valeria, se veía totalmente desesperada, se retorcía en el suelo mientras Pedro rozaba su miembro en su vagina sin penetrarla.

Para qué decirles, bajé mi pantalón y comencé una suave masturbación, me mordía los labios para no gemir de gusto, la envidia se apoderaba de mí, mis senos se endurecían y mis pezones llegaban a dolerme por el deseo de ser devorados por ese animal.

¡Aaahhhh! – gritó de pronto Valeria – me destrozas.

Pero te gusta ¿no? – dijo Pedro – vamos, perra, acaba, sé que estás a punto y te gusta.

De pronto Valeria se aferró a él colocando sus piernas en la espalda de Pedro moviendo su cuerpo sensualmente, en círculos esta vez era ella quien llevaba el ritmo para luego gemir fuertemente de placer y caer rendida.

Es delicioso ¿no? – gritó Pedro – Venga y comparta este rico placer – gritó nuevamente – ¡¡¡Acaso no lo desea Señorita!!!

Quedé fría, helada, sentí como la vergüenza y el pudor viajó por mi columna vertebral, me sentí rebajada y terriblemente mal, no sabía si correr o qué, realmente me confundí.

Venga la estamos esperando – gritó nuevamente. Se paró desnudo con pauso raudo hacia donde me encontraba, apartó los arbustos y me jaló fuertemente tirándome al suelo. Valeria no parecía asombrada más bien complacida.

¡Quítate la ropa! – con voz agresiva y de enfado – vamos, ahora participarás en un verdadero acto de placer – decía Pedro.

Aún aturdida no sabía cómo reaccionar, las fuerzas de fémina quedaron allí entre los arbustos. Pedro se acercó a mí y tironeó mi ropa quitándomela en actitud de un verdadero loco.

Mmmm me encantan tus senos, pequeños y deliciosos, caben justo en mi boca, pero le hacen falta manos de hombre para contornearlos como es debido – decía, sus ojos estaban desorbitado influenciados por algo que no puedo describir.

Pedro, nos lo harás a las dos verdad mi potro – dijo Valeria.

Saca sus pantalones, perra, ahora vas a lamer su sexo – decía Pedro, tirándome al suelo.

Abrió mis piernas y Valeria se dirigió a mi vagina, en ese instante comencé a reaccionar, nunca pensé en relaciones lésbicas, eran para mí un repudio, totalmente anormales, por algo se habrían creado dos sexos el femenino y masculino. En mi afán, traté de cerrar mis piernas, Pedro las sujetó firmemente con las suyas, se subió sobre mí, con sus manos sujetó las mías y sentí cómo Valeria me hacía sexo oral.

No puedo expresar lo que sentí contraria a todas mis creencias, era la mejor chupada que había recibido, dejé de resistirme y me entregué a la orgía que me esperaba.

Pedro me besaba y apretaba mis senos, mientras Valeria metió sus dedos en mi vagina y mordisqueaba mi clítoris haciéndome llegar a un orgasmo deliciosamente delicado.

Perras, ahora deben hacerme gozar a mí – decía Pedro con una sonrisa de agrado.

Se recostó colocando su espalda en un árbol, Valeria se dirigió a encender la hoguera. En ese momento mi mente no estaba lúcida simplemente me sometí y me dejé llevar por las sensaciones, la moral no existía para mí.

Ambas nos dirigimos hacia él como unas perritas en busca de macho, en cuatro patas avanzamos en dirección a su miembro, erecto, grandioso que brillaba a la luz del fuego. Entre las dos lo saboreamos, nuestras lenguas se unían a su sabor, nos besábamos a la par mientras succionábamos su sexo una a una.

Pedro gemía de placer nos tomaba el cabello, me dirigí a su pecho mientras Valeria continuaba su trabajo en el viril miembro de Pedro. Mordisqueé su cuello, su garganta, su pecho, con rudeza como perra en celo. Él se entregaba al placer que le ofrecíamos demostrando su excitación en su pene cada vez más grande, me guió hacia él apartando a Valeria, lo succioné y posterior me monté sobre él, Pedro tomó mi pelo y echó mi cabeza hacia atrás, dejando mis senos a merced de los labios de Valeria. Ella los besaba mientras yo entre un mete y saca el miembro de Pedro en mi vagina, éste a su vez succionaba apasionadamente el sexo de Valeria. Era un cuadro excitante al calor de la fogata, donde las sombras de nuestra orgía se reflejaban en la oscuridad de la noche, un trío en orgía fenomenal.

El pecho agitado de Pedro denotaba que pronto se vendría, jaló de mí como una muñeca y nos puso a ambas de rodillas mientras él se levantó, tomando su pene en afán masturbatorio, acabando en nuestras caras mientras ambas nos afanábamos por tomar toda esa deliciosa leche que emanaba de su sexo.

Uuufff qué mamadas me han dado y qué ricas son ambas – decía – Hermosas perras en verdad.

Ambas nos miramos satisfechas, pero no conformes. Pasé mis manos por los cabellos negros de Valeria y me dirigí a su boca, dándonos un beso apasionado, nuestras lenguas jugaban dentro de nuestras bocas – ahora que se los relato me parece algo inmoral pero en aquel momento era totalmente natural – Puse mi mano en su sexo ingresando en él mis dedos y jugando con su clítoris, la hice gemir, bajé a sus senos y los saboreé. Pedro nos miraba sin decir nada, dejando que nos entregáramos una a la otra.

Su cuerpo fino pero de grandes dotes – como sus senos – hacían que la recorriera entera, la recosté y comencé a besar su vagina metiendo mi lengua completamente, mirando fijamente a Pedro, quien ya se recobraba y dejaba ver nuevamente a ese animal que llevaba entre las piernas. Se acercó a nosotras, masturbándose.

Valeria gemía entregada a mis caricias, mojé mis dedos con su humedad y procedía a introducirlos en su ano, gritó de dolor oà placer, le gustabaà Pedro bajó subió la pelvis de Valeria me retiró y la penetró, ella gemía aún más, la puso en posición de perrito y metía, sacaba hasta la punta su pene cada vez más rápido, me dirigí a esa unión de sexos chupando los huevos de Pedro mientras copulaba con Valeria, ambos estaban excitados a grado máximo, él chillaba que acabaría y me dirigí a la unión de ambos para saborear sus entremezclados sabores, él llevaba el ritmo más rápido.

Voy a acabaaaarrrr, mmmm qué rico, me voyyyyyy – gritó Pedro.

Recíbeme potro me estas haciendo acabaaaarrr, mi macho – gemía Valeria.

Noté que ella había acabado y la retiré bruscamente.

Qué haces – dijo Pedro.

Quiero ser yo quien te reciba – dije, mirándolo con autoridad.

Valeria se retiró a una esquina, se tapó con la chaqueta de Pedro y descansó.

Tiré a Pedro en el suelo y lo monté, le di varios movimientos, mientras él tomaba mi cintura y me subía y bajaba.

Qué rica eres – decía – en cuanto la vi sabía que era una potra con falta de macho.

Calla y goza que esta será la última vez – dije con mirada sensual y segura.

¡¡¡Aaaahhh!!! Recíbeme perra que sola vendrás a pedir más – dijo mientras lo sentí venirse, uno, dos, tres chorros de leche tibia llenaron mi matriz junto con un sacudón de mi parte, un delicioso orgasmo bestial en verdad.

Me paré, tomé mi ropa fríamente, mientras me vestía Pedro me pedía que no me marchara la noche era joven y nos esperaba mucho más. Una vez lista me dirigí a Trueno, Pedro se paró raudamente me tomó y me susurró al oído.

Eres una delicia de mujer, vendrás a mí, te esperaré, tendré paciencia, esa que tu ves allí – señalando a Valeria – esa perra aún virgen me rogó para que la hiciera mía y ahora se somete a todos mis deseos, pronto ella serás Tú.

Sonreí, monté a Trueno y me marché.

Descansé deliciosamente en mi cama, sola en casa. Recordé lo vivido momentos atrás, qué absurdo era, cuantas veces había dicho lo asqueroso que encontraba esos tríos o sexo entre mujeres y ahora lo había vivido la verdad un temor se adueñó de míà¡En verdad me había gustado!

Necesitaba dormir, ustedes se imaginaran la confusión mental, la moral, el pecado mezclado con deseos carnales, creo que por mucha educación en colegio de monjas, familia moralmente constituida y todo lo demás se quedan simplemente allí en el pasado, mis cuestionamientos psicológicos no me dejaban dormir y decidí no pensar másàahora necesitaba dormir, Octavio me esperaría al almuerzo al día siguiente.

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