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Recordando una noche llena de sensualidad, caricias, y creatividad sexual

Recordando una noche llena de sensualidad, caricias, y creatividad sexual

Qué maravillosa noche la de anoche.

Estaba junto a mí, casi desnudo.

Lo tenía abrazado, y besaba y acariciaba su cuello y sus hombros, hasta que me decidí a levantarme a apagar la televisión.

Entonces me trepé sobre él.

Como una leona, así me llamó él entre sonrisas.

De mi carne emanaba la misma sustancia que de su piel al tocarlo.

Era una luz muy tenue pero tan iluminadora.

De manera rápida me quitó la blusa.

Y me quedé sobre él con mis senos sobre sus labios.

Después besé su bellísimo rostro, sus ojos, sus mejillas. Me fui a su cuello, al lóbulo de su oreja.

Besé un momento sus labios para luego recorrer con mis dedos sus brazos extendidos, totalmente entregado a mí.

Los acaricié con mi lengua, besé en sus brazos ese pequeño punto anterior al codo, que sé que le encanta que toque.

Regresé a sus labios pero esta vez para entregarme y para sacar de él todo lo que tenía para mí.

Bajo mi cuerpo yo sentía moverse su miembro.

Como un ser autónomo, como si luchara por salir de su encierro.

Y lo liberé. Se alzó tan hermoso, tan sugerente que quise comérmelo ahí mismo.

Pero me esperé.

Decidí empezar el viaje desde la planta de sus pies.

Cómo me gusta tocar la fina piel de su arco, como los pies de un niño; mordisquear un poco; pasar la lengua entre sus dedos y finalmente chupar uno de ellos, imaginando que es su sexo lo que tengo en mi boca. Y él lo sabe. Y lo hago suspirar.

Recorro su pierna, la parte anterior de su rodilla que le encanta que bese, que muerda o que arañe.

Sus gemidos me van guiando a su entrepierna.

Pero primero salto a su cintura y beso su ombligo y la tersa piel de su vientre.

Sigo nuevamente acariciando su entrepierna.

Toco apenas con mi lengua sus testículos.

Lo siento moverse.

De ahí bajo hasta esa deliciosa área, tan fina, de piel tan lisa suave.

Paseo mi lengua de arriba a abajo hasta casi llegar a su hermosísimo ano.

Pero lo dejo para después.

Voy a su sexo. Lo lamo de arriba abajo.

Tomo entre mis labios su cabeza. Y luego lo intento tragar entero. Es muy grande para mi boca, pero así me gusta.

Tenerlo dentro, mientras muevo mi lengua alrededor de él, sentir la nervadura de su tronco, y luego, de repente ese sabor entre dulce y salado que me obliga a alejarme pero que me atrae de manera irresistible nuevamente.

Estamos excitados los dos, pero no quiero terminar.

Quiero ir a otro lugar. Un placer que me doy pocas veces. Mientras chupo su sexo, doy ligeros toques con mis dedos a su ano.

Eso le encanta y escucharlo respirar tan agitado me enciende completamente.

Volteo su cuerpo, queda de espaldas a mí.

Sabe lo que quiero. Mientras besos su espalda busco con mis dedos la llave de esa puerta mágica, tan llena de misterio, de oscuridad y de todos los placeres… Mi lengua es la llave.

Lo obligo a ponerse a gatas, hasta que su precioso trasero queda frente a mi vista.

Entonces es que entiendo cuánto le gusta verme así.

Meto mi lengua entre tanta piel y tanta carne y encuentro ese círculo divina, el que tan acertadamente Kundera llamó el anillo perfecto.

Le doy vueltas con mi lengua hasta introducirla un poco.

Puedo ver su espalda perlarse un poco de sudor. Intenta masturbarse, pero eso me gusta hacerlo a mí.

Así que mientras beso su anillo, con mi mano aprieto suavemente su pene.

Retiro mi boca. Llevo mis dedos a mi vagina, tan húmeda de tanta emoción, de tanto ardor.

Y con mi propia humedad lo intento penetrar a él.

Al introducir mi dedo lo siento derretirse bajo mi caricia. Sé que duele un poco pero el placer es más grande.

Aún no conozco por completo esa dulce oquedad.

Llego hasta donde puedo y en un golpe de suerte doy con un lugar que lo hace temblar y agitarse.

Se deja caer en la cama y voltea un poco su cuerpo.

Yo puedo agacharme y tener su sexo frente a mí. Qué delicia lamerlo y al mismo tiempo estar penetrándolo.

Me siento agotada de tanta ansiedad y excitación.

Comienzo lentamente a sacar mi dedo de su cuerpo. Es un momento especial.

De placer y también de tristeza. De desear tanto ser hombre y tener un pene y sentir en ese miembro cómo aprieta su ano, un apretón que lo llena de placer.

Quedo totalmente extenuada, como si un orgasmo me hubiera pasado por dentro, sin siquiera sentirlo físicamente.

Pero ahí está frente a mí ahora, listo para regalarme el placer que yo le di.

Me da un profundo beso en la boca, dejándome sin aliento para ir directo a mis senos. Son casi una extensión de mi clítoris esos pequeños pezones. Y él bien lo sabe.

Después toma mis piernas y las lleva hasta sus hombros. Hincado frente a mí, observa mi sexo.

Podría venirme si él se quedara más tiempo observándolo. Tengo ligeras contracciones en mi vagina.

El sigue viendo mi sexo de donde sobresale mi clítoris como una pequeña lengua ávida que él de inmediato va a satisfacer.

Lo lame un poco. Pasa su lengua de arriba abajo.

Vuelve a mi clítoris, lo toma, lo mueve, lo mordisquea un poco, lo toma entre sus labios, hace minúsculos movimientos giratorios con su lengua, intenta introducirla en mi vagina, para pasar después su barbilla sobre ella.

Eso me provoca quererme venir, pero no quiero que acabe tan pronto.

Él se recuesta sobre mí. Los cuerpos tocándose, cada parte de mi cuerpo corresponde a la suya. Sus manos, su pecho, nuestros sexos juntos.

Lo recuesto nuevamente y me paseo sobre él, hasta que mi sexo queda sobre su cara y mi rostro sobre su miembro.

Así nos besamos un rato. Luego él me recuesta sobre mi espalda y me comienza a lamer nuevamente. No sé por cuánto tiempo hasta que no lo resisto más.

Me vengo entre gemidos y él, sin terminar de lamer todos mis líquidos.

Me alejo de él. Queda mi cuerpo tan lleno que una caricia más lo altera.

Pero a él no le importa, sigue besándome en los labios con el aroma aún de mi sexo, se pasa a mis pezones, lo que hace nacer nuevamente en mí otro tipo de excitación.

Se recuesta en la cama para ser montado. Me siento sobre él. Su miembro entrando en mi vagina lentamente movió todo dentro de mí.

Estoy sentada sobre él con mis piernas sobre su cuerpo. Yo me muevo y él lame los dedos de mis pies.

No aguanto más. Lo quiero sobre mí. Sentir todo su peso, asfixiarme con el olor de su cuerpo, abrazarlo con mis piernas y brazos, y él tomándome de las caderas.

Es más de lo que puedo soportar y me vengo nuevamente.

Él sigue firme, empujando contra mí mientras lame mis senos. Volví a venirme en un mar de gemidos.

Se sale de mí y me pone de espaldas a él. Me penetra desde atrás, y así, acostado sobre mi espalda lo escucho jadear.

Me excita su excitación. Escucho su voz sin control y siento su cuerpo deshaciéndose sobre el mí.

Finalmente, nos venimos juntos.

Escuchar nuestros gritos al mismo tiempo me hizo imaginar la melodía más perfecta.

Y terminar con su cuerpo abrazado al mío, sin salirse aún de mí, siendo uno por unos momentos más, fue el “te amo” más profundo y maravilloso que pude experimentar.

Federico de mi corazón.

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